Nehemías 1. Biblia del Oso, 1569
9 de junio, 2019
Así que seguimos
reconstruyendo el muro, y como la gente trabajaba con entusiasmo, el muro
pronto estaba hasta la mitad de su altura. Nehemías 4.6, TLA
El
cap. 4 de Nehemías expone la oposición que encontró el proyecto de Nehemías y
la forma en que comenzó a canalizarse el proyecto de reconstrucción a partir de
los elementos propios del poder persa y de su interacción con la política local
samaritana y judía. El planteamiento de la relación íntima entre el trabajo de
reedificación y el rechazo de que fue objeto es presentado desde la orientación
específica de cada representante de los grupos opositores, los cuales tenían un
grado de poder variable que los hacía influir de manera concreta en otros
grupos de interés. Una de las claves de la resistencia a lo que pretendió
Nehemías fue el enorme disgusto que ocasionó todo ello en Sanbalat y Tobías
(2.10). Cuando la comunidad judía decidió iniciar los trabajos de
reconstrucción de los muros, a aquellos se les unió Gesem para hacer “escarnio”
y despreciar al grupo de trabajadores (2.19).[1]
El texto masorético describe la indignación de
Sanbalat de una forma creciente, dado que quizá era la reacción de quien se sentía
impotente para actuar y no sabía qué hacer o cómo reaccionar. Los vv. 1-6
describen la reacción que se produjo una vez comenzado el proyecto de
restauración. De nuevo tenemos a Sanbalat, el instigador samaritano, y a
Tobías, su aliado amonita, organizándose para detener los trabajos. En una
suerte de “asamblea oficial” en Samaria, ambos se dirigen al grupo para
ridiculizar el proyecto y sabotearlo desde la vertiente ideológica. La trinchera
política ya estaba abierta: Sanbalat pregunta y Tobías responde en una
estrategia de burla y desmoralización para unos, a la vez que de entusiasmo para
quienes intentarían detener las obras. Eso fue el comienzo de una fuerte campaña
de desacreditación de los planes judíos.
“La expresión ‘ejercito de Samaria’ (v. 2) se refiere
posiblemente a los líderes prominentes de la ciudad, grupo que incluía a los
militares, ya que Samaria poseía un ejército para colaborar con el rey persa
(cp. Esd. 4.23)”.[2]
Las preguntas retóricas de Sanbalat reflejan su actitud hacia los judíos (v. 2:
“¿Qué se traen entre manos esos pobres judíos? ¿Creen que podrán reconstruir la
ciudad y volver a ofrecer sacrificios? ¿Creen que podrán hacerlo en un día?
¿Piensan que de ese montón de escombros van a sacar piedras nuevas?”).
El comentario de Tobías (v. 3) indica su percepción en tomo a la calidad del
trabajo que realizaban: “¡El muro que están edificando es muy débil! ¡Basta que
se suba una zorra para que se caiga!”. Se apelaba a la fuerza de lo discursivo
y verbal para tratar de amedrentar al pueblo y disminuir la influencia de los líderes.
Si Nehemías contaba con el apoyo del rey, con tanta distancia geográfica, la oposición
estaba envalentonada.
Los vv. 4-5 presentan la reacción de Nehemías frente a
la asamblea samaritana y a las palabras de Sanbalat y Tobías. Ante la agresión
verbal, Nehemías clamó a Dios en una oración imprecatoria, que es también un
clamor por venganza. Es una breve oración que sintetiza el sentimiento del
sector judío más comprometido con la reconstrucción. Recuerda, por su
vocabulario, mucho de lo que se expresaba en tiempos más antiguos al momento de
oponerse a enemigos confabulados para destruir al pueblo. La alternativa
espiritual que domina a Nehemías mostraría al pueblo que la fuerza espiritual
derivada de las acciones de Dios en la historia debía ser la razón de ser todo
el trabajo. Ello en la línea de las palabras del profeta Zacarías (4.6-7) dirigidas
a Zorobabel, que introducen precisamente la presencia del Espíritu como factor
en medio del conflicto y la adversidad, pues el contexto era prácticamente el
mismo: “Zorobabel, / no hace falta que seas poderoso, / ni necesitas un gran
ejército; / lo único que necesitas es mi espíritu. / Yo soy el Dios
todopoderoso, / y te aseguro que así es / No importa que tus enemigos / sean
los poderosos babilonios, /tú los derrotarás por completo. / Y cuando pongas la
piedra principal / para reconstruir mi templo, / mi pueblo gritará con alegría:
/¡Dios ama mucho a Jerusalén!”.
Las esperanzas mesiánicas del pueblo podían modificarse
según las circunstancias y recaer en personajes diversos (Zorobabel, Josué o el
propio Nehemías…), pero lo cierto era que Dios estaba conduciendo este proceso
mediante una serie de variables que no necesariamente estaban tan claras al
momento de acontecer, pero que, como una madeja, podía irse mostrando con mayor
claridad. Con esa perspectiva, Nehemías retoma el hilo de su relato y añade que
el pueblo siguió trabajando (6), como desoyendo y colocando en su justa
dimensión la crítica, la oposición, el complot, el boicot y las posibles acciones
de sabotaje. Eso produjo un avance sustancial en el muro lo que, seguramente, sirvió
para justificar un mayor empeño en el trabajo colectivo.
Pero las fuerzas retardatarias y reaccionarias nunca
descansaron, pues ahora la unión entre las fuerzas opuestas fue más intensa y
decidida: el enojo aumentó (7) y se reunieron para desarrollar un plan que
pudiera echar abajo lo avanzado (8). El objetivo central era desanimar a los
líderes y trabajadores. La oración fue nuevamente el recurso inicial (9a) y la
prevención mediante guardias de día y noche, fue el siguiente (9b). El pueblo
en acción estuvo a punto de desmayar, en una reacción completamente comprensible
que surgió al ver el evidente desequilibrio de fuerzas. Eso sucede en
ocasiones: los proyectos colectivos, por más bien armados que estén, pueden
enfrentar dislocaciones o rupturas, desajustes o incomprensión entre dirigentes
y grupos completos, pero lo ideal, como aconteció aquí, fue la persistencia de Nehemías
y su visión clara de lo que debía hacerse.
El final de esta sección da fe de la tensión alcanzada
y el cruce de estrategias. La percepción del líder es bastante objetiva: “Nuestros
enemigos pensaban que no conocíamos sus planes, y que nos podrían atacar por
sorpresa, para matarnos y así detener la reconstrucción” (11). Por lo que se
impuso el sentido práctico para que, “cada vez que nuestros enemigos venían a
atacarnos, los nuestros que vivían cerca de ellos nos avisaban” (12). El siguiente
paso fue armarse lo mejor posible para responder los ataques (13a). La violencia
con la que se vieron forzados a responder fue, eminentemente, preventiva, y
atenta al tamaño de la ofensiva de los adversarios. La organización por
sectores de clanes ayudaría a cubrir las áreas e n las que la construcción aún
noera completa (13b).
La enorme preocupación del pueblo (14a), acechado por
las amenazas de los opositores, debía ser atendida por la dirigencia para poder
superar las ideas negativas y el ambiente depresivo que siempre surge en esas circunstancias.
La arenga final de Nehemías (14), dirigida a los jefes, demás dirigentes y a
todo el pueblo en general, debía cumplir esa función de exhortación y a animación
para que, literalmente, no se bajase la guardia: “No tengan miedo. Recuerden
que Dios es poderoso, y que ante él todos tiemblan. ¡Luchen por sus
compatriotas, sus hijos, hijas, esposas y hogares!”. El factor religioso y
teológico era fundamental, pero Nehemías no olvidó las fuerzas que se pueden extraer
de la flaqueza y de considerar seriamente el esfuerzo realizado para su patria
y sus familias. En eso consistiría la gran labor de liderazgo de Nehemías,
quien debió estar a la altura del momento para contribuir a sostener una lucha
que, a todas luces, no acabaría pronto, sobre todo ante el trabajo faltante por
hacer. La oposición estuvo siempre en lo suyo, organizándose también y actuando
según su mejor criterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario