jueves, 12 de noviembre de 2009

Letra 146, 8 de noviembre de 2009

LA MÚSICA DE LA REFORMA: ¿CUÁL REFORMA?
Pablo Sosa
www.cuec.org.ar

Martín Lutero, martillo en mano, clavando sus 95 Tesis en la iglesia de Wittenberg, Alemania, un 31 de octubre de 1517, es la instantánea "billiken" elegida comúnmente para señalar el comienzo de un movimiento, a la sazón imprevisible, de importantísimos cambios de todo orden, religioso, político, social y cultural, que incluirían en primer lugar, como es natural, la iglesia, su liturgia, y específicamente la participación activa del pueblo en ella.

En este último punto, el de la participación popular, Lutero es incomparable. Como buen aficionado a la música (cantor y avezado ejecutante del laúd), concede un lugar absolutamente prioritario al canto comunitario. A tal punto que apenas siete años más tarde (1524) promueve la publicación de lo que mucho tiempo después llamaríamos un "himnario", es decir, un pequeño libro de "cantos espirituales", preparado por uno de sus amigos y asesores musicales, Johann Walter (1496-1570). Éste sería el comienzo de un movimiento dentro de otro movimiento, tan imprevisible como el primero, verdaderamente revolucionario en el terreno musical y cultural de Alemania. Y volveremos a él.

Pero la ocasión se presta para hacernos antes una pregunta muy importante: ¿qué había en este terreno antes de Lutero? O en términos más generales, ¿qué había antes de la Reforma iniciada por él? Y aquí es donde descubrimos uno de los capítulos más fascinantes y a la vez menos conocidos entre nosotros de la historia de la iglesia, y más concretamente del canto congregacional.
Estamos en la región de Bohemia (hoy República Checa), en 1415, es decir casi exactamente un siglo antes de las 95 Tesis de Lutero, en el momento en que Jan Hus (c.1371-1415), el reformador checo, es condenado a morir en la hoguera
entre otras cosas por promover la lectura de la Biblia en el idioma del pueblo, siguiendo las ideas de otro reformador, el inglés John Wycliffe (1320-1384), autor de la primera traducción de la Biblia a un idioma vernáculo, también condenado póstumamente. Y hay un detalle que no puede pasar inadvertido en la trágica muerte de Hus: en medio del fuego que lo oculta totalmente, se escucha su voz cantando un himno en su propio idioma eslavo. Tal la profundidad del sentimiento de la fe cantada, para este valiente defensor de la verdad del evangelio. A su muerte los seguidores de Hus se refugian en la provincia de Moravia, donde en 1457 se organizan como Unión de los Hermanos (de ahí que se los conozca también como Hermanos Moravos). El canto grupal es absolutamente esencial en sus celebraciones, y en el año 1501 (¡veintitrés años antes que Lutero!) publican su primer himnario, es decir, el primer himnario protestante, con 89 himnos. Si por un momento nos adelantamos en el tiempo doscientos años, reconoceremos a los descendientes de estos Hermanos en el barco que los lleva a Norteamérica, cantando serenamente en medio de la tempestad, ante la mirada atónita del joven misionero Juan Wesley, en quien causan tan profunda impresión, que apenas desembarcado comienza a trabajar en la edición de su propio himnario, el primero del continente americano (Georgia, 1737). Pero si en cambio retrocedemos trescientos años, nos encontraremos con Pedro Valdo (1140-1217), el comerciante francés que se desprende de sus bienes, (con excepción del dinero necesario para financiar una traducción de la Biblia al idioma del pueblo), y sale con sus pobres a predicar el evangelio por los caminos. También cantan. Pero lamentablemente eso lo sabemos (por el momento, hasta que haya investigaciones más completas) sólo porque han quedado registradas las burlas de sus enemigos. Son cruelmente perseguidos, algunos se refugian en las montañas del norte de Italia, otros se dispersan por toda Europa, y el mismo Pedro Valdo, cerrando un profético círculo llega precisamente hasta Moravia, donde muere en 1217 (es decir, exactamente tres siglos antes de las 95 Tesis). A fines del siglo 19, buscando mejores condiciones de vida, sus descendientes llegan al Uruguay y la Argentina, donde constituyen hasta el día de hoy una de las iglesias evangélicas más consecuentes con el cuidado y el cultivo de la música y el canto.
Ahora bien, todo este movimiento de más de trescientos años, anterior a lo que llamamos la Reforma Protestante es designado comúnmente en los libros de historia como " la Pre-Reforma ". Tal vez porque se lo estudia con la mirada encandilada por la hazaña de Lutero, o por el hecho más prosaico de que sus protagonistas fueron todos "perdedores". Y ya se sabe que no son ellos quienes cuentan la historia. Una apreciación más amplia y equilibrada, (menos centrada en la poderosa Europa del Norte), designaría a este período como la "Primera" Reforma Protestante, diferenciándola así de la "Segunda" Reforma, la de Lutero, Calvino, Zwinglio y los demás próceres protestantes. Es la propuesta actual de algunos historiadores, especialmente de países no mayoritariamente protestantes, que reivindican la heroica saga de quienes resultaron "perdedores" a causa de su fidelidad al evangelio. Y ya vemos la importancia que tuvo esa movida histórica para el tema que nos ocupa.

Mientras tanto, Lutero, por mérito propio, resulta la figura descollante de la Segunda Reforma Protestante en el terreno de la música. Conservador por naturaleza, no desecha absolutamente nada de la música eclesiástica del momento (el 1500 es conocido como "el siglo de oro" de la música coral polifónica en Europa), pero al mismo tiempo tiene la divina audacia de pensar que el pueblo (estático oyente hasta ese momento) también puede y más aún, debe, por derecho propio, cantar junto al coro en las celebraciones.

Para comprender lo inaudito de esta posición tengamos en cuenta que "el pueblo" estaba integrado en ese momento por multitudes que no sólo nunca habían cantado en la iglesia, sino que además, en un gran porcentaje eran iletradas. Es más, el alemán que hablaban no era ni siquiera el idioma de los libros, que se escribían mayoritariamente en latín. Con lo cual se visualiza de inmediato la grandeza de Lutero y el movimiento luterano al afirmar, básicamente, el derecho del pueblo a una educación que lo capacitara para la participación en la sociedad, (empezando por el culto de su iglesia), y a adoptar de inmediato las medidas necesarias para lograrlo: traducciones, composiciones, publicaciones, escuelas, capacitación, ¡mucha disciplina!
Así es como se origina entonces, en un país hasta ese momento no particularmente desarrollado musicalmente, una línea de crecimiento musical que partiendo desde Martín Lutero avanza en forma sostenida y cada vez más brillante hasta culminar doscientos años más tarde nada menos que en la fulgurante figura de Juan Sebastián Bach.
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JUAN CALVINO EN LA HABANA (I)
Sergio Arce Martínez
ALC Noticias, 2 de noviembre de 2009

Discurso pronunciado por el doctor Sergio Arce, importante teólogo, pastor presbiteriano jubilado y presidente de la Conferencia Cristiana por la Paz de América Latina y el Caribe, durante la develación del primer busto de Calvino en Cuba, con motivo de su jubileo, en un acto celebrado en La Habana, en la tarde del pasado sábado 31 de octubre.
Se nos ha pedido que hablemos unos 15 minutos sobre Calvino en la Habana, la ciudad de edificios que constituyen un Museo Universal de Arquitectura, y que desde hoy resulta ser no sólo la Habana de los arquitectos que usan cemento y arena, sino también la Habana de un hombre que llegó a ser un arquitecto de ideas nobles y acciones ennoblecedoras. De aquí que proclamemos que desde ya, hay un Calvino de la Habana, y una Habana de Calvino. Estamos hablando del Calvino-humano, no del Calvino-teólogo, el más importante teólogo de toda la Reforma Protestante del Siglo XVI, ni del Calvino-maestro, fundador del centro cultural más importante de la época, la Universidad de Ginebra, ni del Calvino-economista, el defensor de los pobres; pobre él, entre los más pobres.
Siempre nos ha llamado la atención que la Habana se asemeja a la Ginebra de Calvino, sus niños y jóvenes estudiaban y, a su vez, trabajaban; los libros escolares pasaban de unas manos a otras al terminar un curso y sus pobres eran los privilegiados de la educación y de la economía de la Iglesia de la cual era el pastor principal.
Este Calvino-teólogo-educador-pastor-economista vivió en un momento histórico semejante al nuestro; una nueva era en la Historia se le avecinaba. Tal vez, como producto de su intuición, entre sus múltiples virtudes cultivó un espíritu sumamente ecuménico, adelantándose en cuatro siglos al movimiento ecuménico actual, virtud que deberíamos hacerla nuestra. Eso explica que entendiese que era normal que existiesen iglesias de diferentes denominaciones, las cuales contaban con su colaboración y, en ciertos casos, les buscó asistencia financiera, como lo fueron los hugonotes franceses.

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