MENSAJE DE NAVIDAD 2020
Consejo
Mundial de Iglesias
Pero el ángel les dijo: “No teman, porque he aquí les doy buenas noticias de gran gozo que serán para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor”.
Lucas 2.10-11
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l niño en el pesebre, en su vulnerabilidad, es una imagen de
esperanza frágil, el inicio de una nueva historia que culminará con el don de
la vida y la salvación mediante la muerte y la resurrección de Jesucristo. A lo
largo de la historia, ha habido y sigue habiendo muchos motivos para tener
miedo y vivir en la desesperanza. En las épocas más difíciles, los cristianos
han encontrado una y otra vez consuelo y esperanza en las buenas nuevas de
Jesucristo que empiezan con el nacimiento del Salvador en Belén.
Este año, las celebraciones
navideñas en las iglesias y las familias se verán afectadas por el
distanciamiento físico y otras restricciones destinadas a protegernos unos a
otros del coronavirus. La gente llorará los muchos muertos en todo el mundo y
expresará su gratitud a quienes atienden a los enfermos con gran dedicación y
coraje.
La pandemia ha dañado el tejido
social en todas partes, causando un desempleo masivo e incluso hambre,
desgarrando nuestras conexiones, poniendo de manifiesto y exacerbando las
desigualdades, ocasionando confusión y desacuerdo, y haciendo peligrar las
instituciones de buena gobernanza. Al mismo tiempo, la violencia y la guerra no
dan tregua, y destruyen los medios de subsistencia de la población aumentando
el número de refugiados y migrantes y ocasionando la muerte de muchísimos
hombres, mujeres y niños.
No obstante, incluso en estas
circunstancias, en el aire se percibe el sonido de los ángeles proclamando el
nacimiento de Cristo con gran alegría. Como cristianos, en este acontecimiento
singular, el nacimiento del niño Jesús en un pueblo remoto en los confines del
Imperio Romano, vislumbramos los frágiles comienzos de nuestra propia
redención.
Como creyentes, sabemos que, en
la encarnación del Señor, Dios, el creador y sustentador de toda vida, se nos
acerca, nos ama con compasión, nos libera y nos acompaña. Como personas
esperanzadas, en el nacimiento de Jesús, vislumbramos el “sí” de Dios a la
vida, y el nacimiento de nuevas posibilidades, de una nueva vida que triunfa
sobre la muerte y la desesperanza. La encarnación es el “sí” decisivo de Dios a
la humanidad y la Creación. En la encarnación, Dios se preocupa por nosotros y
nos eleva, se despoja de sí mismo para identificarse con nosotros, por su gracia
se hace humano para hacernos como él.
Esta visión se recoge en el tema
de la próxima Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias que tendrá lugar en
Karlsruhe (Alemania): “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y
la unidad”. Animado y guiado por esta visión de la encarnación de Cristo, oro
por los fieles y líderes de nuestras iglesias miembros y por todas las personas
con las que compartimos este planeta para que el miedo dé paso a la alegría, y
para que este año marcado por la tristeza, la soledad y el sufrimiento abra el
camino a la esperanza, el coraje y el servicio de amor en aras de la justicia y
la paz.
En un mundo de dolor y muerte, el
acontecimiento de la Navidad nos permite hallar consuelo, mantener la frente en
alto con esperanza y vislumbrar en la fe profunda el triunfo de la vida y el
amor que representa el nacimiento de Jesús. Es la buena nueva que infunde una
gran alegría a todas las personas. Por eso, a pesar de todo, con nuestros
villancicos tradicionales cantamos junto con los ángeles: “¡Gloria a Dios en
las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!” (Lucas 2.14).
Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca, secretario
general interino
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JOB AYER… Y HOY
Eduardo Arens Kuckelkorn
N |
o creo necesario elaborar la relevancia de la figura de Job, el
inocente sufriente, para el mundo de hoy. Sin duda, hoy se reconocería
fácilmente a Job en tantas personas privadas de su dignidad humana y sus
derechos elementales, si no explotadas o simplemente relegadas al “basural” de
la sociedad, y no pocas veces despreciadas, inclusive acusadas y condenadas
injustamente en nombre de Dios. Es frecuente encontrar también a amigos de los
amigos de Job aún hoy, que justifican teológicamente el sufrimiento o la
desgracia del inocente.
¡Cuántas veces los pobres son
calificados de ociosos, ladrones, malandrines, y así se justifica ignorarlos,
si no de aprovecharse de sus necesidades básicas! ¡Cuántas veces se priva de la
honra y el respeto a los marginados, los “leprosos” de nuestra sociedad,
viéndolos como entes o cifras! ¡Cuántas veces se abate la dignidad humana, con
tal de salvaguardar “la verdad” o de justificar los abusos y el desprecio de
los débiles de la sociedad! Y ¡cuántas veces se pisotean los derechos humanos
en nombre de “la justicia” o de “Dios” —del dios Mamón, sobre el que Jesús
advirtió reiteradas veces—, ¡con tal de preservar sus privilegios!
Posdata: el honor de Dios
Valga una necesaria nota final. Me he limitado a considerar el sufrimiento
de Job y su causa: la pérdida del honor. Para ser justos con la obra y su
mensaje, cual “palabra de Dios”, tendría que hablar también del honor de Dios, mancillado
por Job según los amigos. Sin embargo, inconscientemente defendido por él, como
lo afirma la teofanía y la sentencia expresa en 42.7: “Yahvéh dijo a Elifaz de
Temán: ‘Estoy enfadado contigo y con tus dos amigos, pues ustedes no han
hablado bien de mí, como mi siervo Job’”.
El discurso
posteriormente introducido en la obra en boca de Elihú (caps. 32-37), tiene
como finalidad salvaguardar el honor de Dios. De hecho, Elihú (lit.
“mi-dios-es-él”) juega el papel de abogado defensor de Dios. La falsa imagen de
Dios es una afrenta a su honor, es hacer de él una caricatura, tema demasiado
serio (como ya vio el autor de Job) como para soslayarlo, por ser responsable a
lo largo de la historia de muchos sufrimientos ocasionados nada menos que “en
nombre de Dios”...
Es en la teofanía en la que el
honor de Dios es el tema central. Éste había sido cuestionado por Job al
impugnar su justicia y su control sobre el mundo: es un dios caprichoso, deja
que los malvados reinen, castiga injustamente, etcétera. En efecto, Dios reta a
Job reiteradamente con preguntas retóricas que ponen en juego el esquema honor-vergüenza.
Las preguntas en la teofanía no tienen, por cierto, la finalidad de instruirle,
ni exigen respuestas, son cuestionamientos que tienen como propósito ubicar a
Job en su verdadera realidad como criatura.
Implícitamente, son un reproche a
Job por pretender ponerse en pie de igualdad al haber retado a Dios, con lo que
mellaba su honor: “¿Quién es éste que denigra mi designio hablando desatinos?”
(38.2). “¿Quieres acaso violar mi justicia, condenarme para tú verte absuelto?”
(40.8). Las respuestas implícitas a las preguntas son obvias. […]
Es decir, Dios es Dios, y Job una
criatura limitada e ignorante (38,4ss.). El cuestionador ha sido cuestionado;
el retador ha sido retado (40.2, 7). En este aspecto se concentra el discurso
de Dios, y por lo mismo no responde directamente a los puntos neurálgicos que
planteaba Job. Lo que está en juego es la autoridad de Dios (su ‘etsah),
y con ello, su honor.
En efecto, Job ha atentado contra
la honorabilidad de Dios al cuestionar abiertamente, “hablando desatinos, sin
saber (bli da’at) ”, su supuesto “designio” sobre el mundo (38.2), así
como pretender dictarle la justicia (40.8).
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