UN ÚLTIMO IMPEDIMENTO PARA LA ALBORADA
DE LA SALVACIÓN ESCATOLÓGICA
La Biblia de Nuestro Pueblo
T
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ras el final armónico y pacífico de Is 65
sorprende el nuevo comienzo con la fórmula del mensajero en Is 66.1 (cf. 56.1;
65.8). También la dirección del mensaje ha variado: si Yahvé hablaba antes a
los adversarios sobre los siervos, ahora habla a los siervos sobre los
adversarios. Al parecer, está pendiente aún la aclaración de una importante
cuestión que tiene que ver con la posición del templo como lugar del culto
sacrificial. ¿Cómo pueden compatibilizarse los cruentos sacrificios de animales
en la casa de Dios con el ordenamiento de paz entre todos los seres vivientes
sobre el monte Sion? En los vv. 1-6 no se trata de un rechazo radical del
templo ni de contraponer acción cultual y acción social. Lo que se observa críticamente
no es la reconstrucción del santuario, que, después de su nueva consagración en
el año 515 a.C., no estaba en absoluto terminada, sino la reivindicación que
los constructores asociaban con ella.
Mientras que
estos trabajaban en la reconstrucción del templo como lugar del reposo divino,
Yahvé enfatiza que ha hecho el cielo y la tierra, es decir, que ha llamado a la
vida la realidad toda (v. 2a). Lo que aquí se coloca en primer plano no es la
declaración de propiedad por parte de Dios (como traduce la tradición ecuménica
alemana: “ya me pertenece”), sino el incomparable poder creador de Yahvé. Esto
no hace que el templo sea prescindible, pero coloca la actividad edilicia a su
debida luz, pues todo depende de «cuál» es el culto que allí se celebra y de “cómo”
tratan en él los hombres entre sí. La crítica reza: del modo como se construye
actualmente en Sión y en la comunidad, el lugar del reposo divino sigue estando
muy lejos. De ese modo los siervos reprochan a sus adversarios que inmolan
animales y, al mismo tiempo, matan a seres humanos. Al elegir lo que agrada “a
ellos” (v. 3), se ponen en contraposición a los eunucos, que eligen lo que
agrada “a Dios” (65.4). El hecho de que extraños y castrados que hacen la voluntad
de Dios sean excluidos de su culto mientras los constructores del templo y de
Jerusalén se entregan a la injusticia social y cultual es un escándalo que los siervos
denuncian. Ellos son los que tiemblan frente a la palabra de Yahvé (cf. Esd 9.4;
10.3), es decir, que solo reconocen como pauta su palabra.
La exigencia
de los “hermanos que os odian, que os detestan”, diciendo que Dios se
manifieste para que también ellos compartan el gozo de los siervos (66.5) recae
sobre ellos mismos, pues Yahvé entra en escena de inmediato con su retribución.
Las irregularidades que se oponen a su nueva creación serán eliminadas por él
mismo, y partiendo del lugar donde se cometen con más virulencia: la ciudad y
el templo
La retribución
de Yahvé a los enemigos lleva al nacimiento (vv. 7-9) y al crecimiento de una
nueva población de Sion (vv. 10-14). Los adversarios de los siervos se han
tornado ahora explícitamente en enemigos de Dios (vv. 6b.14b). Con los motivos
del nacimiento y del crecimiento se actualizan las palabras proféticas sobre el
futuro de bendición y fecundidad de Sion de 49.21-26 y 54.1-3. Sión no es más
la madre de los que regresan de Babilonia y de la diáspora, sino la comunidad
del siervo (v. 14). Ella da a luz a su descendencia masculina de forma tan
repentina (v. 7) que no le queda tiempo ni siquiera para sus dolores de parto. Yahvé
asiste a la mujer Sion como matrona durante el nacimiento de la comunidad del
siervo.
Esto puede
compararse con el inesperado giro en el destino del siervo de Dios (cf. 52.15;
53.1). La descendencia a él prometida (53.10) son los hijos de Sión (66.8).
Ellos no sufrirán más penuria sino que se saciarán del consuelo de sus pechos
(v. 11; cf. 60.16) y serán llevados en brazos (v. 12; cf. 49.22; 60.4). Que la
comunidad del siervo como descendencia masculina (v. 7) hace propia la promesa
del rebrote de Jesé (Is 11.1ss.) se manifiesta no solo en la cita que aparece
en 65.25 sino también en la combinación de “mamar” y “alegrarse/regocijarse”,
que solo aparece en 11.8 y en 66.12.
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JAVIER PRADES, TEÓLOGO: LA PANDEMIA NOS HACE VER QUE LA VIDA CRISTIANA ES “COMUNITARIA”
Y “GUIADA”
J
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avier Prades, rector de la universidad
eclesiástica San Dámaso y miembro de la Comisión Teológica Internacional,
ofreció una perspectiva cristiana sobre la situación mundial por el coronavirus.
La videoconferencia se tituló “Interrogantes en
tiempo de pandemia a la luz de la fe” ,fue difundida online
el pasado viernes y tuvo más de 450 participantes registrados de todo el mundo.
El arzobispo
de Toledo, Francisco Cerro, saludó a los asistentes y comenzó el acto con una
oración "al Dios de lo imposible", señalando que conocía al
conferenciante, de quien había sido compañero en Roma, y agradeciendo y
animando a todos los que en los momentos difíciles ayudan a buscar soluciones e
iluminan el caminar cristiano.
Por su
parte, el secretario general del Instituto Teológico San Ildefonso y
vicerrector del seminario mayor de Toledo, Carlos Loriente, explicó el título
de la charla: desde la fe hay que pedir luz al Señor para comprender lo que
espera de nosotros y el bien que se puede sacar de cualquier situación.
Introdujo al conferenciante como “una de las más grandes figuras de la teología
en España hoy” y una de las voces más autorizadas para ayudar a reflexionar
desde la profundidad de la labor teológica, leer los signos de los tiempos y recapitular
el paso de Dios por nuestra historia reciente mirando adelante con los
ojos de la fe.
La razón confiada
Javier Prades comenzó resaltando la
importancia de aprovechar la oportunidad de acompañarnos y de ayudarnos para poder
atravesar juntos este tiempo de prueba. Se trata, dijo, de contemplar
"la historia que está sucediendo a la luz de la fe, aceptando todas las
preguntas y búsquedas que nacen de los corazones, desde dentro de la relación
viva y familiar que tenemos con el Dios Padre de Nuestro Señor
Jesucristo".
Estamos, en
cierto modo, ante una "provocación", en el sentido de "ser
llamados con una llamada que se nos pone delante". Así podemos
"acoger todos los interrogantes y, si Dios quiere, avanzar en nuestro
conocimiento amoroso de Dios Nuestro Señor y en el conocimiento de nosotros
mismos y de la sociedad en la que vivimos".
Prades
constató que la pandemia ha avivado "nuestros sentimientos de miedo,
incertidumbre, compasión, gratuidad, solidaridad… Las cosas que más nos afectan
nos urgen más a buscar soluciones. Cuando una circunstancia nos afecta queremos
comprenderla más, no menos. Y nos moviliza más, no menos”.
Citó a Luigi
Giussani (1922-2005), fundador de Comunión y Liberación, cuando afirmaba que
"la razón humana es la apertura a la realidad según todos sus factores”.
En estos días, dijo el conferenciante, "la razón humana en estos días es
finita, limitada: ninguno de nosotros abarca todos los elementos. ¿Cómo usar la
razón entonces?... Hace falta confianza, hace falta confiar, fiarse de,
para que la razón no quede paralizada. Y así la razón encuentra reposo".
"Lo que
más paraliza la razón es el mal", señaló Prades, pero "el mal no
proviene de la fuente original de la luz que es Dios Nuestro Señor, y por eso
contradice siempre el Bien, la Verdad, la Luz, la inteligencia. La luz viene no
de nosotros, viene del Misterio (Isaías 7)". Ese “Misterio Pascual” que
acabamos de celebrar es "la respuesta cristiana a los interrogantes".
¿Cómo? En la imitación de Jesucristo: “Jesús no hace un discurso. Al final, no
responde más a las preguntas, carga con la cruz y obra, obedece. Por ahí viene
la respuesta, por ahí vendrá la Luz”.
Una fe comunitaria y guiada
Luego tomó en consideración la cuestión de
la Eucaristía y de la "participación en la vida sacramental", de
actualidad en estos días. Prades hizo dos consideraciones.
Por
un lado, "todos nos hemos dado cuenta de que la fe cristiana,
católica es esencialmente comunitaria y sacramental. Hemos comprendido que el
individualismo social o el individualismo eclesial no son buena solución. Todos
hemos anhelado la celebración eucarística eclesial, la anhelamos. El hecho de
no poder ahora celebrar juntos la Eucaristía ayuda a valorar algo que Karl
Barth, teólogo reformado, decía de manera un poco excesiva (como otras cosas
que decía): “’Un cristianismo privado es ilegítimo’. En todo caso un
individualismo no es la forma plena de la vida cristiana. Y ahora lo entendemos
porque nos falta". […]
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