Joana Ortega
ALC Noticias, 2 de julio de 2008
Resumiendo, debemos reconocer que la moral protestante tradicional ha promovido una comprensión de la mujer en su calidad de esposa y madre y no tanto en su calidad de mujer salvada por Jesucristo. El modelo de familia al que da lugar el protestantismo es el de familia burguesa, en la que el marido “sale a la calle” para enfrentarse con la vida y ganar el sustento de la familia, y la mujer se queda en casa construyendo y cuidando de un buen hogar. La mujer queda reducida a las funciones de consumo, crianza de los hijos y compensación emocional (MN,TN p. 38).
Pero como sabemos muy bien, las normas establecidas no siempre coinciden con la vida. La Reforma protestante coincide en la historia con uno de sus episodios más negros: la Santa Inquisición. La persecución, tortura y muerte de mujeres y hombres considerados traidores a la “santa madre Iglesia” adquirió unos niveles verdaderamente espeluznantes. Lutero y sus seguidores y seguidoras formaron parte de ese colectivo perseguido por la Inquisición.
La primera mujer que se atrevió a hacer una defensa de Lutero, ante el desconcierto de los inquisidores, fue Argula von Grumbach. En 1523 escribió al cuerpo académico de la Universidad de Ingoldstadt para defender a un joven de 18 años llamado Alsacius Seehofer, arrestado por su fervor luterano. Argula afirmaba que los inquisidores habían sustituido a Cristo por Aristóteles, además de manifestar su desacuerdo con San Pablo por imponer sobre las mujeres el silencio en la iglesia. Esta mujer se convirtió en un símbolo de la “confusión, perplejidad e inquietud” femenina que se suscitó en toda Europa a través de los textos de Lutero. Los procesos femeninos de la Inquisición revelan que esta inquietud ya era importante, debido a las lecturas de Erasmo y de Savonarola.
Pero Argula von Grumbach no fue la única mujer que abrazó la Reforma, hubieron muchas otras, entre las cuales había intelectuales, literatas, comerciantes, campesinas, etc. Mencionaremos brevemente a algunas de esas mujeres de las que, afortunadamente, hemos podido seguir el rastro: Catharina von Bora (1499-1550), esposa de Lutero y tan comprometida como él en la causa; Ursula de Munstenberg (1491-1534), una monja de clausura que huyó, junto con otras compañeras, del convento de Freiberg y rechazó con contundencia la visión opresiva de la vida religiosa de las mujeres; Isabel de Brandeburgo (1485-1545) que se adhirió al luteranismo después de 25 años de matrimonio católico, a lo que su marido se opuso de forma bastante violenta y la amenazó con encarcelarla si no abrazaba de nuevo el catolicismo, y tuvo que huir y vivir en el exilio hasta su muerte, vagando por diferentes ciudades alemanas; Isabel de Brunswick (1510-1558), que se hizo protestante en 1538 después de haber escuchado la predicación de un pastor llamado Corvino (Antonio Rabner). A partir de ese momento se dedicó plenamente a la conversión de todo el ducado con el apoyo de su marido Eric I. Escribió un tratado sobre el matrimonio dedicado a su hija Ana María con motivo de su casamiento con el príncipe luterano Alberto de Prusia. Un poco más tarde escribió un libro de pensamientos consoladores para las viudas.
Las mujeres anabaptistas merecen una mención especial, ya que su condición resulto ser bastante dramática: fueron consideradas herejes tanto por los católicos como por los protestantes, y muchas de ellas fueron procesadas y condenadas acusadas de radicalismo religioso y social. Vale la pena recordar a Isabel Dirks, una holandesa que fue considerada como maestra de los herejes por poseer una copia de los Evangelios en latín. Fue interrogada y torturada por los inquisidores desde el 15 de enero hasta el 27 de marzo de 1549 para que revelase el nombre de los otros adeptos del grupo. tratado sobre el matrimonio dedicado a su hija Ana María con motivo de su casamiento con el príncipe luterano Alberto de Prusia. Un poco más tarde escribió un libro de pensamientos consoladores para las viudas.
Cuando ella se negó a proporcionar dicha información fue metida en un saco y ahogada según el Derecho Romano del siglo VI que imponía la pena de muerte para los que defendiesen el “nuevo bautismo”. También vale la pena mencionar a las italianas Giulia Gonzaga (1512-1566); Catherina Cibo (1501-1557); Vittoria Colona (14901547); Isabella Bresegna (1510-1567) (española pero exiliada en Nápoles huyendo de la Inquisición); Olimpia de Morato (1526-1555) que, a los 13 años ya sabía griego y latín, y leía a Cicerón. De obligado recuerdo es una de las mujeres más representativas en la Reforma francesa: Margarita de Navarra (1555-1572). Sin duda, se trata de una mujer avanzada a su tiempo. Escribió y publico poemas y se caracterizó por su carácter abierto, por su cultura y por hacer de su corte un centro del humanismo. Asume la reforma calvinista, lo que la convierte en un blanco de las iras de la Inquisición, de la monarquía española y de los católicos franceses. Murió envenenada la Noche de San Bartolomé (matanza de 3000 hugonotes) el 24 de agosto de 1572.
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EVANGÉLICOS ELIGEN POR PRIMERA VEZ A UNA MUJER COMO PRESIDENTA DEL CONSEJO
EFE, 28 de octubre de 2009
La obispo protestante de Hannover, Margot Kässmann, se convirtió hoy en la primera presidenta del Consejo de las Iglesias Evangélicas Alemanas (EKD), organización que aglutina a 25 millones de protestantes. Kässmann, de 51 años, fue elegida ayer miembro de ese consejo, y durante los próximos seis años.
Kässmann asumirá la labor que hasta ahora desempeñaba el obispo de Berlín, Wolfgang Huber, de 67 años. En un congreso evangélico celebrado en Ulm (suroeste de Alemania), la obispo obtuvo hoy 132 votos a favor de 142, entre los que se registraron cinco votos en contra, cuatro abstenciones y un voto nulo. Kässmann logró ayer en la primera vuelta la mayoría de dos terceras partes requerida para convertirse en miembro del EKD. Ninguno de los otros obispos que aspiraban llegar al EKD -y que hubieran podido competir con Kässmann por la presidencia- logró la mayoría suficiente en ninguna de las tres rondas de votación. Kässmann, que está divorciada y tiene cuatro hijos, es una de las caras más conocidas dentro de los protestantes alemanes y su popularidad la llevó incluso a ser elegida como la Mujer Alemana del Año en 2006. Cuando fue nombrada obispo, hace diez años, hubo protestas de parte de críticos conservadores que han visto siempre con recelo su talante innovador y progresista. En el congreso evangélico, tendió una mano hacia la Iglesia católica y sostuvo que, pese a las diferencias, "nos une más de lo que nos separa".
Aludió además a su preocupación por los "temas sociales" como la pobreza, especialmente la infantil, el cuidado de los ancianos y los enfermos y la política de asilo. Los reveses que ha tenido en su vida personal, en especial su divorcio y un cáncer, los ha asumido abiertamente y ha hablado sin reservas de ello ante la opinión pública. Su divorcio causó algunas discusiones puesto que los sectores más conservadoras sostenían que una mujer divorciada no debía seguir desempeñando el cargo de obispo.
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