LOS HOMBRES DEL MAESTRO (I)
PEDRO
Rinaldo Fabris
Pedro,
después de Jesús, el Cristo, es el personaje más conocido y citado en los textos del NT: unas 154 veces,
con el sobrenombre de Petrós, asociado
en 27 casos al nombre hebreo Simeón, en
la forma griega Simón. Con este
nombre se le conoce al menos unas 20 veces en los evangelios. Pablo, por el
contrario, se refiere a Pedro con el apelativo arameo de Kéfa, que aparece en total nueve veces en el NT.
Simón Pedro es
el hijo de Juan (Jn 1.42) o, en la forma aramea, bar-Yona, hijo de Jonás (Mt 16.17). La figura de Pedro, que tiene
un papel tan destacado en el NT, se carga de connotaciones todavía más
relevantes en la historia de la Iglesia ya desde los primeros siglos por el
papel primacial de la sede romana, que apela a él. Así pues, son estas dos
razones las que invitan a investigar en los textos del NT, donde confluyen
tradiciones diversas, pero convergentes, a la hora de trazar el perfil
histórico de Pedro y su itinerario espiritual, propuestos a cada uno de los
cristianos y a sus comunidades.
La figura de Pedro en los evangelios sinópticos
Sobre la base de una plataforma
tradicional común, que da razón de los rangos y de los datos convergentes en la
figura y en la función de Pedro, se desarrolla el trabajo redaccional de cada
uno de los evangelistas. La imagen y el papel de Pedro se integran con algunos
datos particulares sacados de la propia tradición; además, el perfil de Pedro
asume aspectos particulares según la perspectiva de cada autor. Pero, a pesar
de estas diferencias, es posible recorrer el itinerario espiritual de Pedro
siguiendo la documentación evangélica.
a)
La llamada. Pedro figura entre los primeros
discípulos históricos de Jesús, es decir, forma parte de aquel grupo de hombres
adultos que compartió el destino y el estilo de vida del maestro en una
actividad itinerante a lo largo de las aldeas de Galilea y en las
peregrinaciones festivas a Jerusalén. El dato común de partida para reconstruir
la imagen evangélica de Pedro es la llamada, que atestiguan de común acuerdo
los tres sinópticos, y también en parte la tradición joanea. La vocación de
Pedro forma parte de la escena de la llamada de los cuatro primeros discípulos,
constituida por dos parejas de hermanos: por una parte, Pedro y Andrés, y por
otra Santiago y Juan. Los cuatro son pescadores del lago de Galilea. La
iniciativa se remonta a Jesús, el cual con su palabra autorizada los invita a
compartir su destino de mesías y predicador del reino de Dios. Efectivamente,
este episodio se coloca inmediatamente después del sumario de la actividad
inaugural de Jesús, que anuncia la proximidad del reino de Dios (Mc 1,15):
"Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de
Simón, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:
'Venid conmigo y os haré pescadores de hombres'. Al instante dejaron las redes
y le siguieron" (Mc 1,16-18). A las palabras de Jesús, que los saca de su
actividad cotidiana proponiéndoles una nueva misión con el estilo y la
autoridad de Dios que llama a los profetas, sigue la respuesta de los dos
hermanos, que se ponen a seguir a Jesús (Mt 4,18-22).
El tercer
evangelista, Lucas, refiere la llamada de Pedro en un contexto de pesca
prodigiosa. Fiándose de la palabra de Jesús, Simón Pedro y sus compañeros echan
la red al mar y la sacan llena de peces. Este gesto anticipa proféticamente la
misión de los discípulos de Jesús. Viene a continuación la reacción de
Pedro, lo mismo que en las teofanías bíblicas, y las palabras de Jesús, que
están sustancialmente de acuerdo con lo que dicen los otros sinópticos (Lc
5,11; cf Jn 21,1-6).
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DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
LA LLAMADA AL SEGUIMIENTO
Dietrich Bonhoeffer
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo,
sentado en el despacho de impuestos, y le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le
siguió (Marcos 2.14).
Se produce
la llamada y, sin otro intermediario, sigue el acto de obediencia por parte
del que ha sido llamado. La respuesta del discípulo no consiste en una
confesión de fe en Jesús, sino en un acto de obediencia. ¿Cómo es posible esta
sucesión inmediata de llamada y obediencia? La razón natural encuentra esto
demasiado chocante, tiene que esforzarse en cortar esta sucesión tan brutal; es
preciso que algo se haya desarrollado en medio, hay que explicar algo. De
cualquier forma que sea, hay que encontrar un elemento de conexión, psicológico
o histórico.
Se propone la
estúpida pregunta de saber si el publicano no conocía ya a Jesús, por lo que
estaría dispuesto a seguir su llamada. Pero el texto se obstina en no responder
a este punto; lo único que importa es, precisamente, esta sucesión inmediata de
llamada y acción. No le interesan las motivaciones psicológicas de las
decisiones piadosas de un hombre. ¿Por qué? Porque sólo hay una motivación que
explique suficientemente esta sucesión de llamada y acción: Jesucristo mismo.
Él es quien llama. Por eso obedece el publicano. En este encuentro queda
atestiguada la autoridad incondicional, inmediata y no motivable de Jesús.
Nada precede
aquí y nada sigue más que la obediencia del que ha sido llamado. Jesús, por ser
el Cristo, tiene poder pleno para llamar y exigir que se obedezca a su palabra.
Jesús llama al seguimiento, no como un profesor o como un modelo, sino en
cuanto Cristo, Hijo de Dios. Así, en este breve pasaje, lo único que se anuncia
es a Jesucristo y el derecho que tiene sobre los hombres. Ninguna alabanza
recae sobre el discípulo o sobre su cristianismo lleno de decisión. La mirada
no debe dirigirse hacia él, sino únicamente hacia el que llama y hacia su pleno
poder. No hay otra indicación de un camino que conduzca a la fe, al
seguimiento; el único camino hacia la fe es el de la obediencia a la llamada de
Jesús.
¿Qué se nos dice
sobre el contenido del seguimiento? Sígueme, ven detrás de mí. Esto es todo. Ir
detrás de él es algo desprovisto de contenido. Realmente, no es un programa de
vida cuya realización podría aparecer cargada de sentido, no es un fin, un
ideal, hacia el que habría que tender. No es una causa por la que, desde un
punto de vista humano, merecería la pena comprometer algo, incluso la propia
persona.
¿Y qué pasa? El
que ha sido llamado abandona todo lo que tiene, no para hacer algo
especialmente valioso, sino simplemente a causa de la llamada, porque, de lo
contrario, no puede marchar detrás de Jesús. A este acto no se le atribuye el
menor valor. En sí mismo sigue siendo algo completamente carente de
importancia, indigno de atención. Se cortan los puentes y, sin más, se continúa
avanzando. Uno es llamado y debe salir de la existencia que ha llevado hasta
ahora, tiene que “existir”, en el sentido más estricto de la palabra.
Lo antiguo queda
atrás, completamente abandonado. El discípulo es arrancado de la seguridad
relativa de la vida y lanzado a la inseguridad total (es decir, realmente, a la
seguridad y salvaguarda absolutas en la comunidad con Jesús); es arrancado al
dominio de lo previsible y calculable (o sea, de lo realmente imprevisible) y
lanzado al de lo totalmente imprevisible, al puro azar (realmente, al dominio
de lo único necesario y calculable); es arrancado del dominio de las
posibilidades finitas (que, de hecho, son infinitas) y lanzado al de las
posibilidades infinitas (que, en realidad, constituyen la única realidad
liberadora).
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ENTREVISTA SOBRE LA ALIANZA ENTRE MORENA Y EL PARTIDO ENCUENTRO SOCIAL (I)
Patricia Gutiérrez-Otero
Protestante Digital, 2 de febrero
Patricia Gutiérrez-Otero es una poeta, ensayista y traductora mexicana. Cuenta con una maestría en Teología por el Instituto de Estudios Teológicos de Bruselas, de la Compañía de Jesús, y con estudios de maestría en Letras. Ha sido profesora en la Universidad Iberoamericana y en otras instituciones. Escribe regularmente en la revista Siempre!, en donde recientemente publicó esta entrevista con L.C.-O.
La alianza del Partido Encuentro Social (PES) con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y el Partido del Trabajo (PT) da mucho de qué hablar dado que el PES se presenta como un partido evangélico con opciones conservadoras en la vida social, ajenas a la izquierda, como el rechazo a la despenalización del aborto o a los matrimonios entre homosexuales, e incluso tiene una opción basada en la llamada “teología de la prosperidad”. Para comenzar, ¿puedes decirnos qué tipo de protestantismo representa el PES? ¿Cuál es, brevemente, su historia?
Encuentro Social es, en efecto, un partido de inspiración cristiano-evangélica, no exactamente protestante, según la terminología “clásica”, que forma parte de la explosión de partidos políticos similares, tal como se han desarrollado en varios países latinoamericanos, según los han estudiado el profesor Jean-Pierre Bastian y otros autores.
Su conservadurismo salta a la vista, pues su origen (marcado por la formación neo-pentecostal de su dirigente, Hugo Éric Flores Cervantes) no tiene nada que ver con el liberalismo (mayormente juarista) que caracterizó al protestantismo mexicano desde sus inicios en la segunda mitad del siglo XIX.
El PES procede de las reuniones de culto que se hicieron en el círculo de Liébano Sáenz al final del sexenio de Ernesto Zedillo. Flores es un egresado de Harvard que, al convertirse a la fe que ahora se denomina más como “cristiana” (de moda, dicho sea de paso), creyó conveniente formar primero una agrupación política nacional y luego un partido para hacer visible la participación de esta corriente religiosa en la vida del país.
Estos movimientos recientes (Casa sobre la Roca, en particular, relacionado después con Felipe Calderón y su esposa), al desligarse de la historia del protestantismo, asumen posturas un tanto “adánicas”, es decir, como si con ellos hubiera comenzado el despertar político de los cristianos no católicos, lo que en realidad aconteció al momento de los cambios constitucionales en materia religiosa, entre 1993 y 1994.
En Chiapas, y en el sureste en general, surgieron iniciativas que no cuajaron, pero que propusieron la organización de partidos confesionales, como ahora lo es, de manera atípica, el PES.
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