viernes, 21 de mayo de 2021

“Esfuérzate y anímate”: promesas divinas y fe familiar, Hna. Graciela Arellano Aguilar

23 de mayo de 2021

¿Quién no ha sufrido alguna vez la experiencia de una desilusión, ya sea amorosa, laboral, o familiar? Este pasaje que leímos en Deuteronomio 31 nos muestra la desilusión de un pueblo, y en los versículos anteriores, Moisés les dice: “Esfuércense y tengan ánimo”. Si vemos a una persona esforzándose, dando todo de sí, la vemos cantando y feliz. Por ello, no se nos ocurriría decirle: “Esfuérzate, anímate”, pues estas palabras estarían fuera de lugar. Pero vamos a ubicarnos un poco, para entender con claridad.

Cuando José fue gobernador de Egipto, se llevó a toda su familia, y mientras José y aquel faraón vivieron, todo estuvo bien, pero cuando toda aquella generación murió, las cosas ya no fueron iguales y empezaron a ser esclavos. En total, vivieron en Egipto 430 años (Génesis 15.13; Éxodo 12:40).

Cuando ya no aguantaron más, clamaron a Jehová y él los oyó, y mando a un libertador, Moisés. Para este hombre no fue fácil sacarlos de Egipto, pero Dios hizo grandes prodigios y los sacó con mano fuerte y brazo extendido. Pero, aunque Dios les mostro su gran poder, este pueblo fue rebelde y quejumbroso. A pesar de que Dios abrió el mar para que pasaran, y sepultó en el mar a todo el ejército del faraón.

Dios les dio agua de una roca, les dio el maná, les dio carne, los cuidó. De noche la nube que los seguía era luz, y en el día sombra. No se desgastó la ropa, ni el calzado en 40 años, y aun así reclamaron.

Dios decidió que este este pueblo no entendería y lo mantuvo dando vueltas, hasta que se acabó esa generación. Sólo quedaron Moisés, Caleb y Josué (Números 32.13). Al acabarse aquella generación, los demás siguieron adelante y antes de pasar el Jordán, pelearon con los amorreos y tomaron sus ciudades.

Un día, Moisés habló a todo Israel, y le dijo: “Yo soy de 120 años y Jehová me ha dicho que no pasaré el Jordán”. Cuando oyeron esto, seguramente el espíritu del pueblo decayó desilusionándose. ¿Cómo nuestro caudillo, nuestro líder, no va a entrar? ¿Qué vamos a hacer? Pero antes de que empezaran a quejarse, Moisés les dijo: “Tranquilos, Jehová, pasará delante de vosotros, y no los dejará ni los desamparará, esfuércense y anímense”.

Inmediatamente le dijo a Josué, su general: “Esfuérzate, anímate, porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová que a sus padres les daría y tú se las harás heredar”. Enseguida escribió Moisés la ley de Dios y la entregó a los sacerdotes, para que en la fiesta de los tabernáculos se leyera a las familias, para que oyeran y aprendieran a temer a Jehová.

Pero… ¿todo esto que tiene que ver con nosotros? O es sólo una historia sorprendente y, aunque es bueno saberla, Dios no quiere que sólo la sepamos, sino que vayamos más allá. Es por eso que, al aplicar este pasaje a nuestras vidas, en este tiempo de tanto desconcierto, por las enfermedades, carencias económicas por falta de trabajo, cuando muchas ilusiones se han roto, viajes que no se realizaron, amigos y familiares que murieron, nos preguntamos: ¿qué vamos a hacer nosotros?, el pueblo que Jesucristo compró con su sangre. Es el momento de quedarnos quietos para oír el susurro de Dios en nuestros oídos: “Esfuérzate, ten ánimo, yo voy delante de ti, no te dejaré ni te desampararé”.

Estamos conscientes y sabemos quién está haciendo esas promesas. No las hizo alguien que pueda fallar, no, nos las hace el soberano del Universo, el que dijo: “Sea la luz, y fue la luz”, el que dijo: “Haya lumbreras, una para la noche y una para el día”. Él es el Todopoderoso, el que hizo todo lo que existe, quien, al oír su voz, las tempestades se calman. Él va delante de nosotros, y nos lleva, no a un lugar en esta tierra, sino a la Jerusalén celestial.

Ese Dios maravilloso nos hace estas promesas, pero… ¿qué pide de nosotros? Pone condiciones, porque a veces sólo queremos las promesas, y hay quienes hasta subrayan en su Biblia todas las promesas. Pero para que estas promesas sean efectivas, hay condiciones, por ejemplo: “¿Quieres ser feliz y que en todo lo que hagas te vaya bien?” (Salmo 1).

Estas promesas no son la excepción: Moisés mandó que se oyera y se leyera la ley con toda la familia. Hoy es lo mismo para nosotros, es muy importante la palabra de Dios para la familia para que por ella tengamos:

 

a) Fe (“La fe viene por el oír la palabra de Dios”, Romanos 10.17).

b) Fuerza (“Los que esperan en Jehová, tendrán nuevas fuerzas, / levantarán las alas como el águila, / correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”, Isaías 40.31).

c) Ánimo (“¡Tened ánimo, yo soy, no temáis!”, Marcos 6.50).

d) Temor a Dios (“Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos”, Salmo 128.1). 

¿Por qué el mundo está como está? Robos, asaltos, crímenes… Porque no hay temor a Dios. Si en tu peregrinar por este desierto de la vida, te encuentras sin salida, acuérdate de que nuestro Dios abrió el mar para hacer un camino donde pasó un pueblo que estuvo entra la espada y el mar.

Quizás has sufrido alguna o muchas decepciones, de quien pensaste que te amaba, que te mintió, si en tu trabajo no te pagan lo que pensabas, si tenías tantas ilusiones, con tus hijos, con tu trabajo. En este momento acuérdate de que no estás solo, que Él va delante de ti, que no te dejará ni te desamparará. “Esfuérzate, anímate”.

Nunca olvides que somos peregrinos, que nuestro hogar permanente no es éste, que la vida aquí es corta comparada con la eternidad y que nuestro Dios, el Todopoderoso, dice: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2.10). “Esfuérzate, ten ánimo, no te dejaré ni te desampararé, yo voy delante de ti, dice el Señor, ten fe”.

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