31 de mayo de 2020
¿Hay Palabra de Dios?
¿Cuál es la Palabra de Dios para este día? ¿Qué tiene
Dios que decir para una situación anormal como ésta, en que necesitamos
comunicarnos a distancia para proteger nuestra salud y la del mundo entero? ¿Puede
decir algo en días que los gobernantes y anunciadores de todo el mundo acaparan
el espacio noticiero con sus conferencias, mandatos e instrucciones para
combatir la pandemia y reactivar la economía? ¿Cómo puede Dios hablar a gente
infectada, hospitalizada, moribunda o angustiada y atribulada por el encierro,
el desempleo, el temor y la incertidumbre?
David en el Salmo 62
El texto bíblico asignado
para esta ocasión se encuentra en el Salmo 62, donde David proclama
contundentemente en un gozoso canto la maravillosa verdad de que el alma
creyente encuentra su reposo, seguridad, salvación y tranquilidad
exclusivamente en la providencial bondad e invencible poder del Señor. A lo
largo de su caminar con Dios, David aprendió que esta verdad subsiste en todo
tipo de circunstancias críticas y amenazantes.
El
salmo se canta en cinco estrofas. Las primeras dos son las principales (vv. 1-4
y 5-7, respectivamente); y en forma paralela, reiteradamente proclaman el
glorioso secreto descubierto por el salmista a golpes de fe; esto es, que
solamente Dios produce el sosiego del alma en medio de las crisis. Luego de
cantar el gozoso secreto, la primera estrofa agrega la identificación del
perturbador conflicto mediante el cual David llegó a su feliz descubrimiento (vv.
3-4). El salmista enseña que aun en circunstancias dolorosas el alma puede descansar
en Dios. La palabra “acallar”, que en el v. 5 se traduce como “reposar”, indica
que el alma queda en silencio, ya no expresa ni queja ni protesta, sólo se
entrega, en un total abandono, a la benévola voluntad de Dios, sabiendo que en
ello encuentra su paz.
Separada
por un interludio musical para la reflexión, la segunda estrofa (vv. 5-7)
reitera, ahora en tono victorioso incontrovertible, la firme seguridad y
brillante esperanza de David, intensificando el lenguaje militar del v. 2, para
reforzar el hecho de que Dios es salvación, refugio, roca fuerte y gloria del
alma creyente
La
tercera estrofa (v. 8) viene de inmediato, sin pausa instrumental, para
proclamar públicamente la evidente lección, invitando ahora a todo el pueblo a
compartirla: en todo tiempo y circunstancia, las creyentes pueden esperar en
Dios, derramar su alma y encontrar refugio. Nuevamente el salmo ofrece otro
interludio para que el pueblo reflexione y afirme esta verdad.
Finalmente
vienen otras dos estrofas complementarias (vv. 9-10 y 11-12 respectivamente) en
que David denuncia, en marcado contraste, la vanidad de la vida humana cuando
no se centra en Dios. Una vez que se elimina al Señor, la existencia se vuelve
inútil, sin peso ni densidad, sin paz ni esperanza; en estas condiciones se genera
gran dolor; la rapiña y la violencia se convierten en sistemas de vida. Y cuando
la existencia social se estructura en torno a la lucha por la riqueza y el poder
de la posición social, se establece un estado de cosas que no produce seguridad
ni satisfacción
ni contentamiento. En las frases paralelas “hijos de los hombres” (en que se
usa el término Adam) e “hijos de
varón” (en que se usa el término ish)
algunos estudiosos encuentran una distinción de tipo social y las traducen “de
origen humilde” y “de origen aristocrático”, respectivamente, indicando que
ante los ojos de Dios no hay distinciones reales y que ni unos ni otros
ultimadamente son dignos de confianza, ya que ambos grupos pesan “menos que
nada”, son “vanidad”. Una existencia organizada según estos antivalores sólo puede
esperar el juicio divino en que Dios pagará a cada quien conforme a sus obras.
Conviene
destacar una palabrita hebrea que se repite a lo largo del salmo y le presta un
ritmo y una estructura poética. Es la palabra ‘ak, que se traduce
aquí como “solamente” o “por cierto”. Aparece cuatro veces en forma positiva
para referirse a Dios como fuente exclusiva del bien (vv. 1, 2, 5-6) y dos
negativamente para describir la nulidad e ineficacia del recurso humano (vv. 4,
9).
Selah:
invitación
En muchos salmos le lee
una palabrita adicional al texto. No se sabe exactamente qué quiere decir selah, pero los expertos creen que se
trata de una señal musical para hacer una pausa e invitar a la meditación sobre
lo que se ha dicho en el salmo. En este salmo aparece dos veces. Reflexionemos,
entonces, acerca de cómo el glorioso secreto del salmista contrasta con la
tragedia que vivimos hoy alrededor del mundo. Y no se trata de la pandemia en
sí, sino de la forma de enfrentarla, de su significación social, moral y
espiritual.
Pareciera que la rapiña y la violencia toman carta de ciudadanía en
el mundo cuando las finanzas mundiales, organizadas en torno al culto a Mammón,
llevan a los gobernantes al sacrificio de la humanidad en favor de la salvación
de la economía. El comercio, y hasta el fraude, han encontrado cabida especial
en estos días, traficando con el dolor humano. Cuando un loco narcisista se
proclama “salvador” singular de la economía y hace de ella su centro de campaña
política por el poder y la grandeza personales, le toma al soberano Dios un
minúsculo virus para echar por tierra esas irrisorias pretensiones que “solamente”
acarrean una mayor miseria, confusión e intranquilidad en el mundo.
Compartir el secreto
Frente a esa tragedia,
David nos invita en la estrofa central de este salmo a experimentar como
creyentes la delicia y el reposo de la vida de fe en el Dios de la salvación,
la roca y refugio de su pueblo en toda circunstancia, pero también nos exhorta
a compartir con el mundo, especialmente en tiempos de angustia generalizada, la
convicción vital, el secreto último de la paz y la tranquilidad que el alma
encuentra solamente en Dios, su Señor y Salvador.
San Agustín, el famoso
teólogo cristiano del siglo V, también experimentó este secreto, como lo dice
en sus Confesiones: “Tú nos creaste para ti, Señor, y nuestro corazón
está inquieto hasta que reposa en ti”. Pero éste fue también el mensaje de
Jesucristo: “Venid a mí, todos los que
estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11.28).
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