LOS HOMBRES DEL MAESTRO (XIII)
SIMÓN, EL ZELOTE O CANANEO
Septimio Cipriani
También llamado el Cananeo en Mt 10.4 y Mr 3.18. En el
Evangelio de Lucas (6.15) y en los Hechos (1.13) es denominado el Zelote (o
Celotes).
S. Jerónimo y algunos antiguos
exegetas griegos han interpretado el sobrenombre de Cananeo en el sentido de
ser oriundo de Caná: es más, alguno ha tratado de identificarlo con Natanael,
oriundo precisamente de Caná de Galilea (Jn 21.2), o incluso con el novio de
las bodas (Jn 2.1ss.). El apelativo procede del arameo qan'ana, palabra equivalente a la griega zelote, o sea, diligente. Mas ignoramos el motivo por el que ha
sido llamado de este modo: quizá porque perteneció al partido nacionalista
judío de los Celotes, o tal vez por haberse mostrado “diligente” en la
observancia de la Ley. Aparte del nombre y del hecho de que era uno de los 12
apóstoles del Señor, los documentos del N. T. no dicen más de él.
Varios antiguos escritores (Chronicon Pasch.: PG 92, 591.607.610;
Pseudo Hipólito, De XII Apostolis: PG
10,953; Beda, Super Acta Apost. 1: PL
92,943) y algunos exegetas modernos (J. Freundorfer, etcétera) lo identifican
con Simón, uno de los cuatro “hermanos”, es decir, primos o parientes, de
Jesús, mencionados en el Evangelio (Mr 6.3; Mt 13.55). Si fuera cierta la
hipótesis, él sería el mismo Simeón (forma semítica de Simón), también pariente
de Jesús, que había gobernado como Obispo la Iglesia de Jerusalén, del 62 al
107, sucediendo a Santiago el Menor, según el testimonio de Hegesipo y de otros
antiguos escritores. Durante la guerra judaica, se trasladaría a Pella junto
con los demás cristianos; moriría a muy avanzada edad en tiempos del emperador
Trajano y durante el mandato del gobernador Attico (cfr. S. Jerónimo, Chronicon, ed. R. Helm, Berlín 1913,
192-194).
Según una tradición abisinia, Simón
el Cananeo, tras haber realizado el apostolado en Samaría y haber sido luego
Obispo de Jerusalén, habría sido crucificado: algunas figuras antiguas lo
presentan crucificado. Otras tradiciones, más bien legendarias, señalan que
habría evangelizado otras regiones siendo por último decapitado.
La liturgia latina lo festeja, junto
a S. Judas, el 28 de octubre; en la Iglesia griega y en la copta se festeja el
10 de mayo.
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EL CAMINAR DEL DISCÍPULO
DISCIPULADO Y SEGUIMIENTO DE JESÚS
EL SEGUIMIENTO Y EL INDIVIDUO
Dietrich Bonhoeffer
Si alguno viene a mí y no odia a su padre, a su madre, a
su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida,
no puede ser discípulo mío.
Lucas
14.26
La llamada de Jesús al
seguimiento convierte al discípulo en un individuo aislado. Quiéralo o no, debe decidirse, y debe decidirse
solo. No se trata de una elección personal, por la que pretende convertirse en
un individuo aislado; es Cristo quien transforma al que llama en individuo.
Cada uno es llamado individualmente. Debe seguir individualmente. Temeroso de
encontrarse solo, el hombre busca protección entre las personas y cosas que le
rodean. De un golpe descubre todas sus responsabilidades y se aferra a ellas.
Quiere tomar sus decisiones al abrigo de estas responsabilidades, no desea
encontrarse solo, frente a frente con Jesús, no quiere tener que decidirse
mirándole solo a él. Pero ni el padre ni la madre, ni mujer ni hijos, ni pueblo
ni historia, pueden proteger en este momento al que ha sido llamado. Cristo
quiere individualizar al hombre, que no debe ver más que al que le ha llamado.
En la llamada de Jesús se ha
consumado ya la ruptura con los datos naturales entre los que vive el hombre.
No es el seguidor quien consuma esta ruptura, sino Jesús mismo en el momento en
que llama. Cristo ha liberado al hombre de las relaciones inmediatas con el
mundo, para situarlo en relación inmediata consigo mismo. Nadie puede seguir a
Cristo sin reconocer y aprobar esta ruptura ya consumada. No es el capricho de
una vida llevada según la propia voluntad, sino Cristo mismo quien conduce al
discípulo a la ruptura.
¿Por qué debe ser esto así? ¿Por qué
no hay un crecimiento, un progreso lento y santificante desde los órdenes
naturales hasta la comunión con Cristo? ¿Cuál es el poder irritante que se
interpone entre el hombre y las categorías de su vida natural dadas por Dios
mismo? ¿No es esta ruptura un metodismo legalista? ¿No es una forma lúgubre de
despreciar los excelentes dones de Dios, desprecio que no tiene nada que ver
con la libertad del cristiano?
Es cierto; algo se interpone
efectivamente entre el que ha sido llamado por Cristo y los datos de su vida
natural. Pero lo que se interpone no es un lúgubre despreciador de la vida, no
es un código de piedad, es la vida y el Evangelio mismo, es Cristo mismo. Con
su se ha interpuesto entre mí y el mundo. No puedo volver atrás. Él está en el
medio. A quien ha llamado le quita la relación inmediata con estos datos del
mundo. Él quiere ser el medio, todo debe suceder únicamente por él. Cristo se
encuentra no sólo entre mí y Dios, sino también entre mí y el mundo, entre mí y
los otros hombres y cosas.
Él
es el mediador, no solamente
entre Dios y el hombre, sino también entre hombre y hombre, entre el hombre y
la realidad. Puesto que el mundo ha sido creado por él y para él (Jn 1.3; 1 Cor
8.6; Heb 1.2), él es el único mediador en el mundo. Después de Cristo, no hay
para el hombre relación inmediata ni con Dios ni con el mundo; Cristo quiere
ser el mediador. Existen numerosos dioses que se ofrecen a conceder al hombre
un acceso inmediato' también el mundo busca por todos los medios una relación
inmediata con el hombre; pero precisamente en esto radica la hostilidad a
Cristo, el mediador. Los dioses y el mundo quieren arrebatar a Cristo lo que él
les ha quitado: el privilegio de relacionarse única e inmediatamente con el
hombre.
Romper las relaciones inmediatas con
el mundo no es más que reconocer a Cristo como Hijo de Dios, mediador. Esto no
consiste nunca en un acto caprichoso por el que el hombre se liberaría a causa
de un ideal cualquiera, de sus lazos con el mundo, cambiando un ideal menor por
un ideal superior. Esto sería fanatismo actuar por propia autoridad, e incluso
significaría volver a en una relación inmediata con el mundo. Sólo el
reconocimiento de un hecho cumplido, el hecho de que Cristo es el mediador
separa al discípulo del mundo de los hombres y de las cosas.
La llamada de Jesús, en la medida en
que se la comprende como una palabra del mediador, no como un ideal, realiza en
mí esta ruptura completa con el mundo. Si se tratase de examinar atentamente
unos ideales, habría que buscar, en cualquier caso, un acuerdo, que podría
repercutir quizás en beneficio de un ideal cristiano, pero que nunca podría ser
unilateral. Desde el punto de vista de la idealidad, partiendo de las
“responsabilidades” de la vida, no se podría justificar una devaluación radical
de las categorías vitales naturales frente a un ideal de vida cristiana.
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¿POR QUIÉN VOTARÁN LOS EVANGÉLICOS’
Roberto Blancarte
Milenio, 15 de mayo de 2018
En México hay, grosso modo, unos 13 millones de protestantes y evangélicos, o “cristianos”,
como muchos de ellos prefieren ser llamados. Representan alrededor de 10 por
ciento de la población y, por lo tanto, más o menos el mismo porcentaje del
electorado. Se han convertido, por lo mismo, en parte de un mercado de
electores, codiciado por más de un partido político o candidato.
Y ellos han tomado conciencia de
ello, por lo que también, desde hace ya por lo menos dos décadas, han
intensificado sus contactos con el mundo de la política y se han replanteado su
relación con el poder.
Antes recitaban Romanos 13: “Sométase toda persona a las autoridades superiores;
porque no hay autoridad sino de parte de Dios y las que hay, por Dios han sido
establecidas”.
Ahora, sin renegar de dichas
enseñanzas, han buscado otros pasajes bíblicos que se acomodan a su nueva
visión de la sociedad y la política en México. Antes, por lo mismo, la mayoría
de ellos votaba por el PRI, porque era el partido que defendía el Estado laico
y éste era el garante de sus derechos como minoría religiosa.
Una época, todavía reciente y en
algunos lugares presente, en la que sus Iglesias eran peyorativamente llamadas
sectas y ellos “aleluyas”. Sin embargo, desde que el partido dominante comenzó
a desmoronarse y dejó de ser un partido laico para comenzar a defender posturas
cercanas a la jerarquía católica, muchos evangélicos sintieron que era el
momento de buscar otras opciones, más conservadoras o más liberales. Fox les
vendió la idea de que, así como la Iglesia católica era un monopolio en el
ámbito religioso, también el PRI lo era en el político. Muchos se fueron con
él, a pesar de la cercanía de ese candidato con la Iglesia católica.
Sin embargo, el voto protestante o
evangélico nunca ha sido monolítico. Su propia historia religiosa, doctrinal e
institucional hace que en estas Iglesias haya una enorme diversidad de
posturas. Y aunque muchas han tendido al conservadurismo y al corporativismo,
hay muchas otras que no.
Para muestra, un botón: el fin de
semana pasado, la Asociación de Profesionistas y Empresarios de México, A.C.,
ligada a la Iglesia de la Luz del Mundo, organizó un enorme congreso titulado:
“Laicidad; una conquista que jamás perderemos”. Sus posturas muestran un claro
distanciamiento de las posiciones más conservadoras de algunos partidos que
quisieran captar y representar todo el voto evangélico.
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