LA ESCRITURA COMO MAESTRA DEL
CONOCIMIENTO Y LA SABIDURÍA (IV)
Ekkehard W.
Stegemann
www.calvin09.org
De la misma forma
como el orador presenta los hechos, presenta la evidencia, así lo debe hacer el
exegeta. No obstante, a diferencia del orador para quien la retórica es también
el medio de influir en el oyente, especialmente en el juez, puesto que el discurso
debe lograr persuadir (persuasio) al
público, “el objetivo de Calvino no es convencer a un juez, sino dar acceso
objetivo a la opinión del autor y presentar esta opinión de una manera fácil de comprender. El usus, el uso o utilidad de la exégesis o
la eficacia de la Escritura está en manos del Espíritu Santo.
Del sentido (sensus), Calvino diferencia el usus o la utilitas, la utilidad para la iglesia de Dios. Según escribe en la dedicatoria
a Grynaeus, en su comentario buscó la utilidad de éste para la iglesia
justamente por medio de la brevedad y concisión, o por lo menos lo intentó. La
utilidad evidentemente no es idéntica al sentido, sino la ganancia —en la
introducción de la Biblia de Ginebra Calvino se refiere a la “ganancia” (fr. profit)— a la que se apunta mediante la
exégesis de la Escritura y la explicación del sentido de ésta. Es la doctrina “útil
para enseñar” como lo señala Pablo y como ya lo hemos mencionado, y sólo se
encuentra en la Sagrada Escritura. Como Palabra de Dios, la Escritura es en su
totalidad la fuente y norma del conocimiento de Dios y de sí mismo, "toda la
suma de nuestra sabiduría" (Inst.
I,1,1), como Calvino lo señala según la tradición humanista, pero al mismo
tiempo es también la base para entrar en diálogo con otras ciencias humanistas
y sus maestros. Se trata, por lo tanto, del correcto conocimiento, en especial
del correcto autoconocimiento del ser humano ante Dios, y con ello, de la
correcta doctrina o de los maestros apropiados. En este caso, Séneca no podría
ser el maestro apropiado si se trata de cosas celestiales o divinas, de la regla
(regula) para una vida buena y feliz. No es permisible mezclar el “cielo y la
tierra“, por ej. la filosofía y la filosofía cristiana o la teología, puesto
que el conocimiento que constituye la fe se diferencia del conocimiento de la
filosofía.
“El
conocimiento de que es fe no es una comprensión definitiva, sino una restauración
gradual de la naturaleza perdida del ser humano que comienza con una inserción
en el cuerpo de Cristo“. Es el conocimiento de Dios y el de sí mismo que se
transforma de la creencia a la fe en la imago
Dei, lo que nos hace “participar del cuerpo de Cristo mediante la divina adopción
y poco a poco heredar el cielo” (CO 25, 376.; com. de Jn. 17,3). A pesar de que
Calvino contempla claramente la filosofía cristiana, fundada en la verdad de la
revelación de la Biblia y sustentada por el espíritu divino, como la única
forma para alcanzar una vida buena y feliz, es evidente que su modo de ver se
orienta en la filosofía práctica de la Antigüedad. “Los estoicos afirmaron que
la sabiduría es un conocimiento de cosas divinas y humanas, en cambio la
filosofía es el ejercicio de un saber provechoso“ (SVF II, 35), para Calvino,
sin embargo, ambas forman un conjunto. Por esta razón, existe para Calvino una schola Dei, escuela de Dios, en donde
hay un crecimiento en la fe que será de gran utilidad práctica, dado que este
crecimiento genera una especie de transformación en la imagen de Dios gracias
al espíritu que la fe confiere.
Calvino como exegeta
Calvino dispuso de
manera muy consciente y programática su exégesis de la Biblia en comentarios,
incluso en el orden sucesivo de éstos. Comienza con las Epístolas de Pablo y más
específicamente con la Epístola a los Romanos, no sólo porque es la primera
carta canónica, sino porque considera que es la clave para toda la Escritura.
Luego de otros comentarios a las Epístolas de Pablo, incluyendo la Epístola a
los Hebreos, con el Evangelio según San Juan empieza a interpretar los
Evangelios, por una parte porque éste es para él la clave para el resto de los
Evangelios, y por la otra, porque existían roces y tensiones en Ginebra, entre
ellos la discusión respecto a la teología de la trinidad provocada por Miguel Servet.
Digno
de atención es que no exista un comentario al Apocalipsis de San Juan,
constatándose así que Calvino a diferencia de Lutero no interpreta su época en
forma apocalíptica. Más adelante volveré a este punto con otro ejemplo y para concluir
deseo entregar un par de muestras del arte exegético de Calvino, cuya grandeza difícilmente
se puede sobrevalorar. Esta grandeza consiste, según mi opinión, en el disciplinado
manejo de sus amplias habilidades filológicas y retóricas con el interés de iluminar
el mens autoris. Hablando en términos
modernos, Calvino se concentra en la intentio
auctoris u operis, sin buscar los
códigos que pudieran estar fuera del texto o dentro de él. Por esta razón
prefiere el sensus literalis y no
guarda simpatía por el estilo alegórico, sin embargo, se mantiene totalmente
abierto a diversas variantes, aunque en la mayoría de las veces aclara su
posición. Si hay algo que Calvino rechaza es una interpretación especulativa aun
cuando ésta incorpore contenidos cristiano-dogmáticos que él comparta completamente.
Sólo para nombrar un ejemplo, rechazó el plural del término hebreo elohim, con el que ya comienza el primer
versículo de la Biblia, como interpretación de la doctrina de la Trinidad. Esa
exegesis fue deplorable para él, considerándola filológicamente obscura, dado
que ésta malinterpreta la construcción plural del hebreo. Cierto es que esto le
acarreó el barato reproche de practicar una exégesis judaizante (Hunnius, Calvinus Judaizans), pero no cedió en su
punto de vista.
Romanos 9.3 y 16.11
Al igual que para
todos los reformadores, la justificación por la fe también es para Calvino el tema
principal de la epístola. Ningún otro reformador resalta como él la unidad de
la Ley y el Evangelio, la unidad de la promesa de Dios y del Pacto de Gracia,
la unidad de todos los que partiendo de Abraham fueron elegidos y que tienen a
Cristo como su intermediario. Naturalmente por ello “Cristo también es el mediador
entre Dios y el ser humano en el Antiguo Testamento y de esta forma el punto de
referencia de la fe de los Padres”, y por esto mismo los Padres de Israel son
también los Padres de los cristianos. Por esta razón se debe diferenciar la Ley
y el Evangelio de acuerdo a su época. No obstante, la Ley se mantiene como
Palabra de Dios también después de Cristo y no es abrogada. Cuando Pablo en la
segunda Carta a los Corintios habla de un ministerio de muerte, éste es accidental,
es decir, dada la naturaleza corrupta del ser humano.
Conforme
a esto, Calvino interpreta de la siguiente forma el texto Ro. 10,4: “lo que sea
que la Ley enseñe, ordene, prometa, Cristo es siempre su objetivo (scopus)”. En la traducción del término te,loj Calvino utiliza el vocablo latino
finis, pero con el significado de “fin”,
“finalidad” y no de fin en el sentido de término. También encuentra apropiada
la palabra complementum, plenitud o realización,
e igualmente lo convence el término perfectio,
que utiliza Erasmo. La doctrina de la justificación o de justificación por la
fe es “confirmada por la fe” (testimonium
habet a Lege), de acuerdo con los apuntes que ya tenía de Ro. 1,17. Por
este motivo, Calvino considera el texto Ro. 10,4 como un excelente pasaje para
„que la Ley contemple en todas sus partes a Cristo“, ley a la que también
pertenece la llamada ley ceremonial. También es de destacar que allí donde
Pablo resalta la descendencia genética o étnica con Abraham mediante las palabras “según la carne”, Calvino no lo entiende
como una reducción a lo "meramente natural, a un parentesco únicamente terrenal”,
como comúnmente lo hace la exégesis hasta hoy en día. Esto queda en evidencia
en la exégesis de Ro. 4,1, pero particularmente esclarecedor en la de Ro. 9,3.
Según la explicación común que ya se daba en la época de Calvino, en cierto
modo se reduce gradualmente la naturaleza afectiva en la caracterización de
grupos de personas, sobre cuya lejanía de Cristo Pablo ya había mostrado
desconcierto con una alta emocionalidad retórica (“... tengo una gran tristeza
y continuo dolor en mi corazón“). Los que en forma afectiva primero eran
llamados “mis hermanos” fueron reducidos a “mis parientes” y eso además en un
sentido solamente terrenal, natural. Las palabras “según la carne” que Pablo
añade, también podrían contener entonces una contradicción que no se nombra y
que consiste en que él mantiene otro tipo de parentesco, el cual no sólo es
natural y terrenal, a saber, el de sus "hermanos y hermanas en Cristo".
Sin
embargo, en Ro. 9,3 también se puede interpretar „por amor a mis hermanos, los
que son mis parientes según la carne“ de forma totalmente inversa, es decir,
como la intensificación de lo dicho hasta ahora, o dicho retóricamente, como amplificatio. De hecho así entendió Juan
Calvino Ro.9,3: “Aunque las palabras „mis parientes según la carne“ no
contienen nada nuevo, aportan considerablemente a intensificar el significado…
este calificativo (exceptio) ‚según
la carne’, conforme a mi juicio no se añade aquí como en otras partes para
disminuir/debilitar (non extenuandi causa),
sino más bien para resaltar la confianza (fiduciae)“. Como era común en la
época de la Reforma, fiducia habría tenido la connotación de fe en la
salvación. Calvino piensa que Pablo confía en la salvación justamente porque
estos “hermanos” son sus parientes según la carne. En alusión a Ro. 11,17ss.,
Calvino destaca que Pablo “no negó su origen de ese pueblo, cuya elección
todavía estaba llena de vitalidad en la raíz, aun cuando sus ramas estaban
secas“. Conforme a ello, en referencia a Ro. 9,4s. sigue la serie de
distinciones positivas que Dios dio a los judíos y que empieza con el nombre de
honor “israelitas“, nombre con el que Pablo se describe en Ro. 11,1 junto con
las palabras “de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín“.
Por
esta razón, Calvino también expone que lo decisivo es que Pablo otorga a los
judíos insignis suis ornatos, es
decir, distintivos y honores que los distinguen del resto del género humano. “Pues
Dios mediante su Pacto los exaltó tan altamente, que si cayeran, la propia
confianza, fiabilidad (fides) y
verdad de Dios también tambalearía“. Pablo los “revistió con el papel o calidad
de pueblo elegido“ y no la pierden.