sábado, 12 de mayo de 2018

Letra 568, 13 de mayo de 2018


PABLO, APÓSTOL DE CRISTO (LA PELÍCULA)

Una emocionante y épica historia del hombre que persiguió a la iglesia primitiva y luego se convirtió en su más grande defensor. Pablo, conocido antes como Saulo de Tarso, se convirtió en el cristianismo mientras viajaba en el camino de Jerusalén a Damasco en una misión para arrestar a los cristianos, hasta que Jesús resucitado se le apareció y quedo ciego por tres días.
En el elenco de la tan esperada película se destaca el actor Jim Caviezel, quien protagonizó el largometraje La Pasión de Cristo, y en esta cinta dará vida al apóstol Lucas; mientras que el apóstol Pablo será interpretado por James Faulkner. La cinta muestra a Pablo y su radical transformación del más vil perseguidor de los cristianos, al apóstol más influyente de Jesucristo.
La película presenta sus últimos días, en una prisión en Roma, debilitado físicamente y en espera de su sentencia de muerte por el emperador Nerón. Mientras que el empecinado prefecto de la prisión de Mamertina, busca entender cómo ese viejo hombre puede representar una amenaza. La película cuenta los desafíos y luchas que enfrenta Pablo, quien escribe cartas a las comunidades cristianas desde la cárcel para alentar a los creyentes a permanecer fuertes en su fe contra la persecución romana; así como Lucas quien se esfuerza en proclamar y vivir el evangelio de Jesucristo.

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Andrew Hyatt ya dirigió hace tres años Llena de gracia, película centrada en los últimos días de la virgen María. Similar tratamiento realista (y espeso) impregna su siguiente realización, que gira en torno a los días en prisión del hierático apóstol Pablo y su legado, recogido en varios documentos por su amigo y discípulo Lucas, encarnado por Jim Caviezel, quien fuera Jesucristo en la bárbara pasión según Mel Gibson.
Todo cuadra en el actual cine teológico de Hollywood: aquí es también una Roma violenta y cruel en la que los cristianos o bien son despedazados en la arena o queman como antorchas humanas en las calles.

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Es el año 67 D.C. Nerón echa la culpa a los cristianos de los incendios que él ha cometido. Son tiempos difíciles para los cristianos, son carne de los espectáculos circenses. Pablo es hecho prisionero por los romanos. Mauricio es el prefecto de la prisión. En otro tiempo, Pablo era conocido como Saulo de Tarso, un brutal asesino de cristianos de alto rango.
Lucas, el galeno, cuando se entera de que Pablo está preso decide ir a rescatarle. El anciano Pablo le convence que debe seguir en prisión y que su verdadera misión es escribir su historia. Así es como comienza a transcribir y sacar clandestinamente las cartas de Pablo a la creciente comunidad de creyentes. Pese a la inhumana persecución a la que los somete Nerón, estos hombres y mujeres difundirán el Evangelio de Jesucristo y cambiarán el mundo.

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LOS HOMBRES DEL MAESTRO (XII)
TADEO
D. Yuber Galindo

Raro y poco conocido por este nombre, ya que se le conoce generalmente como S. Judas Tadeo. Con el nombre de T. se le cita en dos de las listas que los evangelistas nos ofrecen de los Apóstoles. Aparece en primer lugar en el Evangelio de S. Mateo, que da la lista de los Doce Apóstoles dividida en tres grupos de cuatro: Mt 10.2-4. Y también aparece T. en la misma lista de Apóstoles del Ev. de S. Marcos: Mr 3.16-19.
El pasaje paralelo del Ev. de S. Lucas, al dar esta misma lista, omite el nombre de T., y en su lugar pone el de “Judas de Santiago” (Lc 6.14-16). Y en el Ev. de S. Juan se leen las únicas palabras que recogen los Evangelios de este Judas, que reflejan ciertamente un gran celo apostólico: en el llamado Sermón de la última cena, en un momento dado, Judas “no el Iscariote”, enfervorizado de caridad hacia el prójimo, interrumpe: “Señor, ¿cómo ha de ser esto, que te has de mostrar a nosotros y no al mundo?” (Jn 14.22). Finalmente, aparece también en la lista de los Apóstoles que da el libro de los Hechos (Hch 1.13); aquí se dan los nombres de once, pues Judas el traidor estaba ya excluido; y el último nombre de esta lista es el de “Judas de Santiago”, como en S. Lucas.
El nombre Judas es frecuente en el N. T. y también en la Iglesia primitiva. Nada tiene, pues, de particular que aparezcan varios discípulos de Jesús con este nombre. Por otra parte T. es más bien un sobrenombre, de la raíz aramea tadde (“seno, pecho”); y de aquí su significación fundamental de “amado, esforzado, animoso”. Además, algunos manuscritos, como el Códice Beza, en el texto citado de Mt 10.3, en lugar de “Tadeo” leen “Lebbeo” (Nestlé, N. T. graec. ap. crit.). Este otro sobrenombre “Lebbeo”, viene del hebreo libbai, de la raíz leb, que significa corazón. También puede ser toponímico de “Lebba”, pequeña aldea de Galilea, donde habría nacido. Así, pues, este Apóstol tenía dos sobrenombres, además de su nombre propio. ¿Cuál era éste? Los autores generalmente afirman que era el de Judas. Y se le daban esos otros sobrenombres para diferenciarlo de los demás, sobre todo para distinguirlo del traidor: Judas Iscariote (cfr. M. Tuya, Biblia Comentada, V, Madrid 1964, p. 235).
La tradición antigua afirma que T. y Judas de Santiago son una misma persona, que es denominada Judas Tadeo o Lebeo (Orígenes: PG 14,1016; Tertuliano: PL 1,1308). Y se apoya en los textos citados de Mt y Mc. A esto oponen algunos exegetas el hecho de que S. Lucas le llame “Judas de Santiago”. Y arguyen que, en el N. T., cuando se trata de parentesco expresado por un genitivo después de un nombre, se quiere consignar una relación no de fraternidad, sino de paternidad. El mismo S. Lucas en ese mismo contexto habla de Santiago de Alfeo, en sentido de «hijo» de Alfeo. Pero esto no es del todo concluyente. Esta frase de S. Lucas, bien que interpretada de diversas maneras, lo ha sido también y sobre todo en sentido de “hermano”. Lo cual es conforme a la gramática y también usado en el griego clásico. Así lo afirman autores como M. J. Lagrange (Evangile S. Luc., París 1921, p. 181), F. M. Abel (en su Grammaire du grec biblique, París 1927, 176), y más recientemente M. Tuya.
Realmente, pues, T. y Judas de Santiago, citados así indistintamente en los Evangelios, son de hecho una misma persona, uno y el mismo Apóstol. La razón fundamental de ello es ésta: T. sólo es citado en las listas de Mt y Mc; pero como en las cuatro listas coinciden los nombres de los doce Apóstoles excepto éste, se sigue por exclusión que el T. de Mt y Mc es la misma persona que citan Lc y Hch con el nombre de Judas de Santiago.
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS

EL SEGUIMIENTO Y LA CRUZ (VI)
Dietrich Bonhoeffer

Resultado de imagen para bonhoeffer bethge descléeEs preciso llevar el sufrimiento para que este pase. O es el mundo quien lo lleva, y se hunde, o recae sobre Cristo, y es vencido por él. Así, pues, Cristo sufre en representación del mundo. Sólo su sufrimiento es un sufrimiento redentor. Pero también la Iglesia sabe ahora que el sufrimiento del mundo busca a alguno que lo lleve. De forma que, en el seguimiento de Cristo, el sufrimiento recae sobre la Iglesia y ella lo lleva, siendo llevada al mismo tiempo por Cristo. La Iglesia de Jesucristo representa al mundo ante Dios en la medida en que sigue a su Señor cargando con la cruz.
Dios es un Dios que lleva. El Hijo de Dios llevó nuestra carne, llevó la cruz, llevó todos nuestros pecados y, con esto, nos trajo la reconciliación. El que le sigue es llamado igualmente a llevar. Ser cristiano consiste en llevar. Lo mismo que Cristo, al llevar la cruz, conservó su comunión con el Padre, para el que le sigue cargar la cruz significa la comunión con Cristo.
El hombre puede desembarazarse de esta carga que le es impuesta. Pero con esto no se libera de toda carga; al contrario, lleva un peso mucho más insoportable y pesado. Lleva el yugo de su propio yo, que se ha escogido libremente. A los que están agobiados con toda clase de penas y fatigas, Jesús los ha llamado a desembarazarse del propio yugo para coger el suyo, que es suave, para coger su peso, que es ligero. Su yugo y su peso es la cruz. Ir bajo ella no significa miseria ni desesperación, sino recreo y paz de las almas, es la alegría suprema. No marchamos ya bajo las leyes y las cargas que nos habíamos fabricado a nosotros mismos, sino bajo el yugo de aquel que nos conoce y comparte ese mismo yugo con nosotros.
Bajo su yugo tenemos la certeza de su proximidad y de su comunión. A él es a quien encuentra el seguidor cuando carga con su cruz.

Las cosas no deben suceder según tu razón, sino por encima de tu razón; sumérgete en la sinrazón y yo te daré mi razón. La sinrazón es la razón verdadera; no saber adónde vas es, realmente, saber adónde vas. Mi razón te volverá perfectamente irrazonable. Así fue como abandonó Abraham su patria, sin saber adónde iba. Se entregó a mi saber, abandonando su propio saber, siguió el verdadero camino para llegar al fin verdadero. Mira, éste es el camino de la cruz; tú no puedes encontrarlo, es preciso que yo te guíe como a un ciego; por eso, no eres tú, ni un hombre, ni una criatura, quien te enseñará el camino que debes seguir; seré yo, yo mismo, con mi Espíritu y mi palabra. Este camino no es el de las obras que te has escogido, ni el sufrimiento que te has imaginado; es el sufrimiento que yo te indico contra tu elección, contra tus pensamientos y deseos. Marcha por él, yo te llamo. Sé discípulo, porque ha llegado el tiempo y tu maestro se acerca (Lutero).

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