13 Por tanto, dejemos ya de criticarnos
unos
a otros. Propónganse, más bien, no ser para el hermano ocasión o
motivo de pecado. 14 Apoyado en Jesús, el Señor,
estoy plenamente convencido de que nada es en sí mismo impuro; una cosa es
impura sólo para aquel que la considere como tal. 15 Claro
que si, por comer un determinado alimento, haces daño a tu hermano, ya no es el
amor la norma de tu vida. ¡Triste cosa sería hacer que perezca por cuestiones
de alimentos alguien por quien Cristo ha muerto! 16 No
permitan, pues, que se les critique por algo que en sí mismo es bueno. 17 El reino de Dios no consiste en lo que se come
o en lo que se bebe; consiste en una vida recta, alegre y pacífica que procede
del Espíritu Santo. 18 Quien sirve así a Cristo, agrada a Dios y se
granjea la estima humana.
19 Así que busquemos con afán lo
que contribuye a la paz y a la convivencia mutua. 20 ¿Por qué
destruir la obra de Dios por una cuestión de alimentos? Todo lo que se come es
bueno, pero se convierte en malo para quien, al comerlo, pone a otro en ocasión
de pecado. 21 Más vale, pues, que te abstengas de carne, de
vino o de cualquier otra cosa, antes que poner a tu hermano en trance de pecar.
22
La fe bien formada que tú tienes, resérvala para tus relaciones personales con
Dios. ¡Dichoso el que puede tomar una decisión sin angustias de conciencia! 23
Pero quien tiene dudas de si un alimento está prohibido o permitido y, sin
embargo, lo come, se hace culpable al no proceder conforme al dictamen de su
conciencia. Pues todo lo que se hace con mala conciencia es pecado.
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