LA CONVERSIÓN DE UN OBISPO: SAMUEL RUIZ EN CHIAPAS (I)
ALC Noticias, 26 de enero de 2011
Carlos Fazio, periodista uruguayo que vive en México desde 1976, conocido por su libro sobre don Sergio Méndez Arceo (La cruz y el martillo. Joaquín Mortiz, 1987, introducción de Vicente Leñero), se ocupa ahora del obispo de San Cristóbal de Las Casas. Siendo lo que es, un esbozo biográfico obligado, va más allá de la semblanza de alguien con quien se simpatiza. Ante la presente coyuntura, este libro aparece como obligatorio para todo aquel que busque entender con claridad la situación religiosa en Chiapas y su relación tan compleja con los sucesos que empezaron el 1 de enero de 1994. Los repetidos ataques de los “auténticos coletos” contra Samuel Ruiz durante 1995 y el bloqueo indefinido del diálogo por la paz debido a las órdenes de aprehensión contra la dirigencia del EZLN, hacen de este libro un verdadero recuento que explica los antecedentes de mucho de lo que estamos presenciando. Se trata de un itinerario plagado de incomprensiones, desencuentros y logros innegables en el camino hacia la emergencia de una pastoral auténticamente alternativa, preocupada por las realidades indígenas, que desde las orillas físicas y espirituales del país, siguen exigiendo su reconocimiento.
Partiendo de una infancia marcada por la militancia sinarquista de sus padres en Guanajuato, y luego de sus estudios en Roma, Ruiz García llega, después de dirigir el Seminario de León a ocupar el lugar de Fray Bartolomé de Las Casas en 1960, a los 36 años de edad. En su camino se acumularían los sucesos fundamentales que marcó la vida del catolicismo latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX: el Concilio Vaticano II, cuya apertura lo ayudó a librarse, paulatinamente, del anticomunismo de moda, para evolucionar hacia las perspectivas que en Medellín, Colombia (1968) le ofreció la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano:
Debemos poner fin al mito repetido con frecuencia de que América Latina es un continente católico. Si la Iglesia es una comunidad de fe, de esperanza, de amor, este concepto no se ha realizado en América Latina. Es superfluo aducir los incontables contra-testimonios que constituyen en la Iglesia obstáculos insuperables para la evangelización. Los pobres no pueden ser evangelizados si nosotros somos propietarios de latifundios; los débiles y los oprimidos se alejan de Cristo si nosotros aparecemos como aliados de los poderosos; los analfabetas no podrán ser evangelizados si nuestras instituciones religiosas siguen buscando el paraíso de las grandes ciudades, y no los suburbios y las aldeas desheredadas. (pp. 92-93)
Estas palabras, pronunciadas allí, mostraban cómo la evolución de su pensamiento buscaba con mayor ansiedad anclarse en la tierra firme de los hechos, es decir, en la búsqueda de una pastoral coherente con la situación del estado menos desarrollado de México. Para lograrlo era necesario prestarle un poco de atención a la investigación de las ciencias sociales: los pastores no pueden investigar por sí mismos la realidad en todas sus dimensiones. Los avances de la sociología y la antropología sacudían cada vez más sus ideas con respecto a la evangelización y la misión. La pobreza circundante comenzaba a impedirle tratar con los poderosos de la manera acostumbrada.
El episcopado latinoamericano se había decidido ya por los pobres, a pesar de sus inclinaciones naturales y de los compromisos ancestrales con los poderes dominantes en el hemisferio. Si alguien cree que es muy sencillo arribar a posturas y labores pastorales liberadoras, tiene que apreciar en la trayectoria de Samuel Ruiz la dificultad para alcanzarlas. La verdadera dificultad cristiana de aceptar el desafío de convertirse todas las veces que sea necesario y dejar de ser, como él lo era, un “obispo pescado”, con los ojos abiertos permanentemente, pero sin poder captar las dimensiones más trágicas de la realidad.
Primero la violencia institucionalizada, de un sistema que genera muerte. Después la violencia de la represión al caminar organizado de las comunidades indígenas o marginadas, obreras y campesinas. Y, por último, cuando ya no hay puerta de salida para sobrevivir, viene la contra-violencia. La violencia tercera, después de la violencia del sistema y la violencia represiva. Hasta lo último viene la violencia de los que están abajo en el piso social y que toman las armas porque han llegado a una situación insufrible. (p. 95)
Esta visión le permitió abandonar las posturas indigenistas en boga para acercarse, poco a poco, y no sin enormes dudas, a la posibilidad de articular una pastoral genuinamente indígena, de respeto hacia las culturas, de reconocimiento a las aportaciones de la Revelación que en ellas se han dado antes de la cristianización de corte occidental. Para ello, era necesaria una verdadera inmersión en los ambientes indígenas de su diócesis. Escribe Fazio:
Simultáneamente había que llegar a un modelo de pastoral de acción en donde fuera el indígena el que surgiera dentro de su propia situación cultural. Que surgiera la Iglesia autóctona, que vive su fe y la expresa dentro de sus propios moldes culturales. Previendo que esa evangelización, con sus propias exigencias, llevara a una dinamización de esas culturas ―no a un paso retroactivo en la historia― en un proceso de liberación del hombre. (p. 111) (LC-O)
Carlos Fazio, Samuel Ruiz, el caminante. México, Espasa-Calpe, 1994. 328 pp.
El Faro, México, D.F., julio-agosto de 1995, pp. 118-120.
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INVESTIGAR O SOMETERSE, HE AHÍ EL DILEMA (III) Juan G. Bedoya El País, 5 de enero de 2011
Lo destacó bien alto el teólogo José María Díez-Alegría, expulsado de la Universidad Pontificia Gregoriana, de Roma, y refugiado en una de las chabolas del Pozo del Tío Raimundo, junto al mítico José María Llanos. "Jesús entró en Jerusalén a lomos de un borrico. Los Papas viajan coronados con la tiara pontificia". No ha habido un solo aspecto de la vida en que la Iglesia no se creyese con derecho a dar su dictamen e imponerlo. Monarcas autocráticos, los Papas practicaron durante siglos la doctrina de Gregorio VII en Dictatus Papae, de 1075: solo el romano
pontífice puede usar insignias imperiales, "únicamente del Papa besan los pies todos los príncipes", solo a él le compete deponer emperadores, sus sentencias no deben ser reformadas por nadie mientras él puede reformar las de todos.
El último de esos emperadores (o así se creía), fue Pío XII, soberano entre 1939 a 1958. Obsesionado con el protocolo tradicional, los funcionarios debían arrodillarse cuando el Papa empezaba a hablar, dirigirse hacia él arrodillados y salir de la habitación caminando hacia atrás.
Son recuerdos del brasileño Leonardo Boff, forzado a abandonar la orden franciscana. "Mi experiencia de 20 años de relación con el poder doctrinal es esta: es cruel y despiadado. No olvida nada, no perdona nada, exige todo. Y para alcanzar su fin, se toma el tiempo necesario y elige los medios oportunos". Boff nunca olvidará que incluso intentaron quemar sus libros. Después de muchas disputas, silencios y humillaciones, llegó el día en que tuvo "la sensación de haber llegado ante un muro". Entonces, abandonó también el sacerdocio. "Hay momentos en que una persona, para ser fiel a sí misma, tiene que cambiar. El mismo Jesús fue muerto por decir que no todo es lícito en este mundo. No todo es lícito en la Iglesia. Existen límites intraspasables: la dignidad y la libertad de la persona. Dejé el ministerio sacerdotal, no la Iglesia. Me alejé de la Orden Franciscana, no del sueño tierno y fraterno de san Francisco de Asís. La Iglesia jerárquica no posee el monopolio de los valores evangélicos ni la orden franciscana es la única heredera del Sol de Asís".
El hoy papa Benedicto XVI fue profesor de Boff en Munich (Alemania) e incluso le dio de su bolsillo dinero para que pudiera publicar la tesis doctoral porque la consideraba una gran aportación teológica. "Ratzinger es una persona muy compleja y, a la vez, muy negativa para la Iglesia. Es un hombre muy influido por la teología agustiniana, con una visión pesimista del ser humano. No es un hombre que ilumine el camino, sino que lo oscurece, impidiendo transitar por él. Dudo que crea en el ser humano y, por tanto, dudo también que se fiase de mí. Por eso me condenó".
"Gestapo eclesial", "máquina de estrangular", "camarilla indecente e ignorante"... He aquí algunos calificativos contra la inquisición romana en boca del dominico francés Yves Congar. Apartado de la enseñanza, mandado al exilio, humillado, Congar llegó a sentirse destruido, al borde del suicidio. "Se me ha desprovisto de todo aquello en lo que he creído y a lo que me he entregado", dijo. Resistió y venció. Como compensación a los años de silenciamiento y en reconocimiento a su profundidad teológica (uno de los grandes inspiradores del Vaticano II), Juan Pablo II lo hizo cardenal en 1994. De Congar es esta frase: "Se puede condenar una solución, pero no se puede condenar un problema".
El jesuíta Juan Masiá, expulsado de la cátedra de Bioética en la Universidad Pontifica de Comillas, sostiene que la Iglesia católica habla de derechos humanos hacia fuera, pero no los respeta dentro. "Renunciar al espíritu inquisitorial es una asignatura pendiente. Cuando impera un sistema de pensar -en realidad, de no pensar- estrictamente regulado por los cánones de la ortodoxia, quien quiera medrar en su escalafón no tendrá otro recurso que callarse. La perfecta ortodoxia llevada al extremo daría sobresaliente al silencio y notable a la repetición de papagayo; un aprobado por los pelos a quien insinúe tímidamente preguntas prohibidas. Y, desde luego, un suspenso a todo disentir, por muy fiel, responsable, inteligente, meditado y ponderado que sea".
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ELECCIÓN DE RECTOR MARCA UNA NUEVA ETAPA EN LA COMUNIDAD TEOLÓGICA DE MÉXICO Hugo Gallardo Duarte ALC Noticias, 18 de enero de 2011
Luego de un tiempo de búsqueda de la persona idónea para dirigir la Comunidad Teológica de México (CTM) el pasado 12 de enero se presentó formalmente, como rector de esa institución, al Rev. Dan González Ortega, con el beneplácito del consejo directivo, deL personal académico y administrativo de las diferentes instituciones que la integran y sostienen.
Con palabras de bienvenida del presidente del consejo directivo, Rev. José Alcántara Mejía, se dio el anuncio formal del inicio de labores del Rev. Dan González Ortega quien, a su vez, expresó el compromiso para cumplir con el plan trazado por el consejo directivo de la CTM, un plan que se espera marque un parte aguas en esta institución teológica de larga historia y tradición.
La elección del actual rector se logró con el acuerdo unánime de los integrantes del consejo directivo al considerar que en la persona de González Ortega residen cualidades como son juventud, experiencia ecuménica e interreligiosas y preparación académica, cualidades que apuntan a dar lugar para una nueva época que consolide a la Comunidad Teológica de México como una de las más importantes instituciones teológicas en México y América Latina.
ALC Noticias, 26 de enero de 2011
Carlos Fazio, periodista uruguayo que vive en México desde 1976, conocido por su libro sobre don Sergio Méndez Arceo (La cruz y el martillo. Joaquín Mortiz, 1987, introducción de Vicente Leñero), se ocupa ahora del obispo de San Cristóbal de Las Casas. Siendo lo que es, un esbozo biográfico obligado, va más allá de la semblanza de alguien con quien se simpatiza. Ante la presente coyuntura, este libro aparece como obligatorio para todo aquel que busque entender con claridad la situación religiosa en Chiapas y su relación tan compleja con los sucesos que empezaron el 1 de enero de 1994. Los repetidos ataques de los “auténticos coletos” contra Samuel Ruiz durante 1995 y el bloqueo indefinido del diálogo por la paz debido a las órdenes de aprehensión contra la dirigencia del EZLN, hacen de este libro un verdadero recuento que explica los antecedentes de mucho de lo que estamos presenciando. Se trata de un itinerario plagado de incomprensiones, desencuentros y logros innegables en el camino hacia la emergencia de una pastoral auténticamente alternativa, preocupada por las realidades indígenas, que desde las orillas físicas y espirituales del país, siguen exigiendo su reconocimiento.
Partiendo de una infancia marcada por la militancia sinarquista de sus padres en Guanajuato, y luego de sus estudios en Roma, Ruiz García llega, después de dirigir el Seminario de León a ocupar el lugar de Fray Bartolomé de Las Casas en 1960, a los 36 años de edad. En su camino se acumularían los sucesos fundamentales que marcó la vida del catolicismo latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX: el Concilio Vaticano II, cuya apertura lo ayudó a librarse, paulatinamente, del anticomunismo de moda, para evolucionar hacia las perspectivas que en Medellín, Colombia (1968) le ofreció la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano:
Debemos poner fin al mito repetido con frecuencia de que América Latina es un continente católico. Si la Iglesia es una comunidad de fe, de esperanza, de amor, este concepto no se ha realizado en América Latina. Es superfluo aducir los incontables contra-testimonios que constituyen en la Iglesia obstáculos insuperables para la evangelización. Los pobres no pueden ser evangelizados si nosotros somos propietarios de latifundios; los débiles y los oprimidos se alejan de Cristo si nosotros aparecemos como aliados de los poderosos; los analfabetas no podrán ser evangelizados si nuestras instituciones religiosas siguen buscando el paraíso de las grandes ciudades, y no los suburbios y las aldeas desheredadas. (pp. 92-93)
Estas palabras, pronunciadas allí, mostraban cómo la evolución de su pensamiento buscaba con mayor ansiedad anclarse en la tierra firme de los hechos, es decir, en la búsqueda de una pastoral coherente con la situación del estado menos desarrollado de México. Para lograrlo era necesario prestarle un poco de atención a la investigación de las ciencias sociales: los pastores no pueden investigar por sí mismos la realidad en todas sus dimensiones. Los avances de la sociología y la antropología sacudían cada vez más sus ideas con respecto a la evangelización y la misión. La pobreza circundante comenzaba a impedirle tratar con los poderosos de la manera acostumbrada.
El episcopado latinoamericano se había decidido ya por los pobres, a pesar de sus inclinaciones naturales y de los compromisos ancestrales con los poderes dominantes en el hemisferio. Si alguien cree que es muy sencillo arribar a posturas y labores pastorales liberadoras, tiene que apreciar en la trayectoria de Samuel Ruiz la dificultad para alcanzarlas. La verdadera dificultad cristiana de aceptar el desafío de convertirse todas las veces que sea necesario y dejar de ser, como él lo era, un “obispo pescado”, con los ojos abiertos permanentemente, pero sin poder captar las dimensiones más trágicas de la realidad.
Primero la violencia institucionalizada, de un sistema que genera muerte. Después la violencia de la represión al caminar organizado de las comunidades indígenas o marginadas, obreras y campesinas. Y, por último, cuando ya no hay puerta de salida para sobrevivir, viene la contra-violencia. La violencia tercera, después de la violencia del sistema y la violencia represiva. Hasta lo último viene la violencia de los que están abajo en el piso social y que toman las armas porque han llegado a una situación insufrible. (p. 95)
Esta visión le permitió abandonar las posturas indigenistas en boga para acercarse, poco a poco, y no sin enormes dudas, a la posibilidad de articular una pastoral genuinamente indígena, de respeto hacia las culturas, de reconocimiento a las aportaciones de la Revelación que en ellas se han dado antes de la cristianización de corte occidental. Para ello, era necesaria una verdadera inmersión en los ambientes indígenas de su diócesis. Escribe Fazio:
Simultáneamente había que llegar a un modelo de pastoral de acción en donde fuera el indígena el que surgiera dentro de su propia situación cultural. Que surgiera la Iglesia autóctona, que vive su fe y la expresa dentro de sus propios moldes culturales. Previendo que esa evangelización, con sus propias exigencias, llevara a una dinamización de esas culturas ―no a un paso retroactivo en la historia― en un proceso de liberación del hombre. (p. 111) (LC-O)
Carlos Fazio, Samuel Ruiz, el caminante. México, Espasa-Calpe, 1994. 328 pp.
El Faro, México, D.F., julio-agosto de 1995, pp. 118-120.
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INVESTIGAR O SOMETERSE, HE AHÍ EL DILEMA (III) Juan G. Bedoya El País, 5 de enero de 2011
Lo destacó bien alto el teólogo José María Díez-Alegría, expulsado de la Universidad Pontificia Gregoriana, de Roma, y refugiado en una de las chabolas del Pozo del Tío Raimundo, junto al mítico José María Llanos. "Jesús entró en Jerusalén a lomos de un borrico. Los Papas viajan coronados con la tiara pontificia". No ha habido un solo aspecto de la vida en que la Iglesia no se creyese con derecho a dar su dictamen e imponerlo. Monarcas autocráticos, los Papas practicaron durante siglos la doctrina de Gregorio VII en Dictatus Papae, de 1075: solo el romano
pontífice puede usar insignias imperiales, "únicamente del Papa besan los pies todos los príncipes", solo a él le compete deponer emperadores, sus sentencias no deben ser reformadas por nadie mientras él puede reformar las de todos.
El último de esos emperadores (o así se creía), fue Pío XII, soberano entre 1939 a 1958. Obsesionado con el protocolo tradicional, los funcionarios debían arrodillarse cuando el Papa empezaba a hablar, dirigirse hacia él arrodillados y salir de la habitación caminando hacia atrás.
Son recuerdos del brasileño Leonardo Boff, forzado a abandonar la orden franciscana. "Mi experiencia de 20 años de relación con el poder doctrinal es esta: es cruel y despiadado. No olvida nada, no perdona nada, exige todo. Y para alcanzar su fin, se toma el tiempo necesario y elige los medios oportunos". Boff nunca olvidará que incluso intentaron quemar sus libros. Después de muchas disputas, silencios y humillaciones, llegó el día en que tuvo "la sensación de haber llegado ante un muro". Entonces, abandonó también el sacerdocio. "Hay momentos en que una persona, para ser fiel a sí misma, tiene que cambiar. El mismo Jesús fue muerto por decir que no todo es lícito en este mundo. No todo es lícito en la Iglesia. Existen límites intraspasables: la dignidad y la libertad de la persona. Dejé el ministerio sacerdotal, no la Iglesia. Me alejé de la Orden Franciscana, no del sueño tierno y fraterno de san Francisco de Asís. La Iglesia jerárquica no posee el monopolio de los valores evangélicos ni la orden franciscana es la única heredera del Sol de Asís".
El hoy papa Benedicto XVI fue profesor de Boff en Munich (Alemania) e incluso le dio de su bolsillo dinero para que pudiera publicar la tesis doctoral porque la consideraba una gran aportación teológica. "Ratzinger es una persona muy compleja y, a la vez, muy negativa para la Iglesia. Es un hombre muy influido por la teología agustiniana, con una visión pesimista del ser humano. No es un hombre que ilumine el camino, sino que lo oscurece, impidiendo transitar por él. Dudo que crea en el ser humano y, por tanto, dudo también que se fiase de mí. Por eso me condenó".
"Gestapo eclesial", "máquina de estrangular", "camarilla indecente e ignorante"... He aquí algunos calificativos contra la inquisición romana en boca del dominico francés Yves Congar. Apartado de la enseñanza, mandado al exilio, humillado, Congar llegó a sentirse destruido, al borde del suicidio. "Se me ha desprovisto de todo aquello en lo que he creído y a lo que me he entregado", dijo. Resistió y venció. Como compensación a los años de silenciamiento y en reconocimiento a su profundidad teológica (uno de los grandes inspiradores del Vaticano II), Juan Pablo II lo hizo cardenal en 1994. De Congar es esta frase: "Se puede condenar una solución, pero no se puede condenar un problema".
El jesuíta Juan Masiá, expulsado de la cátedra de Bioética en la Universidad Pontifica de Comillas, sostiene que la Iglesia católica habla de derechos humanos hacia fuera, pero no los respeta dentro. "Renunciar al espíritu inquisitorial es una asignatura pendiente. Cuando impera un sistema de pensar -en realidad, de no pensar- estrictamente regulado por los cánones de la ortodoxia, quien quiera medrar en su escalafón no tendrá otro recurso que callarse. La perfecta ortodoxia llevada al extremo daría sobresaliente al silencio y notable a la repetición de papagayo; un aprobado por los pelos a quien insinúe tímidamente preguntas prohibidas. Y, desde luego, un suspenso a todo disentir, por muy fiel, responsable, inteligente, meditado y ponderado que sea".
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ELECCIÓN DE RECTOR MARCA UNA NUEVA ETAPA EN LA COMUNIDAD TEOLÓGICA DE MÉXICO Hugo Gallardo Duarte ALC Noticias, 18 de enero de 2011
Luego de un tiempo de búsqueda de la persona idónea para dirigir la Comunidad Teológica de México (CTM) el pasado 12 de enero se presentó formalmente, como rector de esa institución, al Rev. Dan González Ortega, con el beneplácito del consejo directivo, deL personal académico y administrativo de las diferentes instituciones que la integran y sostienen.
Con palabras de bienvenida del presidente del consejo directivo, Rev. José Alcántara Mejía, se dio el anuncio formal del inicio de labores del Rev. Dan González Ortega quien, a su vez, expresó el compromiso para cumplir con el plan trazado por el consejo directivo de la CTM, un plan que se espera marque un parte aguas en esta institución teológica de larga historia y tradición.
La elección del actual rector se logró con el acuerdo unánime de los integrantes del consejo directivo al considerar que en la persona de González Ortega residen cualidades como son juventud, experiencia ecuménica e interreligiosas y preparación académica, cualidades que apuntan a dar lugar para una nueva época que consolide a la Comunidad Teológica de México como una de las más importantes instituciones teológicas en México y América Latina.