4 de febrero de 2018
Jesús les dijo: Denles ustedes de comer.
Lucas 9.13, TLA
Toda la actividad de Jesús, sus palabras y sus acciones tuvieron
como eje central la instauración del reinado de Dios en la tierra. Para tal
fin, y a contracorriente de otros profetas (como Juan el Bautista), llevó a
cabo un proyecto comunitario al que invitó a unirse a varias personas. Llama la
atención la insistencia de los evangelios en registrar los nombres de los 12
más visibles, que representarían el número simbólico del pueblo de Dios en la
historia. Con ese grupo en mente y en la práctica, Jesús de dio a la tarea de
servir al pueblo pobre de su tiempo para hacer visible la cercanía del reino
divino. El sentido del envío de los doce tenía la misma finalidad. Pero esa
instauración no podía quedarse en el solo anuncio de una realidad espiritual,
el reinado de Dios tiene que empezar a “verse” también de alguna manera; por
eso, las acciones y los signos de Jesús hicieron visible y palpable la realidad
del reino.
Una de las principales necesidades humanas es la
comida para el mantenimiento de la vida. El evangelio de Lucas es el que subraya
con mayor intensidad la acción de comer como parte de la manifestación de la
presencia de Dios. Si podemos hablar aquí de milagro, no podemos plantearlo
como el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que realizó Jesús,
sino como el milagro que genera el desprendimiento y la actitud de compartir,
la apertura generosa y solidaria con los demás. (La Biblia de Nuestro Pueblo). “Como Juan y como los antiguos
profetas, Jesús insiste en reeditar el proyecto del Padre: una mesa llena,
alrededor de la cual puedan sentarse todos los hermanos, repartiendo el pan,
sin discriminación, sin injusticias”.[1]
Eso es lo que tiene que promover de manera
permanente el discípulo de Jesús, y eso es lo que tiene que “sacramentalizar”
en el mundo nuestro compromiso cristiano. “A los discípulos que acaban de
regresar de predicar y curar al pueblo de Dios les da Jesús un nuevo encargo:
tienen que alimentar al Israel reconstituido con la eucaristía. Vuelve a
aparecer el tema lucano de la comida. En 4.16-9.6, este motivo apareció, en
gran parte, en los relatos que presentaban la gozosa comunión de mesa de Jesús
con los pecadores. Aquí recibe una dimensión complementaria: En la misión del
reino de Jesús, Dios está cumpliendo sus promesas de alimentar a una creación
hambrienta” (Comentario bíblico San
Jerónimo). La orden que reciben los discípulos (la misma que dio Eliseo, II
R 4.42-44) era algo que iba más allá de sus fuerzas. Por eso quisieron disolver
la reunión, algo contrario a las intenciones de Jesús: los discípulos hacen sus
cálculos porque “todavía no saben confiar en el don de Dios”.[2]
Pensaron que sólo mediante una compra podrían alimentar al pueblo, pero ¡sólo
el don es posibilidad de vida!
“Ésta es la tercera mesa que
encierra la primera parte del Evangelio y con la cual nosotras las comunidades
debemos confrontarnos. El pueblo debe pasar por la prueba del pan. Si no
creemos en el pan compartido, nunca seremos los discípulos y las discípulas de
Jesús”.[3]
El Señor enseñó a los discípulos las diversas posibilidades para la
sobrevivencia y propuso un contra-poder basado en la gratuidad, en la gracia
absoluta, en el don que viene de Dios y de la disposición de un pueblo para
compartir en medio de la escasez y de la necesidad. Ellos debían siempre leer estas
cosas entre líneas para hacer presente el nuevo impulso del Reino de Dios contra el peso de la materialidad inclemente e interesada solamente en la ganancia.
[1] Sandro
Gallazzi, “Pues
yo estoy en medio de ustedes como ¡aquel que sirve! (Lc 22,27)”,
en RIBLA, núm. 44, 2003/1, p. 109, www.claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2#39-51.
[2] Silvano
Fausti, Una comunidad lee el evangelio de
Lucas. Bogotá, San Pablo, 2007, p. 293.
[3] S.
Gallazzi, op. cit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario