Colosenses 3.18-4.1
Biblia Isha, pp. 1399-1400
A fin de entender qué significa este texto para las mujeres hoy, primero hay que comprender qué significó para las cristianas y los cristianos que recibieron estos consejos dentro del mundo del primer siglo. El pasaje sigue el formato de unos escritos muy comunes en la antigüedad, llamados “códigos domésticos”, que hablaban de tres pares de relaciones: esposo-esposa, padre-hijos/as, amo/esclavos/as.
En la sociedad esclavista grecorromana, los gobernantes insistían en que los amos de las grandes casas controlaran estrictamente a sus subordinados, con el fin de evitar cualquier subversión. Entre los subordinados estaban tanto los esclavos y esclavas como los hijos (aun cuando fueran mayores de edad) y la esposa del amo.
La producción económica de estas casas patriarcales era muy importante y sus dueños detentaban gran poder político. Debían demostrar su rango y autoridad como esposos, padres y amos. Para cada una de estas relaciones, los escritores paganos justificaban su superioridad con varios argumentos. En cuanto a la relación entre el jefe de la casa y su esposa, se decía que las mujeres eran por naturaleza inferiores a los hombres y por eso tenían que ser gobernadas por ellos. Por esta y otras razones los “códigos domésticos” no dirigían palabra alguna a las mujeres ni a los otros subordinados.
¿Qué pensaban los primeros cristianos y cristianas de esta situación? La mayoría de ellos formaban parte de las clases subordinadas y pobres. Las iglesias eran pequeñas y no tenían influencia en la gran sociedad, aun cuando había unos pocos varones cristianos que pertenecían a la clase superior y cierto número de mujeres de este estrato social.
Este pasaje de Colosenses (también Ef 5.1-6.9) sigue el formato de las tres relaciones: esposo-esposa, padre-hijos/as, amo-esclavos/as. Sin embargo, en varios aspectos importantes este documento cristiano alteró el contenido tradicional. Por ejemplo, aquí el autor no se dirigió solamente ni en primer lugar al esposo-padre-amo. Habló primero a las personas que la sociedad patriarcal definía como subordinadas, como personas de menos valor: esposa, hijos, esclavos y esclavas. Frente a aquella jerarquía social opresiva este texto cristiano los tomó en cuenta como personas dignas, capaces de decidir sus conductas.
En el v. 18 el autor aconsejó a las mujeres que acataran la norma vigente, sujetándose a sus esposos. Como cristianas, debían llevar una conducta ejemplar y cumplir con lo que la sociedad esperaba de ellas. De manera parecida, exhortó a los hijos e hijas a obedecer a los padres (v. 20). Con esta actitud agradaban al Señor y al mismo tiempo se adaptaban a las expectativas de una sociedad que exigía sujeción a la figura patriarcal. Los esclavos y esclavas (vv. 22-25) vivían totalmente dependientes de su dueño, pero los que habían abrazado la fe en Jesucristo ya pertenecían a otro Señor y esto relativizaba el trabajo forzado para el dueño terrenal. Encontraron en Cristo una liberación existencial que les permitía no simplemente obedecer órdenes sino, en un nivel más profundo, mantener intactas su propia integridad y autoestima.
En vez de recalcar y reforzar la autoridad del esposo-padre-amo, este código cristiano le exigió modificar radicalmente su actitud y conducta hacia las personas que, según los preceptos sociales, estaban sujetos a él.
En tanto, el esposo debía aprender a amar a su esposa (v. 19) en una cultura en la que los matrimonios estaban arreglados por los padres. En Ef 5.25-27 el apóstol explica que este amor tenía que impulsar al varón a entregarse para promover la vida de la esposa, como lo hizo Cristo al dar su vida por la iglesia. Col 3.19 incluyó además una amonestación contra una actitud opuesta al amor: un espíritu de amargura y enojo que impulsara al esposo a maltratar a su esposa con palabras humillantes o acciones violentas.
Al dirigirse a los padres (v. 21), la enseñanza cristiana desafió otro precepto cultural: debían preocuparse no tanto por dominar a los hijos e hijas como por animarlos.
En aquélla época era inconcebible la abolición de la esclavitud, sin embargo, este código cristiano socavaba la ideología esclavista al rechazar el poder absoluto del dueño sobre sus esclavos, diciéndole al amo cristiano que él mismo era esclavo del Señor (4.1), por lo que estaba obligado a dar a sus esclavos y esclavas un trato bueno y justo. Pero, qué sentido tiene hoy ser justo dentro de un sistema esclavista, que es totalmente injusto?
El caso de amos y esclavos da una pista para interpretar todo este texto. Durante mucho tiempo, ciertos sectores cristianos pensaron que este pasaje revelaba que, ante Dios, la esclavitud estaba aceptada si los amos trataban bien a sus esclavos. Hoy se ssabe que estaban equivocados. Si así es el asunto con esclavos y amos, ¿qué del caso de esposas y esposos? A pesar de los nuevos valores exigidos a los varones ―amor sacrificial y buen trato―, permaneció intacta la subordinación de la mujer y el dominio del marido.
El primer paso para interpretar el texto es reconocer que estas instrucciones están pensadas para el mundo del primer siglo. El evangelio de libertad y justicia tiene poder para transformar toda la sociedad, pero en aquella época esta capacidad se realizó sólo en parte. La comunidad cristiana era pequeña y sin poder; para sobrevivir, debía adaptar su conducta a las normas imperantes, al tiempo que enseñaba a los cristianos varones a asumir nuevas actitudes y conductas, potencialmente revolucionarias. Estos nuevos valores estaban destinados a socavar el modelo de dominio/subordinación en toda la sociedad.
El segundo paso en la interpretación es reconocer que ha cambiado mucho el mundo en que vive la iglesia. Por ejemplo, ya no se tolera la esclavitud y nadie puede tomar este texto para defenderla ni para imponer sobre las parejas de hoy el antiguo modelo de dominio/sujeción.
El tercer paso es reconocer que la población cristiana ya no es una minoría impotente sino una fuerza que influye en la sociedad. Esta realidad debe impulsar a recuperar la intención agitadora de este texto. Las instrucciones que aquí se impartieron a los varones dominantes también socavan la ideología jerárquica actual y mueven a cuestionar la cultura patriarcal de la sociedad contemporánea.Este texto impulsa a hombres y mujeres a avanzar hacia el amor mutuo y la justicia en el seno de todos los matrimonios y hogares.
Biblia Isha, pp. 1399-1400
A fin de entender qué significa este texto para las mujeres hoy, primero hay que comprender qué significó para las cristianas y los cristianos que recibieron estos consejos dentro del mundo del primer siglo. El pasaje sigue el formato de unos escritos muy comunes en la antigüedad, llamados “códigos domésticos”, que hablaban de tres pares de relaciones: esposo-esposa, padre-hijos/as, amo/esclavos/as.
En la sociedad esclavista grecorromana, los gobernantes insistían en que los amos de las grandes casas controlaran estrictamente a sus subordinados, con el fin de evitar cualquier subversión. Entre los subordinados estaban tanto los esclavos y esclavas como los hijos (aun cuando fueran mayores de edad) y la esposa del amo.
La producción económica de estas casas patriarcales era muy importante y sus dueños detentaban gran poder político. Debían demostrar su rango y autoridad como esposos, padres y amos. Para cada una de estas relaciones, los escritores paganos justificaban su superioridad con varios argumentos. En cuanto a la relación entre el jefe de la casa y su esposa, se decía que las mujeres eran por naturaleza inferiores a los hombres y por eso tenían que ser gobernadas por ellos. Por esta y otras razones los “códigos domésticos” no dirigían palabra alguna a las mujeres ni a los otros subordinados.
¿Qué pensaban los primeros cristianos y cristianas de esta situación? La mayoría de ellos formaban parte de las clases subordinadas y pobres. Las iglesias eran pequeñas y no tenían influencia en la gran sociedad, aun cuando había unos pocos varones cristianos que pertenecían a la clase superior y cierto número de mujeres de este estrato social.
Este pasaje de Colosenses (también Ef 5.1-6.9) sigue el formato de las tres relaciones: esposo-esposa, padre-hijos/as, amo-esclavos/as. Sin embargo, en varios aspectos importantes este documento cristiano alteró el contenido tradicional. Por ejemplo, aquí el autor no se dirigió solamente ni en primer lugar al esposo-padre-amo. Habló primero a las personas que la sociedad patriarcal definía como subordinadas, como personas de menos valor: esposa, hijos, esclavos y esclavas. Frente a aquella jerarquía social opresiva este texto cristiano los tomó en cuenta como personas dignas, capaces de decidir sus conductas.
En el v. 18 el autor aconsejó a las mujeres que acataran la norma vigente, sujetándose a sus esposos. Como cristianas, debían llevar una conducta ejemplar y cumplir con lo que la sociedad esperaba de ellas. De manera parecida, exhortó a los hijos e hijas a obedecer a los padres (v. 20). Con esta actitud agradaban al Señor y al mismo tiempo se adaptaban a las expectativas de una sociedad que exigía sujeción a la figura patriarcal. Los esclavos y esclavas (vv. 22-25) vivían totalmente dependientes de su dueño, pero los que habían abrazado la fe en Jesucristo ya pertenecían a otro Señor y esto relativizaba el trabajo forzado para el dueño terrenal. Encontraron en Cristo una liberación existencial que les permitía no simplemente obedecer órdenes sino, en un nivel más profundo, mantener intactas su propia integridad y autoestima.
En vez de recalcar y reforzar la autoridad del esposo-padre-amo, este código cristiano le exigió modificar radicalmente su actitud y conducta hacia las personas que, según los preceptos sociales, estaban sujetos a él.
En tanto, el esposo debía aprender a amar a su esposa (v. 19) en una cultura en la que los matrimonios estaban arreglados por los padres. En Ef 5.25-27 el apóstol explica que este amor tenía que impulsar al varón a entregarse para promover la vida de la esposa, como lo hizo Cristo al dar su vida por la iglesia. Col 3.19 incluyó además una amonestación contra una actitud opuesta al amor: un espíritu de amargura y enojo que impulsara al esposo a maltratar a su esposa con palabras humillantes o acciones violentas.
Al dirigirse a los padres (v. 21), la enseñanza cristiana desafió otro precepto cultural: debían preocuparse no tanto por dominar a los hijos e hijas como por animarlos.
En aquélla época era inconcebible la abolición de la esclavitud, sin embargo, este código cristiano socavaba la ideología esclavista al rechazar el poder absoluto del dueño sobre sus esclavos, diciéndole al amo cristiano que él mismo era esclavo del Señor (4.1), por lo que estaba obligado a dar a sus esclavos y esclavas un trato bueno y justo. Pero, qué sentido tiene hoy ser justo dentro de un sistema esclavista, que es totalmente injusto?
El caso de amos y esclavos da una pista para interpretar todo este texto. Durante mucho tiempo, ciertos sectores cristianos pensaron que este pasaje revelaba que, ante Dios, la esclavitud estaba aceptada si los amos trataban bien a sus esclavos. Hoy se ssabe que estaban equivocados. Si así es el asunto con esclavos y amos, ¿qué del caso de esposas y esposos? A pesar de los nuevos valores exigidos a los varones ―amor sacrificial y buen trato―, permaneció intacta la subordinación de la mujer y el dominio del marido.
El primer paso para interpretar el texto es reconocer que estas instrucciones están pensadas para el mundo del primer siglo. El evangelio de libertad y justicia tiene poder para transformar toda la sociedad, pero en aquella época esta capacidad se realizó sólo en parte. La comunidad cristiana era pequeña y sin poder; para sobrevivir, debía adaptar su conducta a las normas imperantes, al tiempo que enseñaba a los cristianos varones a asumir nuevas actitudes y conductas, potencialmente revolucionarias. Estos nuevos valores estaban destinados a socavar el modelo de dominio/subordinación en toda la sociedad.
El segundo paso en la interpretación es reconocer que ha cambiado mucho el mundo en que vive la iglesia. Por ejemplo, ya no se tolera la esclavitud y nadie puede tomar este texto para defenderla ni para imponer sobre las parejas de hoy el antiguo modelo de dominio/sujeción.
El tercer paso es reconocer que la población cristiana ya no es una minoría impotente sino una fuerza que influye en la sociedad. Esta realidad debe impulsar a recuperar la intención agitadora de este texto. Las instrucciones que aquí se impartieron a los varones dominantes también socavan la ideología jerárquica actual y mueven a cuestionar la cultura patriarcal de la sociedad contemporánea.Este texto impulsa a hombres y mujeres a avanzar hacia el amor mutuo y la justicia en el seno de todos los matrimonios y hogares.
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