viernes, 17 de septiembre de 2010

Letra 187, 12 de septiembre de 2010


HEROÍNAS DCursivaE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO (II)
Diario dCursivae Xalapa, 13 de septiembre de 2007

Además, hablaba a favor de los insurgentes en los grandes saraos, cosa que llegó a oídos del Santo Oficio y fue llevada ante ellos. Ese día se vistió mejor que nunca, se enjoyó y perfumó. Cuentan que cuando llegó a la sala donde se encontraban los obispos que la iban a interrogar, entró con garbo y donaire y como no le ofrecieron sentarse, ella lo hizo con desparpajo y con coquetería, se arregló los pliegues de la falda y con suma delicadeza se compuso sus bucles rubios; mirándolos con inocencia y sensualidad les preguntó que para qué se le necesitaba. Hombres recios, fuertes, por menos que eso se encogían ante estos hombres todos vestidos de morado con bonetes altos y miradas torvas y siniestras, en una sala media oscura y donde se sabía que el que entraba no salía. Ella juguetonamente los saludó y cuando leyeron sus supuestos crímenes, con su desparpajo acostumbrado les dijo a cada uno de ellos sus secretos mejor guardados y dónde se veía con sus amantes, incluso a uno de ellos le reclamó que la cortejara apasionadamente. Así como entró salió con dignidad y orgullo. El Santo Oficio jamás volvió a molestarla.
La que no corrió con tanta suerte fue Gertrudis Bocanegra. Era hija de padre español y madre tarasca. Nació en Pátzcuaro. Se casó con un realista de apellido Lazo de la Vega y por amor a ella abandonó las armas. Después del grito de don Miguel Hidalgo en Dolores su marido y su hijo se unieron a la insurgencia con las fuerzas de Manuel Muñiz. Al apoderarse de Pátzcuaro, Muñiz acrecentó su tropa y atacó Valladolid; desgraciadamente en ese ataque murió su esposo y su hijo. Entonces ella se dedicó en cuerpo y alma a la causa de la independencia. Sirviendo de espía, mandaba mensajes a los insurgentes que eran muy importantes. Después de un tiempo finalmente decide unirse al regimiento en donde estaba su yerno de apellido Gaona; él, la manda a Pátzcuaro para ver la posibilidad de un ataque. Descubierta por el enemigo, fue encarcelada junto con sus hijas, fue sentenciada a muerte y fusilada el 10 de octubre de 1817.
En cambio Leona Vicario Fernández, hija de padres criollos, nació en Toluca. Quedó huérfana de padre siendo muy niña y a los diecisiete años de madre. Por disposición de ésta quedó como tutor su tío Agustín Pomposo Fernández de San Salvador. Su vida hasta cierto punto fue novelesca y llena de aventuras. Por herencia era muy rica y cuando llegó a vivir a la ciudad de México con su tío, fue educada con exquisito gusto. En el despacho de su tutor conoció a Andrés Quintana Roo. Ambos sentían simpatía por la insurgencia y se hicieron novios. Desde ese momento arriesgándose, mandaba medicinas y mensajes de su propio dinero. Uno de los hombres que le servía de correo fue aprehendido (llamado Mariano Salazar). Después de torturarlo dijo quién era la que mandaba pertrechos a las filas enemigas, al saber Leona que habían sido descubiertos se desplazaron hasta San Antonio Huixquilucan.
Su tío, preocupado y como era hombre de respeto y alcurnia, logró que el virrey le concediera un indulto. Cuando regresó a la capital fue encerrada en el colegio de Belén aun cuando se le había prometido que no la arrestarían, sin embargo, es llevada a juicio, demostrando valor y dignidad ejemplar. A pesar de todas las amenazas no delató a los jefes de la insurgencia. La volvieron a regresar en calidad de detenida al colegio. Los coroneles Francisco Arrogave, Antonio Vázquez y Luis Alconedo la rescataron del convento saliendo disfrazados y se fueron a Oaxaca. En ese tiempo se casó con Andrés Quintana Roo pero siempre tuvieron que andar huyendo porque eran perseguidos; tanto que en una cueva tuvo a su hija y le puso Genoveva (por la santa de Bramante).
El país ya un poco más calmado propicia que ellos regresen a la capital y su esposo pudo por fin terminar sus estudios. Sus restos descansan en la Columna de la Independencia.
Quizá una de las mujeres más audaces de la época de independencia haya sido Josefa Ortiz Girón (1768-1829). A edad temprana quedó huérfana. Su hermana mayor la llevó de Morelia a la ciudad de México y la internó en el Colegio de las Vizcaínas. Según Fulgencio Vargas afirmaba: "Los años que estuvo recluida en ese internado le templaron el carácter. Le dieron una educación inmejorable y la prepararon para el futuro". A los 23 años se casó con Miguel Domínguez; nombrado corregidor de Querétaro, se desplazan a dicha ciudad. Ella tenía un temperamento emprendedor y gran capacidad intelectual, ayudó mucho a su marido en sus funciones de corregidor. Hay algunos biógrafos que sospechan que ella tenía que ver mucho a favor de la emancipación de México antes del grito de Dolores, pues se dice que ayudó en el complot de José Mariano Michelena en Valladolid pero fue descubierto y a él lo hicieron prisionero. Sin embargo, con los conjurados del grito de Dolores sí está comprobada su participación, que la relaciona constantemente con ellos.
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LAICIDAD, IGLESIAS Y BICENTENARIO (I)
ALC Noticias, 9 de septiembre de 2010

Ante las descalificaciones del Estado laico en México proferidas en lenguaje coloquial (y casi vulgar) por Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec, el escritor Fernando del Paso reaccionó elocuentemente, una vez más, para refutarlo sin mencionar su nombre. Del Paso ya había contestado las palabras del obispo de Guadalajara acerca de la aprobación de los matrimonios entre personas del mismo sexo por parte de la Suprema Corte de Justicia mediante un poema publicado en la primera plana de un diario nacional.2 Ahora, publicó un texto que lleva por título “El Estado laico no necesita el perdón de Dios”, en donde responde puntualmente a los nuevos exabruptos episcopales. Lo primero que hace Del Paso es puntualizar algunas definiciones laicas:

La diferencia entre pecado y delito es una de las tres principales características del laicismo, tal como las plantea el brillante filósofo español Fernando Savater en su libro La vida eterna.
Las otras son: La segunda: “En la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie”. Esto quiere decir que, en un régimen laico, como el nuestro, el Estado se erige en protector de todas las religiones, concede a todos sus ciudadanos la libertad ejercer cualquiera de ellas y, al mismo tiempo, no puede imponer ninguna religión sobre las demás. De esta libertad goza incluso el presidente de la República, que puede ser católico, protestante, judío o ateo. Sólo se le pide, en caso de ser religioso, que practique su fe con discreción. Y así, con una sola y lamentable excepción, lo han hecho, desde hace más de medio siglo, los presidentes mexicanos que han sabido respetar al laicismo como una de las conquistas del Estado democrático...3

Y es que muchos políticos se han quejado de la tibia respuesta del gobierno a las críticas del episcopado, e incluso desde el propio partido en el poder han respondido los ataques,4 pues todo esto forma parte de una nueva andanada de críticas, a la luz de los festejos del bicentenario de la Independencia. El Episcopado mexicano calificó como “pecado” no sumarse a ellos y, además, divulgó la carta pastoral Conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos con nuestra patria, en cuyo anuncio se cuestionó severamente la forma en que se ha aplicado la laicidad desde los gobiernos. Con ello puede advertirse que el debate está muy lejos de terminar y que ha entrado a otra etapa.1
El nuevo ingrediente lo constituye precisamente la relectura de la historia nacional que las cúpulas católicas se empeñan en contradecirle al régimen, aun cuando en los dos últimos sexenios éste se ha alineado bastante con esas posturas, pues los dos últimos presidentes abiertamente han hecho gala de su fe. El documento (cuyo objetivo principal es “descubrir, junto con todos los mexicanos, los valores y límites de nuestra historia”, parágrafo 2, p. 4), hace una serie de puntualizaciones históricas sobre el papel de la Iglesia Católica en las luchas de independencia y revolución (sección II), y observa que existe una “paradoja que nos ha caracterizado durante muchos años, […] la de un pueblo mayoritariamente católico al que se le trata de impedir su expresión más profunda” (parágrafo 19, p. 11), con lo que reincide en hablar unívocamente del catolicismo como componente esencial de la identidad nacional, a pesar de que dedica el parágrafo 73 para hablar de la pluralidad cultural del país (p. 29).
Por otro lado, afirma que nuestro sistema educativo está marcado por un laicismo mal entendido, que deja de lado los valores humanos universales como si se tratara de aspectos confesionales. Esta realidad tiene implicaciones graves, pues si no es capaz de reconocer valores universales, mucho menos tiene la posibilidad de comprender las realidades trascendentes del hombre, proyectadas en la cultura que nos caracteriza, y en concordancia con la trayectoria familiar de muchos de nuestros estudiantes. El sistema educativo mexicano ha convertido al laicismo en un instrumento ideológico que pasa por encima del derecho de los padres a la educación de sus hijos y no respeta las raíces culturales más nobles de nuestro pueblo. Es necesario que la educación laica se convierta en una verdadera escuela de respeto y valoración a las diferencias culturales y religiosas que nos caracterizan (parágrafo 125, p. 42, énfasis agregado). Todo ello en función de que “algunos grupos identificados con un laicismo radical” amenazan a “nuestra cultura” en su intento por eliminar “toda referencia o relación con Dios” (parágrafo 77, p. 29).
Y agrega: “El laicismo que se manifiesta de manera amenazante contra la religión no debe tener cabida en una sociedad respetuosa del Derecho, amante de la libertad y verdaderamente democrática. No hay enemigo más peligroso del Estado laico que el laicismo intolerante que busca disminuir libertades y restringir espacios de expresión (parágrafo 79, p. 30, énfasis agregado). Además, reclama “la vigencia completa del derecho humano a la libertad religiosa, la cual no debe ser interpretada jamás como una búsqueda de privilegios por parte de ninguna confesión” (parágrafo 81, p. 30). (LC-O)

Notas
1 Carolina Gómez Mena, “Critica episcopado el laicismo intolerante”, en La Jornada, 31 de agosto de 2010, p. 42. Síntesis del documento: www.cem.org.mx/bicentenario2010/cartapastoral/sintesis.html
2 F. del Paso, “Plegaria de los huérfanos”, en La Jornada, 18 de agosto de 2010, p.1.
3 F. del Paso, “El Estado laico no necesita el perdón de Dios” (I), en La Jornada, 7 de septiembre de 2010, www.jornada.unam.mx/2010/09/07/index.php?section=politica&article=012a1pol.
4 Blanca Estela Botello, “Madero a Onésimo Cepeda: el Estado laico es patrimonio de todos los mexicanos”, en La Crónica, 3 de septiembre de 2010, www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=529838.
5 “Es pecado no festejar Bicentenario: Episcopado”, en El Universal, 30 de agosto de 2010, www.eluniversal.com.mx/notas/705115.html.

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