6 de mayo, 2018
Con Jesús andaban también
sus doce discípulos y muchas mujeres. Estas mujeres ayudaban con dinero a Jesús
y a sus discípulos.
Lucas 8.1b-2, TLA
Una mujer entre la
multitud dijo gritando: –¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron! Pero él repuso: –Mejor: ¡Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios
y lo cumplen! (Lc 11.27-28). …La corrección de Jesús demuestra que la vocación
fundamental de la mujer es la de ser discípula y de este modo se realizará como
persona…[1]
Ana María Tepedino
Si
existe una frase que pueda definir la relación que tuvieron algunas mujeres con
Jesús de Nazaret, es ésta, que utiliza la teóloga brasileña Ana María Tepedino:
“Seguidoras de principio a fin”. Ella misma ha planteado muy bien la pregunta
del Señor: “¿Quién dicen las mujeres que soy yo?”.[2]
Esto significa que ellas asumieron con toda seriedad el discipulado de su
maestro, a tal grado de que varias de ellas incluso estuvieron al pie de la
cruz, en medio de las peores circunstancias. Ellas practicaron plenamente las
características del discipulado: “El seguimiento consiste en ir tras Jesús,
andar su mismo camino. Se trata de una relación personal, una respuesta a la
llamada de Jesús que exige la renuncia a la vida antigua y a uno mismo y una
entrega total. Es una respuesta a la llamada para colaborar con Jesús en el
servicio a los demás, en la obediencia (ob
audire: escuchar las llamadas de Dios), en la praxis amorosa a favor de los
menos favorecidos y marginados, sabiendo que esta práctica tiene un camino: el
de la cruz y la resurrección”.[3]
El evangelio de Lucas, particularmente atento a
la voz y experiencia de las mujeres que siguieron a Jesús (42 relatos sobre
ellas), incluye varios episodios que, aun siendo aislados, muestran la forma en
que lo acompañaron. Así lo resume Tepedino: “…las mujeres vivieron una
experiencia transformadora con aquel judío, que las trataba con respeto y deferencia.
De la misma forma que trataba a todos: a los hombres, a los niños y a los
extranjeros”.[4]
La seriedad con que asumieron el compromiso de seguirlo es incuestionable: “Un
dato común a los cuatro evangelios es la pertenencia de las mujeres a la
asamblea del Reino convocado por Jesús. No
son miembros accidentales. Son participantes activas. Al conocer la
situación de marginación, de opresión y de discriminación en que ellas vivían, se
solidariza con su situación infrahumana y las cura. […] No comparte los
prejuicios de su tiempo contra las mujeres”.[5]
Aunque en ocasiones son vistas como “discípulos que no son discípulos”,[6]
ellas no desistieron y llevaron el discipulado hasta sus últimas consecuencias,
por lo que deben ser vistas como modelo del mismo.
De ahí la importancia del breve fragmento de
Lucas 8.1-3, pues ejemplifica suficientemente la manera en que las mujeres
discípulas sostuvieron, material y espiritualmente, buena parte del ministerio de
Jesús. Eran “algo más que proveedoras o simples servidoras”.[7]
El impacto de su mensaje había llegado a esferas sociales bajas, medias y
altas, como se aprecia en las mujeres mencionadas (se destaca la presencia de
María de Magdala y de Juana, esposa del intendente de Herodes Antipas, de
elevada posición social. Es indudable la importancia de Juana, como lo muestra
la mención de su nombre en la lista de Lc 24,10”). Lo cierto es que “el hecho
histórico del seguimiento y el discipulado femenino hace parte de la propuesta
contracultural que presentó Jesús, con su opción en el anuncio del Reino y que cabe
dentro de ‘aquellos hechos’ que fueron escandalosos para sus contemporáneos”.[8]
Por todo ello urge recuperar el papel de las mujeres como discípulas y
seguidoras de Jesús encargadas de una misión muy concreta: “Es indudable un
seguimiento de verdaderas discípulas que rompe con la sensibilidad de los
destinatarios de aquella época, evidenciando que el anuncio del Evangelio es
una tarea que le compete en iguales condiciones a hombres y mujeres”.[9]
Además, como señala Justo L. González: “Hay cierto paralelismo entre este
pasaje y Hch 16, acerca de Lidia de Tiatira. Lidia fue el comienzo de la
iglesia en Filipos y por eso no ha de sorprender que se haya distinguido por su
apoyo al proyecto de Pablo de recoger una ofrenda para los fieles empobrecidos
de Jerusalén”.[10]
Finalmente, y como parte de una lectura integral
de la propuesta de Jesús tal como la presenta Lucas es posible articular una
visión más completa de la misma:
El evangelio indica cómo
Jesús está desafiando un orden social que estigmatiza y excluye, y, al mismo
tiempo, presenta con su praxis un mundo alternativo al ya construido. […] De
esta forma, el orden social y religioso establece quiénes pueden estar en
comunidad y quiénes pueden ser gratos a Dios. Sin embargo, Jesús está
legitimando el seguimiento de las mujeres, pues ellas fueron curadas de malos
espíritus y enfermedades; causales que ya las hacía excluidas socialmente, con
una carga de estigmatizadas. El punto está en la alternativa social que propone
Jesús y el cristianismo naciente, aceptar en su grupo a las mujeres a la par
que a los hombres, construir y establecer relaciones sociales desde otro ámbito.
[…]
Evaluar
o juzgar el discipulado ofrece y exige revisar la visión alternativa y
desafiante que presentan textos como el de este estudio, pues es la posibilidad
de recuperar la riqueza y novedad del seguimiento, reconociendo el papel
fundamental de aquellos que no son considerados discípulos pero que lo son, tal
como las mujeres en el evangelio de Lucas o los laicos en la iglesia. Sin
olvidar que el discipulado concreto, en el que los discípulos seguían
literalmente a Jesús, se caracterizaba por estar cerca de él, escucharle y
verle realizar signos que manifestaban un cambio en la comprensión del mundo y
de Dios: el Reino, y es precisamente lo que ocurre en Lc 8,1-3 e incluso en el
texto de Marta y María Lc 10,38-42. En el discipulado del movimiento de Jesús
es importante retomar que él llama a quienes el mundo consideraba “perdedores
sociales”, y son ellos quienes tuvieron disponibilidad para dar la vida por el
Reino.[11]
[1] A.M. Tepedino, Las discípulas de Jesús. Madrid, Narcea, 1994. Edición ecuatoriana:
www.mercaba.org/ARTICULOS/D/discipulas_de_jesus.htm.
[2] A.M. Tepedino, “¿Quién
dicen las mujeres que soy yo?”, en J.J. Tamayo Acosta, dir., 10 palabras clave sobre Jesús de Nazaret. Estella,
Verbo Divino, 1999, pp. 415-452, https://es.scribd.com/document/349325769/10-palabras-clave-sobre-Jesus-de-Nazaret-J-J-Tamayo-Acosta-pdf.
“Si las respuestas que dan los hombres están dentro del marco teórico del
patriarcado, las mujeres han de responder a esta pregunta por sí mismas. […]
Sólo cuando la cristología esté enraizada en la experiencia de las mujeres, podremos
llegar a la perspectiva de lo que es igualmente salvífico para mujeres y hombres”,
p. 440.
[3] A.M. Tepedino, Las discípulas de Jesús.
[4] A.M.
Tepedino, “¿Quién dicen las mujeres…?”, pp. 440-441.
[5] Ibíd.,
p. 441.
[6] Mary Betty Rodríguez Moreno y Miguel
Antonio Camelo Velásquez, “Discípulos que no son discípulos. Mujeres como
paradigma del laicado Lucas 8,1-3”, en Franciscanum.
Revista de la Ciencia del Espíritu, vol. 59, núm. 167, enero-junio de 2017,
pp. 277-318, http://revistas.usb.edu.co/index.php/Franciscanum/article/view/2847/2469.
[7] Ibíd.,
p. 291.
[8] Ibíd.,
p. 295.
[9] Ibíd.,
pp. 297-298.
[10] J.L. González, Temas de la teología de Lucas para hoy. Cleveland, Editorial
Evangélica, 2013, p. 58.
[11] M.B. Rodríguez Moreno y M.A. Camelo
Velásquez, op. cit., pp. 302-303, 309.
No hay comentarios:
Publicar un comentario