domingo, 13 de septiembre de 2015

Letra 435, 13 de septiembre de 2015

MORIR
Karl Barth
Instantes. Santander, Sal Terrae, 2005, p. 125.

He Qi, Martha y María

El destino humano es morir una sola vez.
Hebreos 9.27

T
ambién para el cristiano significa “final” en sí y como tal: ¡hasta aquí, y no más allá! Has tenido tu tiempo, y ya no tienes más ante ti. Se te dio toda clase de oportunidades, posibilidades y energías. Ahora ya se han acabado, y no has de esperar ninguna más. Ahora ya no hay nada, absolutamente nada que se pueda cambiar, mejorar o reparar. “¡Debes partir, tu reloj se ha parado!”. ¿Acaso no fue todo un simple precalentamiento -¡y cuan penoso y mísero, interior y exteriormente!-, quizá, visto de cerca, una única salida nula? ¿Ha sido esto realmente todo?, ¿será definitivamente demasiado tarde para todo lo demás, al menos en lo que a él respecta? Ahora bien, lo que el cristiano aguarda, en la medida en que puede abrigar esperanza, no es precisamente un “fin en sí”.
Ninguna esquelética Muerte mantendrá ahí triunfalmente en alto el reloj de arena detenido, ni acabará con él de manera irrevocable. Sino que será aquel, precisamente aquel en quien durante este tiempo suyo pudo testimoniar que creía y a quien pudo testimoniar que amaba, quien le gritará su «¡Alto!» incondicionalmente bueno, justo y saludable cuando, según su benévolo plan y designio, llegue el momento, quien le diga que ya es suficiente, que ya no se espera nada más de él. ¿Cómo podría llegar demasiado pronto la conclusión que de la existencia cristiana se ha de esperar de Él? Viniendo de él, sólo puede ser un acontecimiento que inequívocamente se ha de calificar de grato, pues será un acontecimiento de gracia.
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COMUNIÓN MUNDIAL DE IGLESIAS REFORMADAS SE EXPRESA SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS REFUGIADOS SIRIOS
ALC Noticias, 9 de septiembre de 2015

Aleja de mí el bullicio de tus canciones; no quiero oír la música de tus cítaras ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable!
Amós 5: 23-24

Queridos hermanos y hermanas, como una Comunión de iglesias de todo el mundo estamos unidos a través de nuestra fe en Cristo y estamos comprometidos a actuar en nombre de Dios para traer justicia que fluya como un río para todos. Como tal, hemos hecho reiterados pedidos “a respetar, defender y promover la dignidad de cada persona.” La crisis actual de los refugiados en Europa es el último desafío para nosotros como una familia en todo el mundo para elevar nuestras voces y actuar para ayudar a los necesitados, y pedir a aquellos que están en el poder a hacer lo mismo.
      En nuestra reunión del Comité Ejecutivo en el Líbano en mayo pasado, hemos escuchado a nuestros hermanos y hermanas en el Medio Oriente, ya que han luchado a través de grandes trastornos para cumplir el mandato evangélico de “ama a tu prójimo.” Siendo que cientos de miles de refugiados han atravesado la frontera siria-libanesa, nuestras hermanas y hermanos han actuado para ayudarlos. Continúan haciéndolo, señalando en una reciente actualización:
“¿Qué decimos acerca de las personas que huyen y dejan detrás sus hogares y todo lo que tenían, buscando seguridad y esperanza para el futuro en otros países? Contrabandistas criminales dan promesas, que atrae a miles de sirios a pesar de enfrentar el peligro del mar, donde muchos no logran sobrevivir. ¿Dónde podemos encontrar esperanza? ¿Cómo podemos ayudar? Esa es ahora la pregunta que aún no tiene respuesta.” Y sin embargo, la iglesia en el Líbano “sigue intentando lo imposible para proporcionar lo que es posible”. Del mismo modo nuestras hermanas y hermanos en Hungría han trabajado y están trabajando para ofrecer hospitalidad al extranjero, ya sea que se estén instalando en el país o estén de paso, agradeciendo a los conciudadanos “por actuar con paciencia y comprensión hacia los demás seres humanos en una situación difícil.”
La unión con nuestros hermanos y hermanas en la región como una Comunión comprometida con la justicia debemos denunciar como si fuéramos una sola voz para exigir a los gobiernos a asumir la responsabilidad de estos niños, mujeres y hombres que huyen de las guerras que ellos no causaron, del terror que no crearon y de los sistemas injustos de los que son víctimas. Como afirmamos en nuestro Consejo General Unido de 2010: “Exigimos a los gobiernos e iglesias que vean a la gente no como una amenaza, ni como una mercancía, sino como seres humanos con dignidad.” Nuestros pedidos a la acción deben ser acompañados con la oración constante y un profundo reconocimiento de nuestra responsabilidad como pueblo de Dios comprometido a hacer todo lo que nos sea posible para transformar el mundo por la justicia, la reconciliación y la paz. Recibiendo y asistiendo a los necesitados es imprescindible, pero también lo es hacer campaña por paz y justicia en todo el mundo.
Por favor, contacten a sus líderes gubernamentales. Imploren que abran las fronteras de su país para recibir a más refugiados. Exíjanles que se detenga la venta de armas a los combatientes y que a cambio se comprometan en los recursos para ayudar a estas víctimas de la violencia y lograr una paz justa y rápida. También, Por favor oren y enviar mensajes y apoyo a las personas de nuestra Comunión que está al frente de esta situación, sobre todo las iglesias citadas arriba, así mismo a nuestros hermanos y hermanas en Italia.
Como afirmamos en la Confesión de Accra: “Creemos en Dios, Creador y Sustentador de toda la vida, que nos llama como compañeros en la creación y la redención del mundo. Vivimos bajo la promesa de que Jesucristo vino para que todos puedan tener vida en abundancia (Juan 10:10). Guiada y sostenida por el Espíritu Santo nos abrimos a la realidad de nuestro mundo”.
El mundo está roto, desgarrado con el pecado, impulsado por la codicia y consumido por el miedo. Tenemos que oponernos a esto y proclamar nuestra fe y esperanza en Jesucristo juntos como una familia y en solidaridad con los hijos de Dios en su dolor y desesperación.
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HUGO ÉRIC FLORES HABLA DE DIOS EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS (II)
Protestante Digital, 3 de septiembre de 2015

Al perder la noción de las proporciones y mostrar su enorme desconocimiento de la dinámica de la laicidad del país, Flores se extralimitó en las propuestas que hizo tan a la ligera, pues si bien su señalamiento sobre la necesidad de normar las adopciones de niños suena aceptable, los mecanismos para llevarlas a cabo rebasan los límites marcados expresamente por la Constitución: “¿Qué pasaría si instituciones religiosas intervinieran en temas sociales, asistenciales y humanitarios con el apoyo de los poderes del Estado mexicano? ¿Violaríamos el Estado laico? La respuesta es: de ninguna manera […]”. Y añadió: “En mi caso y en el caso de muchos miembros de Encuentro Social, afirmar públicamente nuestra fe nos compromete de manera personal y familiar. Creemos que las instituciones religiosas no deben de [sic] participar en política pero sí en la vida social del país, y de hecho lo hacen, algunos incluso en la clandestinidad obligados por leyes vigentes absurdas”.
De acuerdo: Flores se presenta como un político cristiano. Pero una cosa es la manera en que él mismo se presenta, y otras muy distintas considerar que sus correligionarios lo apoyarán en todas sus afirmaciones desde la tribuna del Congreso, y que su voz recoge enfática y unitariamente una representación eclesial que nadie le ha otorgado. En ese sentido no debería olvidar el papel específico que ha comenzado a desempeñar: el de un líder político con recursos públicos a su alcance que no debe invertir en la promoción de posturas religiosas que no representan a la mayoría de la población y ni siquiera a quienes votaron por él para alcanzar (vía el sistema plurinominal: voto “en paquete”) la diputación. Utilizar los gobiernos en sus diferentes niveles para imponer agendas de talante religioso es lo peor que le puede pasar a un país con una democracia vacilante y, por momentos, hasta caótica y regresiva.
Ciertamente, ya no llama tanto la atención el hecho de que políticos con convicciones cristianas no católicas ocupen escaños legislativos, como ha sucedido en otros países latinoamericanos, lo que sorprende más bien es que alguien con la formación de Flores (doctor en Ciencias Jurídicas por la Universidad de Harvard) incurra en una grosera manifestación pro-religiosa desde la tribuna más alta del país. Lejos están los años en que protestantismo y liberalismo fueron casi sinónimos y caminaron juntos en la formación de las estructuras sociales de diversos países, aunque con resultados desiguales, pero de lo que ahora somos testigos es de la imposición de posturas irresponsables revestidas de una religiosidad que no ha mostrado su capacidad para aportar efectivamente a la consolidación de la democracia en nuestros países. La experiencia de Guatemala, Brasil, y más recientemente Costa Rica, está ahí, esperando que se extraigan de ellas las conclusiones pertinentes. (LC-O)
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¿QUÉ APORTES HACEN LOS EVANGÉLICOS A LA SOCIEDAD?
Máximo García Ruiz

Fue la pregunta que nos hizo a un grupo de pastores, cuando era alcalde de Madrid, el profesor Enrique Tierno Galván, conocido desde su juventud como “el viejo profesor”. Íbamos a plantear nuestras reivindicaciones, y él, pausadamente, con aplomo, sin ningún atisbo de agresividad, nos preguntó: “¿Qué tienen ustedes para Madrid?”. La pregunta tiene mucho sentido, también cuando es formulada en países en los que las comunidades evangélicas son una minoría sociológica, situación que se da en España y en la inmensa mayoría del continente americano.
Claro que esa minoría puede ser irrelevante socialmente hablando, como ocurre en España, o significativamente visible, como está ocurriendo en un número creciente de países latinoamericanos. En cualquier caso, la pregunta continúa siendo oportuna: ¿Qué tenemos los evangélicos para nuestra sociedad? ¿Qué aportes podemos hacer?
En cualquier caso, como contribución principal, está el cumplimiento de la misión dada por el Fundador de la Iglesia, consistente en compartir la fe y la esperanza “en Samaria, en Jerusalén y hasta lo último de la tierra”; y hacerlo desde plataformas de respeto y convivencia ejemplares. Ahora bien, además de esta misión básica, cuando una religión es mayoritaria en un espacio geopolítico determinado, tiene ante sí, además, el reto de liderar pautas de comportamiento social que sirvan de guía no sólo en el terreno espiritual, sino en el ámbito social, promoviendo (no imponiendo de forma coercitiva) valores ciudadanos que contribuyan a mejorar la convivencia, al margen de convicciones o prácticas religiosas.
¿Y qué ocurre cuando esa religión es una minoría social, más o menos visible, pero minoría al fin y al cabo? ¿Cuál es su cometido fuera del ámbito de la comunidad de creyentes? Aquí entra en juego la metáfora de la sal penetrando y conservando la carne, o la de la luz rompiendo las tinieblas, o la de la levadura leudando la masa, que utilizan los evangelios. El aporte más significativo de las minorías evangélicas en los países de habla hispana, es convertirse en un referente ético, como objetivo primordial de su labor social.
Evangélicos que están ejerciendo cargos públicos u ocupando posiciones de responsabilidad política; que dirigen empresas; que ejercen el noble oficio del periodismo; que actúan como abogados o jueces; que sirven a través de ONG o entidades sindicales; médicos y profesores, obreros o estudiantes; cualquiera sea el estatus social que se ocupe, antes de decir como una simple muletilla: “bendiciones”, o “Dios te ama”, “ven a mi iglesia”, enseñar “las cuatro leyes”, o solicitar una decisión personal por Cristo, está revisar la imagen ética que se está proyectando en el entorno social en el que se vive. Y conste que digo antes y no en sustitución.

Quienes hemos vivido la experiencia de ocupar puestos de responsabilidad laboral, de crear empresas o ejercer como concejales y otro tipo de responsabilidades políticas, además de una dilatada experiencia de gestión en representación de entidades evangélicas ante diferentes administraciones del Estado, sabemos muy bien que, más allá de la mera curiosidad superficial que podamos despertar en algunos sectores y personas determinadas, lo que realmente deja huella o abre espacios para lo que muy acertadamente hemos venido en denominar “testimonio personal” es mantener una ética personal ejemplar, una ética que por lo inhabitual en el convulso mundo en que vivimos, especialmente en tiempos en los que la corrupción está tan extendida, resulte un toque de atención y provoque la pregunta ¿por qué? ¿Por qué esta conducta ejemplar?

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