17 de octubre, 2010
1. La educación de la fe
2. Educar y reformar
Catequesis es una palabra con la que estamos familiarizados gracias a algunas de sus derivadas: catecúmenos, catecismo. Estamos hablando de formación cristiana, de educación. Porque la Reforma Protestante retomó el impulso de la Iglesia antigua para contribuir sólidamente a la formación integral de las personas, sobre todo en una época en que la educación sólo llegaba a los núcleos más favorecidos. En ese sentido, la catequesis sirvió como adoctrinamiento y “escuela pública”, que no existía como tal hasta ese momento. La lectura de la Biblia y de los documentos doctrinales que comenzaron a circular profusamente marcó a las nuevas comunidades y las transformó en espacios culturales y religiosos en los que el contacto con los textos sagrados funcionaría como una auténtica escuela en todos los sentidos. En este ámbito, la doctrina del sacerdocio universal fue también el trasfondo de los hábitos y prácticas educativas que se establecerían formalmente con el paso del tiempo.
En vida de Calvino, dos fueron los momentos más importantes de este proceso educativo. En el primero, mediante su Catecismo de 1538, como explica J.C. Coetzee, “intentó explicar de la forma más clara y convincente las enseñanzas de su Institutio en palabras más simples y en construcciones más asequibles para la comprensión de los niños. Este Catecismo era el libro de texto para las clases de catecismo de los domingos al mediodía, a las que debían asistir infaltablemente todos los niños con estricta puntualidad, bajo penas civiles impuestas a sus padres, quienes además estaban obligados a impartir enseñanza religiosa en sus hogares”. En el segundo, la fundación de la Academia de Ginebra (en 1559), una institución que puso al alcance de la población los saberes de la época, ciertamente desde una óptica teológica, pero con notoria influencia del humanismo con que este reformador asumió su tarea dentro y fuera de la iglesia. De ese modo, intentó aplicar los avances pedagógicos de la época para que los estudiantes tudiantes recibieran una formación integral que respondiera a las necesidades del momento.
En la Academia, también conocida como “escuela pública”, y en el Colegio o Gimnasio, conocido como “escuela privada”, se enseñó Teología, Artes y ciencias seculares. En la Academia, se añadirían Leyes y Medicina. La escuela privada era preparatoria para la escuela pública. La calidad de estas escuelas se llegó a comparar con la que ofrecía La Sorbona en Francia. Coetzee cierra su resumen así: “En la escuela de Calvino el hogar como tal no jugaba ningún papel de control. A los padres se les pedía dos cosas: enseñar a sus hijos los primeros principios de la religión cristiana de acuerdo con el Catecismo y enviar a los niños sin objeción ni descuido a la escuela; si no, estaban sujetos a castigo. Calvino consideraba la educación secular y religiosa como deber de los padres”. (LC-O)
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