17 de mayo de 2020
¡Ten misericordia de mí, oh, Dios!
Ten misericordia de mí, porque en ti ha confiado mi alma.
¡Bajo la sombra de tus alas me ampararé,
hasta que pasen los quebrantos!
No temas que yo soy contigo,
no desmayes que yo soy tu Dios.
Que te
esfuerzo, siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia.
Hoy día vivimos tiempos de inseguridad, tiempos de temor,
angustia, e incertidumbre, ¡en casi todos los países del mundo, México
incluido! Tal situación, como es bien sabido, se debe a la rápida propagación mundial
del mortífero coronavirus (Covid-19). Consecuentemente, el inesperado y rápido contagio
ha causado la muerte de miles de personas. Además de la profunda tristeza,
dolor y llanto por la irreparable pérdida de familiares queridos, y, por tanto,
¡las familias sufren cambios radicales irremediablemente!
De pronto e
inesperadamente, todos los seres humanos, ricos y pobres, obreros y campesinos,
niños y jóvenes y personas de edad avanzada, religiosos o no, todos estamos
bajo la amenaza de contagio por la pandemia universal del temido Corona Virus
surgido en la ciudad o áreas cercanas de Wuhan, China. Según comentarios y
artículos de la prensa, y medios de comunicación, la rápida proliferación del
peligroso virus ha causado también una situación de tensión internacional que
puede poner en riesgo la paz mundial, según algunos comentaristas. Estamos entonces,
frente a una situación muy angustiosa y riesgosa.
Y a pesar de las
medidas de prevención dictadas por los gobiernos en todos los países, el inesperado
coronavirus no respeta edad ni color, ni religión, Y también, a pesar de la pronta
atención médica, utilización de equipo especializado, esfuerzo y buena voluntad
del personal, médico y de enfermería, encargados para tales casos, no se ha
podido contener la muerte de cientos de pacientes, a nivel nacional ni
internacional según las estadísticas publicadas hasta el día de hoy. Y, sin
duda alguna, la muerte de familiares traerá cambios imprevistos y radicales a
las familias afectadas. La pandemia no respeta clase social, ni de raza, color,
ni nacionalidad, ni religión.
Aparte del aspecto
sobre la pandemia misma del momento, hay otros problemas paralelos. Un
editorial del periódico La Jornada, titulado
“Coronavirus y odio”, informa que el secretario general de las Naciones Unidas,
Antonio Guterres, hizo una advertencia urgente diciendo que la pandemia del coronavirus
…ha desatado una oleada de odio y xenofobia en la cual los extranjeros y,
en particular los migrantes, son estigmatizados como fuente de contagio,
mientras que las personas de la tercera edad se les caracteriza como prescindibles.
Y, por tanto, habrá que dar prioridad a solamente a casos de personas
jóvenes, lo cual es lamentable. Y, además. denuncia que profesionales de la
salud, defensores de derechos humanos y periodistas están siendo atacados por
ejercer su trabajo relacionado a la atención de personas infectadas.
Ante este
panorama, el dirigente de las Naciones Unidas hizo un llamado a “fortalecer la
inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio…”. El editorial mencionado indica, además, que: “En
abril, el propio Señor Guterres llamó la atención sobre el hecho de que la
crisis sanitaria se “está convirtiendo…en una crisis de Derechos Humanos” en
la medida en que diversos sectores políticos y sociales responden a la
propagación del coronavirus con creciente etno-nacionalismo, populismo y
autoritarismo, así como una reacción contra las garantías individuales.” Se
menciona tal información y actitudes porque es importante que los cristianos y
nuestras iglesias debemos tomar en serio la alarmante y desafortunada realidad
de desgracia, dolor en pérdida irreparable de familiares muy queridos e
indispensables como lo son los padres y las madres, y aun los hijos de familia.
Todos sabemos que las consecuencias de la pérdida de familiares son dolorosas e
irreparables. Frente a tal realidad, podemos preguntar ¿cuál debe ser la
misión, actitud, mensaje y acción que debemos realizar como cristianos y como
iglesias de tradición protestante?
Sin duda alguna,
nos encontramos frente a una situación de incertidumbre, dolor quebranto que demanda
una seria reflexión de carácter bíblico-teológico y de práctica pastoral,
urgente, frente a un problema de carácter social y de responsabilidad cristiana.
Para tal efecto se puede sugerir o considerar una consulta en la cual
participen representantes de varias denominaciones eclesiásticas. La finalidad sería
encontrar una respuesta unida, solidaria de carácter pastoral práctico. Me
refiero a una misión unida de consolación solidaria que tome en cuenta,
principalmente, a las familias pobres, evangélicas o no. Se podría argüir en
contra de tal postura diciendo que nuestras congregaciones, en su mayor parte
son pobres, y que solamente se puede ayudar pastoralmente con oración y
acompañamiento pastoral.
Muy bien, pero hay
que recordar lo que el apóstol San Pablo escribió a la iglesia en Corinto: “Así
mismo, hermanos, les hago saber la gracia de Dios que ha sido dada a las
iglesias de Macedonia; que, en grande prueba de tribulación, la abundancia de
su gozo y profunda pobreza, abundaron en riqueza de su bondad”. Pues de su agrado
han dado conforme a sus fuerzas, y yo testifico, aún sobre sus fuerzas. Pidiéndonos
con muchos ruegos, que aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio
para los santos. (II Corintios 8.1-4). Esa práctica concreta nos sugiere y exigiría
ir más allá de la atención pastoral solamente a miembros de nuestras iglesias.
Así que aquí
tenemos, en este tiempo de pandemia un aspecto desafiante de misión, testimonio,
solidaridad y servicio al prójimo necesitado. Además de orar por las personas y
familias que han perdido familiares por la pandemia actual, no olvidemos a los
y las migrantes que desde hace tiempo cruzan nuestro país. Es probable que
ustedes como iglesia local ya estén respondiendo a esa frontera de misión.
El primer texto
bíblico mencionado al principio de este artículo no es un llamado que invite a
huir de las causas que producen “quebranto”, ¡sino que con el amparo y la ayuda
del Altísimo se puede hacer frente a cualquier situación de quebranto! Por tal
razón, los cristianos y las cristianas, podemos responder de alguna manera
positiva a situaciones y desafíos como la pandemia actual. El siguiente texto
del profeta Isaías es igualmente de contenido afirmativo con mayor claridad: “…No
temas que yo soy contigo…” aun en medio de la enfermedad. del quebranto, del peligro de la pandemia
misma. Con esta confianza, los cristianos y cristianas, como miembros del
pueblo cristiano, podemos cumplir la con la misión consoladora en tiempos de
aflicción cualquiera que sea la situación. El texto del profeta Isaías no solamente
afirma al creyente a “no temer” sino a confiar en Dios de tal manera que el
creyente se sienta protegido al escuchar la promesa de Dios “No temas que yo
soy contigo. No desmayes que yo soy tu Dios, que te esfuerzo, siempre te ayudaré
siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Con mucha razón, el
salmista, conociendo esta promesa, dice: “¡Bajo la sombra de tus alas me
ampararé hasta que pasen los quebrantos!”.
Nuestra responsabilidad
como cristianos y cristianas y como comunidades cristianas, en tiempos de tragedia,
pandemias y otros peligros, fuera de nuestro control, es dar testimonio acerca
de nuestra fe, y al mismo tiempo ofrecer socorro y ayuda práctica, de acuerdo
con las posibilidades de cada creyente en Cristo, iglesia o congregación.
Tal servicio y
ayuda se puede hacer, tanto en forma personal como en forma comunitaria como Iglesia
de Cristo Jesús. Hermanos y hermanas en Cristo, gracias por la invitación para estar
con ustedes en forma electrónica pero más realmente en el espíritu del Señor.
Oramos porque la gracia de Dios y su infinito amor les llene de muchas y más
bendiciones para continuar decididamente su ministerio y misión como Iglesia de
Jesucristo en estos tiempos de quebranto para muchas familias.
¡A Dios sea la
gloria!
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