viernes, 8 de abril de 2011

Letra 216, 10 de abril de 2011


¿PUEDE SUFRIR DIOS? José Luis Caravias


Hoy en día, subidos a las nubes rosadas de las teorías abstractas, hemos perdido la capacidad del asombro. Nos parece normal la visión de la imagen del Crucificado, y afirmamos con toda tranquilidad que ese crucificado es Dios cia de la admiración y el asombro ante la verdad histórica de la muerte horrenda del Hijo de Dios a manos de los que se decían creer que "murió por nuestros pecados". Necesitamos redescubrir la vivencia de la admiración y el asombro ante la verdad histórica de la muerte horrenda del Hijo de Dios a manos de los que se decían creer en Dios. Por mucho tiempo, siguiendo los principios de la filosofía griega, casi todos los cristianos han creído que Dios no puede sufrir. La divinidad, según ellos, no puede padecer; si sufriera no sería Dios. Pero en la Biblia se presenta Dios de una manera muy diferente.

El núcleo del mensaje cristiano es la pasión y muerte de Jesús, y sabemos por la fe que el Crucificado es Dios. Además, el sacrificio del Hijo de Dios por la reconciliación del mundo se renueva cada día en la Eucaristía. La conmemoración de la pasión-resurrección de Cristo por la palabra y sacramento ha alimentado siempre la fe cristiana en Dios. Pero, ¿de qué modo Dios está comprometido en la historia de la pasión de Cristo? ¿Cómo es posible que la fe cristiana considere la pasión de Cristo como revelación de Dios, si la divinidad no puede padecer? ¿Dios hace sufrir al hombre Jesús por nosotros o es que Dios mismo sufre en Cristo por nosotros?

Si Dios fuera incapaz de padecer, la pasión de Jesús sería meramente una tragedia humana. Es más, el que sólo vea en la pasión el sufrimiento de un buen hombre, llamado Jesús de Nazaret, corre el peligro de considerar a Dios como un poder celestial frío, antipático y cruel. Ello sería destruir la fe cristiana. Por eso muchos teólogos actuales se ven obligados a implicar a Dios en la pasión de Cristo y a descubrir esta pasión en el seno mismo de Dios. La misma piedad cristiana tradicional siempre ha adorado al Crucificado como Dios y ha hablado sin problemas de la "pasión de Dios".

Hagamos algunas distinciones. Dios ciertamente no puede sufrir al estilo de los humanos. A él no le puede venir ningún sufrimiento inesperado, como fatalidad o castigo. El no está sujeto al dolor al modo de la criatura limitada y perecedera. Pero esto no quiere decir que Dios no pueda padecer de ninguna manera. Si Dios fuera impasible en absoluto, seguramente sería incapaz de amar. Sería capaz de amarse a sí mismo, pero no a sus criaturas. Pero si Dios es capaz de amar a otros, está expuesto a los sufrimientos que le acarreará este amor; aunque el mismo amor no le permite sucumbir al dolor. Dios no sufre, como la criatura, por faltarle algo. En ese sentido él es impasible. Dios padece por efecto de su amor, que es el desbordamiento de su ser. En este sentido Dios parece estar sujeto al sufrimiento. Los judíos en el Antiguo Testamento se tomaron en serio el tema del sufrimiento divino. Dios es libre y no está sometido al destino. Pero, movido por el amor, se comprometió en una Alianza. El es "Dios de los dioses" y al mismo tiempo es el Dios aliado del pequeño pueblo de Israel. Reina en el cielo y vive a la vez entre los seres inferiores y humillados.

En la Alianza Dios se vuelve vulnerable: vive las experiencias de Israel, sus triunfos, sus pecados, sus sufrimientos. Su existencia y la historia del pueblo están estrechamente ligadas. Dios tiene una relación libre y apasionada con sus criaturas. El Eterno toma en serio a los hombres, hasta el punto de sufrir con ellos en sus luchas y de sentirse herido por sus pecados. Según cuentan los profetas, Dios siente amor por su pueblo como un amigo, como un padre (Os 11,1-9; Mal 3,17; Sal 102,13), o una madre (Is 49,15-16; 66,13), y hasta como un amante decepcionado (Ez 16; Is 54,4-10; Os 2,6-7).

El Dios del universo se comporta como padre "paciente y misericordioso" (Sal 102,8), que sabe sufrir a su modo.

El sabe lo que es padecer el sufrimiento del amor: "Cada vez que le reprendo... se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión" (Jer 31,20). "Me da un vuelco el corazón y se me revuelven todas las entrañas" (Os 11,8), hacen decir los profetas al mismo Dios. Decir que Dios es amor es decir que es vulnerable. Dios ama y, por tanto, puede ser correspondido o puede ser rechazado. Y la historia muestra duramente la gran capacidad del hombre para rechazar el amor. Eso no le es indiferente a Dios. El sufre por el rechazo del amor.

Sin embargo, el amor no quiere el sufrimiento. El amor quiere la felicidad del otro y sigue amándolo aunque él se niegue a amar. Asume su dolor porque lo ama y quiere compartirlo con él. Tal es el sufrimiento de Dios, fruto del amor y de su infinita capacidad de solidaridad.

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EL CONSEJO PASTORAL COMO PRÁCTICA DE SABIDURÍA (III)

Daniel Schipani Visiones y Herramientas, 2004


Los consejeros pastorales se interesan en las expresiones múltiples de fidelidad y crecimiento en la vida definida por la fe o discipulado. Así procuran relacionar esa fidelidad y ese crecimiento a los ámbitos del aconsejamiento y a las agendas ricas y complejas de quienes solicitan nuestro servicio. Hay desde luego innumerables situaciones que requieren aconsejamiento pastoral cuando se enfrentan los desafíos y las luchas de la vida (por ejemplo, decisiones vocacionales, serios conflictos matrimoniales, el dolor y la muerte, o el abuso emocional o sexual). En todas las ocasiones la reflexión teológico-pastoral y la tarea de aconsejamiento deben establecer conexiones significativas entre el problema o foco particular de atención que presentan las personas y la comprensión del crecimiento humano a la luz de la fe cristiana. El crecimiento espiritual se entiende entonces a la luz de la convicción de que "Cristo es poder y sabiduría de Dios…al cual hizo Dios por nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención…tenemos la mente de Cristo." (I. Cor. 1:24b, 30b; 2:16b). En tanto representantes de Cristo, los consejeros pastorales atienden a su propio crecimiento espiritual y procuran practicar su ministerio a la manera de Cristo. Esta clase de aconsejamiento supone entonces varias dimensiones interrelacionadas de identidad y carácter de parte del consejero, incluyendo ciertas maneras de percibir y conocer (visión), de ser y de amar (virtud), y de vivir y trabajar (vocación). Los consejeros pastorales realizan tal representación en medio de esa relación tan especial que define al aconsejamiento como pastoral en el sentido específico del término. En otras palabras, los consejeros pastorales procuran explícitamente establecer una relación de cuidado pastoral en el nombre y en el espíritu de Cristo. Obviamente, se espera que algo similar ocurra en el caso de personas cristianas que trabajan en las ciencias humanas prácticas como lo son la educación y la psicoterapia u otra forma de psicología aplicada. En tales casos esperamos, también, que los profesionales cristianos trabajen "cristianamente" y con un carácter cristiano. La diferencia respecto a los consejeros pastorales, y especialmente los pastores en tanto consejeros, es que todos éstos representan también a la iglesia en forma explícita. Además, representan intencionalmente a Cristo como quien guía y orienta, reconcilia, apoya, y sana a los necesitados de la Gracia en medio de sus desafíos y luchas existenciales.

4. El consejo pastoral debe fundamentarse en la Escritura

La fundamentación e inspiración bíblica del consejo pastoral debe reflejarse y expresarse de varias maneras interrelacionadas, incluyendo las cuatro que destacamos en los próximos párrafos. Tomados en conjunto, estos principios nos ayudan a definir lo que significa aconsejar bíblicamente como un rasgo esencial del consejo pastoral. Los pastores consejeros trabajan con un marco y una perspectiva de la sabiduría presentada en la Escritura como una manera especial de hacer teología. Este marco referencial está en armonía con la afirmación de que la Escritura revela en forma veraz y confiable la naturaleza y el destino humanos, con una visión de la vida plena, cuando se la interpreta en armonía con Jesucristo, la Palabra encarnada, Sabiduría de Dios, según la guía del Espíritu y en medio de una comunidad que busca y discierne la voluntad divina.

Tal marco referencial y perspectiva determina decisivamente nuestra visión de la realidad, del conocer y de la verdad; de la formación y la transformación; de la naturaleza del bien, y de la plenitud humana, y del diario vivir con sabiduría para amar y trabajar. El consejo pastoral—en forma análoga a la predicación y la enseñanza—incluye la consideración debida a las narrativas, enseñanzas, poesía, profecía, y otros materiales bíblicos, en la medida que tales variaciones de la Palabra escrita iluminan y responden a las necesidades de orientación en medio de los desafíos y las luchas de la vida. Podríamos de hecho identificar varias posibilidades de aplicación.

Sin embargo, la Biblia no se considera meramente como un instrumento útil para el consejo pastoral, sino como que contribuye en forma decisiva a definir las metas, los procesos, y el contenido mismo de este ministerio. Por lo tanto, los consejeros pastorales afirman el poder de la Escritura como agente de revelación e iluminación y cambio. Simultáneamente, han de permanecer concientes de las situaciones específicas que abordan en la consejería y ser sensibles a las necesidades particulars y el potencial único de crecimiento de quienes necesitan su servicio.

De todas maneras, la Biblia no debe conformarse a las metas de la consejería o la psicoterapia, sino al revés. Toda teoría y enfoque psicológico o psicoterapéutico utilizado en el aconsejamiento pastoral debe ser consistente con el poder de la Escritura de revelar sabiduría a la luz de Dios. Este principio supone la afirmación de que la Biblia es el texto de la iglesia por excelencia.

Los consejeros pastorales prestan especial atención a un proceso hermenéutico único cuya meta es el discernimiento sabio, la toma de decisiones sabias, y el sabio diario vivir. Reconocen que el proceso del aconsejamiento, visto como un encuentro dinámico con esos documentos vivos que son las narrativas de la vida de las personas a quienes sirven, incluye una estructura inductiva análoga a la lectura del texto bíblico en términos de ver, juzgar, y actuar.

Reconocen además que el proceso de aconsejamiento incluye una forma especial de circulación hermenéutica que involucra no sólo la agenda personal de las personas en el contexto de sus familias y de sus realidades sociales, sino también la agenda del reino de Dios en diálogo con las de la iglesia y la sociedad. Así orientado, el consejo pastoral rechaza todo uso literalista, fundamentalista y racionalista de la Biblia.

Al contrario, los consejeros pastorales procuran conducir una conversación multidimensional que parte de las historias y visiones personales y familiares de las personas a quienes se sirve en medio de sus situaciones sociales y a partir de sus desafíos y luchas existenciales. Junto con la comprensión necesaria basada en las contribuciones de las ciencias humanas (especialmente la psicología incluyendo, claro está, determinadas destrezas clínicas) esa "conversación" incluye las perspectivas teológico-pastorales enraizadas en las historia viva del pueblo de Dios y en la visión esperanzada de su reino. En síntesis, se trata del tipo de proceso que es práctico y teológico a la misma vez, es decir, una forma de hacer teología práctica.

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