viernes, 14 de mayo de 2021

La historia de salvación en las familias de fe, L. Cervantes-O.


16 de mayo, 2021

 

Enséñenselas a sus hijos en todo momento y lugar, y así ustedes y ellos vivirán largos años en esta tierra que Dios les ha prometido. ¡Vivirán allí mientras el cielo exista!

Deuteronomio 11.20-21, TLA

 

La confluencia de generaciones ante el Dios del Pacto

Escuchemos la voz de un experto acerca de la importancia de las diversas generaciones que se entrecruzan en el Deuteronomio, libro fundamental con el que cierra el Pentateuco:

 

En relación con el propósito de este libro hay varios elementos importantes. Primero, el asunto generacional. Es notorio el hecho de cómo el Deuteronomio va llevando la narración acompañada de una constante referencia a los de “ayer”, los de “hoy” y los de “mañana”; “tus padres, tú, tus hijos” (1.35s, 38s; 4.9, 25; 5.2‑3, 29; 6.2s, 7, 20s; 7.9; 8.1, 16; 9.5; 10.11, 15; 11.2, 7, 19, 21; 19.10, 14‑15, 22, 29). Hacia cada generación, Deuteronomio tiene una actitud diferente (énfasis agregado).[1]

 

Este entrecruce de generaciones buscó producir, entre los lectores de hoy, la sensación de que el Dios del Pacto estaba hablando siempre en tiempo presente al pueblo con el cual lo había establecido. Semejante situación propició que cada lectura de este libro esté teñida con los colores del momento en el cual ésta se llevaba a cabo. Nuestro experto señala muy bien la confluencia de tiempos en las que cada experiencia de fe arrojaba nuevas luces sobre la voluntad divina para la comunidad y para las familias. El uso de las palabras ayer, hoy y mañana fue un recurso literario fundamental para que los tiempos marcados por ellas aparecieran, en ocasiones, de manera simultánea. Cada generación fue tratada de manera diferente porque su situación era distinta. La de “ayer” había sido un auténtico fiasco, y la del presente estaba a prueba, tal como agrega el experto, la moneda estaba en el aire:

 

En el libro, la generación de “ayer”, tristemente, no hizo la voluntad del Señor (1.35; 4.3). La generación “presente” está a prueba (1.39; 4.1‑9, 15ss). Los de “mañana”, dependiendo de la enseñanza de los de “hoy”, bien podrían ser infieles (4.25‑28) o fieles y obedientes (4.29‑31, 39‑40; 5.32‑33). La relación de Dios con su pueblo dependerá de la calidad de vida de éste: lo que el Señor espera es obediencia y fidelidad. La calidad de vida de la generación futura, según el Deuteronomio, dependerá en gran medida de la vida de la presente (6.1‑3).[2]

 

El hoy es el concepto más agudo y exigente del libro, según lo explica el biblista francés Jacques Briend, citado por el experto mexicano:

 

El término expresa con una fuerza inigualable la percepción profunda de que la acción de Dios se sitúa en la existencia concreta del pueblo. El lugar que este término ocupa en el Deuteronomio manifiesta que la concepción de la temporalidad que aparece en el documento es la misma desde el principio hasta el final. Todas las generaciones de Israel deben ser testigos de la acción de Dios y de su Palabra: “Escucha, Israel, los mandatos y decretos que hoy te predico” (5.1; cf. 5.3, 24).

De esta forma, se hace participar a todas las generaciones de la acción de Dios, establecida en un hoy que depende totalmente de él. Frente a la Palabra de Dios, todos son llamados a obedecer, a poner en práctica y a guardar esta palabra en su corazón (6.6) para que les sirva de guía en el camino de la felicidad (énfasis agregado).[3] 

La enseñanza de la historia de salvación en la intimidad familiar

En Dt 11.16-24 aparecen tres aspectos bien definidos sobre la enseñanza de la historia de salvación en el seno de la familia: primero, no dejarse engañar por otros dioses (16-17); segundo, mantener la memoria de la fe y transmitirla a las nuevas generaciones (18-21); y tercero, obedecer los mandamientos divinos para obtener bendición (22-24). No dejarse engañar ni envolver por las creencias extrañas, atrayentes muchas de ellas, pero nocivas casi todas. El nuevo contexto agrícola que el pueblo iba a conocer podía desviarlo de la fe yahvista en el afán de tener lluvias para sus cosechas. Por el contrario, si eran desleales a Él, el Señor dejaría de enviar lluvias y el hambre se apoderaría de las familias: “…la fecundidad de la tierra de Canaán depende también del Señor, no del trabajo o del ingenio humano como en Egipto. El Dios fiel a la promesa, que da la tierra a su pueblo, no se desentiende luego de ella, sino que la cuida, mandando la lluvia del cielo para hacerla fecunda”.[4]

El proceso pedagógico de lucha contra el olvido (6.12) es muy claro: a) aprender de memoria las enseñanzas (18a), b) meditar en ellas (18b), c) escribirlas (18c), d) atarlas en brazos o colgarlas en la frente (18d), e) escribirlas en las puertas (19a) y f) enseñarlas a los hijos (19b). Esta cadena formativa debería realizarse en cada hogar, en cada familia, en los momentos íntimos, cotidianos, de diálogo cercano. El aprendizaje, la meditación, la escritura, en un primer trecho, representaban un esfuerzo integrador de la memoria colectiva de las grandes hazañas de Dios en la historia del pueblo. Colocar las enseñanzas divinas en el cuerpo y en las paredes de las casas era parte de un proyecto didáctico de gran alcance para que las generaciones venideras conocieran esa historia en profundidad. La promesa derivada de esa práctica continua es grandiosa: “¡Vivirán allí mientras el cielo exista!” (21b).

Finalmente, la obediencia de los mandamientos nuevamente presentados debía estar ligada al amor y la fidelidad a la Divinidad (22), no solamente como expresión de una obediencia ciega sino como manifestación de un sentimiento profundo hacia ella. Al practicarla, el Señor prometió que el pueblo podría expulsar a los habitantes de la tierra, como parte del plan más amplio para manifestar sus bendiciones (23-24). La historia de la salvación, siempre en marcha, debía ser comprendida, experimentada y transmitida a las nuevas generaciones del pueblo, exactamente igual que hoy, cuando las comunidades de fe requerimos estar siempre al tanto de lo que Dios ha hecho, hace y sigue haciendo en medio del devenir humano para hacer presente su Reino y su salvación. El papel de las familias en este proceso es presentado como algo insustituible para la transmisión permanente de esos contenidos básicos para la fe.



[1] Edesio Sánchez Cetina, “La familia, la iglesia doméstica”, en Sociedad Bíblica Chilena, www.sbch.cl/sitio/la-familia-la-iglesia-domestica/.

[2] Ídem.

[3] J. Briend, El Pentateuco. 3ª ed. Estella, Verbo Divino, 1980 (Cuadernos bíblicos, 13), p. 45.

[4] Félix García López, Deuteronomio: una ley predicada. Estella, Verbo Divino, 1989 (Cuadernos bíblicos, 63), p. 27.

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