sábado, 5 de enero de 2013

Letra 303, 6 de enero de 2013


LA VIDA EN COMÚN (I)
Dietrich Bonhoeffer
Vida en comunidad. Salamanca, Sígueme, 1982, pp. 8-12

“¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía!” (Sal 133.1).
Vamos a examinar a continuación algunas enseñanzas y reglas de la Escritura sobre nuestra vida en común bajo la palabra de Dios.
Contrariamente a lo que podría parecer a primera vista, no se deduce que el cristiano tenga que vivir necesariamente entre otros cristianos. El mismo Jesucristo vivió en medio de sus enemigos y, al final, fue abandonado por todos sus discípulos. Se encontró en la cruz solo, rodeado de malhechores y blasfemos. Había venido para traer la paz a los enemigos de Dios. Por esta razón, el lugar de la vida del cristiano no es la soledad del claustro, sino el campamento mismo del enemigo. Ahí está su misión y su tarea. “El reino de Jesucristo debe ser edificado en medio de tus enemigos. Quien rechaza esto renuncia a formar parte de este reino, y prefiere vivir rodeado de amigos, entre rosas y lirios, lejos de los malvados, en un círculo de gente piadosa. ¿No veis que así blasfemáis y traicionáis a Cristo? Si Jesús hubiera actuado como vosotros, ¿quién habría podido salvarse?” (Lutero).
“Los dispersaré entre los pueblos, pero, aun lejos, se acordarán de mí” (Zac 10, 9). Es voluntad de Dios que la cristiandad sea un pueblo disperso, esparcido como la semilla “entre todos los reinos de la tierra” (Dt 4.27). Esta es su promesa y su condena. El pueblo de Dios deberá vivir lejos, entre infieles, pero será la semilla del reino esparcida en el mundo entero.
“Los reuniré porque los he rescatado... y volverán” (Zac 10.8-9). ¿Cuándo sucederá esto? Ha sucedido ya en Jesucristo, que murió “para reunir en uno a todos los hijos de Dios dispersos” (Jn 11, 52), Y se hará visible al final de los tiempos, cuando los ángeles de Dios “reúnan a los elegidos de los cuatro vientos, desde un extremo al otro de los cielos” (Mt 24.31). Hasta entonces, el pueblo de Dios permanecerá disperso. Solamente Jesucristo impedirá su disgregación; lejos, entre los infieles, les mantendrá unidos el recuerdo de su Señor.
El hecho de que, en el tiempo comprendido entre la muerte de Jesucristo y el último día, los cristianos puedan vivir con otros cristianos en una comunidad visible ya sobre la tierra no es sino una anticipación misericordiosa del reino que ha devenir, Es Dios, en su gracia, quien permite la existencia en el mundo de semejante comunidad, reunida alrededor de la palabra y el sacramento. Pero esta gracia no es accesible a todos los creyentes. Los prisioneros, los enfermos, los aislados en la dispersión, los misioneros están solos. Ellos saben que la existencia de la comunidad visible es una gracia. Por eso su plegaria es la del salmista: “Recuerdo con emoción cuando marchaba al frente de la multitud hacia la casa de Dios entre gritos de alegría y alabanza de un pueblo en fiesta” (Sal 42.5). Sin embargo, permanecen solos como la semilla que Dios ha querido esparcir. No obstante, captan intensamente por la fe cuanto les es negado como experiencia sensible. Así es como el apóstol Juan, desterrado en la soledad de la isla de Patmos, celebra el culto celestial “en espíritu, el día del Señor” (Ap 1.10), con todas las Iglesias. Los siete candelabros que ve son las Iglesias; las siete estrellas, sus ángeles; en el centro, dominándolo todo, Jesucristo, el Hijo del hombre, en la gloria de su resurrección. Juan es fortalecido y consolado por su palabra. Esta es la comunidad celestial que, en el día del Señor, puebla la soledad del apóstol desterrado.
Pese a todo, la presencia sensible de los hermanos es para el cristiano fuente incomparable de alegría y consuelo. Prisionero y al final de sus días, el apóstol Pablo no puede por menos de llamar a Timoteo, “su amado hijo en la fe”, para volver a verlo y tenerlo a su lado. No ha olvidado las lágrimas de Timoteo en la última despedida (2 Tim 1.4). En otra ocasión, pensando en la Iglesia de Tesalónica, Pablo ora a Dios “noche y día con gran ansia para volver a veros”  (1 Tes 3.10); Yel apóstol Juan, ya anciano, sabe que su gozo no será completo hasta que no esté junto a los suyos y pueda hablarles de viva voz, en vez de con papel y tinta (2 Jn 12). El creyente no se avergüenza ni se considera demasiado carnal por desear ver el rostro de otros creyentes. El hombre fue creado con un cuerpo, en un cuerpo apareció por nosotros el Hijo de Dios sobre la tierra, en un cuerpo fue resucitado; en el cuerpo el creyente recibe a Cristo en el sacramento, y la resurrección de los muertos dará lugar a la plena comunidad de los hijos de Dios, formados de cuerpo y espíritu.
A través de la presencia del hermano en la fe, el creyente puede alabar al Creador, al Salvador y al Redentor, Dios Padre, Hijo y Espíritu santo. El prisionero, el enfermo, el cristiano aislado reconocen en el hermano que les visita un signo visible y misericordioso de la presencia de Dios trino. Es la presencia real de Cristo lo que ellos experimentan cuando se ven, y su encuentro es un encuentro gozoso. La bendición que mutuamente se dan es la del mismo Jesucristo. Ahora bien, si el mero encuentro entre dos creyentes produce tanto gozo, ¡qué inefable felicidad no sentirán aquellos a los que Dios permite vivir continuamente en comunidad con otros creyentes! Sin embargo, esta gracia de la comunidad, que el aislado considera como un privilegio inaudito, con frecuencia es desdeñada y pisoteada por aquellos que la reciben diariamente. Olvidamos fácilmente que la vida entre cristianos es un don del reino de Dios que nos puede ser arrebatado en cualquier momento y que, en un instante también, podemos ser abandonados a la más completa soledad. Por eso, a quien le haya sido concedido experimentar esta gracia extraordinaria de la vida comunitaria ¡que alabe a Dios con todo su corazón; que, arrodillado, le dé gracias y confiese que es una gracia, sólo gracia!
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CARTA SOBRE INTOLERANCIA RELIGIOSA EN HIDALGO
Carlos Martínez García
Protestante Digital, 30 de diciembre de 2012

La comunidad lectora de  Protestante Digital  ha sido oportunamente informada del caso más reciente de persecución contra los evangélicos en una población de México. Aconteció en Pahuatlán, en el estado de Hidalgo, no muy lejos de la capital del país.
En los días más difíciles para los perseguidos de la Iglesia Bautista Emmanuel (17-23 de diciembre)  remití una carta al gobernador de Hidalgo. La misma fue reproducida y circulada por distintas personas en las redes sociales. Comparto aquí el contenido del escrito. A la vez solicito solidaridad para quienes en el futuro padezcan hostigamientos y persecuciones semejantes a la experimentada por los evangélicos de Pahuatlán . Porque tristemente acciones intolerantes contra los protestantes en México van a continuar.
Cada vez que esto suceda los lectores preocupados podrían hacer llegar su exigencia de justicia a las autoridades correspondientes . Sólo hay que tomar un poco de tiempo en investigar la dirección de correo electrónico a la cual enviar el mensaje desaprobando la acción persecutoria, al tiempo que se demanda la inmediata intervención de las autoridades para proteger los derechos humanos de la víctimas.
A continuación inserto lo remitido al funcionario de más alto nivel en Hidalgo, en donde se le instaba a cumplir irrestrictamente con su responsabilidad de servidor público:

José Francisco Olvera Ruiz
Gobernador de Hidalgo:

Me dirijo a usted para demandarle cumpla con sus deberes constitucionales y haga valer el marco jurídico que protege la libertad de cultos. Un grupo de evangélicos de Pahuatlán ha padecido violencia simbólica y física por parte de católicos tradicionalistas intolerantes, que se oponen a que en su poblado se practique otra confesión religiosa que no sea la suya.
Como consecuencia de ataques y persecuciones en su contra, los evangélicos han debido salir de Pahuatlán, para refugiarse en Huejutla, en un templo protestante. Tal situación es resultado de la inacción de funcionarios de su gobierno, quienes han incumplido lo prescrito por las leyes y han dejado en el desamparo a los perseguidos. Al actuar así son cómplices de quienes vulneran, con su intolerancia, las garantías constitucionales y los derechos humanos de la comunidad evangélica de Pahuatlán.
Es inaplazable que usted, mediante las atribuciones legales que le confiere su cargo de servidor público, brinde condiciones de seguridad a los desplazados para que retornen de inmediato a Pahuatlán, y sus violentos atacantes sean detenidos y llevados ante el Ministerio Público para que respondan de los delitos cometidos.
Hasta aquí la carta. Finalmente los evangélicos retornaron a Pahuatlán el 23 de diciembre. Su situación es precaria. Habrá que estar atentos a posibles nuevos ataques en su contra.
A los católicos tradicionalistas no les gustó que el caso se hiciera conocido, por lo cual, desde distintos lugares y formas, llegaron muestras de descontento con su intolerante forma de actuar.
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UN BANCO BLOQUEA LOS FONDOS DESTINADOS A LA PRÓXIMA ASAMBLEA DEL CLAI
oikoumene.org, 18 de diciembre

El bloqueo económico estadounidense contra Cuba ha obligado a aplazar la VI Asamblea General del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), que estaba prevista del 19 al 24 de febrero de 2013 en La Habana (Cuba).
La sucursal estadounidense del banco ecuatoriano Pichincha en Miami ha bloqueado un depósito de 101,000 US$ realizado por la sede del CLAI en Quito (Ecuador). La transferencia de estos fondos a Cuba estaba destinada a cubrir los gastos de comidas y alojamiento de los 400 delegados y otros participantes que habían sido invitados a asistir a la reunión en este país. 
“Se trata de una gran decepción para las iglesias miembros del CLAI y para la comunidad del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en su totalidad», afirmó en Rev. Dr. Olav Fykse Tveit el pasado 13 de diciembre, tras haber sido informado de la decisión del CLAI de aplazar la Asamblea.
El CMI es una comunidad de 349 iglesias miembros de 120 países de todo el mundo que representa aproximadamente 550 millones de cristianos y que cuenta a muchas de las iglesias miembros del CLAI entre sus propios miembros. […]

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