sábado, 5 de septiembre de 2015

"La justicia engrandece a una nación": lectura político-espiritual de los Proverbios, L. Cervantes-O.



6 de septiembre, 2015

La justicia engrandece a una nación,
el pecado cubre a los pueblos de vergüenza.
Proverbios 14.34, La Palabra (Hispanoamérica)

¿Cuántas lecturas y relecturas se pueden realizar a un texto bíblico? ¿Y cuántas lecturas de la realidad se pueden hacer a partir de los textos bíblicos? En estos días tan opacos para la nación mexicana, una aproximación político-espiritual al libro de los Proverbios es una buena opción, entre muchas para preguntarse acerca de la gran urgencia de justicia que la aqueja. Y es que la vertiente “social” o “política” de este libro, presente a lo largo y ancho del mismo, consta de pequeñas observaciones o “chispazos” agudos que iluminan diversos aspectos de la problemática del comportamiento de los gobernantes y la exigencia de justicia por parte del pueblo, que casi podría hablarse de una auténtica “teología política” que brota de la articulación mínimamente sistemática de esos fragmentos. Como explica la profesora luterana Mercedes García Bachmann, este libro “está formado por varias colecciones independientes de refranes y de instrucciones, de fecha incierta, a las cuales en el postexilio se les dio un marco (1.1-7 y 31.10-31). Estos materiales diversos abarcan desde instrucciones sobre el comportamiento de los reyes hasta no juntarse con malvados, y desde dichos que reflejan experiencias diarias hasta poemas de la Sabiduría personificada, primogénita de la creación (o preexistente, según se lea el texto)”.[1]

Si se sigue ordenadamente ese hilo socio-político del texto, se advertirá la enorme preocupación que los sabios de Israel tuvieron acerca de la forma en que debía gobernarse el pueblo. La sabiduría, en su opinión, debía tener una aplicación práctica en la vida de un país porque dicha virtud “valora especialmente todo lo que contribuya a la edificación de la comunidad y no a su destrucción, sean acciones, actitudes o palabras. […] Leídos individualmente, muchos refranes muestran el ambiente de la aldea, con sus autoridades locales, ancianos, sabios, necios, trabajadores, holgazanes, esposas, hijos, extranjeros, prostitutas, alcoholizados, burlones, enemigos y muchos otros personajes, mayormente varones”.[2] El refrán (mashal) y la “instrucción” son los recursos utilizados para transmitir los resultados de la observación y tratar de influir en la vida de las personas y de las comunidades, así como la doctrina de la retribución que aparece fuertemente en varias secciones (ej.: 22.8: “Quien siembra injusticia cosecha desgracias,/ la vara de su arrogancia se quebrará”), incluso con un tono más actualizado: “La retribución que cae sobre el malvado no se veía como un castigo que venía directamente de Dios, sino como una consecuencia intrínseca del propio mal que revertía sobre el pecado”.[3] Proverbios es, visto de manera general, “una oferta de sensatez”:

Proverbios nos invita a ser sensatos en este mundo de hoy en donde manda la mentira de los gobernantes (cf 14.15: “El incauto se lo cree todo,/ el prudente medita sus pasos”), donde el mercado totalitario somete con sus reglas a los seres humanos para que se combatan entre sí buscando los primeros lugares —con el miedo permanente de ser perdedores— y para que, sin control ni dominio propio, se consuman todos sus productos novedosos. En fin, este libro nos invita a ser sensatos, andar despacio y meditar profundamente, para discernir por dónde va el camino de la vida y el camino de la muerte. Si se acoge la sabiduría y se come como panal dulce, dice 24.13-14: “...hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada”.[4]

Repartidas en las colecciones de refranes se encuentran muchas sentencias relacionadas con cuestiones políticas, sociales, del pueblo, del gobierno y la justicia. Es una cantidad notable de afirmaciones que van desde la descripción simple del poder político, hasta la crítica directa de actitudes y conductas nocivas para la vida social y colectiva. Más específicamente: “Al estudiar los caps.25-29, también atribuidos a Salomón, notaremos esta misma preocupación teológica y social por recordar a las autoridades (rey, juez, poderosos) que su poder y sus acciones no pasan desapercibidas a Yahvé”.[5] De este modo, hasta podría hacerse una clasificación temática de tales sentencias con base en los temas mencionados, con matices precisos y ligados a la cotidianidad:

a)       el pueblo

Si los justos prosperan, se alegra la ciudad;
si los malvados fracasan, se llena de júbilo. (11.10)

Cuando hay desgobierno, el pueblo se hunde;
muchos consejeros traen la salvación. (11.14)

León rugiente y oso hambriento,
el malvado que explota a un pueblo desvalido. (28.15)


Cuando gobiernan los justos, el pueblo disfruta;
cuando manda el malvado, el pueblo sufre. (29.2)

Cuando no hay profecía, el pueblo se desmanda;

dichoso el que cumple la ley. (29.18)

La alegría y prosperidad de la ciudad, de los ciudadanos, depende del triunfo del bien. Si hay “desgobierno”, el pueblo fracasa y padece. Si los malvados se apropian de él, la opresión es inevitable. Un objetivo fundamental se cumple “cuando el pueblo disfruta”, pero si éste sufre, algo no se está haciendo bien desde el gobierno. Y si no hay profecía, anuncio, claridad en el rumbo, el pueblo pierde horizontes y seguridad para el futuro.

b)       el gobierno

Con paciencia se convence al gobernante,
palabra amable quiebra la resistencia. (25.15)

Gobernante insensato aumenta la opresión,
el que odia la rapiña alargará su vida. (28.16)

Cuando gobiernan los justos, el pueblo disfruta;
cuando manda el malvado, el pueblo sufre. (29.2)


Al gobernante que hace caso de calumnias,
todos sus servidores le parecen malvados. (29.12)

Muchos buscan el favor del gobernante,

pero sólo el Señor imparte justicia. (29.26)

Los gobernados debían considerar a sus líderes con mesura, a fin de que ellos también respetasen los derechos del pueblo, y así lograr el triunfo de la justicia. Pero se espera una buena actitud del gobernante y que comprenda los límites de sus acciones.

c)        los reyes

Gracias a mí reinan los reyes
y los soberanos administran la justicia. (8.15)

Pueblo numeroso, gloria del rey;
escasez de gente, ruina del príncipe. (14.28)

El rey favorece al siervo eficiente
y descarga su cólera sobre el inepto. (14.35

Es detestable que los reyes hagan el mal,
pues la justicia sustenta su trono. (16.12)

Rey sentado en tribunal
descubre con sus ojos todo mal. (20.8)


La mente del rey es una acequia
que el Señor dirige a donde quiere. (21.1)

…separa al malvado del rey
y la justicia presidirá su reinado. (25.5)

Un rey justo sostiene a un país,
el partidario de sobornos lo arruina. (29.4)

Rey que juzga con justicia a los pobres
afirma su trono para siempre. (29.14)

…el gallo orgulloso, el macho cabrío,
y el rey al frente de su pueblo. (30.31)

Si “el rey representaba a Yahvé en la tierra, esto significa, por un lado, que Yahvé le había dado el poder de juzgar con justicia... Por otro lado, era responsable ante Yahvé por sus acciones: su trono sólo estaba seguro mientras actuase con justicia”.[6]

y d) la práctica o ausencia de la justicia

Gracias a mí reinan los reyes
y los soberanos administran la justicia. (8.15)

Si los justos prosperan, se alegra la ciudad;
si los malvados fracasan, se llena de júbilo. (11.10)

No quedará impune el malvado,
la estirpe de los justos se salvará. (11.21)

La justicia engrandece a una nación,
el pecado cubre a los pueblos de vergüenza. (14.34)


Es detestable que los reyes hagan el mal,
pues la justicia sustenta su trono. (16.12)

…separa al malvado del rey
y la justicia presidirá su reinado. (25.5)

Rey que juzga con justicia a los pobres
afirma su trono para siempre. (29.14)

Muchos buscan el favor del gobernante,

pero sólo el Señor imparte justicia. (29.26)

Como se puede apreciar, en los caps. 28 y 29 muchas sentencias giran alrededor del cambio de gobierno, de la justicia y de reyes que se dejan llevar por informes falsos y favoritismos. Algunos/as biblistas brasileños han observado sobre el contexto socio-político del segundo capítulo

que su origen probablemente estuvo antes de la reforma de Josías […] (640-620 a.C.), cuando no sólo había grandes diferencias entre clases sociales, injusticias, inmoralidad e idolatría, sino que además, como lo reflejan numerosos de estos dichos, el rey y sus acólitos no eran instancias confiables a la hora de esperar justicia o verdad y la monarquía no daba garantías de estabilidad para el pueblo de Dios. […] El uso repetido del paralelismo antitético podría indicar la experiencia del pueblo de dos gobiernos, uno bueno seguido de uno malo (Ezequías y Manasés) o viceversa (Acaz y Ezequías o Manasés y Josías). Aunque no se llega a cuestionar la monarquía en sí misma, se evidencia un desencanto con los gobernantes.[7]

En este mismo cap. la situación es complicada porque el pueblo tiene miedo por causa de los abusos mencionados: “impiedad del gobierno que arranca gemidos del pueblo (v. 2), impuestos extorsivos (v. 4), adulación (v. 5), insensibilidad a la causa de los pobres (v. 7), poder cercado y basado sobre la mentira (v. 12), poder criminal (v. 16) y complicidad criminal (v. 24). Contrapuesta al miedo está la actitud de quien confía radicalmente en el Señor y en él encuentra su verdadera seguridad”.[8] Además: “El v.13 comienza con dos opuestos que se encuentran: el pobre y el opresor; el segundo hemistiquio emite un principio fundamental, a saber, Yahvé da la luz a ambos, no hace acepción de personas por su condición socio-económica. Es más, a la luz de los vv. 12 y 14, contrastando mutuamente, Yahvé espera lo mismo del jefe y el rey”.[9]
¿Nos suena familiar la actitud del pueblo hacia sus gobernantes? En medio de crisis recurrentes, ante la celebración de fechas importantes del pasado, pero con urgencias tan visibles, los creyentes que ejercen las ciudadanías del Reino de Dios y de este mundo deben asumir el papel que su Señor les ha otorgado, a fin de cumplir con ambas de la mejor manera posible. Sólo así podrá caminarse hacia la justicia que requiere toda nación.





[1] M. García Bachmann, “Libro de los Proverbios”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 52, p. 1, www.claiweb.org/ribla/ribla52/libro%20de%20proverbios.pdf.
[2] Ibid., p. 4.
[3] Inmaculada Rodríguez Torné, El libro de Proverbios: tres textos, tres lecturas: el trasfondo sociocultural de los escritores, traductores, lectores y comunidades receptoras de TM, LXX y Vulgata: el caso de Proverbios. Tesis doctoral. Madrid, Universidad Complutense, 2011, p. 38, http://eprints.ucm.es/12664/1/T32585.pdf.[4] Elsa Tamez, “La teología del éxito en un mundo desigual. Relectura de Proverbios”, en RIBLA, núm. 30, www.claiweb.org/ribla/ribla30/la%20teologia%20del%20exito.html.
[5] Ibid., p. 12.
[6] Raymond N. Whybray, “Yahweh-sayings and their contexts”, en La Sagesse de l’Ancien Testament, p. 159, cit. por M. García Bachmann, op. cit., p. 12.
[7] “Pr 29: Sabedoria do povo ontem e hoje. Uma leitura sociológica”, en Estudos Bíblicos, núm. 13, 1987, p. 68, cit. por M. García Bachmann, op. cit., p. 15.
[8] Ibid., p. 15.
[9] R.N. Whybray, The Composition of the Book of Proverbs, en JSOTS, núm. 168, Sheffield Academic Press, 1994, pp. 127-128, cit. por M. García Bachmann, op. cit., p. 15.

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