viernes, 11 de abril de 2008

Letra 69, 13 de abril de 2008

BREVE RESEÑA DEL LIBRO INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y TEOLOGÍA DE JUAN CALVINO, DEL DR. SALATIEL PALOMINO
Mariano Ávila A.


La primera impresión que me ha dejado este libro es que ya hace mucho era necesario que alguien escribiera, desde una perspectiva latina-americana, una obra sobre Juan Calvino. Por más de un siglo hemos estado leyendo obras de otras latitudes sin contar con una lectura desde nuestra realidad. Es cierto que no han faltado colecciones de ensayos, conferencias, artículos que exploran uno u otro aspecto del pensamiento de Calvino desde una perspectiva latinoamericana. Pero sin duda, este es el primer trabajo que ofrece una interpretación comprehensiva de Juan Calvino.
El Dr. Palomino presenta su trabajo como una obra de divulgación, introductoria a la vida, obra, pensamiento e influencia del reformador. Y si duda lo hace bastante bien. Pero su obra va mucho más allá que una introducción. Provee un análisis amplio y profundo de un personaje multifacético, denso y contemporáneo como lo es Juan Calvino.
El libro cubre los aspectos biográficos e históricos con una narrativa clara, elegante y precisa. Es una relectura fresca y altamente informativa de su vida, encuentro con la Reforma protestante y los inicios de su ministerio pastoral. Además de los lugares comunes sobre la vida del reformador, Palomino ofrece una gran cantidad de detalles y datos nuevos, que reflejan su profunda investigación. Sin duda enriquecerá el conocimiento de Calvino entre propios y extraños. Las escasas notas a pie de página proveen pistas para una lectura más amplia. Lamento la ausencia de una bibliografía. Para una obra de divulgación no es tan necesaria; pero esta obra va más allá de una mera introducción. Tiene muchas vertientes seminales y fecundas.
El capítulo sobre la tarea exegética de las Escrituras sagradas tiene un gran valor instructivo para los lectores limitados al idioma castellano. No existe en español nada parecido a tal análisis. El lector se encontrará a un Calvino que le curará de lecturas simplistas y hasta fundamentalistas de la Biblia, y que le mostrará a un reformador que supo combinar con su profundo respeto por la autoridad de la Palabra de Dios, una lectura inteligente y crítica de un libro que también es palabra de hombres.
El capítulo sobre la articulación del pensamiento teológico contextual de Calvino (sus escritos ocasionales) tiene la virtud de recuperar a un reformador que es contemporáneo nuestro. Pocas veces consideramos a Calvino como un pastor y teólogo contextual que hizo teología desde los márgenes y comprometido con un pueblo perseguido y pobre, bajo la hegemonía de un imperio político-religioso que se empezaba a desmoronar. Palomino nos ofrece ese tipo de lectura y nos desafía a ser calvinistas en ese espíritu y actitud del reformador.
Los capítulos sobre el pensamiento teológico de Calvino plasmado en su Institución proveen reflexiones profundas y síntesis muy valiosas de un pensamiento amplio y complejo como el calviniano. Los apartados con los que Palomino ordena la consideración de la obra magna de Calvino, son en sí una útil sistematización de su teología. Ese es, sin duda, otro de los grandes valores de esta introducción.
Al tratar de la influencia de Calvino, además de la reseña histórico-geográfica y de las múltiples áreas en que se ha dejado sentir la influencia del pensamiento calviniano, Palomino nos ofrece una lectura crítica (ausente en obras similares) de la manera en que los calvinistas han usado el pensamiento de Calvino. ¡Qué importante es este tipo de lectura para quienes les gusta repetir acríticamente ideas y adherirse a credos calvinistas sin reflexionar en los usos y mal-usos que se le ha dado al pensamiento del reformador!
Hay una gran riqueza reflexiva y sugestiva en esta pequeña gran obrita (por el tamaño y extensión). El libro bien se puede usar en seminarios e iglesias ya que provee bastantes elementos y desafíos que seguro provocarán jugosas discusiones.
En el capítulo final Palomino nos da pautas (que ya otros como Nicholas Wolterstorff han intentado en su propio contexto) para apropiarnos del pensamiento calviniano en nuestra situación histórica concreta. Palomino ofrece una metodología y algunos de los principios teológicos fundamentales para realizar una hermenéutica responsable e inteligente de Calvino. Allí refleja Palomino su investigación doctoral sobre la hermenéutica de liberación en clave reformada y nos ofrece valiosas intuiciones para una tarea que aún está en pañales. El modelo que Palomino ofrece tiene el valor de mostrar una forma (no la única) de hacer relevante al reformador ginebrino. Allí es donde veo la utilidad de esta “introducción” en nuestros seminarios, universidades e iglesias.
Es evidente el entusiasmo de Palomino por Calvino. El tono general suena a menudo como una hagiografía y no está ausente cierto sentido de que estamos ante “la última coca cola del desierto” (perdón por la ilustración imperialista y consumista). La narrativa es rica en adjetivos elogiosos a Juan Calvino. Para mi gusto, una distancia más crítica puede ser muy provechosa. Necesitamos ver más al hombre junto con el santo. Esa nota aparece regularmente en esta obra, pero la envoltura que domina es la del elogio y encomio. Esto es más un comentario intuitivo pero juzgo que hoy día ese lenguaje ya no cae muy bien. Ni siquiera en un calviniano y Mariano como yo.
Para ilustrar, el caso Servet (pp. 81-82) se describe en media página sin entrar en detalles o sin responder a las duras críticas que detractores del reformador han levantado siempre. Uno esperaría al menos ciertos criterios para interpretar en su contexto histórico un acto moral tan reprochable para nuestros días. La confesión de pecados y la penitencia están casi ausentes de la obra. Otra vez habla el mariano. Un sentido más ecuménico nos puede librar del sectarismo inherente en este tipo de empresas.
Lo mismo se podría decir con respecto a doctrinas tan controversiales como la predestinación. Palomino la reseña pero sin ir mucho más allá de su comprensión calviniana, que sigue casi servilmente a Agustín. Esa doctrina es para muchos lectores despistados lo más distintivo de Calvino. Hay quienes reducen el pensamiento calviniano a esa enseñanza. Pero no lo es ni siquiera de los principales calvinismos (como el reformado holandés o presbiteriano escocés).
La doctrina es para muchos una piedra de tropiezo. No quiero con esto decir que podemos evitar el “escándalo de la cruz” o que podemos siempre resolver los imponderables misterios de la teología. Pero más bien abogo por una relectura crítica de esas doctrinas teológicas y de sus textos bíblicos. Ello podría guiarnos a un entendimiento más sano y preciso de ellas. Lo ilustro. En el debate exegético-teológico actual, personas como N.T. Wright han emprendido una lectura de doctrinas reformadas como la justificación por la fe, no tanto a partir del pensamiento calvinista o luterano del siglo xvi y xvii, que sirve como lentes para la lectura del texto bíblico, sino a partir de una estricta lectura histórica-exegética en el contexto del primer siglo. Los resultados han empezado a perfilar un nuevo paradigma y perspectiva en la interpretación bíblica, que es rico, prometedor y fecundo. El profesor David Brondos, de la comunidad teológica, ha publicado el año pasado una relectura de la doctrina de la redención en esa óptica. Mi propuesta es que podemos y debemos hacer lo mismo con doctrinas como la predestinación y elección. Hemos de leerlas como fruto de su propia época pero, como Calvino, ir a las fuentes de nuestra fe e interpretarlas en su propio contexto histórico.
Muchas gracias por esta oportunidad.
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DECLARACIÓN CRISTIANA SOBRE LA REFORMA ENERGÉTICA
(Fragmento)


[...] Para nosotros, el problema del petróleo y del cuidado de los recursos naturales, no pueden ser desligados del problema de la justicia en México y de la satisfacción de las víctimas, si se ha incurrido en irresponsabilidad del que administra o abusa de un bien público. Esto nos permite establecer que habrá voluntad para relanzar la industria petrolera, si hay voluntad para la realización de la justicia en México y la eliminación de la miseria, porque lo que vemos a todas luces es un sistema económico, al que no es refractaria la orientación estratégica de la empresa, que sólo es capaz de crear riqueza concentrándola más en lugar de repartirla mejor. Desde la visión cristiana de la Creación, no habrá salvación para Pemex, si el centro de la misma no es el ser humano, en este caso, los mexicanos y mexicanas realmente existentes, sino el dinero (y sus adoradores), el clásico ídolo que exige sacrificios humanos.Bajo este prisma, los administradores y responsables de Pemex, y quienes coloquen su conciencia ante decisiones estratégicas sobre su futuro, tendrían que partir de una sincera autocrítica: ¿Cómo es que el Gobierno prefiere vaciar reservas que renovarlas; extraer petróleo que producir gas natural; importar que producir internamente; generar electricidad con gas natural que utilizar fuentes menos contaminantes; buscarle resquicios al marco jurídico que comprometerse con su mandato; reinterpretar leyes y reglamentos o querer transformarlos para beneficio de entes privados que comulgar con la exclusividad del Estado plasmada en los artículos 27 y 28 de la Constitución para beneficio de un pueblo entero? Las preguntas serían ociosas, pero estamos ante consecuencias desastrosas.[...]

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