viernes, 9 de julio de 2021

Tema semanal, viernes 20 hrs: Cuidado pastoral mutuo

Cuidado pastoral mutuo

En el primer capítulo hablamos del cuidado pastoral mutuo como disciplina espiritual. Definimos cuidado pastoral como la acción de pensar en los demás y demostrar ese pensamiento por medio de acciones concretas. Es mutuo porque otros piensan en mí y me ayudan en mi necesidad.

El cuidado pastoral es posible porque Dios tiene memoria de nosotros y nos cuida. En respuesta de amor a la memoria y el cuidado de Dios por nosotros y nosotras, pensamos en otras personas y actuamos en su favor. Para que sea disciplina espiritual, el cuidado pastoral se convierte en una práctica regular, sin esperar reciprocidad obligatoria de parte de la otra persona ni recompensa divina por nuestras acciones.

Cuidado y asesoramiento

Algunas personas piensan que no pueden dar cuidado pastoral porque no tienen la preparación académica o el rango ministerial para hacerlo. Por eso es conveniente señalar la diferencia entre asesoramiento y cuidado pastoral.

Asesoramiento, también conocido como consejería o consejo pastoral, es una forma especializada de cuidado pastoral. Consiste primordialmente en el esfuerzo por ayudar a las personas a encontrar alternativas para la solución de sus problemas y a tomar sus propias decisiones. Para ello utiliza las herramientas de la psicología y otras disciplinas de la conducta individual o social.

Si uno no posee las destrezas, el adiestramiento, o la experiencia necesaria para involucrarse activamente en el ministerio de asesoramiento pastoral, es preferible referir a la persona en necesidad a alguien que esté capacitado para hacerlo. De lo contrario, se arriesga uno a complicar la situación más de lo que está.

El cuidado pastoral, en cambio, es un ministerio amplio que no requiere destrezas o conocimiento especializado; únicamente amor a Dios e interés en las personas. Pastoral se refiere a representativo de y responsable a una comunidad de fe. No es necesario ser ordenado al ministerio eclesiástico ni ocupar una posición oficial dentro de una congregación religiosa. Al contrario, el cuidado pastoral es tarea de todos y todas, no solamente del pastor o la pastora. El pastor hace cuidado pastoral como parte de la comunidad de fe a la que pertenece y no porque tiene una encomienda exclusiva de su posición ministerial.

Si se necesitara algún don especial del Espíritu para practicar cuidado pastoral, sería el que aparece en 1ª Corintios 12. 28: “los que ayudan”.

Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen el don de lenguas.

El cuidado en la Biblia

La Biblia abunda en expresiones del cuidado de Dios por toda la creación y en especial por los seres humanos. Dios piensa en nosotros y actúa a nuestro favor.

¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!

¡Cuán grande es la suma de ellos!

Si los enumero, se multiplican más que la arena;

despierto, y aún estoy contigo.

Salmo 139. 17-18

Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. Éxodo 3. 7-8

En la primera crisis de la humanidad, cuando el hombre se sintió solo, Dios hizo otro ser como Adán, para que se acompañaran y se cuidaran mutuamente.

Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Y puso Adán Nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Génesis 2. 18, 20-24

La palabra “idónea”, con la cual Dios describe a la mujer, quiere decir “que tiene suficiencia o buena disposición para alguna cosa”. La palabra hebrea quiere decir “como una imagen suya” y “como delante de él”. Dios hizo a los seres humanos con suficiencia y buena disposición para acompañarse, cuidarse y ayudarse mutuamente.

En la comunidad de Babel, aunque los propósitos eran equivocados, Dios mismo admitió que si la gente se ayudaba mutuamente en un plan común, tenía el potencial para triunfar.

Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Génesis 11. 5-6

A través de todo el registro sagrado persiste la exhortación a cuidarse unos a otros, y en especial a las personas necesitadas: las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los pobres de la tierra.

En el Nuevo Testamento, Jesús estableció el cuidado pastoral como prioridad para pertenecer a su reino.

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25.34-36, 40

La prueba más grande de discipulado era y es el amor al prójimo, expresado en acciones de bondad y desprendimiento. La ayuda mutua se considera un sacrificio agradable a Dios.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13. 34-35

Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. 1ª Juan 4. 11-12

Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios. Hebreos 13. 16

Las exhortaciones abundan a la mutualidad en el cuerpo de Cristo. Por ejemplo, se nos manda a:

1. amarnos unos a otros (Romanos 12. 10; 1ª Juan 4. 7)

2. lavarnos los pies unos a otros (Juan 13. 14)

3. gozarnos y sufrir unos con los otros (Romanos 12. 15)

4. soportarnos con paciencia los unos a los otros (Efesios 4. 2)

5. ser benignos unos con los otros (Efesios 4. 32)

6. someternos unos a otros (Efesios 5. 25)

7. perdonarnos unos a otros (Efesios 4. 32)

8. servirnos por amor los unos a los otros (Gálatas 5. 13)

9. sobrellevar unos las cargas de los otros (Gálatas 6. 2)

10. confesarnos las ofensas unos a otros (Santiago 5. 16)

11. orar unos por los otros (Santiago 5. 16)

12. hospedarnos unos a otros (1ª Pedro 4. 9; Hebreos 13. 2)

13. saludarnos unos a otros (2ª Corintios 13. 12)

14. animarnos y edificarnos unos a otros (1ª Tesalonicenses 4. 6)

Del lado negativo, se nos insta a:

1. no murmurar los unos de los otros (Santiago 4. 11)

2. no agraviarnos ni engañarnos unos a otros (1ª Tesalonicenses 4. 6)

3. no mentir unos a otros (Efesios 4. 25) y cosas semejantes a estas.

El cuidado pastoral mutuo es pues, más que una buena idea. Es la práctica diaria de la vida cristiana, la norma de Dios para su pueblo.

El cuidado como ecología

El profesor James Fowler, especialista en teorías del desarrollo de la fe, describe el cuidado pastoral, como consistente de todas las formas en que la comunidad de fe, bajo liderato pastoral, intencionalmente auspicia el despertamiento, formación, rectificación, sanidad y desarrollo continuo en vocación de las personas y la comunidad cristiana. Esto ocurre bajo la presión y el poder invasor de Dios.

Llama la atención la intencionalidad e inclusión con que Fowler percibe la comunidad respondiendo a la presencia poderosa de Dios en su medio. Él ve la comunidad como un sistema ecológico. Es un sistema vivo en el cual todos los elementos participantes, no importa su tamaño, apariencia o complejidad, son imprescindibles e interdependientes. Cuando en un sistema ecológico uno de los participantes deja de cumplir su función por la razón que sea, todo el sistema se afecta, a veces en forma irreversible.

La iglesia es una ecología de cuidado. Todos tenemos la responsabilidad y el privilegio de cuidarnos unos a otros y otras. Es también una ecología de vocación. Tiene que ver con las respuestas que la gente da al llamado de Dios a colaborar con él; con las maneras en que esa respuesta ejerce poder organizador en las prioridades de la persona y la comunidad. También tiene que ver con las inversiones de uno mismo, del tiempo y de los recursos. Dicho en forma sencilla, la vocación primordial de quien cree es procurar el bienestar de otros porque Dios les ama y se preocupa por ellos y por ellas.

En un capítulo anterior examinamos algunas metáforas de la iglesia, entre ellas la de comunidad de fe. La formación de comunidad es una metáfora un tanto complicada de la vida cristiana debido a que la comunidad es un símbolo un tanto ambiguo de los sueños y desesperación de los seres humanos. No obstante, es una de las analogías más útiles para enmarcar lo que ocurre en las historias de la congregación local y en otros niveles de la comunidad.

La comunidad de la iglesia como cuerpo de Cristo –otra de las metáforas discutidas en el capítulo anterior- nos mueve a la unidad, la paz, el sentido de pertenencia y trascendencia, la verdad, la justicia, el cuidado pastoral mutuo. Cada vez que practicamos estos valores, estamos “haciendo comunidad” mientras encarnamos la vida de Cristo en el mundo.

El cuidado pastoral como disciplina

El concepto de comunidad cristiana como un sistema ecológico de cuidado y vocación implica que el recuerdo y cuidado de los demás son cualidades intrínsecas de lo que significa pertenecer a la familia de Dios. Es una contradicción ser creyente independiente, aislado de la comunidad, sin pensar en formas de ayudar a otros, una llamada telefónica, una visita a un enfermo, un plato de comida a un hambriento, una sonrisa de afirmación y estímulo, un recordatorio de un viaje, un abrazo de consuelo; todas estas cosas son expresiones de cuidado pastoral cuando se hacen en nombre de Dios y en gratitud por su amor y cuidado.

La diferencia entre dar un plato de comida a una persona deambulante como parte de la responsabilidad social de una institución y dar un plato de comida en respuesta de gratitud al amor de Dios por nosotros es la diferencia entre el cuidado como una actitud natural de los seres humanos y el cuidado pastoral como disciplina espiritual.

Resumen

Cuidado pastoral es todo lo que hacemos unos por otros en respuesta a la memoria y el cuidado de Dios por su pueblo. Todos y todas podemos y debemos dar cuidado pastoral. Del mismo modo, todos y todas necesitamos recibir cuidado. Las personas que dicen: “Yo no necesito de nadie”, están contradiciendo la idea de Dios mismo, quien consideró la soledad como lo primero que no estaba bien en su creación. Y esto lo dijo antes de que hubiera pecado en el mundo. El aislamiento como un mal que aqueja a la humanidad antecede al pecado como acción destructiva.

El pastor o pastora de la iglesia necesita saber que cuenta para alguien como persona, no como una función. Hacérselo saber es darle cuidado pastoral. Los niños necesitan cuidado pastoral y también lo pueden dar. Hay muchas formas de demostrarles amor, consideración y cuidado a los niños y niñas de la congregación y la comunidad general.

La comunidad cristiana se describe como una ecología de cuidado y vocación para afirmar el carácter indispensable e interdependiente de cada participante para que el cuidado pastoral sea abarcador y efectivo.

Preocupante por los demás es una tendencia natural, inherente en los seres humanos. Quien no se preocupa por nadie se deshumaniza un poco. Cuando esa preocupación natural y la acción correspondiente se hacen en nombre de y en respuesta al amor de Dios, el cuidado natural se transforma en cuidado pastoral.

ALGO EN QUÉ PENSAR

Frijoles para Jesús

En México se les llama frijoles; en Puerto Rico habichuelas; en Argentina porotos y en España judías. El nombre es diferente, pero el concepto es el mismo: es el grano sabroso que diariamente satisface la necesidad alimenticia de millones en toda América Latina y en otras partes del mundo. De hecho, en mi país los hombres hablan de “ganarse las habichuelas”, o de “las habichuelas de mis hijos”, refiriéndose a los alimentos en general. En otras palabras, las habichuelas, o porotos, o frijoles, o judías son como “el pan nuestro de cada día”.

Como mujer amante de la cocina, mi mayor placer es invitar a las amistades a comer en mi casa, sin importar su posición o condición social. Me gusta esmerarme por servirles lo mejor de la comida puertorriqueña y ver con el gusto que se la comen. Una de las cosas que más me satisfacen es observar la cara de felicidad que ponen mi esposo y mis hijos cuando trato bien a los invitados que traen a la casa. Para mí eso es tan importante como predicar un sermón.

¿Sabías que Juana la mujer de Chuza, Susana, Salomé la esposa de Zebedeo, y María Magdalena servían a Jesús de sus propios bienes? Lee en Lucas 8. 2-3 y lo verás. Ellas le preparaban sus frijoles –si es que en ese tiempo se comían frijoles- cuidaban de su ropa y demás necesidades. No solamente eso, sino que lo hacían con su dinero. Jesús no les pagaba. Tampoco les daba para que compraran los granos.

Las mujeres servían a Jesús por amor, por agradecimiento, por haberlas librado de demonios y enfermedades. Tú me dirás: “Pero hermana Meri, ahora no está Jesús entre nosotros. Si estuviera, yo también le serviría con gusto, y hasta lo invitaría a cenar en mi casa”.

¿Quién no tendría frijoles para Jesús si fuera posible invitarlo a comer? Permíteme que te cuente lo que me sucedió a mí.

Cuando mi esposo era director del instituto bíblico no teníamos quien cocinara para los estudiantes. En mi afán por ayudar, pensé que podía hacerlo mientras se conseguía una cocinera. Dejé a un lado otras responsabilidades y me dediqué de lleno a la agotadora tarea de preparar las comidas para la numerosa familia del instituto.

Pasaron los meses y nadie me sustituía. La carga era extremadamente pesada, pero no me quejaba. Ver a Alejandro, Julio, Jairo, Esteban, Adán, Papo, Fernando, Sonio, Áurea, Edith – para mencionar solo algunos estudiantes además de los maestros –comer con tanto gozo era para mí suficiente pago. Por ellos soportaba el peso sin protestar.

Un día, mientras adoraba con los estudiantes en el servicio de capilla, me sentí llena de la presencia del Señor. Era tanto el gozo que experimentaba que mi vida se inundó de agradecimiento a Dios por lo bueno que había sido conmigo. En mi adoración a Jesús le decía: “Señor, una de las cosas que me gusta hacer por las personas que amo es invitarles a comer. En este momento me gustaría que fueras una persona presente físicamente aquí, para invitarte a mi casa. Te serviría un gran banquete y me esforzaría porque te sintieras contento en mi hogar”.

¿Sabes lo que me contestó? Me dijo: “Abre los ojos y mira a tu alrededor”. Me mostró los rostros de todos aquellos estudiantes mientras me susurraba: “Por cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste”.

En aquel momento mi carga ya no fue carga. ¡Cómo me esforcé para que la comida quedara aún más sabrosa! No era menester preparar frijoles para Jesús y esperar que él viniera a comerlos. Si los preparaba para sus hermanos y hermanas, él me lo agradecía igual.

En otra ocasión, estaba en la cocina en un día caluroso rodeada de aquellas ollas descomunales del instituto. Mi rostro bañado en sudor, mis brazos cansados de tanto mover los alimentos. Contemplando aquel cuadro poco atractivo me quejé amargamente: “Señor, tú me has dado muchos talentos. Sé cantar, sé predicar, puedo enseñar. Puedo pintar cuadros. Soy la esposa del director y podría estar en una oficina con aire acondicionado encargándome de las relaciones públicas. ¿Por qué en lo único que me ocupan es de cocinera, como si fuera todo lo que yo supiera hacer?”

La respuesta del Señor fue muy sencilla: “Porque en estos momentos lo que yo necesito es una cocinera”.

Mi respuesta fue: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.

Tenemos muchos pequeños a nuestro alrededor a quienes podemos servir. También tenemos muchas maneras diferentes en que podemos servir. Algunas veces el Señor está tan cerca de nosotros pidiéndonos un vaso de agua que no lo vemos. Esperamos ver la cara del Jesús satisfecho, pacífico, bañadito, bien vestido y mejor alimentado que pintan los artistas, y no vemos al Jesús real, hambriento, sediento, desnudo y descalzo que se nos presenta todos los días a través de sus hermanos más pequeños.

Busca a este Jesús de las realidades y procura servirle como aquellas mujeres de antaño. No te excuses diciendo que la parte de María es la mejor. Si Marta no se mete en la cocina, el Señor se hubiera quedado sin comer. Este es el corazón de la vida cristiana compartida: ver a Jesús en todas las oportunidades de servicio. Y no esperes que él tenga una plaza vacante de cantante o evangelista cuando todo lo que necesita urgentemente es una cocinera. O alguien que haga una visita al hospital.

Meri Rivera

Capítulo 9: Cuidado pastoral mutuo

Objetivo: Compartir la vida en comunidad, cuidándonos mutuamente en gratitud al cuidado de Dios.

Preguntas para discusión y reflexión
1. Compare y contraste los conceptos de consejería o asesoramiento y cuidado pastoral.
2. ¿Qué don se necesita para practicar el cuidado pastoral?
3. ¿Qué quiere decir idónea? ¿Cómo aplica al cuidado pastoral?
4. ¿Cuál es la prueba más grande del discipulado cristiano? Mencione algún pasaje bíblico que lo confirme.
5. Mencione algunas cosas que la Biblia nos insta a hacernos o no hacernos unos a otros.
6. Explique el concepto de cuidado pastoral como ecología.
7. ¿En qué sentido es la iglesia una ecología de cuidado? ¿Una ecología de vocación?
8. ¿Está de acuerdo con la idea de que ser un creyente independiente es una contradicción? Explique.
9. Lea de nuevo la sección: “Algo en qué pensar”. Comente sobre la experiencia de cuidado pastoral de la autora.

Roberto Amparo Rivera, Introducción a las disciplinas espirituales. Nashville, Abingdon Press, 2008.


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