domingo, 23 de enero de 2011

Letra 205, 23 de enero de 2011


JESÚS Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES (II)
Cristina Conti
Lupa Protestante, 12 de diciembre de 2010

Jesús promovió a todas las personas débiles y despreciadas por la sociedad de su tiempo: los pobres, los enfermos, los marginados, los publicanos y las rameras, los huérfanos y las viudas, los niños y las mujeres. A todos ellos los impulsó a que alcanzaran su plena humanidad. Ésa es la voluntad de Dios, que todos los seres humanos puedan ser plenamente humanos... y también plenamente hermanos.
En ninguna parte de los Evangelios vamos a encontrar a Jesús tratando a las mujeres como si fueran inferiores en algún aspecto. Tampoco les pidió jamás que se sujetaran a los varones, ni siquiera a sus propios esposos. Jesús siempre trató
a las mujeres como a verdaderos seres humanos. Desafió todas las convenciones de su tiempo al tener mujeres discípulas, que además lo mantenían económicamente (Lc 8:1-3; 24:6-8); al hablar públicamente de teología con mujeres (Mt 15:21-28 par; Jn 4:7-42; 11:20-27); al tocar y sanar a una mujer considerada impura por su flujo de sangre (Mc 5:24-34 par); al dejarse tocar por una pecadora notoria, compararla favorablemente con un fariseo y luego perdonarla (Lc 7:36-50); al sanar a una mujer encorvada y llamarla "hija de Abraham" , un título reservado a los varones (Lc 13:10-17); al permitir que María de Betania aprendiera teología a sus pies como una discípula más, en lugar de estar en la cocina como les correspondía a las mujeres (Lc 10:38-42). Jesús era un hombre liberado y liberador.
La Pascua conmemora el acontecimiento más importante de la historia de la salvación, la resurrección de Jesús. Y, a pesar de que las mujeres no podían ser testigos según las costumbres judías, las primeras testigos de ese acontecimiento fueron mujeres. Jesús las eligió porque ellas siempre estuvieron a su lado, sirviéndolo durante su ministerio, solidarizándose con su sufrimiento cerca de la cruz, fijándose dónde lo sepultaban, volviendo al sepulcro para cumplir fielmente con el ritual de embalsamar el cuerpo. Las discípulas mujeres nunca abandonaron a su maestro, ni lo negaron, ni se escondieron cobardemente, como los discípulos varones. Ellas amaban a Jesús y estaban dispuestas a arriesgar la vida por él. Es que Jesús les había mostrado que Dios no hace diferencias de valor entre varones y mujeres, les había dado la dignidad que la sociedad les negaba, las había hecho plenamente humanas.
Pero eso no es todo. Es bien sabida la importancia de "lo primero" en la cultura judía: los primogénitos y las primicias como apartados para Dios, el hecho de que Cristo fuera el primero en todo (Col 1:15-20). Eso también aplica a los primeros testigos. Ser la primera persona en ver a Jesús resucitado implicaba ser la persona elegida para ser la cabeza de la iglesia naciente. Y Jesús eligió a las mujeres. Claro que eso iba tan en contra de las costumbres de la época, que la iglesia hizo todo lo que pudo para acabar con el liderazgo de las mujeres. Para fines del siglo III, ya habían logrado reducir a las mujeres nuevamente a la sujeción.
Las cristianas actuales no pretendemos ser las líderes de la iglesia. De todos modos, ya no se puede hablar de iglesia en singular, sino de iglesias en plural. Y en muchas iglesias protestantes hay mujeres ordenadas al pastorado, y algunas de ellas incluso son líderes, profesoras o teólogas escuchadas y respetadas. Sin embargo, en la mayoría de las iglesias, las mujeres ni siquiera pueden ejercer los dones que Dios les ha dado. Ese derecho a servir libremente a Dios es algo que sí demandamos.
En realidad, las mujeres cristianas no estamos reclamando lo que a nosotras se nos ocurre, ni el lugar que ocupan otros, ni que las iglesias conservadoras nos concedan por fin lo que la sociedad secular ya nos ha dado. Estamos reclamando nuestros derechos como seres humanos, tanto en la sociedad como en las iglesias. Estamos reclamando lo que Jesús mismo nos dio.
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INVESTIGAR O SOMETERSE, HE AHÍ EL DILEMA (II)
Juan G. Bedoya
El País, 5 de enero de 2011

El Vaticano II proclamó que se habían acabado los métodos del Santo Oficio -crueles, muchas veces criminales, con decenas de miles de personas quemadas vivas o asesinadas por otros medios-, ante el escándalo de que tres de los principales papas del pasado siglo hubiesen sido molestados por el inquisidor de turno como sospechosos de herejía o desviaciones pastorales. Fueron Benedicto XV, Juan XXIII y Pablo VI. Grandes teólogos del famoso concilio también sufrieron lo indecible en las garras del Santo Oficio. Décadas más tarde, observaron con estupor que uno de los mejores peritos del Vaticano II, el alemán Joseph Ratzinger, iba a resucitar algunas de las prácticas inquisitoriales repudiadas en 1965.
Fue el cardenal austriaco Franz König quien dio la voz de alarma, y expresó bien alto su perplejidad. Lo hizo cuando Ratzinger cayó sobre el teólogo jesuita belga Jacques Dupuis por "desviaciones doctrinales" en el libro Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso. En una disputa con Ratzinger muy jaleada en los medios católicos, el gran König salió al quite. "Mi función no consiste en aconsejar a la congregación doctrinal, pero no puedo permanecer en silencio, porque se me parte el
corazón cuando veo hacer un daño tan obvio al bien común de la Iglesia de Dios. La Congregación tiene perfecto derecho a salvaguardar la fe -aunque aún lo haría mejor si la promueve-. El presente caso, sin embargo, es un signo de que se están extendiendo la desconfianza y la sospecha respecto de un autor que tiene las mejores intenciones y que ha adquirido grandes méritos en su servicio a la
Iglesia católica", escribió en un alegato titulado En defensa del P. Dupuis.
König, uno de los grandes aperturistas del Vaticano II, tenía motivos para decirse escandalizado. No solo se estaba pisoteando la proclamación conciliar de la libertad religiosa y de conciencia, sino la idea de que se debía proteger el trabajo de los teólogos. König llegó a recordar a Ratzinger el discurso de Pablo VI a la Curia romana en pleno concilio: "Tenemos que aceptar con humildad la crítica, con reflexión y también con reconocimiento".
Ratzinger sostenía entonces la misma idea. Escribió en 1968: "Aún por encima del Papa se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica. Lo que hace falta en la Iglesia no son panegiristas del orden establecido, sino hombres cuya humildad y obediencia no sean menores que su pasión por la verdad, y que amen a la Iglesia más que a la comodidad de su propia carrera". Estas palabras se las llevó el viento nada más acceder Ratzinger, en 1981, a la presidencia de la Congregación doctrinal, convertida poco a poco en férrea policía de la fe. Desde entonces, la Teología es tratada como la criada del magisterio episcopal.
Obediencia y unidad son las palabras que lo justifican todo. Y, también, la voluntad de Dios. Pero los teólogos no hacen caso. Siguen en esto al Evangelio, más que a sus superiores. Lo sostiene Hans Küng, compañero y amigo de Ratzinger cuando coincidieron como docentes en la Universidad alemana de Tubinga. "Tampoco Jesús obedeció a ciegas. Ya con 12 años, en el templo, demostró que no obedecía ciegamente a sus padres".
La verdad os hará libres, proclama Jesús. Es en nombre de esa libertad que el teólogo Küng se rebeló. "No podía seguir otro camino, no solo por la libertad, que siempre me fue querida, sino por la verdad, que está por encima de mi libertad. Si lo hubiera hecho, habría vendido mi alma por el poder en la Iglesia".
Durante siglos, la Iglesia romana se opuso a la traducción de los textos sagrados a las lenguas de cada pueblo. Cuando Lutero publicó la Biblia en alemán, el Papa arreció en sus exigencias de que le llevasen a Roma la cabeza del monje agustino. Con las ideas de Jesús en manos del pueblo, Roma no podría justificar su poder terrenal, ni sus pompas y vanidades, ni el afán de dominación, o la marginación de la mujer. Por eso, como sostiene Küng, "parece que Jesús goza de mayor estima fuera de la Iglesia que dentro de ella". Añade: "Nunca se pregunta qué hubiera hecho o dicho Jesús; tal pregunta resulta en ese contexto tan extraña, que la mayoría la juzgaría poco menos que absurda".
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SE AGRUPAN OPOSITORES A LA BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II
Milenio, 17 de enero de 2011

Con el anuncio del Vaticano sobre la beatificación del papa Juan Pablo II, católicos y teólogos han iniciado una campaña contra esa decisión, porque aseguran que encubrió a pederastas como Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, además de ejercer presión contra la Teología de la Liberación, bloquear a las Comunidades de Base y negarse al diálogo con los fieles comprometidos con la justicia evangélica, por lo que recabarán firmas a escala mundial.
En México el Observatorio Eclesial, que agrupa a organizaciones católicas, dio a conocer la campaña contra el pontífice carismático, que tuvo un excelente manejo de los medios de comunicación.
Al conocerse la noticia de la beatificación, en Roma, 13 teólogos, así como profesores católicos de Europa y América Latina, dieron a conocer un manifiesto en el que piden a los fieles "testimonios contrarios" a la beatificación de Juan Pablo II, aun dando fe de "los aspectos positivos de su pontificado, como fue el compromiso por la paz o la tentativa de admitir las culpas históricas".
Entre los firmantes del manifiesto titulado "Llamada a la claridad" se encuentran el sacerdote Casimir Martí; el escolapio Ramón María Nogués, y el profesor de la Universitat de Barcelona Jaume Botey. También Juan José Tamayo, fundador de la Asociación de Teólogos Juan XXIII; Casiano Floristán, profesor emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca, y Rosa Cursach, teóloga mallorquina. En el texto, destaca el Observatorio Eclesial, se detallan siete puntos que, a juicio de los firmantes, arrojan dudas sobre la posible beatificación de Karol Wojtyla: "La tenaz oposición a considerar, a la luz del Evangelio, la ciencia y la historia, algunas normativas de ética sexual"; la "dura confirmación del celibato eclesiástico"; el rechazo a "discutir en forma seria y profunda la condición de la mujer en la Iglesia"; la "no aplicación" de imaginarias "normas establecidas por el Concilio Vaticano II para una mayor democracia interna", y la "represión" de los teólogos de la liberación marxista en América Latina.
A su vez, la agencia AFP reportó que el sacerdote Ernesto Cardenal, uno de los pilares de la Teología de la Liberación en América Latina, criticó el anuncio sobre Juan Pablo II y se mostró sorprendido por la beatificación del Papa que "protegió" a acusados de pederastia.
Cardenal fue reprendido públicamente y de modo enérgico por Juan Pablo II en ocasión de la visita del entonces pontífice a Nicaragua en 1983.
El Observatorio Eclesial es integrado por Católicas por el Derecho a Decidir, el Centro de Comunicación Social (Cencos), Centro de Estudios Ecuménicos, Sicsal, Centro Antonio de Montesinos y Colectivo Alas que realiza un análisis crítico del acontecer de la Iglesia católica desde hace varios años y participa en la red Amerindia, que reúne a teólogos de América Latina como Leonardo Boff.

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