sábado, 16 de mayo de 2020

La protección incomparable de Dios, Pbro. José Luis Velazco Medina


DIOS CON SU INFINITA MISERICORDIA !!!!!! | Hermosa fotografía de ...

17 de mayo de 2020

¡Ten misericordia de mí, oh, Dios!
Ten misericordia de mí, porque en ti ha confiado mi alma.
¡Bajo la sombra de tus alas me ampararé,
hasta que pasen los quebrantos!

No temas que yo soy contigo,
no desmayes que yo soy tu Dios.
Que te esfuerzo, siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Hoy día vivimos tiempos de inseguridad, tiempos de temor, angustia, e incertidumbre, ¡en casi todos los países del mundo, México incluido! Tal situación, como es bien sabido, se debe a la rápida propagación mundial del mortífero coronavirus (Covid-19). Consecuentemente, el inesperado y rápido contagio ha causado la muerte de miles de personas. Además de la profunda tristeza, dolor y llanto por la irreparable pérdida de familiares queridos, y, por tanto, ¡las familias sufren cambios radicales irremediablemente!

De pronto e inesperadamente, todos los seres humanos, ricos y pobres, obreros y campesinos, niños y jóvenes y personas de edad avanzada, religiosos o no, todos estamos bajo la amenaza de contagio por la pandemia universal del temido Corona Virus surgido en la ciudad o áreas cercanas de Wuhan, China. Según comentarios y artículos de la prensa, y medios de comunicación, la rápida proliferación del peligroso virus ha causado también una situación de tensión internacional que puede poner en riesgo la paz mundial, según algunos comentaristas. Estamos entonces, frente a una situación muy angustiosa y riesgosa.

Y a pesar de las medidas de prevención dictadas por los gobiernos en todos los países, el inesperado coronavirus no respeta edad ni color, ni religión, Y también, a pesar de la pronta atención médica, utilización de equipo especializado, esfuerzo y buena voluntad del personal, médico y de enfermería, encargados para tales casos, no se ha podido contener la muerte de cientos de pacientes, a nivel nacional ni internacional según las estadísticas publicadas hasta el día de hoy. Y, sin duda alguna, la muerte de familiares traerá cambios imprevistos y radicales a las familias afectadas. La pandemia no respeta clase social, ni de raza, color, ni nacionalidad, ni religión.

Aparte del aspecto sobre la pandemia misma del momento, hay otros problemas paralelos. Un editorial del periódico La Jornada, titulado “Coronavirus y odio”, informa que el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, hizo una advertencia urgente diciendo que la pandemia del coronavirus

…ha desatado una oleada de odio y xenofobia en la cual los extranjeros y, en particular los migrantes, son estigmatizados como fuente de contagio, mientras que las personas de la tercera edad se les caracteriza como prescindibles. Y, por tanto, habrá que dar prioridad a solamente a casos de personas jóvenes, lo cual es lamentable. Y, además. denuncia que profesionales de la salud, defensores de derechos humanos y periodistas están siendo atacados por ejercer su trabajo relacionado a la atención de personas infectadas.

Ante este panorama, el dirigente de las Naciones Unidas hizo un llamado a “fortalecer la inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio…”. El editorial mencionado indica, además, que: “En abril, el propio Señor Guterres llamó la atención sobre el hecho de que la crisis sanitaria se “está convirtiendo…en una crisis de Derechos Humanos” en la medida en que diversos sectores políticos y sociales responden a la propagación del coronavirus con creciente etno-nacionalismo, populismo y autoritarismo, así como una reacción contra las garantías individuales.” Se menciona tal información y actitudes porque es importante que los cristianos y nuestras iglesias debemos tomar en serio la alarmante y desafortunada realidad de desgracia, dolor en pérdida irreparable de familiares muy queridos e indispensables como lo son los padres y las madres, y aun los hijos de familia. Todos sabemos que las consecuencias de la pérdida de familiares son dolorosas e irreparables. Frente a tal realidad, podemos preguntar ¿cuál debe ser la misión, actitud, mensaje y acción que debemos realizar como cristianos y como iglesias de tradición protestante?

Sin duda alguna, nos encontramos frente a una situación de incertidumbre, dolor quebranto que demanda una seria reflexión de carácter bíblico-teológico y de práctica pastoral, urgente, frente a un problema de carácter social y de responsabilidad cristiana. Para tal efecto se puede sugerir o considerar una consulta en la cual participen representantes de varias denominaciones eclesiásticas. La finalidad sería encontrar una respuesta unida, solidaria de carácter pastoral práctico. Me refiero a una misión unida de consolación solidaria que tome en cuenta, principalmente, a las familias pobres, evangélicas o no. Se podría argüir en contra de tal postura diciendo que nuestras congregaciones, en su mayor parte son pobres, y que solamente se puede ayudar pastoralmente con oración y acompañamiento pastoral.

Muy bien, pero hay que recordar lo que el apóstol San Pablo escribió a la iglesia en Corinto: “Así mismo, hermanos, les hago saber la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia; que, en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y profunda pobreza, abundaron en riqueza de su bondad”. Pues de su agrado han dado conforme a sus fuerzas, y yo testifico, aún sobre sus fuerzas. Pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio para los santos. (II Corintios 8.1-4). Esa práctica concreta nos sugiere y exigiría ir más allá de la atención pastoral solamente a miembros de nuestras iglesias.

Así que aquí tenemos, en este tiempo de pandemia un aspecto desafiante de misión, testimonio, solidaridad y servicio al prójimo necesitado. Además de orar por las personas y familias que han perdido familiares por la pandemia actual, no olvidemos a los y las migrantes que desde hace tiempo cruzan nuestro país. Es probable que ustedes como iglesia local ya estén respondiendo a esa frontera de misión.

El primer texto bíblico mencionado al principio de este artículo no es un llamado que invite a huir de las causas que producen “quebranto”, ¡sino que con el amparo y la ayuda del Altísimo se puede hacer frente a cualquier situación de quebranto! Por tal razón, los cristianos y las cristianas, podemos responder de alguna manera positiva a situaciones y desafíos como la pandemia actual. El siguiente texto del profeta Isaías es igualmente de contenido afirmativo con mayor claridad: “…No temas que yo soy contigo…” aun en medio de la enfermedad.  del quebranto, del peligro de la pandemia misma. Con esta confianza, los cristianos y cristianas, como miembros del pueblo cristiano, podemos cumplir la con la misión consoladora en tiempos de aflicción cualquiera que sea la situación. El texto del profeta Isaías no solamente afirma al creyente a “no temer” sino a confiar en Dios de tal manera que el creyente se sienta protegido al escuchar la promesa de Dios “No temas que yo soy contigo. No desmayes que yo soy tu Dios, que te esfuerzo, siempre te ayudaré siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Con mucha razón, el salmista, conociendo esta promesa, dice: “¡Bajo la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos!”.

Nuestra responsabilidad como cristianos y cristianas y como comunidades cristianas, en tiempos de tragedia, pandemias y otros peligros, fuera de nuestro control, es dar testimonio acerca de nuestra fe, y al mismo tiempo ofrecer socorro y ayuda práctica, de acuerdo con las posibilidades de cada creyente en Cristo, iglesia o congregación.

Tal servicio y ayuda se puede hacer, tanto en forma personal como en forma comunitaria como Iglesia de Cristo Jesús. Hermanos y hermanas en Cristo, gracias por la invitación para estar con ustedes en forma electrónica pero más realmente en el espíritu del Señor. Oramos porque la gracia de Dios y su infinito amor les llene de muchas y más bendiciones para continuar decididamente su ministerio y misión como Iglesia de Jesucristo en estos tiempos de quebranto para muchas familias.

¡A Dios sea la gloria!

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