CANTO A JERUSALÉN, LA CIUDAD DEL SEÑOR
Horacio Simian Yofre
Isaías 60.1-22 es un canto a la ciudad de Jerusalén, en el cual se entretejen motivos que aparecen en diferentes textos del Segundo y Tercer Isaías. La ciudad no ha sido aún restablecida en toda su gloria, pero el apremio del anuncio supone que su restauración ocurrirá en muy breve tiempo. La composición presenta algún rasgo universalista, pero no esconde sus sentimientos nacionalistas de desquite.
El canto está encuadrado por Is 60.1-3, 19-22, pasajes en los que aparece la luz como motivo central. Luz e iluminar, resplandor, amanecer y aurora, sol y luna, son los términos que dominan estos versos, a los cuales se contraponen noche, oscuridad y tinieblas. La gloria del Señor (es decir, el Señor mismo) se convierte en luz perpetua para Jerusalén que es invitada a surgir de las tinieblas y a convertirse en luz esplendorosa recordando el oráculo de Is 9,1. En Is 60,3 se sugiere que el beneficio del Señor como luz se extiende no solo a Israel, sino a todas las naciones y sus reyes.
Pero Jerusalén tiene otra razón para sentirse dichosa y saltar de júbilo: los desterrados retornan y, a lomos de camellos y dromedarios o cargados en naves que vienen de tierras lejanas, afluyen a la ciudad dones valiosos y abundantes, entre los que no faltan animales de primera calidad para contribuir al esplendor de los sacrificios del templo (Is 60.4-9). Is 60.10-18 repite el tema de las riquezas que llegan a la ciudad (Is 60.11, tesoros; Is 60.13, maderas preciadas; Is 60.17, minerales). Con esta descripción de las riquezas se entrelaza la afirmación del sometimiento de extranjeros, naciones y reyes, que vienen a ponerse al servicio de Jerusalén para reconstruirla.
La paz y la justicia permitirán a los habitantes de Jerusalén gozar de todos estos bienes. La restauración es el efecto de la fidelidad del Señor, que ha castigado a su pueblo en su cólera, pero ahora se compadece de él (véase Is 54.7-8; 57.17-18).
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“EL CIELO CANTA ALEGRÍA” MIENTRAS LA IGLESIA SE CONDUELE ANTE FALLECIMIENTO DE PABLO SOSA (II)
Gustavo Vásquez, Noticias MU, 12 de enero de 2020
El papa, que nació en Buenos Aires y ha dicho que amaba bailar el tango y la milonga cuando joven, se conocía con el Rvdo. Sosa quien vivía a dos cuadras de su casa natal. "Tengo que decirles unas palabras acerca de Francisco. Nació y se crio en el barrio de Flores de nuestra ciudad y la iglesia de San José de Flores, donde decidió su vocación pastoral, está al otro lado de la plaza de nuestra propia iglesia metodista", dijo Sosa en un artículo publicado por el Washington Post en 2015.
El Rev. Sosa se formó teológicamente en el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), donde obtuvo su título de Bachiller en teología y posteriormente fue profesor emérito en las cátedras de Liturgia e Himnología. En 1962 fundó la Escuela de Música de la institución, y a partir de 1976 se integró a su equipo de producción adscrito al Departamento de Comunicaciones. En 1972 organizó el conjunto “Música para Todos”, que dirigió hasta 2003.
En el ámbito secular fue profesor de Dirección Coral en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo” de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, durante 30 años.
La música para todos/as
En una entrevista publicada por Claudio Mamud en el blog “Páginas Musicales”, Sosa relató el origen del conjunto, “Música para Todos”, entre otras reflexiones sobre la música, la liturgia y la cultura. Esta experiencia musical rompió algunos de los esquemas y barreras entre lo clásico y lo popular, algo que Sosa siempre procuró a lo largo de su trayectoria.
“Fue en 1972. Yo recién volvía de Estados Unidos, de realizar una maestría en música sacra... era una época en la cual se cuestionaba el lugar de la cultura y del músico en la sociedad. Eso me hizo reflexionar en lo que yo estaba haciendo en ese momento… y me dije: ‘Yo a esta forma de hacer música no me voy a dedicar”.
“Entonces formamos un conjunto de doce personas, que eran amigos, familiares, etc., y lo llamamos ‘Música para Todos’. Era un conjunto, no un coro, porque dentro de lo que era el ‘anticoncierto’, quería también abandonar la idea del coro con su disciplina y uniforme”.
“Cantaban absolutamente todos. Como yo nunca le dije a nadie que tenía que dejar de cantar por la edad, estaban juntos los jóvenes con los mayores”.
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¿Qué características debe tener un himno religioso?
Actualmente hay un debate al respecto, por las influencias que hubo en la Iglesia. Hay quienes prefieren diferenciar entre una canción y un himno. Así, una canción tendría un estilo musical popular, por ejemplo: folclórico, y un himno, sería más clásico, más académico. Pero esto es muy relativo, pues como sabemos, los estilos clásicos provienen de los folclóricos.
En cuanto a música, yo no hago diferencia. Lo que más me interesa es que el himno esté hecho para cantar comunitariamente. Tiene que tener ciertas características que hagan que sea posible enseñarlo fácilmente. Debe poseer cierta originalidad (hay varios que tienen música muy previsible y rutinaria), y no llamar la atención por sí mismo. Esto quizá sea una contradicción, pues si es algo original, seguramente llamará la atención, pero todos conocemos obras pomposas, melodramáticas, que llaman la atención por estas características, y no por aquello que quieren comunicar.
Hablar sobre el texto es más difícil. En general, es importante que haya mucha más imagen y sugerencia por medio de metáforas que pensamiento intelectual y doctrinal. Muchas obras son Teología puesta en metro y rima, y dejan de lado todas las cualidades de la poesía: la metáfora, los sentimientos, la expresividad emotiva, etcétera.
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EL CMI LAMENTA EL FALLECIMIENTO DEL REV. PABLO SOSA
“Con gran tristeza recibimos la noticia del fallecimiento del Rev. Pablo Sosa, uno de los antecesores de la espiritualidad ecuménica mundial”, dijo el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). […]
El Rev. Terry MacArthur, jubilado del CMI, reflexionó sobre el sentido que había encontrado al trabajar con el pastor argentino. “Para Sosa, el desafío del culto ecuménico no se resolvía añadiendo unas maracas y un tambor, sino que implicaba encarnar la teología del otro y, en el proceso, comprender con mayor claridad cómo nuestras suposiciones nos determinan”.
El Rev. Mikie Roberts, responsable del programa del CMI de vida espiritual, habló del legado de Sosa, diciendo que era “tangible, pues años después sus canciones siguen dando forma a la espiritualidad y la teología ecuménicas a nivel local y mundial. Oramos por que su legado sirva de inspiración a la próxima generación de músicos eclesiales”.
“Su don especial: hacer cantar a la comunidad’
A lo largo de su vida laboral, su conciencia social amplió su visión de infundir nueva esperanza a través de las canciones. Sosa a menudo describió el culto como una fiesta de los creyentes, donde todos son bienvenidos.
Fue reconocido por muchos por su don de hacer cantar a las congregaciones. Como compositor, en la mayoría de sus canciones Sosa incursionó en el lenguaje musical latinoamericano, con himnos como “Que esta Iglesia sea un árbol” dada a conocer mundialmente en la 10a Asamblea General del CMI en Busan (Corea), en 2013.
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