sábado, 22 de junio de 2019

Protesta popular y justicia social necesaria, L. Cervantes-O.


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23 de junio, 2019

Ustedes deben devolverles hoy mismo sus campos, sus viñedos, sus olivares y sus casas. No los obliguen a pagar lo que deben, ya sea dinero, trigo, vino o aceite, ni los obliguen a pagar intereses. Nehemías 5.11, TLA

Después de que Nehemías organizó al pueblo para enfrentar el conflicto armado contra los enemigos de la reconstrucción, salieron a la luz los fuertes problemas socio-económicos al interior de la comunidad judía. La protesta popular que refiere el cap. 5 demandaba justicia contra los propios hermanos, acusándolos categóricamente de explotación. El pasaje destaca la existencia de la pobreza en la provincia de Judá durante la administración de Nehemías. Todo el capítulo “muestra cómo el endeudamiento excesivo hace que los hijos e hijas de las familias lleguen a convertirse en esclavos”.[1] Lo sucedido aconteció por la forma en que la presión económica y social fue capaz de destrozar la solidaridad entre vecinos y dentro de las familias. Tal como concluye Miqueas 7.6: “¡Los propios parientes se vuelven enemigos!”. “Todos los elementos de endeudamiento, empobrecimiento y miseria que se pueden observar ya en el periodo monárquico tardío se encuentran también en la época persa”.[2] La acumulación de la desigualdad produjo la reaparición de la esclavitud. Neh 5.1-13 muestra el estado de agitación y protestas porque los agricultores estaban amenazados por la pérdida de sus campos y casas, y por la esclavitud de algunos de sus hijos e hijas.

La frase que expresó el descontento (“hubo gran clamor”, v. 1a) está ubicada en un contexto teológico y práctico muy relevante. Su trasfondo remitía a lo acontecido en Egipto antes del éxodo y tenía una profunda carga histórica arraigada en la conciencia del pueblo pobre y sometido: “El pueblo, y sus mujeres ‘clamaron’ contra sus hermanos judíos. La expresión ‘gran clamor’ hace referencia a la oración y a la petición que se hace en un momento de crisis seria (Ex. 14.10). El clamor del pueblo contra sus hermanos fue similar al clamor de los hijos de Israel contra el faraón egipcio (Éx 3.7). El pueblo “clamaba” y pedía justicia”.[3] La presencia y voz de las mujeres es algo que destaca desde el inicio: “La referencia a las mujeres en el v. 1 es también importante. El problema era tan serio que la narración incluye una mención explícita. Eran quienes administraban las casas, mientras los hombres trabajaban en la reconstrucción. Comenta Samuel Pagán: Además, las demandas de Nehemías para finalizar la reconstrucción de los muros eran ciertamente fuertes. Entre sus preparativos ante la amenaza enemiga, recomendó al pueblo que vivía en las zonas rurales que permaneciera en Jerusalén (4.22), lo que afectó la agricultura, pues los que podían cultivar la tierra estaban defendiendo la ciudad”.[4]

Las protestas se presentaron como una cascada, tal como se advierte en los vv. 1-5: a) hombres y mujeres con familias extensas no tenían suficiente para comer (2); b) algunos habían hipotecado sus casas para conseguir recursos (3); y c) otros pidieron prestado para pagar los impuestos, incluyendo el del rey (4; es la única vez que aparece la palabra middâ: “impuesto-tributo”). La argumentación más humana, teológica y profunda aparece en el v. 5: “Somos de la misma raza que nuestros compatriotas, y nuestros hijos tienen los mismos derechos que los de ellos. Sin embargo, tendremos que vender a nuestros hijos como esclavos. La verdad es que algunas de nuestras hijas ya lo son, y no podemos hacer nada para evitarlo, porque nuestros campos y viñedos ya pertenecen a otros”. Se trataba de una auténtica crisis humanitaria, similar a la que vive México en estos días con los migrantes de diversos países. José S. Croatto se refiere al trasfondo imperial y a la distinción de clases sociales prevaleciente: “Los ricos podían pagar tales impuestos, pero los pobres debían someterse a una nueva deuda para pagar la del tributo imperial. […] Este estado de pobreza y endeudamiento obliga a las familias a autodestruirse: los deudores deben entregar a sus hijos e hijas como esclavos (v. 5a), hecho que se da sobre todo con las mujeres (comp. I Sam 8.13). No hay manera de evitarlo; para colmo, los familiares dados en esclavitud deben trabajar en campos y viñas que ya fueron empeñados”.[5] El parecido con I Sam 8.11-17 es notable: leva para el ejército, trabajos forzados, secuestro y trata de mujeres para el harén.

La indignación que produjo esta denuncia en el ánimo de Nehemías (6) lo encaminó a dirigirse expresamente a los responsables de la situación crítica: los jefes (horim) y gobernantes () a quienes reprendió por el maltrato de los compatriotas (7). Entonces surgió el enorme dilema y la contradicción producida por el sistema imperial (8): “Nosotros hemos estado haciendo todo lo posible por rescatar a nuestros compatriotas que fueron vendidos como esclavos a otras naciones. Ahora ustedes los están obligando a venderse de nuevo, y después nosotros tendremos que volver a rescatarlos” (8). “Si la expresión no es retórica, indica que los repatriados del exilio provenían tanto del edicto de Ciro como del esfuerzo de sus hermanos que los “compraron” con dinero. Ahora bien, la crítica del gobernador pone a la vista la incoherencia de la práctica actual de volver a “vender” a aquellos hermanos otrora “comprados”. Irónicamente, ahora serían vendidos al mismo Nehemías y colaboradores, quienes volverían a comprarlos”.[6] Todo se redujo, finalmente, a un esquema de compra-venta de personas al servicio del esclavismo de la época.

El relato avanza con una decisión histórica, digna de un estadista como Nehemías: primeramente, señala la falta ética de sus compatriotas (9), en segundo lugar, renuncia (junto con su familia) a no demandar el pago de su propia deuda (10); y por último, ordena la devolución completa de campos, viñedos, olivares y casas (10a). Se trataba de una condonación total, de un perdón de deudas absoluto, incondicional, para el presente y para el futuro inmediato: “No los obliguen a pagar lo que deben, ya sea dinero, trigo, vino o aceite, ni los obliguen a pagar intereses” (10b). Al contraer una deuda para comer y para pagar otra deuda, se trataba de recuperar los bienes hipotecados. ¿Cómo podría superarse una situación tan apremiante, para deudores y acreedores, por igual? La única posibilidad sería de carácter jubilar: “Sólo la llegada de un año sabático (11b., l2ss) podía traer la liberación de los esclavos” (Croatto). Fue un momento de gran tensión dramática y social, que Nehemías condujo admirablemente para convertirse no solamente en dirigente de la reconstrucción sino en un auténtico reformador social, superior incluso a los reyes antiguos que intentaron algo similar.


[1] Rainer Kessler, Historia social del antiguo Israel. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2013 (Biblioteca de estudios bíblicos, 139), pp. 209-210.
[2] Ibíd., p. 212.
[3] S. Pagán, op. cit., p. 139.
[4] Ibíd., p. 138.
[5] J.S. Croatto, “La deuda en la reforma social de Nehemías. (Un estudio de Nehemías 5.1-19)”, en RIBLA, núm. 5-6, 1990/1, p. 28, www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/5-6.pdf.
[6] Ibíd., p. 29.

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