LA COMUNIDAD CRISTIANA
Dietrich Bonhoeffer
Comunidad cristiana significa comunión
en Jesucristo y por Jesucristo. Ninguna comunidad cristiana podrá ser más ni
menos que eso. Y esto es válido para todas las formas de comunidad que puedan
formar los creyentes, desde la que nace de un breve encuentro hasta la que
resulta de una larga convivencia diaria. Si podemos ser hermanos es únicamente
por Jesucristo y en Jesucristo.
Esto significa, en primer lugar, que Jesucristo es el que fundamenta la
necesidad que los creyentes tienen unos de otros; en segundo lugar, que sólo
Jesucristo hace posible su comunión y, finalmente, que Jesucristo nos ha
elegido desde toda la eternidad para que nos acojamos durante nuestra vida y
nos mantengamos unidos siempre.
Comunidad de creyentes
El cristiano es el hombre que ya no
busca su salvación, su libertad y su justicia en sí mismo, sino únicamente en
Jesucristo. Sabe que la palabra de Dios en Jesucristo lo declara culpable
aunque él no tenga conciencia de su culpabilidad, y que esta misma palabra lo
absuelve y justifica aun cuando no tenga conciencia de su propia justicia. El
cristiano ya no vive por sí mismo, de su autoacusación y su auto-justificación,
sino de la acusación y justificación que provienen de Dios. Vive totalmente
sometido a la palabra que Dios pronuncia sobre él declarándole culpable o
justo. El sentido de su vida y de su muerte ya no lo busca en el propio
corazón, sino en la palabra que le llega desde fuera, de parte de Dios. Este es
el sentido de aquella afirmación de los reformadores: nuestra justicia es una «justicia
extranjera» que viene de fuera (extra nos). Con esto nos remiten a la palabra
que Dios mismo nos dirige, y que nos interpela desde fuera. El cristiano vive
íntegramente de la verdad de la palabra de Dios en Jesucristo. Cuando se le
pregunta ¿dónde está tu salvación, tu justicia?, nunca podrá señalarse a sí
mismo, sino que señalará a la palabra de Dios en Jesucristo. Esta palabra le
obliga a volverse continuamente hacia el exterior, de donde únicamente puede
venirle esa gracia justificante que espera cada día como comida y bebida. En sí
mismo no encuentra sino pobreza y muerte, y si hay socorro para él, sólo podrá
venirle de fuera. Pues bien, esta es la buena noticia: el socorro ha venido y
se nos ofrece cada día en la palabra de Dios que, en Jesucristo, nos trae
liberación, justicia, inocencia y felicidad.
Esta palabra ha sido puesta por Dios en boca de los hombres para que sea
comunicada a los hombres y transmitida entre ellos. Quien es alcanzado por ella
no puede por menos de transmitirla a otros. Dios ha querido que busquemos y
hallemos su palabra en el testimonio del hermano, en la palabra humana. El
cristiano, por tanto, tiene absoluta necesidad de otros cristianos; son quienes
verdaderamente pueden quitarle siempre sus incertidumbres y desesperanzas.
Queriendo arreglárselas por sí mismo, no hace sino extraviarse todavía más.
Necesita del hermano como portador y anunciador de la palabra divina de
salvación. Lo necesita a causa de Jesucristo. Porque el Cristo que llevamos en
nuestro propio corazón es más frágil que el Cristo en la palabra del hermano.
Este es cierto; aquel, incierto. Así queda clara la meta de toda comunidad
cristiana: permitir nuestro encuentro para que nos revelemos mutuamente la
buena noticia de la salvación. Esta es la intención de Dios al reunirnos. En
una palabra, la comunidad cristiana es obra solamente de Jesucristo y de su justicia
«extranjera». Por tanto, la comunidad de dos creyentes es el fruto de la
justificación del hombre por la sola gracia de Dios, tal y como se anuncia en
la Biblia y enseñan los reformadores. Esta es la buena noticia que fundamenta la
necesidad que tienen los cristianos unos de otros.
Cristo mediador
Este encuentro, esta comunidad, solamente
es posible por mediación de Jesucristo. Los hombres están divididos por la
discordia. Pero «Jesucristo es nuestra paz» (Ef 2, 14). En él la comunidad
dividida encuentra su unidad. Sin él hay discordia entre los hombres y entre
estos y Dios. Cristo es el mediador entre Dios y los hombres. Sin él, no
podríamos conocer a Dios, ni invocarle, ni llegarnos a él; tampoco podríamos reconocer
a los hombres como hermanos ni acercarnos a ellos. El camino está bloqueado por
el propio «yo». Cristo, sin embargo, ha franqueado el camino obstruido, de
forma que, en adelante, los suyos puedan vivir en paz no solamente con Dios,
sino también entre ellos. Ahora los cristianos pueden amarse y ayudarse mutuamente;
pueden llegar a ser un solo cuerpo. Pero sólo es posible por medio de
Jesucristo. Solamente él hace posible nuestra unión y crea el vínculo que nos mantiene
unidos. Él es para siempre el único mediador que nos acerca a Dios y a los
hermanos.
La comunidad de Jesucristo
En Jesucristo hemos sido elegidos para
siempre. La encarnación significa que, por pura gracia y voluntad de Dios
trino, el Hijo de Dios se hizo carne y aceptó real y corporalmente nuestra
naturaleza, nuestro ser. Desde entonces, nosotros estamos en él. Lleva nuestra
carne, nos lleva consigo. Nos tomó con él en su encarnación, en la cruz y en su
resurrección. Formamos parte de él porque estamos en él. Por esta razón la
Escritura nos llama el cuerpo de Cristo. Ahora bien, si antes de poder saberlo
y quererlo hemos sido elegidos y adoptados en Jesucristo con toda la Iglesia,
esta elección y esta adopción significan que le pertenecemos eternamente, y que
un día la comunidad que formamos sobre la tierra será una comunidad eterna
junto a él. En presencia de un hermano debemos saber que nuestro destino es
estar unidos con él en Jesucristo por toda la eternidad. Repitámoslo: comunidad
cristiana significa comunidad en y por Jesucristo. Sobre este principio
descansan todas las enseñanzas y reglas de la Escritura, referidas a la vida
comunitaria de los cristianos.
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LOS PROTESTANTES
ALEMANES INSTAN AL PAPA RETIRAR LA EXCOMUNIÓN A LUTERO
Protestante Digital, 5 de enero de 2012
Margot
Kässmann, de 54 años, desempeña desde abril de 2012 el cargo de
"embajadora de Lutero" para el Jubileo de 2017 que conmemorará el
quinto centenario del inicio de la reforma de Lutero el 31 de octubre de 1517.
Con este motivo a lo largo de 2017 se realizarán una serie de importantes actos
en Alemania en torno a la Reforma protestante y el propio Martín Lutero.
Kässmann ha sido obispa de la Iglesia Evangélica Alemana —la EKD (por
sus siglas en alemán)— la organización protestante más grande de Alemania y
reside en la localidad alemana de Mannheim. Por su cargo, Kässmann participa en
coordinación de esta efeméride, que los evangélicos alemanes quieren que sirva
para dar a conocer el verdadero significado que supuso la Reforma de la Iglesia
que inició Lutero en lo espiritual, en la sociedad y en la historia.
El papa y la
excomunión de Lutero
Kässmann
ha expresado en una entrevista publicada en el Mannheimer Morgen que espera que Benedicto XVI como papa revoque la
excomunión que aún pesa sobre el fundador del protestantismo. Una excomunión que se
materializó a través de la bula Decet
Romanum Pontificem, firmada por León X en enero de 1521, y que
Martín Lutero quemó públicamente al recibirla.
Para Margot Kässmann ha
llegado el momento de la eliminar esta arista entre católicos y protestantes y
que se produzca un “gesto de buena voluntad”. Que ya vayan a ser cinco los
siglos que dura la excomunión de Lutero no es en sí mismo un obstáculo para
Kässmann ya que tampoco "en 1984, nadie previó la caída del Muro de
Berlín" y ocurrió.
La representante de la EKD utiliza varios argumentos
para fundamentar su petición, como por ejemplo que muchas comisiones ecuménicas
han concluido que la excomunión a Martín Lutero "es teológicamente
injustificable", y el valor simbólico positivo de retirar esta bula. Otro
que menciona es que también lo piden muchos católicos, algunos como el conocido
teólogo como Hans Küng, aunque este teólogo no sea el mekor ejemplo de
ortodoxia católica ya que está amenazado de sanción por la Congregación para la
Doctrina de la Fe (antes Santo Oficio) por sus reiteradas opiniones contrarias
a la Doctrina y al Magisterio católico-romanos.
Asimismo, para Kässmann, el diálogo ecuménico y el
hecho de que católicos y protestantes asistan juntos a diferentes ceremonias
con cada vez mayor frecuencia es otro motivo suficiente para que se produzca
este gesto de reconciliación entre católicos y protestantes.
Expectativas negativas
No se conoce que
podrá decir el papa, pero no es de esperar una respuesta positiva. Así lo
augura el gesto de Benedicto XVI de no querer acudir a su Alemania natal a los actos del quinto centenario de la Reforma Protestante, así como las recientes declaraciones del Cardenal Koch, presidente del católico Consejo Pontificio para la Unidad de los cristianos, que ha tildado a la reforma protestante de "pecado" y "fracaso",
expresando además que le gustaría asistir -en lugar de a una celebración de la
memoria de la Reforma protestante- a una reunión en la que las confesiones
reformadas pidieran disculpas y reconociesen sus errores.
Esto a pesar del sentimiento general, como el de la Canciller alemana Ángela Merkel que el pasado 31 de octubre ante la conmemoración de los cinco siglos de la
reforma protestante en 2017 invitó a celebrar esta efeméride de la Reforma en
un espíritu ecuménico, a pesar de que católicos y protestantes no hayan logrado
ponerse de acuerdo sobre un marco común de las celebraciones. Merkel expresó un
profundo agradecimiento a la obra de Martín Lutero, quien con su trabajo ayudó
a definir la imagen de un ser humano "maduro y responsable".
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