20 de enero de 2013
En esta porción bíblica
Lucas da continuidad a su evangelio mostrando los preparativos que tuvo que
hacer Jesús y que eran necesarios antes de su ascensión y marca los tiempos
entre esta y su parousia o retorno glorioso. Además, que la instauración del
reino de Dios no termina con la muerte, resurrección y ascensión, y toma una
enorme relevancia con el testimonio que los apóstoles y otros discípulos dan
acerca de la muerte y resurrección de Jesús,
Dios continua cumpliendo sus promesas en la persona de Jesús en cuanto a
que no nos dejaría solos y que enviaría a su Espíritu Santo.
Este testimonio se origina
en Jesús mismo y se convierte en una fuerza irresistible cuando Dios envía a su
Espíritu a la comunidad de los que creen en Él. Así pueden cumplir con el mandato que les había
dado en el versículo ocho “Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la Tierra”
En primer lugar daremos a
conocer algunas otras opciones que nos ofrece la definición de la palabra Koinonia,
lo cual nos será de gran utilidad para comprender la importancia de estar
unidos, unánimes, acompañándonos, pero no solamente en la alegría, en la
fiesta, en el gozo, sino también en la tristeza, en la enfermedad, en la
soledad, en la necesidad, en el duelo, y sobre todo en el servicio o trabajo
que ofrendamos a nuestro Dios. Esto por supuesto considerando la gran paradoja
que encierra la segunda parte del título del tema que nos ocupa “juntos y
separados en unión permanente”, también encontraremos en esta hermosa porción
bíblica los fundamentos de la iglesia Cristiana que inicia precisamente con la
ascensión de Jesús, momento en que todo parecía concluido y perdido y entonces
se presenta el florecimiento de la Iglesia con la llegada del Espíritu Santo para
dar testimonio de la instauración del reino de Dios en la tierra y fortalecer
nuestra esperanza en su retorno glorioso.
La palabra Koinonia es compartir,
compañerismo, comunión, acompañamiento
En la epístola a los
hebreos capitulo 3 verso 1 nos exhorta “Por
tanto hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al
apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” por tanto él nos ha hecho coparticipes, de su
profesión, nos ha privilegiado compartiendo un lugar en el reino de Dios para
que en franca Koinonia le sirvamos de corazón sincero y con alegría convertidos
en el cuerpo de su iglesia.
Pero a veces amados
hermanos idealizamos algunas porciones bíblicas y pensamos que nunca van a
existir diferencias de opinión y en nuestras formas de hacer las cosas, que
nunca va existir enojo y hasta distanciamiento, y dejamos fuera otras muchas
porciones de la misma escritura que nos enseñan cómo debemos manejar esas
diferencias esos enojos sujetándonos a la voluntad de Dios, y cuando no son
atendidos oportunamente hasta los convertimos en cuestiones personales que nos
distancian como hermanos en la fe y afectan el buen desempeño del trabajo que
realizamos para el Señor porque Dios no aprueba ni prospera este tipo de
situaciones, debemos pensar muy bien con madurez y guiados por el espíritu de
Dios la forma en que debemos resolver este tipo de controversias entre nosotros
aplicando lo que la escritura nos dice y haciendo a un lado el pensamiento
carnal que no nos permite conciliar esas diferencias.
-Practicamos la Koinonia cuando
nos reunimos en derredor de la mesa sacramental y participamos todos unánimes
en una misma fe en compartir en nuestra conciencia el dolor físico y espiritual
que sufrió Cristo por nosotros y los efectos de su sangre en nuestra vida, que
nos lavo del pecado, esto es, la muerte de Cristo y de su cuerpo, tal y como es proclamado en la impartición de
los elementos, a esto se refiere 1 Cor. 11: 29 “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del
Señor, juicio come y bebe para sí”,
pero también nos gozamos en saber que Cristo resucito y que nos sostiene
la esperanza de que vendrá por segunda vez a proclamar la plenitud de su reino
del cual nos ha hecho participes.
-Practicamos la Koninonia
cuando actuamos compartiendo las bendiciones que nos da el Señor en
cumplimiento con las enseñanzas de Jesús.
Al compartir con los menos favorecidos hallan expresión las palabras de Jesús
“más bienaventurado es dar que recibir”
y nuestro espíritu se regocija y se goza en el servicio a los necesitados. Siempre
invariablemente vamos a encontrar a alguien con mayor necesidad que nosotros y
en contraparte siempre vamos a encontrar a alguien más favorecido que nosotros
que pueda compartirnos las bendiciones de Dios de esta manera nos garantiza que
nadie se quede sin compartir.
-Practicamos la Koninonia
cuando unidos y guiados por el Espíritu de Dios y poniendo en práctica cada uno
de los dones que nos dio coadyuvamos en el extendimiento del evangelio en
cualquier momento u oportunidad que el mismo nos brinda para servirle, somos
embajadores, representantes y servidores de Cristo y administradores de los
misterios de Dios, pero es necesario que como súbditos del Rey soberano cada
uno sea hallado fiel no haciendo planes y hablando a mutuo propio sino en el
nombre del que nos envió, haciendo su voluntad y pronunciando palabra fielmente.
-Practicamos la Koinonia cuando
compartimos el conocimiento de él para edificarnos unos a otros sin egoísmos,
sin arrogancia, sin petulancias que distraigan la esencia de su palabra, sino
por el contrario con la mayor sencillez y humildad imitando a Jesús en esto
como verdaderos discípulos de él.
-Practicamos la Koinonia
cuando nos damos cuenta de que formamos parte de un reino espiritual en el que
todos los creyentes somos incluidos sin distinción alguna y servimos a través
del ministerio que Dios nos ha entregado y comprendemos que dentro de este
reino ninguno de nosotros tiene mayor valor para el Señor y ninguno de nuestros
actos por muy bondadosos, llenos de misericordia o por el gran costo económico
que nos represente, para Dios no tienen ningún valor, porque todo provienen de
él, y esto si hay que resaltarlo, en lo que hacemos en su nombre nunca
menosprecia nuestra obediencia y
fidelidad para servirle.
La Koinonia va mas pero
mucho mas allá del significado de una palabra, es la unidad de la iglesia en un
mismo Espíritu, es buscar la armonía a través de la concordia y la fraternidad
para vivir en justicia y paz, pero no
como la entendemos carnalmente sobrellevándonos para mantener la fiesta en paz,
sino espiritualmente conforme nos guie el Espíritu Santo, no hay lugar para el egoísmo,
no hay lugar para la vanagloria para el interés particular solo prevalece la
voluntad perfecta, justa y divina de Dios.
Algo de suma importancia
hermanos es que debemos aprender a controlar nuestra pasión por servir a Dios
dentro de sus preceptos y asegurarnos que sea un ferviente deseo de serle útil
y no alguna contienda o interés particular de que el también nos retribuya algo,
porque si esa pasión se desaborda y
rebaza nuestro dominio propio, nos llevara finalmente a hacer nuestra voluntad
y no la de Dios, de igual forma debemos cuidar el celo que a veces mostramos
para tratar de servir a Dios mejor que mi hermano o mi hermana para que Dios se
dé cuenta de cuánto lo amamos y lo fervientes que somos en nuestro servicio,
porque esto puede llevarnos a sentirnos muy iluminados por él y hasta sentirnos
los dueños de la iglesia por ser los que más trabajamos o aportamos. Si no
somos cuidados en buscar siempre su voluntad amados hermanos, estaremos en
riesgo constante de caer en la trampa que cayó Caín y lejos de agradar a Dios,
lo ofendemos con nuestros actos contristando su Espíritu alejándonos del camino
que nos lleva a su voluntad.
A eso se refiere el
Apostol Pablo en Rom. 10: 2-3 “Porque yo les doy testimonio de que tienen celo
de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y
procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”
En todos estos casos que
se ha expuesto la koinonia es indispensable la presencia del Espíritu de Dios y la
sujeción a su Palabra, para que se mueva en medio de nosotros como el quiere y
por donde el quiere, para que obre libremente en cada uno de nosotros y en
todos a la vez, estando juntos o
separados llenándonos de su amor, de su paz, de su gracia infinita que es
fuente inagotable en nuestras vidas.
Los lazos que unen a la
Cristiandad están presentes doliéndonos con el que se duele, con el que padece
enfermedad o necesidad y aun con los que gozan, están de fiesta en su alegría
ahí esta Dios en medio de nosotros estemos físicamente juntos o separados.
Pasemos ahora hermanos a puntualizar
particularmente que en esta porción bíblica se destacan los fundamentos de la
Iglesia Cristiana, Jesús se estuvo apareciendo a sus discípulos durante
cuarenta días en los cuales los preparo instruyéndolos sobre el Reino de Dios, guiados
por supuesto por el Espíritu de Dios y utilizando como instrumentos de su
gracia a sus elegidos, los cuales fortalecidos grandemente en su fe, por los
hechos que vivieron con Jesús y sobre todo por el acompañamiento y guía del Espíritu
inician en una koinonia espiritual el
principio de la iglesia de Jesucristo, la cual pago con sangre preciosa
estableciendo el Reino de Dios en el tierra.
Por ello la palabra
koinonia tiene un significado tan amplio en todos los aspectos, pero ¿de qué manera actúa dentro de la iglesia? Y
¿Sobre qué se sostiene la iglesia y cuáles son sus fundamentos y su fortaleza?
Encontremos uno a uno estos
fundamentos o cimientos en los que descansa la iglesia y de ninguna manera se
hace referencia al templo, sino a la esencia espiritual con que ha bendecido a
nuestra parte humana convirtiéndonos en su cuerpo.
El primer pilar de la iglesia es La Fe el versículo 12 nos describe que los
apóstoles con base en el testimonio de Jesús y el cumplimiento de sus promesas
creyeron en lo que les había ordenado en el versículo 4 “Y estando juntos, les mando que no se fueran de Jerusalén, sino que
esperaran la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mi”.
Los apóstoles vieron con tristeza que su líder
se alejaba y los dejaba solos, sumidos en el miedo de sufrir las mismas
consecuencias que había sufrido Jesús y al sentir su ausencia bien pudieron desertar del llamamiento que
Dios les había hecho a cada uno de ellos, sin embargo la fe que es usada en
cuestiones solamente espirituales, porque está basada en la confianza, en la
fidelidad y en los hechos que Jesús mostro a ellos, pudo más que su temor y la incertidumbre de lo
que pudiese ocurrir si se quedaban en Jerusalén, ellos creyeron en Jesús y se
mantuvieron fieles a la causa por la cual vino al mundo, una conducta indudablemente
inspirada por su redención, pero la base primordial de su fe fue su
resurrección, ellos creyeron en el Jesús
vivo, el que se había levantado
victorioso de la muerte, y que vieron ascender para ir a la presencia del Padre
y no en un Jesús muerto sangrante e inerte, ellos creyeron en el Jesús
resucitado.
-El segundo Pilar de la
Iglesia es la oración y lo describe el versículo 14 “Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las
mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” Jesús les había
enseñado que la oración es el deseo de lo que ansiamos, es rogar, pedir,
suplicar a Dios nuestro padre que venga
en nuestro auxilio, ellos sabían que el Espíritu Santo estaba con ellos y muy
pronto estaría en ellos conforme a la promesa de Jesús Jn. 14: 16-18 y en esos
momentos el Espíritu como el único interprete de las necesidades del corazón
humano, hace su intercesión por ellos y por ellas guiándolos en su oración, en
su creencia de que Jesús se encontraba intercediendo ahora sentado a la diestra
del Padre y era necesario orar en su nombre, dándole a la oración la armonía de
su carácter porque la estaban presentando en el mismo Espíritu de dependencia y
sumisión que Jesús lo hacía cuando oraba al Padre. Cuando oramos con fe se está representando el
reconocimiento de nuestra debilidad o ineptitud para resolver por nosotros
mismos lo que nos aflige, y se convierte en la recomendación de nosotros mismos
al reconocer la soberanía de nuestro Padre Celestial y su poder, su control sobre todas las cosas por
eso acudimos a Él, porque sabemos que
nadie más puede resolver nuestros
asuntos y entonces traemos esa carga sobre Jesús y descansamos confiadamente en
la fidelidad de Dios. Debemos destacar que no hay ninguna oración en el NT dirigida distintivamente
al Espíritu Santo.
El tercer pilar de la
iglesia es la predicación de La palabra de Dios, es el alimento que nos nutre espiritualmente y nos fortalece, nos reanima,
nos entusiasma, y debemos hacer énfasis en esta palabra que proviene del
vocablo griego en-Theos (que lleva un Dios dentro) (exaltación del ánimo bajo la inspiración
divina), en los versículo del 15-20 el
apóstol Pedro entusiasmado por el Espíritu Santo predica sobre las promesas de Jesús
y sobre los salmos contagiando su entusiasmo y fortaleciendo a todos los
presentes que eran como ciento veinte para que se mantengan fieles en su fe en
Jesucristo y sobre todo resalta la importancia de la obediencia y a lo que nos
lleva la desobediencia que viene siendo como una traición a la cristiandad y
sus consecuencias.
Judas no creyó en que Jesús
resucitaría, el confió en quienes conspiraron para matarle y pensó en sacar algo
de provecho antes que lo asesinaran, si su fe hubiera estado cimentada en las
promesas de Jesús nunca lo habría traicionado. Pero como lo más sobresaliente de la
predicación ahora que la estamos mencionando, no podemos pasar por alto, que Inmediatamente después de la porción bíblica
que estamos escudriñando, ya en el capítulo II, y una vez que ha venido a ellos
el Espíritu Santo inspira al propio Pedro y expone una verdadera cátedra de la
Palabra de Dios proclamando la resurrección y la victoria de Jesucristo sobre
la muerte, en el momento justo en que el
Espíritu Santo llevaba al éxtasis a todos los que estaban sentados en la casa,
todos sumidos en un trance de desconcierto pleno de alegría y gozo, en donde se
desvanece la conciencia ordinaria y la percepción natural de las cosas y su
alma quedaba solo sensible a la visión impartida por Dios en esos momentos.
El día de Pentecostés es
uno de los hechos más portentosos que nos narra la escritura y ¿a quién de
nosotros no nos hubiera gustada haber vivido ese momento? de ahí el por qué
muchos hermanos de otras denominaciones vivan con el ferviente deseo de revivir
este evento y hacen innumerables intentos por lograrlo.
Otro pilar importantísimo
que no podemos dejar de mencionar son los sacramentos, ya que son fundamentos
imprescindibles en la vida actual de la Iglesia para que tengamos presente el
sacrificio de Jesús por nosotros y su resurrección y así se mantenga viva
nuestra esperanza en su promesa de que regresara y escatológicamente (a futuro)
con su regreso el cumplimiento de su
promesa, como el novio ataviado para la cena o fiesta que representará la celebración de las bodas del Cordero con su iglesia.
Aunque en esta porción bíblica
se trataba de los inicios de la iglesia y no sería sino hasta hechos 2: 38- 42
cuando encontramos incluidos tanto el bautismo como la cena del Señor, aquí se
le menciona como el partimiento del pan.
En Hech. 20: 7 vamos a encontrar que el
apóstol Pablo ya incluía el partimiento del pan
en el culto el primer día de la semana y más adelante ya en sus
epístolas lo denomina como la Cena del Señor. Es importante hacer mención que la palabra
sacramento no aparece en la Biblia. El origen de este término más bien deriva
del juramento de lealtad que un soldado romano hacia a su emperador al
considerarlo (su dios), la lealtad al Cesar era sobre todas las cosas, también
se aplicaba a un objeto puesto como garantía de algo, que se depositaba para
fines sagrados; con el tiempo este
termino fue tomando la acepción de algo sagrado y se aplico entre los
Cristianos en los cultos practicados por la iglesia considerando inicialmente
unos treinta sacramentos.
Los apóstoles son un pilar
importante dentro de la iglesia, pero indiscutiblemente, la piedra angular,
pilar principal y cabeza de la iglesia donde toman vida todos los anteriormente
expuestos es Jesucristo, y como ya hemos mencionado en la carta a los Heb. 3:1 nos lo confirma “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial,
considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión Cristo Jesús”
porque fue el primer enviado por el Padre para perfeccionar su revelación, iniciada imperfectamente por
medio de los profetas, y ahora en Jesús llega a su plenitud, Jesús es superior
a los ángeles, pero se humillo y se hizo igual a sus hermanos los hombres para
privilegiarnos, para hacernos primeramente sus discípulos compartiéndonos su
conocimiento sobre la obediencia, la humildad, la misericordia, la bondad, la
justicia, el amor al prójimo y todo esto
es koinonia. Y una vez que lo considero
oportuno nos convierte en apóstoles y sacerdotes a través de la gracia
alcanzada por su sacrificio, haciéndonos justos delante del Padre, y sus
hermanos al convertirnos en hijos adoptivos del Padre.
Todos estos cimientos o
pilares de la iglesia no han cambiado hasta nuestros días todas las iglesias
que nacen y crecen y se desarrollan en el nombre de Jesús tienen estos mismos
fundamentos, de hecho nuestra iglesia “AMMI-SHADDAY” nació exactamente así,
primero varias familias con una fe convincente de que fueron llamados por Dios
para servirle, formando una nueva iglesia, se empezaron a reunir en diversas
casas para orar y pedir a Dios que nos guiara en este propósito y que si esa
era su voluntad lo manifestara prosperando todo lo que se planeaba hacer en su
nombre y el Señor contesto.
Posteriormente fuimos
discipulados para ser diáconos, ancianos y maestros y servir en estos
ministerios en la iglesia, es cierto que muchos hermanos y hermanas ya no están
con nosotros se han ido a servir al Señor en otros lugares, otros ya están en
la presencia de Dios y los que quedamos solo por la gracia bendita de Dios
estamos aquí, el Señor ha añadido a muchos hermanos con nuevos bríos, para que
fortalezca su obra en este lugar y algo muy importante hermanos nuestra iglesia
siempre ha sido muy bendecida con los pastores que han servido al Señor en esta
iglesia y por ello no deben cesar nuestros labios de darle gracias por todas
sus bondades y misericordias.
Por último los versículos
21-26 nos habla de que era necesario que fueran doce y con ello nos muestra que
todos somos necesarios, Dios no excluye a nadie, pero paradójicamente con el
caso de Judas también nos muestra que nadie absolutamente nadie es
indispensable en su iglesia, Judas debía ser reemplazado por su desvió por su
traición como pilar inservible para sostener a la iglesia.
Dios nos da la bendición
de servirle y trabajar en su reino, pero son a veces nuestras experiencias y
nuestra propia sabiduría humana la que queremos utilizar para dirigir y
edificar a la iglesia, sin considerar que es la palabra de Dios la máxima
autoridad que debe guiar en obediencia primeramente nuestras vidas y una vez
que damos testimonio de ser aptos en ello nos concede ministrar a su Iglesia.
Confiando en que Jesús
resucito y que vendrá por segunda vez en toda su gloria, para levantar a su
iglesia gloriosa con él no desesperemos mantengamos viva su promesa que nos
hizo en Jn. 16: 22 “También vosotros ahora tenéis Tristeza; pero os volveré a ver, y se
gozara vuestro corazón, y nadie os quitara vuestro gozo” oremos a nuestro
Dios para darle gracias por lo que nos ha permitido hacer en esta amada iglesia
en nuestros hechos pasados, y para que nos siga dando la oportunidad y el
privilegio de servirle mejor y con mayor ahincó como su cuerpo.
Bibliografía: LA BIBLIA
DE ESTUDIO DIOS HABLA HOY. Editorial “SOCIEDADES BIBLICAS UNIDAS” 1994
SANTA BIBLIA “VERSION
REINA VALERA 1960”
DICCIONARIO EXPOSITIVO
VINE Editorial “Grupo Nelson” 2007
NUEVO DICCIONARIO DE LA
BIBLIA. Editorial UNILIT 1999.
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