sábado, 19 de enero de 2013

La koinonía: juntos y separados en unión permanente, Ricardo Ruiz O.

20 de enero de 2013

En esta porción bíblica Lucas da continuidad a su evangelio mostrando los preparativos que tuvo que hacer Jesús y que eran necesarios antes de su ascensión y marca los tiempos entre esta y su parousia o retorno glorioso. Además, que la instauración del reino de Dios no termina con la muerte, resurrección y ascensión, y toma una enorme relevancia con el testimonio que los apóstoles y otros discípulos dan acerca de la muerte y resurrección de Jesús,  Dios continua cumpliendo sus promesas en la persona de Jesús en cuanto a que no nos dejaría solos y que enviaría a su Espíritu Santo.
Este testimonio se origina en Jesús mismo y se convierte en una fuerza irresistible cuando Dios envía a su Espíritu a la comunidad de los que creen en Él.   Así pueden cumplir con el mandato que les había dado en el versículo ocho “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la Tierra” 
En primer lugar daremos a conocer algunas otras opciones que nos ofrece la definición de la palabra Koinonia, lo cual nos será de gran utilidad para comprender la importancia de estar unidos, unánimes, acompañándonos, pero no solamente en la alegría, en la fiesta, en el gozo, sino también en la tristeza, en la enfermedad, en la soledad, en la necesidad, en el duelo, y sobre todo en el servicio o trabajo que ofrendamos a nuestro Dios. Esto por supuesto considerando la gran paradoja que encierra la segunda parte del título del tema que nos ocupa “juntos y separados en unión permanente”, también encontraremos en esta hermosa porción bíblica los fundamentos de la iglesia Cristiana que inicia precisamente con la ascensión de Jesús, momento en que todo parecía concluido y perdido y entonces se presenta el florecimiento de la Iglesia con la llegada del Espíritu Santo para dar testimonio de la instauración del reino de Dios en la tierra y fortalecer nuestra esperanza en su retorno glorioso.
La palabra Koinonia es compartir, compañerismo, comunión, acompañamiento
En la epístola a los hebreos capitulo 3 verso 1 nos exhorta “Por tanto hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”  por tanto él nos ha hecho coparticipes, de su profesión, nos ha privilegiado compartiendo un lugar en el reino de Dios para que en franca Koinonia le sirvamos de corazón sincero y con alegría convertidos en el cuerpo de su iglesia.
Pero a veces amados hermanos idealizamos algunas porciones bíblicas y pensamos que nunca van a existir diferencias de opinión y en nuestras formas de hacer las cosas, que nunca va existir enojo y hasta distanciamiento, y dejamos fuera otras muchas porciones de la misma escritura que nos enseñan cómo debemos manejar esas diferencias esos enojos sujetándonos a la voluntad de Dios, y cuando no son atendidos oportunamente hasta los convertimos en cuestiones personales que nos distancian como hermanos en la fe y afectan el buen desempeño del trabajo que realizamos para el Señor porque Dios no aprueba ni prospera este tipo de situaciones, debemos pensar muy bien con madurez y guiados por el espíritu de Dios la forma en que debemos resolver este tipo de controversias entre nosotros aplicando lo que la escritura nos dice y haciendo a un lado el pensamiento carnal que no nos permite conciliar esas diferencias.         

-Practicamos la Koinonia cuando nos reunimos en derredor de la mesa sacramental y participamos todos unánimes en una misma fe en compartir en nuestra conciencia el dolor físico y espiritual que sufrió Cristo por nosotros y los efectos de su sangre en nuestra vida, que nos lavo del pecado, esto es, la muerte de Cristo y de su cuerpo,  tal y como es proclamado en la impartición de los elementos, a esto se refiere 1 Cor. 11: 29 “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”,  pero también nos gozamos en saber que Cristo resucito y que nos sostiene la esperanza de que vendrá por segunda vez a proclamar la plenitud de su reino del cual nos ha hecho participes.

-Practicamos la Koninonia cuando actuamos compartiendo las bendiciones que nos da el Señor en cumplimiento con las enseñanzas de Jesús.  Al compartir con los menos favorecidos hallan expresión las palabras de Jesús “más bienaventurado es dar que recibir” y nuestro espíritu se regocija y se goza en el servicio a los necesitados. Siempre invariablemente vamos a encontrar a alguien con mayor necesidad que nosotros y en contraparte siempre vamos a encontrar a alguien más favorecido que nosotros que pueda compartirnos las bendiciones de Dios de esta manera nos garantiza que nadie se quede sin compartir.

-Practicamos la Koninonia cuando unidos y guiados por el Espíritu de Dios y poniendo en práctica cada uno de los dones que nos dio coadyuvamos en el extendimiento del evangelio en cualquier momento u oportunidad que el mismo nos brinda para servirle, somos embajadores, representantes y servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios, pero es necesario que como súbditos del Rey soberano cada uno sea hallado fiel no haciendo planes y hablando a mutuo propio sino en el nombre del que nos envió, haciendo su voluntad y pronunciando palabra fielmente.

-Practicamos la Koinonia cuando compartimos el conocimiento de él para edificarnos unos a otros sin egoísmos, sin arrogancia, sin petulancias que distraigan la esencia de su palabra, sino por el contrario con la mayor sencillez y humildad imitando a Jesús en esto como verdaderos discípulos de él.

-Practicamos la Koinonia cuando nos damos cuenta de que formamos parte de un reino espiritual en el que todos los creyentes somos incluidos sin distinción alguna y servimos a través del ministerio que Dios nos ha entregado y comprendemos que dentro de este reino ninguno de nosotros tiene mayor valor para el Señor y ninguno de nuestros actos por muy bondadosos, llenos de misericordia o por el gran costo económico que nos represente, para Dios no tienen ningún valor, porque todo provienen de él, y esto si hay que resaltarlo, en lo que hacemos en su nombre nunca menosprecia  nuestra obediencia y fidelidad para servirle.

La Koinonia va mas pero mucho mas allá del significado de una palabra, es la unidad de la iglesia en un mismo Espíritu, es buscar la armonía a través de la concordia y la fraternidad para vivir en justicia y  paz, pero no como la entendemos carnalmente sobrellevándonos para mantener la fiesta en paz, sino espiritualmente conforme nos guie el Espíritu Santo, no hay lugar para el egoísmo, no hay lugar para la vanagloria para el interés particular solo prevalece la voluntad perfecta, justa y divina de Dios.
Algo de suma importancia hermanos es que debemos aprender a controlar nuestra pasión por servir a Dios dentro de sus preceptos y asegurarnos que sea un ferviente deseo de serle útil y no alguna contienda o interés particular de que el también nos retribuya algo, porque si esa pasión  se desaborda y rebaza nuestro dominio propio, nos llevara finalmente a hacer nuestra voluntad y no la de Dios, de igual forma debemos cuidar el celo que a veces mostramos para tratar de servir a Dios mejor que mi hermano o mi hermana para que Dios se dé cuenta de cuánto lo amamos y lo fervientes que somos en nuestro servicio, porque esto puede llevarnos a sentirnos muy iluminados por él y hasta sentirnos los dueños de la iglesia por ser los que más trabajamos o aportamos. Si no somos cuidados en buscar siempre su voluntad amados hermanos, estaremos en riesgo constante de caer en la trampa que cayó Caín y lejos de agradar a Dios, lo ofendemos con nuestros actos contristando su Espíritu alejándonos del camino que nos lleva a su voluntad.

A eso se refiere el Apostol Pablo en Rom. 10: 2-3 “Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”    
En todos estos casos que se ha expuesto la koinonia es indispensable  la presencia del Espíritu de Dios y la sujeción a su Palabra, para que se mueva en medio de nosotros como el quiere y por donde el quiere, para que obre libremente en cada uno de nosotros y en todos a la vez,  estando juntos o separados llenándonos de su amor, de su paz, de su gracia infinita que es fuente inagotable en nuestras vidas. 
Los lazos que unen a la Cristiandad están presentes doliéndonos con el que se duele, con el que padece enfermedad o necesidad y aun con los que gozan, están de fiesta en su alegría ahí esta Dios en medio de nosotros estemos físicamente juntos o separados.

Pasemos ahora hermanos a puntualizar particularmente que en esta porción bíblica se destacan los fundamentos de la Iglesia Cristiana, Jesús se estuvo apareciendo a sus discípulos durante cuarenta días en los cuales los preparo instruyéndolos sobre el Reino de Dios, guiados por supuesto por el Espíritu de Dios y utilizando como instrumentos de su gracia a sus elegidos, los cuales fortalecidos grandemente en su fe, por los hechos que vivieron con Jesús y sobre todo por el acompañamiento y guía del Espíritu inician en una koinonia espiritual el  principio de la iglesia de Jesucristo, la cual pago con sangre preciosa estableciendo el Reino de Dios en el tierra. 

Por ello la palabra koinonia tiene un significado tan amplio en todos los aspectos, pero  ¿de qué manera actúa dentro de la iglesia? Y ¿Sobre qué se sostiene la iglesia y cuáles son sus fundamentos y su fortaleza?
Encontremos uno a uno estos fundamentos o cimientos en los que descansa la iglesia y de ninguna manera se hace referencia al templo, sino a la esencia espiritual con que ha bendecido a nuestra parte humana convirtiéndonos en su cuerpo.

 El primer pilar de la iglesia es  La Fe el versículo 12 nos describe que los apóstoles con base en el testimonio de Jesús y el cumplimiento de sus promesas creyeron en lo que les había ordenado en el versículo 4 “Y estando juntos, les mando que no se fueran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mi”.

 Los apóstoles vieron con tristeza que su líder se alejaba y los dejaba solos, sumidos en el miedo de sufrir las mismas consecuencias que había sufrido Jesús y al sentir su ausencia   bien pudieron desertar del llamamiento que Dios les había hecho a cada uno de ellos, sin embargo la fe que es usada en cuestiones solamente espirituales, porque está basada en la confianza, en la fidelidad y en los hechos que Jesús mostro a ellos,  pudo más que su temor y la incertidumbre de lo que pudiese ocurrir si se quedaban en Jerusalén, ellos creyeron en Jesús y se mantuvieron fieles a la causa por la cual vino al mundo, una conducta indudablemente inspirada por su redención, pero la base primordial de su fe fue su resurrección,  ellos creyeron en el Jesús vivo,  el que se había levantado victorioso de la muerte, y que vieron ascender para ir a la presencia del Padre y no en un Jesús muerto sangrante e inerte, ellos creyeron en el Jesús resucitado.

-El segundo Pilar de la Iglesia es la oración y lo describe el versículo 14 “Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” Jesús les había enseñado que la oración es el deseo de lo que ansiamos, es rogar, pedir, suplicar a Dios nuestro padre  que venga en nuestro auxilio, ellos sabían que el Espíritu Santo estaba con ellos y muy pronto estaría en ellos conforme a la promesa de Jesús Jn. 14: 16-18 y en esos momentos el Espíritu como el único interprete de las necesidades del corazón humano, hace su intercesión por ellos y por ellas guiándolos en su oración, en su creencia de que Jesús se encontraba intercediendo ahora sentado a la diestra del Padre y era necesario orar en su nombre, dándole a la oración la armonía de su carácter porque la estaban presentando en el mismo Espíritu de dependencia y sumisión que Jesús lo hacía cuando oraba al Padre.  Cuando oramos con fe se está representando el reconocimiento de nuestra debilidad o ineptitud para resolver por nosotros mismos lo que nos aflige, y se convierte en la recomendación de nosotros mismos al reconocer la soberanía de nuestro Padre Celestial y su  poder, su control sobre todas las cosas por eso acudimos a Él,  porque sabemos que nadie más puede resolver   nuestros asuntos y entonces traemos esa carga sobre Jesús y descansamos confiadamente en la fidelidad de Dios.       Debemos destacar que  no hay ninguna oración en el NT dirigida distintivamente al Espíritu Santo.  

El tercer pilar de la iglesia es la predicación de La palabra de Dios, es el alimento que nos nutre  espiritualmente y nos fortalece, nos reanima, nos entusiasma, y debemos hacer énfasis en esta palabra que proviene del vocablo griego en-Theos (que lleva un Dios dentro)  (exaltación del ánimo bajo la inspiración divina), en los versículo del 15-20  el apóstol Pedro entusiasmado por el Espíritu Santo predica sobre las promesas de Jesús y sobre los salmos contagiando su entusiasmo y fortaleciendo a todos los presentes que eran como ciento veinte para que se mantengan fieles en su fe en Jesucristo y sobre todo resalta la importancia de la obediencia y a lo que nos lleva la desobediencia que viene siendo como una traición a la cristiandad y sus consecuencias.
Judas no creyó en que Jesús resucitaría, el confió en quienes conspiraron para matarle y pensó en sacar algo de provecho antes que lo asesinaran, si su fe hubiera estado cimentada en las promesas de Jesús nunca lo habría traicionado.    Pero como lo más sobresaliente de la predicación ahora que la estamos mencionando, no podemos pasar por alto,  que  Inmediatamente después de la porción bíblica que estamos escudriñando, ya en el capítulo II, y una vez que ha venido a ellos el Espíritu Santo inspira al propio Pedro y expone una verdadera cátedra de la Palabra de Dios proclamando la resurrección y la victoria de Jesucristo sobre la muerte,  en el momento justo en que el Espíritu Santo llevaba al éxtasis a todos los que estaban sentados en la casa, todos sumidos en un trance de desconcierto pleno de alegría y gozo, en donde se desvanece la conciencia ordinaria y la percepción natural de las cosas y su alma quedaba solo sensible a la visión impartida por Dios en esos momentos.
El día de Pentecostés es uno de los hechos más portentosos que nos narra la escritura y ¿a quién de nosotros no nos hubiera gustada haber vivido ese momento? de ahí el por qué muchos hermanos de otras denominaciones vivan con el ferviente deseo de revivir este evento y hacen innumerables intentos por lograrlo.

Otro pilar importantísimo que no podemos dejar de mencionar son los sacramentos, ya que son fundamentos imprescindibles en la vida actual de la Iglesia para que tengamos presente el sacrificio de Jesús por nosotros y su resurrección y así se mantenga viva nuestra esperanza en su promesa de que regresara y escatológicamente (a futuro) con su regreso  el cumplimiento de su promesa, como el novio ataviado para la cena o fiesta que representará la  celebración de las bodas del Cordero con  su iglesia.

Aunque en esta porción bíblica se trataba de los inicios de la iglesia y no sería sino hasta hechos 2: 38- 42 cuando encontramos incluidos tanto el bautismo como la cena del Señor, aquí se le menciona como el partimiento del pan.
 En Hech. 20: 7 vamos a encontrar que el apóstol Pablo ya incluía el partimiento del pan  en el culto el primer día de la semana y más adelante ya en sus epístolas lo denomina como la Cena del Señor.   Es importante hacer mención que la palabra sacramento no aparece en la Biblia. El origen de este término más bien deriva del juramento de lealtad que un soldado romano hacia a su emperador al considerarlo (su dios), la lealtad al Cesar era sobre todas las cosas, también se aplicaba a un objeto puesto como garantía de algo, que se depositaba para fines sagrados;      con el tiempo este termino fue tomando la acepción de algo sagrado y se aplico entre los Cristianos en los cultos practicados por la iglesia considerando inicialmente unos treinta sacramentos.

Los apóstoles son un pilar importante dentro de la iglesia, pero indiscutiblemente, la piedra angular, pilar principal y cabeza de la iglesia donde toman vida todos los anteriormente expuestos es Jesucristo, y como ya hemos mencionado en  la carta a los Heb. 3:1  nos lo confirma “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión Cristo Jesús” porque fue el primer enviado por el Padre para perfeccionar su  revelación, iniciada imperfectamente por medio de los profetas, y ahora en Jesús llega a su plenitud, Jesús es superior a los ángeles, pero se humillo y se hizo igual a sus hermanos los hombres para privilegiarnos, para hacernos primeramente sus discípulos compartiéndonos su conocimiento sobre la obediencia, la humildad, la misericordia, la bondad, la justicia,  el amor al prójimo y todo esto es koinonia.    Y una vez que lo considero oportuno nos convierte en apóstoles y sacerdotes a través de la gracia alcanzada por su sacrificio, haciéndonos justos delante del Padre, y sus hermanos al convertirnos en hijos adoptivos del Padre.

Todos estos cimientos o pilares de la iglesia no han cambiado hasta nuestros días todas las iglesias que nacen y crecen y se desarrollan en el nombre de Jesús tienen estos mismos fundamentos, de hecho nuestra iglesia “AMMI-SHADDAY” nació exactamente así, primero varias familias con una fe convincente de que fueron llamados por Dios para servirle, formando una nueva iglesia, se empezaron a reunir en diversas casas para orar y pedir a Dios que nos guiara en este propósito y que si esa era su voluntad lo manifestara prosperando todo lo que se planeaba hacer en su nombre y el Señor contesto.
Posteriormente fuimos discipulados para ser diáconos, ancianos y maestros y servir en estos ministerios en la iglesia, es cierto que muchos hermanos y hermanas ya no están con nosotros se han ido a servir al Señor en otros lugares, otros ya están en la presencia de Dios y los que quedamos solo por la gracia bendita de Dios estamos aquí, el Señor ha añadido a muchos hermanos con nuevos bríos, para que fortalezca su obra en este lugar y algo muy importante hermanos nuestra iglesia siempre ha sido muy bendecida con los pastores que han servido al Señor en esta iglesia y por ello no deben cesar nuestros labios de darle gracias por todas sus bondades y misericordias.

Por último los versículos 21-26 nos habla de que era necesario que fueran doce y con ello nos muestra que todos somos necesarios, Dios no excluye a nadie, pero paradójicamente con el caso de Judas también nos muestra que nadie absolutamente nadie es indispensable en su iglesia, Judas debía ser reemplazado por su desvió por su traición como pilar inservible para sostener a la iglesia. 
Dios nos da la bendición de servirle y trabajar en su reino, pero son a veces nuestras experiencias y nuestra propia sabiduría humana la que queremos utilizar para dirigir y edificar a la iglesia, sin considerar que es la palabra de Dios la máxima autoridad que debe guiar en obediencia primeramente nuestras vidas y una vez que damos testimonio de ser aptos en ello nos concede ministrar a su Iglesia.

Confiando en que Jesús resucito y que vendrá por segunda vez en toda su gloria, para levantar a su iglesia gloriosa con él no desesperemos mantengamos viva su promesa que nos hizo en         Jn. 16: 22 “También vosotros ahora tenéis Tristeza; pero os volveré a ver, y se gozara vuestro corazón, y nadie os quitara vuestro gozo” oremos a nuestro Dios para darle gracias por lo que nos ha permitido hacer en esta amada iglesia en nuestros hechos pasados, y para que nos siga dando la oportunidad y el privilegio de servirle mejor y con mayor ahincó como su cuerpo.

Bibliografía: LA BIBLIA DE ESTUDIO DIOS HABLA HOY. Editorial “SOCIEDADES BIBLICAS UNIDAS” 1994
                      SANTA BIBLIA “VERSION REINA VALERA 1960”
                      DICCIONARIO EXPOSITIVO VINE Editorial “Grupo Nelson” 2007
                      NUEVO DICCIONARIO DE LA BIBLIA. Editorial UNILIT 1999.

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