El ex primer ministro Gordon Brown en la reunión de la asamblea general de la Iglesia de Escocia (Presbiteriana)
Íñigo Gurruchaga
El Diario Montañés, 15 de septiembre de 2010
www.eldiariomontanes.es/v/20100915/sociedad/destacados/tierra-protestante-20100915.html
Las huellas del cristianismo en Escocia. Del Palacio de Holyrood, donde será recibido por Isabel II, al estadio del Celtic de Glasgow, sin pisar la Milla Real, la calle más célebre y reformista de Edimburgo
El itinerario de la primera jornada en el Reino Unido del Papa Benedicto XVI, que inicia mañana en Edimburgo una visita de Estado de cuatro días, evita los lugares históricos del impacto de la Reforma protestante en Escocia, 'filia specialis' (hija favorita) según la bula papal de Honorio III en 1218.
Del tiempo en el que la Iglesia de Roma era universal quedan en su primera parada, el palacio de Holyrood, donde la reina Isabel II le recibirá, las ruinas de una abadía benedictina medieval. Frente al palacio se levanta el Parlamento escocés, que abre sus sesiones plenarias con un Tiempo de Reflexión, en el que líderes sociales, en su mayoría de comunidades religiosas, pronuncian un breve discurso. Hoy, última sesión antes de la visita papal, la asamblea oirá el sermón del ministro de una parroquia protestante de Falkirk.
La capilla de Santa Margarita, el edificio más viejo de Edimburgo, forma parte del castillo que remata la panorámica de la bella capital. Sin embargo, Benedicto XVI no tomará el camino que une el palacio real de Holyrood con la fortaleza y la capilla, en la que se conmemora, en una de sus vidrieras, a San Niniano de Galloway, primer santo escocés, el misionero de Roma que llevó en el siglo IV el cristianismo a aquella tierra indómita tras el colapso de la Britania romana.
Este camino transcurre por la famosa Milla Real, la vía empedrada y peatonal que abarrotan los turistas en temporada alta. Y es que la Milla Real es el corazón de la Reforma y de la Ilustración y respira protestantismo por cada esquina. Por eso el Papa ha preferido evitarla y convocar a la población en la muy comercial, y no demasiado lejana, Princes Street.
En la Milla Real, la estatua de mayor tamaño está dedicada al padre del liberalismo económico, Adam Smith, y el edificio religioso más imponente es la catedral de San Giles, donde predicó John Knox, inspirador del protestantismo escocés. En 1560, el Parlamento decidió que «el Obispo de Roma, llamado el Papa, no tiene jurisdicción ni autoridad en este reino en cualquier tiempo venidero».
Las huellas del cristianismo en Escocia. Del Palacio de Holyrood, donde será recibido por Isabel II, al estadio del Celtic de Glasgow, sin pisar la Milla Real, la calle más célebre y reformista de Edimburgo
El itinerario de la primera jornada en el Reino Unido del Papa Benedicto XVI, que inicia mañana en Edimburgo una visita de Estado de cuatro días, evita los lugares históricos del impacto de la Reforma protestante en Escocia, 'filia specialis' (hija favorita) según la bula papal de Honorio III en 1218.
Del tiempo en el que la Iglesia de Roma era universal quedan en su primera parada, el palacio de Holyrood, donde la reina Isabel II le recibirá, las ruinas de una abadía benedictina medieval. Frente al palacio se levanta el Parlamento escocés, que abre sus sesiones plenarias con un Tiempo de Reflexión, en el que líderes sociales, en su mayoría de comunidades religiosas, pronuncian un breve discurso. Hoy, última sesión antes de la visita papal, la asamblea oirá el sermón del ministro de una parroquia protestante de Falkirk.
La capilla de Santa Margarita, el edificio más viejo de Edimburgo, forma parte del castillo que remata la panorámica de la bella capital. Sin embargo, Benedicto XVI no tomará el camino que une el palacio real de Holyrood con la fortaleza y la capilla, en la que se conmemora, en una de sus vidrieras, a San Niniano de Galloway, primer santo escocés, el misionero de Roma que llevó en el siglo IV el cristianismo a aquella tierra indómita tras el colapso de la Britania romana.
Este camino transcurre por la famosa Milla Real, la vía empedrada y peatonal que abarrotan los turistas en temporada alta. Y es que la Milla Real es el corazón de la Reforma y de la Ilustración y respira protestantismo por cada esquina. Por eso el Papa ha preferido evitarla y convocar a la población en la muy comercial, y no demasiado lejana, Princes Street.
En la Milla Real, la estatua de mayor tamaño está dedicada al padre del liberalismo económico, Adam Smith, y el edificio religioso más imponente es la catedral de San Giles, donde predicó John Knox, inspirador del protestantismo escocés. En 1560, el Parlamento decidió que «el Obispo de Roma, llamado el Papa, no tiene jurisdicción ni autoridad en este reino en cualquier tiempo venidero».
La reina no es jefa de la Iglesia
La Reforma en Inglaterra estuvo vinculada a la disputa del rey Enrique VIII con la Santa Sede por su empeño en que aceptase la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. El resultado fue una Iglesia de Inglaterra, la anglicana, establecida como oficial, en la que el monarca, hasta el día de hoy, es su jefe. Las versiones calvinistas y luteranas fueron aisladas y perseguidas, pero no en el norte, donde la Iglesia de Escocia es oficial pero no tiene a la reina como líder espiritual. La nueva iglesia, 'kirk', se desarrolló con un vigor doctrinal que ha deparado frecuentes disputas y escisiones.
Remontando hacia el castillo se encuentra el templo de San Columba. Billy Graham, de 76 años, es uno de los 'elders' de la parroquia, consejeros que la dirigen bajo el liderazgo del ministro. San Columba pertenece a la Iglesia Libre de Escocia, una escisión de la Iglesia de Escocia, muy conservadora sobre la literalidad de la Biblia. Esta comunidad no acepta el ministerio de las mujeres, aunque, como los inspiradores de la Reforma, rompió con la exigencia del celibato hace siglos.
El interior de San Columba refleja esta doctrina. El púlpito ocupa el lugar central y a sus pies se encuentra la mesa de los sacramentos, como un reflejo de su subordinación al Libro. No hay órgano ni ornamentaciones, salvo unas vidrieras que no contienen representaciones gráficas de Dios o de escenas bíblicas. El que fuera ministro de Justicia en el Gabinete de Margaret Thatcher, el escocés Lord Mackay of Clashfern, fue expulsado de la Iglesia Libre de Escocia porque acudió a un templo católico para estar presente en el funeral de un amigo. Los 'elders' de su congregación le invitaron a abandonar la comunidad, pues había aceptado un culto basado en la idolatría. Graham recuerda el episodio como parte de las disputas doctrinales en las iglesias protestantes: «No seguimos al Papa con entusiasmo», recuerda. El que fuera cardenal Ratzinger es percibido aquí como «un reaccionario», el gestor de una Contrarreforma que emprendió la marcha atrás con respecto al Concilio Vaticano Segundo, que acercaba a católicos y protestantes.
Tras los agasajos en la calle comercial, Princes Street, el Papa almorzará en la residencia del cardinal O'Brien, cabeza de la diócesis local, en Morningside, uno de los barrios más ricos de la ciudad. En su trayecto hacia Glasgow, no se desviará hacia Linlithgow, en cuyo palacio nació María Estuardo, apodada como 'Reina de los Escoceses', cuyo tiempo en el trono estuvo marcado por las diferencias con Knox y con los reformadores religiosos, por la diplomacia con Francia en sus disputas con Inglaterra. De aquella época en la que las contiendas de los reinos europeos se asociaron a cuestiones de fe y al poder de Roma, quedan unas bellas ruinas y una iglesia, en la que dos mujeres, que no quieren dar su nombre, atienden a los visitantes: «Este Papa parece estar detenido en el pasado», dice una. «Sentía más afinidad con Juan Pablo II. Nosotras tenemos ahora que decidir sobre la ordenación de un ministro homosexual. Es difícil, pero nuestro tiempo es distinto al de Jesús», explica la otra. «Las relaciones con los católicos son aquí buenas, no es como en Glasgow. En Semana Santa, vamos a su iglesia y ellos vienen a la nuestra», sentencian.
La Reforma en Inglaterra estuvo vinculada a la disputa del rey Enrique VIII con la Santa Sede por su empeño en que aceptase la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. El resultado fue una Iglesia de Inglaterra, la anglicana, establecida como oficial, en la que el monarca, hasta el día de hoy, es su jefe. Las versiones calvinistas y luteranas fueron aisladas y perseguidas, pero no en el norte, donde la Iglesia de Escocia es oficial pero no tiene a la reina como líder espiritual. La nueva iglesia, 'kirk', se desarrolló con un vigor doctrinal que ha deparado frecuentes disputas y escisiones.
Remontando hacia el castillo se encuentra el templo de San Columba. Billy Graham, de 76 años, es uno de los 'elders' de la parroquia, consejeros que la dirigen bajo el liderazgo del ministro. San Columba pertenece a la Iglesia Libre de Escocia, una escisión de la Iglesia de Escocia, muy conservadora sobre la literalidad de la Biblia. Esta comunidad no acepta el ministerio de las mujeres, aunque, como los inspiradores de la Reforma, rompió con la exigencia del celibato hace siglos.
El interior de San Columba refleja esta doctrina. El púlpito ocupa el lugar central y a sus pies se encuentra la mesa de los sacramentos, como un reflejo de su subordinación al Libro. No hay órgano ni ornamentaciones, salvo unas vidrieras que no contienen representaciones gráficas de Dios o de escenas bíblicas. El que fuera ministro de Justicia en el Gabinete de Margaret Thatcher, el escocés Lord Mackay of Clashfern, fue expulsado de la Iglesia Libre de Escocia porque acudió a un templo católico para estar presente en el funeral de un amigo. Los 'elders' de su congregación le invitaron a abandonar la comunidad, pues había aceptado un culto basado en la idolatría. Graham recuerda el episodio como parte de las disputas doctrinales en las iglesias protestantes: «No seguimos al Papa con entusiasmo», recuerda. El que fuera cardenal Ratzinger es percibido aquí como «un reaccionario», el gestor de una Contrarreforma que emprendió la marcha atrás con respecto al Concilio Vaticano Segundo, que acercaba a católicos y protestantes.
Tras los agasajos en la calle comercial, Princes Street, el Papa almorzará en la residencia del cardinal O'Brien, cabeza de la diócesis local, en Morningside, uno de los barrios más ricos de la ciudad. En su trayecto hacia Glasgow, no se desviará hacia Linlithgow, en cuyo palacio nació María Estuardo, apodada como 'Reina de los Escoceses', cuyo tiempo en el trono estuvo marcado por las diferencias con Knox y con los reformadores religiosos, por la diplomacia con Francia en sus disputas con Inglaterra. De aquella época en la que las contiendas de los reinos europeos se asociaron a cuestiones de fe y al poder de Roma, quedan unas bellas ruinas y una iglesia, en la que dos mujeres, que no quieren dar su nombre, atienden a los visitantes: «Este Papa parece estar detenido en el pasado», dice una. «Sentía más afinidad con Juan Pablo II. Nosotras tenemos ahora que decidir sobre la ordenación de un ministro homosexual. Es difícil, pero nuestro tiempo es distinto al de Jesús», explica la otra. «Las relaciones con los católicos son aquí buenas, no es como en Glasgow. En Semana Santa, vamos a su iglesia y ellos vienen a la nuestra», sentencian.
El Celtic y los Rangers
Cuando llegue a Glasgow, donde la inmigración irlandesa expandió el catolicismo en el siglo XIX, Benedicto XVI reflexionará quizás sobre su encuentro con la multitud que le espera en el parque de Bellahouston, pero no se desviará hacia el sur, hacia Cambuslang, que en la mitad del siglo XVIII fue foco de un gran avivamiento religioso, un despertar espiritual que aún se sigue estudiando. «Llegué a Cambuslang al mediodía, el lugar que Dios ha honrado tanto», escribió uno de los inspiradores del metodismo, John Whitefield. «Prediqué a las dos a una multitud, de nuevo a las seis y después a las nueve. Nunca se ha oído tal conmoción, especialmente a las once de la noche. Supera con mucho lo que vi en América. Durante hora y media asistí a tal llanto, tantos se sumieron en profundo pesar y lo manifestaron de manera tan diversa, que la descripción es imposible».
La prédica siguió aquel día de 1742 hasta la madrugada. Ocurría en Preaching Breas, un anfiteatro natural que forman castaños, robles, magnolios, en torno a un prado atravesado por un arroyo que allí se estanca. Ahora, en vísperas de la visita papal, hay tres jóvenes pálidos, que miran con recelo al foráneo y se alejan pronto.
En la iglesia de Santa María de la Asunción, en Calton, hay un hombre solo, arrodillado, rezando a la Virgen. Aquí se fundó el Celtic de Glasgow, el equipo de fútbol del vecindario. El Celtic es el equipo tradicional de los católicos y de los nacionalistas escoceses, frente al Glasgow Rangers, que es el club de los protestantes y los unionistas (escoceses con sentimiento británico). En el exterior del estadio del Celtic, Parkhead, se levanta la estatua de un cura, el hermano Walfrid, que fundó el club. Las batallas del Celtic con el Rangers son la representación gamberra del sectarismo religioso en Escocia. El Rangers fichó a su primer futbolista católico en los años noventa. El Celtic siempre tuvo en sus filas a futbolistas o entrenadores de ambas religiones. La religiosidad popular de esta ciudad industrial se expresa así, en la contienda del fútbol, y también en la política o en la vida social.
El hombre que reza a la Virgen -«no des mi nombre, di que me llamo Eddie»- tiene 67 años, trabajó como metalúrgico y viene aquí todos los días a rezar. Cree que la intolerancia en Glasgow ya no es tan fuerte como antes, cuando no podías encontrar trabajo si eras católico. «Todavía no he decidido si iré a escuchar al Papa. No es como Juan Pablo II. Cuando vino pagamos su visita con una colecta, pero este Papa viene en un viaje de Estado y el coste ha molestado a mucha gente. Mi mujer ya ha decidido que no irá a escucharle. No es una figura carismática».
Eddie menciona el daño que han causado las revelaciones sobre los abusos sexuales a niños en Irlanda y cree que la Iglesia católica pierde fieles porque no ha dado un buen ejemplo. «Yo creo en Dios, no creo en la religión. Y practico mi fe en la Iglesia católica, donde la practicaban mis padres. Eran buena gente y nos educaron en ejercer la caridad y en tratar a la gente como te gustaría ser tratado».
Cuando llegue a Glasgow, donde la inmigración irlandesa expandió el catolicismo en el siglo XIX, Benedicto XVI reflexionará quizás sobre su encuentro con la multitud que le espera en el parque de Bellahouston, pero no se desviará hacia el sur, hacia Cambuslang, que en la mitad del siglo XVIII fue foco de un gran avivamiento religioso, un despertar espiritual que aún se sigue estudiando. «Llegué a Cambuslang al mediodía, el lugar que Dios ha honrado tanto», escribió uno de los inspiradores del metodismo, John Whitefield. «Prediqué a las dos a una multitud, de nuevo a las seis y después a las nueve. Nunca se ha oído tal conmoción, especialmente a las once de la noche. Supera con mucho lo que vi en América. Durante hora y media asistí a tal llanto, tantos se sumieron en profundo pesar y lo manifestaron de manera tan diversa, que la descripción es imposible».
La prédica siguió aquel día de 1742 hasta la madrugada. Ocurría en Preaching Breas, un anfiteatro natural que forman castaños, robles, magnolios, en torno a un prado atravesado por un arroyo que allí se estanca. Ahora, en vísperas de la visita papal, hay tres jóvenes pálidos, que miran con recelo al foráneo y se alejan pronto.
En la iglesia de Santa María de la Asunción, en Calton, hay un hombre solo, arrodillado, rezando a la Virgen. Aquí se fundó el Celtic de Glasgow, el equipo de fútbol del vecindario. El Celtic es el equipo tradicional de los católicos y de los nacionalistas escoceses, frente al Glasgow Rangers, que es el club de los protestantes y los unionistas (escoceses con sentimiento británico). En el exterior del estadio del Celtic, Parkhead, se levanta la estatua de un cura, el hermano Walfrid, que fundó el club. Las batallas del Celtic con el Rangers son la representación gamberra del sectarismo religioso en Escocia. El Rangers fichó a su primer futbolista católico en los años noventa. El Celtic siempre tuvo en sus filas a futbolistas o entrenadores de ambas religiones. La religiosidad popular de esta ciudad industrial se expresa así, en la contienda del fútbol, y también en la política o en la vida social.
El hombre que reza a la Virgen -«no des mi nombre, di que me llamo Eddie»- tiene 67 años, trabajó como metalúrgico y viene aquí todos los días a rezar. Cree que la intolerancia en Glasgow ya no es tan fuerte como antes, cuando no podías encontrar trabajo si eras católico. «Todavía no he decidido si iré a escuchar al Papa. No es como Juan Pablo II. Cuando vino pagamos su visita con una colecta, pero este Papa viene en un viaje de Estado y el coste ha molestado a mucha gente. Mi mujer ya ha decidido que no irá a escucharle. No es una figura carismática».
Eddie menciona el daño que han causado las revelaciones sobre los abusos sexuales a niños en Irlanda y cree que la Iglesia católica pierde fieles porque no ha dado un buen ejemplo. «Yo creo en Dios, no creo en la religión. Y practico mi fe en la Iglesia católica, donde la practicaban mis padres. Eran buena gente y nos educaron en ejercer la caridad y en tratar a la gente como te gustaría ser tratado».
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