“Vivir como resucitados” o “ser amenazados de resurrección” son metáforas teológicas que describen dimensiones de la existencia humana difíciles de comprender. Abarcan dimensiones escatológicas y utópicas y, a a vez, presentes en la historia. La frase “vivir como resucitados” alude a la vida concreta en la tierra, pero también a una manera inusitada de vivir que sobrepasa los límites de la realidad histórica y terrenal; resucitados apunta a una experiencia de transformación plena, a la travesía de un estado de muerte, con todo lo que ésta implica, a un estado de vida en plenitud. En otras palabras, “vivir” alude a los tiempos presentes-históricos, y “resucitados” a los llamados “últimos tiempos”, es decir, a lo escatológico, a lo ahistórico. Si no fuera por la palabra “como”, la frase, estrictamente hablando, no tendría sentido porque no se puede vivir dentro de la historia y a la vez fuera de la historia. La palabra “como” hace posible vivir en lo contingente la plenitud de la promesa de una vida resucitada, esto es, vivir aquí en la historia como si se hubiese resucitado. En teología se dice que vivimos en el “ya y el todavía no”.
Pero, ¿es posible vivir como resucitados en el “ya y el todavía no”? Para los cristianos es posible gracias al Espíritu santo que es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. “Vivir como resucitados” significa vivir de acuerdo con el Espíritu y “vivir o andar según el Espíritu” hace referencia a la espiritualidad de los creyentes. Vivir como resucitados en América Latina y el Caribe, entonces, expresa una espiritualidad liberada y liberadora. [...]Pareciera que los cristianos no estamos “viviendo como resucitados”, sino como acomodados al “no”, lejos del “ya” y del “todavía”. Por eso, como la sociedad actual no ofrece espacios de gratuidad por la exigencia de eficacia y la competencia, para muchos suenan atractivas otras espiritualidades, con frecuencia más alienantes que liberadoras. Son espiritualidades que ayudan a vivir bien en el ahora y a aminorar las frustraciones cotidianas. Y esto no está mal como mecanismo de defensa. Sin embargo, generalmente se trata de espiritualidades individualistas, pobres y ajenas a la vida en el Espíritu que leemos en el Evangelio.
El desafío de vivir como resucitados es un reto a las personas y comunidades cristianas para que caminen conforme al Espíritu y vivan una espiritualidad liberadora. Más que un tema, es un llamado urgente y central frente a una sociedad asfixiante, a gente y comunidades cansadas y con poca esperanza, y a una iglesia excesivamente institucionalizada que presta poca atención al Espíritu. Necesitamos una renovación en el Mesías Jesús y el gestor de ese renacimiento es el Espíritu de Dios.
La acción liberadora del Espíritu en el paso a la resurrección
En Cristo, afirma San Pablo, hemos pasado de la muerte a la vida. Y reitera esta afirmación con distintas palabras. En Ro 6.2 utiliza la figura del bautismo para afirmar que fuimos sepultados con Cristo en su muerte, para que, al igual que él resucitó de entre los muertos, nosotros vivamos también una nueva vida. Vuelve a repetir lo mismo en 6.5. En 6.8 escribe: “Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él”.Pablo enfatiza estas palabras en un contexto de exhortación a “no permanecer en el pecado”. En Ro, pecado significa un orden social y cultural invertido en donde la verdad es aprisionada por la injusticia (1.18). Este orden de valores invertidos, que condenó a Jesús a la cruz, tiene el poder de penetrar, no sólo las estructuras socioeconómicas sino las sociales.
Pero, ¿es posible vivir como resucitados en el “ya y el todavía no”? Para los cristianos es posible gracias al Espíritu santo que es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. “Vivir como resucitados” significa vivir de acuerdo con el Espíritu y “vivir o andar según el Espíritu” hace referencia a la espiritualidad de los creyentes. Vivir como resucitados en América Latina y el Caribe, entonces, expresa una espiritualidad liberada y liberadora. [...]Pareciera que los cristianos no estamos “viviendo como resucitados”, sino como acomodados al “no”, lejos del “ya” y del “todavía”. Por eso, como la sociedad actual no ofrece espacios de gratuidad por la exigencia de eficacia y la competencia, para muchos suenan atractivas otras espiritualidades, con frecuencia más alienantes que liberadoras. Son espiritualidades que ayudan a vivir bien en el ahora y a aminorar las frustraciones cotidianas. Y esto no está mal como mecanismo de defensa. Sin embargo, generalmente se trata de espiritualidades individualistas, pobres y ajenas a la vida en el Espíritu que leemos en el Evangelio.
El desafío de vivir como resucitados es un reto a las personas y comunidades cristianas para que caminen conforme al Espíritu y vivan una espiritualidad liberadora. Más que un tema, es un llamado urgente y central frente a una sociedad asfixiante, a gente y comunidades cansadas y con poca esperanza, y a una iglesia excesivamente institucionalizada que presta poca atención al Espíritu. Necesitamos una renovación en el Mesías Jesús y el gestor de ese renacimiento es el Espíritu de Dios.
La acción liberadora del Espíritu en el paso a la resurrección
En Cristo, afirma San Pablo, hemos pasado de la muerte a la vida. Y reitera esta afirmación con distintas palabras. En Ro 6.2 utiliza la figura del bautismo para afirmar que fuimos sepultados con Cristo en su muerte, para que, al igual que él resucitó de entre los muertos, nosotros vivamos también una nueva vida. Vuelve a repetir lo mismo en 6.5. En 6.8 escribe: “Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él”.Pablo enfatiza estas palabras en un contexto de exhortación a “no permanecer en el pecado”. En Ro, pecado significa un orden social y cultural invertido en donde la verdad es aprisionada por la injusticia (1.18). Este orden de valores invertidos, que condenó a Jesús a la cruz, tiene el poder de penetrar, no sólo las estructuras socioeconómicas sino las sociales.
Signos de Vida, CLAI, núm. 31, marzo de 2004
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