jueves, 19 de noviembre de 2009

La resurrección del cuerpo (IV)

22 de noviembre de 20Negrita09

LA IMPORTANCIA DE LA RESURRECCIÓN PARA LA NACIENTE fe cristiana representó un avance sustancial con respecto a sus antecedentes judíos. La evolución de las enseñanzas de Jesús en el seno de las comunidades encontró expresión en algunas de las cartas apostólicas. El caso de I Corintios cap. 15 se volvió todo un modelo de desarrollo para la doctrina quizá más característica de las comunidades paulinas.
El conflicto "personal" de Dios con la muerte es explicitado como en ningún otro lugar del Nuevo Testamento: "El último enemigo que será derrotado será la muerte" (v. 26.), lo cual muestra de qué manera la aparición e intervención de Cristo en la historia vino a partirla en un "antes" y un "después". Pablo desarrolló una doctrina de la resurrección que fue más allá de la creencia en la reencarnación, de carácter ahistórico y aplicó a su comprensión de la resurrección de Cristo como primogénito de entre los muertos una forma de historicidad que rompió también con las creencias antiguas. Al temor por caer en manos de la corrupción y el olvido, le contrapuso la afirmación, ciertamente irracional e ilógica de la recuperación de la carne, pero a partir de la afirmación de una profunda conciencia de lo que es la vida.
La idea evangélica de "vida plena", traducida al concepto todavía más abarcador de "vida eterna", colocó al cuerpo en un lugar envidiable dentro del plan divino de salvación. Por ello, aceptar la supuesta superioridad del alma o de "lo espiritual" en la perspectiva futura y final de la redención, es reducir el poder salvador de Dios únicamente al ámbito de las "esencias", es decir, que en un afán por subrayar la superioridad del Espíritu, se puede incurrir en el menosprecio de lo que Dios consideró tan relevante: la especificidad y unicidad de la vida humana, que comienza por la manera física con que el cuerpo se relaciona con todas las cosas. Ése es uno de los criterios básicos para situarse ante la corporalidad en el plan salvífico.
Pablo escribió 1 Cor hacia los años 56/57. En el cap. 15 recuerda a los corintios el Evangelio que les predicó durante su misión (hacia el 50/52). Si su fe no ha de ser vana, lo han de retener en la forma que él lo predicó (v 2). El cuerpo resucitado de Cristo es, según Pablo, la gran prenda de la vida eterna para todos los creyentes. Tomar en serio el cuerpo resucitado, re-vivificado de Jesús, implica que Dios ha respetado aquello que estaba condenado a la corrupción y la desaparición material.
El conflicto no es, por tanto, entre alma y materia, sino entre vida y muerte, Y Dios, en Jesús, se ha enfrentado abiertamente a las fuerzas de la muerte en todas sus formas. De ahí que de la fe cristiana deban desprenderse consecuencias prácticas que traduzcan esta opción definitiva por la vida en todas sus manifestaciones, no sólo para la existencia humana sino para todas las demás manifestaciones del poder creador de Dios.
La resurrección de Cristo es el gran anticipo de la salvación completa de la persona humana, razón por la cual el apóstol insistió tanto en ella. (LC-O)

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