10 Festejen a Jerusalén,
gocen con ella, todos los que la aman;
alégrense de su alegría
los que por ella estaban de duelo;
11 mamarán de sus pechos
y se saciarán de sus consuelos,
y saborearán las delicias
de sus pechos abundantes.
12 Porque así dice el Señor:
Yo haré correr hacia ella,
como un río, la paz;
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Ella los amamantará
y los llevará en brazos,
y sobre las rodillas los acariciará;
13 como a un niño
a quien su
madre consuela,
así los
consolaré yo.
14 Al verlo se alegrará su corazón
y sus huesos
florecerán como un prado;
la mano del Señor
se manifestará a sus siervos,
y su cólera, a sus enemigos.
*
12 Queridos hermanos, cuando yo estaba con ustedes, siempre me obedecían. Ahora que estoy lejos, deben obedecerme más que nunca. Por eso, con respeto y devoción a Dios, dedíquense a entender lo que significa ser salvado por Dios. 13 Porque es Dios quien los motiva a hacer el bien, y quien los ayuda a practicarlo, y lo hace porque así lo quiere.
14 Hagan todo sin hablar mal de nadie y sin discutir por todo, 15 para que no pequen ni nadie pueda culparlos de nada. En este mundo lleno de gente malvada y pecadora, ustedes, como hijos de Dios, deben alejarse de la maldad y brillar por su buen comportamiento. 16 Nunca dejen de creer en el mensaje que da vida. Así, yo podré estar orgulloso de ustedes el día que Cristo vuelva, y sabré que mi trabajo y mis esfuerzos no fueron inútiles.
17 Ustedes confían en Dios y le sirven, y eso es como si le presentaran una ofrenda. Tal vez a mí me maten, y entonces mi muerte será parte de esa ofrenda a Dios. Si esto llega a suceder, seré muy feliz, y quiero compartir esa alegría con ustedes. 18 ¡Alégrense, pues, conmigo!
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