Un Resucitado cercano
La fe en la resurrección del Crucificado afirma, desde el comienzo, algo más, a saber, su asunción en una existencia de poder vital y operativo igual al de Dios; la institución de Jesús como representante del obrar salvífico y judicial de Dios. Eso mismo lo formulaba ya la expresión plenipotenciaria que introducía nuestro manifiesto, como sentido básico del acontecimiento pascual. El Nuevo Testamento no habla en ningún sitio de esa posición de poder del Cristo crucificado en el sentido de una lejanía espacial o temporal. La fe pascual nada tiene que ver con un Cristo lejano, sino con un Cristo cercano y presente a nosotros. «En lugar de la convivencia espacial y temporal con sus discípulos de entonces, se da ahora la comunidad con los seres humanos de todos los tiempos y de todo el mundo» (F. Hahn). Por eso la fe pascual no vuelve la vista atrás hacia la actividad del enviado escatológico de Dios, concluida con su muerte. La mirada se orienta fundamentalmente hacia adelante, hacia el obrar salvífico del Señor exaltado. Tal es la unánime convicción del Nuevo Testamento. El evangelio de Juan, que hace confluir con tanta fuerza la proclamación pospascual de Cristo con las palabras del Jesús terreno, puede en consecuencia hacer que Jesús asegure ya la víspera de su muerte: “No os dejaré huérfanos, sino que volveré a vosotros. Todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis porque yo vivo y vosotros viviréis” (14, 18s.).
“Yo estoy con vosotros”
La fe en la resurrección del Crucificado afirma, desde el comienzo, algo más, a saber, su asunción en una existencia de poder vital y operativo igual al de Dios; la institución de Jesús como representante del obrar salvífico y judicial de Dios. Eso mismo lo formulaba ya la expresión plenipotenciaria que introducía nuestro manifiesto, como sentido básico del acontecimiento pascual. El Nuevo Testamento no habla en ningún sitio de esa posición de poder del Cristo crucificado en el sentido de una lejanía espacial o temporal. La fe pascual nada tiene que ver con un Cristo lejano, sino con un Cristo cercano y presente a nosotros. «En lugar de la convivencia espacial y temporal con sus discípulos de entonces, se da ahora la comunidad con los seres humanos de todos los tiempos y de todo el mundo» (F. Hahn). Por eso la fe pascual no vuelve la vista atrás hacia la actividad del enviado escatológico de Dios, concluida con su muerte. La mirada se orienta fundamentalmente hacia adelante, hacia el obrar salvífico del Señor exaltado. Tal es la unánime convicción del Nuevo Testamento. El evangelio de Juan, que hace confluir con tanta fuerza la proclamación pospascual de Cristo con las palabras del Jesús terreno, puede en consecuencia hacer que Jesús asegure ya la víspera de su muerte: “No os dejaré huérfanos, sino que volveré a vosotros. Todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis porque yo vivo y vosotros viviréis” (14, 18s.).
“Yo estoy con vosotros”
Esta formulación de la frase conclusiva de Cristo hace destellar por última vez el poder divino del Resucitado. “Yo estoy contigo”, “Yo estoy con vosotros” constituye la expresión más densa con la que Yahvé se dirigía en las Sagradas Escrituras, ya fuese a Israel en conjunto, ya a los hombres más responsables de él, cuando lo que estaba en juego era un encargo especial o un particular peligro. “Yo estoy contigo...” (Ex 3, 12). “Como estuve con Moisés, también estaré contigo; nunca te dejaré en la estacada ni te abandonaré” (Jos 1, 5).
Pero es sobre todo en los esbozos históricos veterotestamentarios donde aparece la expresión “contigo” y “con vosotros” como “fórmula condensada de la teología de la alianza y del gracioso y ayudador «estar con» de Yahvé con su pueblo y con individuos concretos” (H. Frankenmölle).
¡Pascua significa esto también! Con esos discursos-YO que son exclusivos de Dios, el Resucitado puede asegurar su presencia autorizante, activamente auxiliadora y salvadora. Hasta tal punto se ha identificado Dios con el Jesús de Nazaret resucitado. Este, en cuanto Kyrios igual a Dios, se sitúa por encima del espacio y del tiempo. De la misma manera que Dios, puede hacerse presente en todo tiempo y en todo lugar. «Y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido quiere decir: Dios con nosotros" (1, 23). Con ese nombre, «Emmanuel», fue introducido Jesús al comienzo de nuestro evangelio. Lo que aquel nombre prometía se ha cumplido con una amplitud universal merced a la pascua: una vez resucitado, Jesús es el Señor divino, cercano y presente a nosotros.
Pero es sobre todo en los esbozos históricos veterotestamentarios donde aparece la expresión “contigo” y “con vosotros” como “fórmula condensada de la teología de la alianza y del gracioso y ayudador «estar con» de Yahvé con su pueblo y con individuos concretos” (H. Frankenmölle).
¡Pascua significa esto también! Con esos discursos-YO que son exclusivos de Dios, el Resucitado puede asegurar su presencia autorizante, activamente auxiliadora y salvadora. Hasta tal punto se ha identificado Dios con el Jesús de Nazaret resucitado. Este, en cuanto Kyrios igual a Dios, se sitúa por encima del espacio y del tiempo. De la misma manera que Dios, puede hacerse presente en todo tiempo y en todo lugar. «Y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido quiere decir: Dios con nosotros" (1, 23). Con ese nombre, «Emmanuel», fue introducido Jesús al comienzo de nuestro evangelio. Lo que aquel nombre prometía se ha cumplido con una amplitud universal merced a la pascua: una vez resucitado, Jesús es el Señor divino, cercano y presente a nosotros.
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