FORMAS HISTÓRICAS DE RENOVACIÓN Y ALABANZA (I)
Samuel Escobar
http://compartirvida.com.ar/formas_historicas_de_renovacion_y_alabanza.htm
Samuel Escobar
http://compartirvida.com.ar/formas_historicas_de_renovacion_y_alabanza.htm
Todo movimiento de renovación en la historia de la iglesia deja huellas en la memoria cristiana por medio de formas de adoración y alabanza contextual tales como la música, la poesía y ciertas formas de culto. Nuestros himnarios constituyen un testimonio vivo de ese proceso histórico al cual queremos prestar atención brevemente. Los himnarios son el tipo de instrumentos que nos permite practicar la adoración a Dios tomando conciencia de que somos un pueblo cuya memoria colectiva es fuente de inspiración para el acto de adoración en el presente. Por vía de ilustración, en este trabajo he tenido a mano uno de los himnarios bautistas más difundidos en el mundo de habla hispana, y encuentro en sus páginas numerosos ejemplos que provienen de los movimientos de renovación a los cuales voy a hacer referencia. […]
Han influido sobre nuestra forma tradicional de adorar y sobre los elementos de nuestra adoración tales como la música, las experiencias provenientes de una variedad de fuentes. Recordemos, por ejemplo, que la idea misma de tener un himnario para el culto viene de la Reforma luterana y calvinista, y del avivamiento wesleyano. Cantamos melodías creadas por Lutero que reflejan bien el contexto combativo del cual surgieron como "Castillo fuerte es nuestro Dios", o la preocupación didáctica que lo llevó a escribir villancicos como "Venid pastorcillos". Era la misma preocupación que se había manifestado cuando Lutero produjo adaptaciones populares de su teología por medio de catecismos para la enseñanza de los cristianos comunes y corrientes. Se dice que la Reforma nació en medio del canto y popularizó el canto de los fieles como forma de expresión participativa del pueblo junto con los pastores. La práctica del canto congregacional tiene por un lado la influencia de la época moderna que popularizó el libro en manos del hombre común y congregacional refleja la influencia del concepto de sacerdocio universal de los creyentes. Así esta práctica presupone una comunidad que vive la experiencia colectiva del entusiasmo espiritual de un renovado sentido de adoración, y que utiliza los recursos culturales disponibles para expresar esa vitalidad espiritual.
La variante calvinista de la Reforma fue mucho más sistemática y estricta que la luterana. La radicalidad de esta reforma se manifestó en una recuperación de la estructura sinagogal del culto. Calvino quiso que la vida de la congregación regresara a la práctica de la sinagoga, y el culto en el calvinismo se desarrolló en contraposición con la misa que era la forma de culto tal como había evolucionado en el catolicismo. Junto con el sacramentalismo, el culto había pasado a ser una ceremonia en la cual el principal actor era el sacerdote y el pueblo era espectador pasivo. Aquí una vez más el formalismo medieval era criticado por los reformadores. Una expresión muy influyente de la reforma calvinista fue el Salterio de Ginebra en el cual se había metrificado salmos y se cantaban ellos con exclusión de todo otro tipo de música "de factura humana", y en algunas casos también con la exclusión de todo tipo de instrumento musical . Los movimientos de renovación espiritual rompieron con esta tradición y así el padre de la himnología de habla inglesa es Isaac Watts, quien compuso himnos en los cuales toda la vida era objeto de gratitud y adoración al Señor. Un buen índice de autores permite ver cuántos himnos que los bautistas cantan provienen de la pluma de Isaac Watts.
Los hermanos Wesley contribuyeron notablemente a la forma de cantar y al contenido del canto de varias generaciones de evangélicos. Juan y Carlos Wesley eran pastores anglicanos con formación teológica, hijos y nietos de pastores. La influencia de los pietistas moravos fue decisiva en la experiencia de renovación espiritual que Juan Wesley llamaba "la experiencia del corazón ardiente". La consagración a Dios y el entusiasmo de los Wesley hizo que la Iglesia Anglicana los marginara, pero eso los llevó a las calles y plazas, donde estaban las masas que ya no iban a la iglesia. El despertamiento espiritual que empezó entonces sacudió a Inglaterra y cambió el rumbo social de los países de habla inglesa. Una mirada al himnario nos permite ver cuántos himnos debemos a Carlos Wesley. Temas propios de la teología de la Reforma como la obra de salvación de Dios predicha en el Antiguo Testamento y cumplida en Jesucristo, se redescubrieron y se reformularon en los sermones de Juan Wesley y los cánticos escritos por su hermano Carlos. Ambos utilizaron temas y metáforas bíblicas poniéndolas en el lenguaje y las formas literarias apropiados para el proletariado urbano que había ido surgiendo al ritmo de la revolución industrial, y que fue el pueblo que con gran entusiasmo recibía el fuego del avivamiento metodista. Por medio de los Wesley y de otras figuras de los avivamientos hemos recibido también la influencia del movimiento pietista, que fue la cuna de la obra misionera protestante. El historiador Justo L. González caracteriza al pietismo con tres notas: la protesta contra la rigidez de la vieja ortodoxia protestante, el énfasis en la vida cristiana práctica por encima de las fórmulas teológicas, y la importancia de la experiencia personal del cristiano. Estas notas caracterizan también a la espiritualidad evangélica y las formas de adoración que fueron surgiendo en América Latina, y que se pueden observar sobre todo en la predicación y la himnología. Se puede ver en la obra himnológica de traductores y adaptadores como el mexicano Vicente Mendoza y el español Juan Bautista Cabrera, y en las creaciones literarias de Gonzalo Báez-Camargo y Francisco Estrello. […]
La situación latinoamericana más reciente
En las primeras décadas del siglo veinte se sintió en América Latina la influencia de dos corrientes dentro del protestantismo misionero. Primero, el movimiento de santidad en denominaciones como la Iglesia del Nazareno, los Peregrinos de Santidad, la Alianza Cristiana y Misionera, los Metodistas Libres. Hay un cierto "perfeccionismo espiritual" y una fuerte nota de evangelización en las expresiones de este movimiento y se puede advertir en los muchos himnos adaptados o traducidos por H. C. Ball en nuestros himnarios. En segundo lugar tenemos la influencia del movimiento pentecostal, cuya historia a comienzos de siglo no tiene un curso claro. Es irónico que una de las mayores iglesias pentecostales del Brasil, las Asambleas de Dios, hayan tenido su origen en la obra de dos bautistas suecos. Daniel Berg y Gunnar Vingren habían tenido una experiencia carismática en la Iglesia Bautista de un pueblo cercano a Chicago, y como resultado de una visión viajaron en 1910 desde Chicago hasta Belem en el estado de Pará en Brasil. Organizaron reuniones de oración en el sótano de la iglesia bautista, pero su entusiasmo y su forma de adorar en lenguas extrañas hicieron que el pastor sueco Eurico Nelson los expulsase. Las diecinueve personas que se fueron con ellos formaron el núcleo inicial de la primera iglesia de las Asambleas de Dios en Brasil. Tanto los movimientos de santidad como el movimiento pentecostal comparten con el pietismo y los avivamientos anteriores una visión que incluye la primacía de la experiencia sobre la creencia, y de la fe personal por encima de la confesión corporativa. Además traen una nota nueva que deriva de su trasfondo en el movimiento wesleyano primitivo: el énfasis en una segunda experiencia de la gracia, posterior a la conversión, que otorga energía espiritual para vivir una vida disciplinada y aun ascética. El movimiento pentecostal, por su parte, insiste en que el fruto de esa segunda experiencia de la gracia son ciertos carismas visibles y extraordinarios como el don de lenguas y la curación por la fe. Un factor importante de su estilo de adoración es que ofrece un culto participativo, marcado por las notas de la cultura popular, como la expresión espontánea y desinhibida de las emociones, y el estilo narrativo de predicación propio de una cultura oral.
A fines de la década de los años sesenta nuevos factores entran en juego en el ámbito evangélico latinoamericano: la radicalización política en los sectores ecuménicos, que se conecta con las teologías de la liberación, y el surgimiento del movimiento neocarismático, diferente del pentecostalismo clásico. La primera corriente no se puede describir como un movimiento de renovación espiritual pero sí como un llamado de atención a las iglesias hacia la tremenda problemática social que afligía a Latinoamérica. En sus mejores expresiones dentro del campo evangélico, era un movimiento que planteaba un discipulado radical con una opción política. Esto fue lo que algunos bautistas como el que escribe tratamos de rescatar aunque fuimos críticos del uso del marxismo como herramienta de análisis social y del socialismo como la fórmula para resolver la problemática latinoamericana. Con el paso del tiempo, de las filas de este movimiento salieron contribuciones valiosas en el campo litúrgico, con himnos de gran riqueza teológica y contextual que nos llaman la atención hacia una adoración a Dios que incluya la totalidad de la vida y que se exprese en formas auténticamente latinoamericanas. Pienso en los trabajos literarios de Federico Pagura y Mortimer Arias, y el trabajo de creación musical de Pablo Sosa y Homero Perera de la Escuela de Música de ISEDET en Buenos Aires.
Han influido sobre nuestra forma tradicional de adorar y sobre los elementos de nuestra adoración tales como la música, las experiencias provenientes de una variedad de fuentes. Recordemos, por ejemplo, que la idea misma de tener un himnario para el culto viene de la Reforma luterana y calvinista, y del avivamiento wesleyano. Cantamos melodías creadas por Lutero que reflejan bien el contexto combativo del cual surgieron como "Castillo fuerte es nuestro Dios", o la preocupación didáctica que lo llevó a escribir villancicos como "Venid pastorcillos". Era la misma preocupación que se había manifestado cuando Lutero produjo adaptaciones populares de su teología por medio de catecismos para la enseñanza de los cristianos comunes y corrientes. Se dice que la Reforma nació en medio del canto y popularizó el canto de los fieles como forma de expresión participativa del pueblo junto con los pastores. La práctica del canto congregacional tiene por un lado la influencia de la época moderna que popularizó el libro en manos del hombre común y congregacional refleja la influencia del concepto de sacerdocio universal de los creyentes. Así esta práctica presupone una comunidad que vive la experiencia colectiva del entusiasmo espiritual de un renovado sentido de adoración, y que utiliza los recursos culturales disponibles para expresar esa vitalidad espiritual.
La variante calvinista de la Reforma fue mucho más sistemática y estricta que la luterana. La radicalidad de esta reforma se manifestó en una recuperación de la estructura sinagogal del culto. Calvino quiso que la vida de la congregación regresara a la práctica de la sinagoga, y el culto en el calvinismo se desarrolló en contraposición con la misa que era la forma de culto tal como había evolucionado en el catolicismo. Junto con el sacramentalismo, el culto había pasado a ser una ceremonia en la cual el principal actor era el sacerdote y el pueblo era espectador pasivo. Aquí una vez más el formalismo medieval era criticado por los reformadores. Una expresión muy influyente de la reforma calvinista fue el Salterio de Ginebra en el cual se había metrificado salmos y se cantaban ellos con exclusión de todo otro tipo de música "de factura humana", y en algunas casos también con la exclusión de todo tipo de instrumento musical . Los movimientos de renovación espiritual rompieron con esta tradición y así el padre de la himnología de habla inglesa es Isaac Watts, quien compuso himnos en los cuales toda la vida era objeto de gratitud y adoración al Señor. Un buen índice de autores permite ver cuántos himnos que los bautistas cantan provienen de la pluma de Isaac Watts.
Los hermanos Wesley contribuyeron notablemente a la forma de cantar y al contenido del canto de varias generaciones de evangélicos. Juan y Carlos Wesley eran pastores anglicanos con formación teológica, hijos y nietos de pastores. La influencia de los pietistas moravos fue decisiva en la experiencia de renovación espiritual que Juan Wesley llamaba "la experiencia del corazón ardiente". La consagración a Dios y el entusiasmo de los Wesley hizo que la Iglesia Anglicana los marginara, pero eso los llevó a las calles y plazas, donde estaban las masas que ya no iban a la iglesia. El despertamiento espiritual que empezó entonces sacudió a Inglaterra y cambió el rumbo social de los países de habla inglesa. Una mirada al himnario nos permite ver cuántos himnos debemos a Carlos Wesley. Temas propios de la teología de la Reforma como la obra de salvación de Dios predicha en el Antiguo Testamento y cumplida en Jesucristo, se redescubrieron y se reformularon en los sermones de Juan Wesley y los cánticos escritos por su hermano Carlos. Ambos utilizaron temas y metáforas bíblicas poniéndolas en el lenguaje y las formas literarias apropiados para el proletariado urbano que había ido surgiendo al ritmo de la revolución industrial, y que fue el pueblo que con gran entusiasmo recibía el fuego del avivamiento metodista. Por medio de los Wesley y de otras figuras de los avivamientos hemos recibido también la influencia del movimiento pietista, que fue la cuna de la obra misionera protestante. El historiador Justo L. González caracteriza al pietismo con tres notas: la protesta contra la rigidez de la vieja ortodoxia protestante, el énfasis en la vida cristiana práctica por encima de las fórmulas teológicas, y la importancia de la experiencia personal del cristiano. Estas notas caracterizan también a la espiritualidad evangélica y las formas de adoración que fueron surgiendo en América Latina, y que se pueden observar sobre todo en la predicación y la himnología. Se puede ver en la obra himnológica de traductores y adaptadores como el mexicano Vicente Mendoza y el español Juan Bautista Cabrera, y en las creaciones literarias de Gonzalo Báez-Camargo y Francisco Estrello. […]
La situación latinoamericana más reciente
En las primeras décadas del siglo veinte se sintió en América Latina la influencia de dos corrientes dentro del protestantismo misionero. Primero, el movimiento de santidad en denominaciones como la Iglesia del Nazareno, los Peregrinos de Santidad, la Alianza Cristiana y Misionera, los Metodistas Libres. Hay un cierto "perfeccionismo espiritual" y una fuerte nota de evangelización en las expresiones de este movimiento y se puede advertir en los muchos himnos adaptados o traducidos por H. C. Ball en nuestros himnarios. En segundo lugar tenemos la influencia del movimiento pentecostal, cuya historia a comienzos de siglo no tiene un curso claro. Es irónico que una de las mayores iglesias pentecostales del Brasil, las Asambleas de Dios, hayan tenido su origen en la obra de dos bautistas suecos. Daniel Berg y Gunnar Vingren habían tenido una experiencia carismática en la Iglesia Bautista de un pueblo cercano a Chicago, y como resultado de una visión viajaron en 1910 desde Chicago hasta Belem en el estado de Pará en Brasil. Organizaron reuniones de oración en el sótano de la iglesia bautista, pero su entusiasmo y su forma de adorar en lenguas extrañas hicieron que el pastor sueco Eurico Nelson los expulsase. Las diecinueve personas que se fueron con ellos formaron el núcleo inicial de la primera iglesia de las Asambleas de Dios en Brasil. Tanto los movimientos de santidad como el movimiento pentecostal comparten con el pietismo y los avivamientos anteriores una visión que incluye la primacía de la experiencia sobre la creencia, y de la fe personal por encima de la confesión corporativa. Además traen una nota nueva que deriva de su trasfondo en el movimiento wesleyano primitivo: el énfasis en una segunda experiencia de la gracia, posterior a la conversión, que otorga energía espiritual para vivir una vida disciplinada y aun ascética. El movimiento pentecostal, por su parte, insiste en que el fruto de esa segunda experiencia de la gracia son ciertos carismas visibles y extraordinarios como el don de lenguas y la curación por la fe. Un factor importante de su estilo de adoración es que ofrece un culto participativo, marcado por las notas de la cultura popular, como la expresión espontánea y desinhibida de las emociones, y el estilo narrativo de predicación propio de una cultura oral.
A fines de la década de los años sesenta nuevos factores entran en juego en el ámbito evangélico latinoamericano: la radicalización política en los sectores ecuménicos, que se conecta con las teologías de la liberación, y el surgimiento del movimiento neocarismático, diferente del pentecostalismo clásico. La primera corriente no se puede describir como un movimiento de renovación espiritual pero sí como un llamado de atención a las iglesias hacia la tremenda problemática social que afligía a Latinoamérica. En sus mejores expresiones dentro del campo evangélico, era un movimiento que planteaba un discipulado radical con una opción política. Esto fue lo que algunos bautistas como el que escribe tratamos de rescatar aunque fuimos críticos del uso del marxismo como herramienta de análisis social y del socialismo como la fórmula para resolver la problemática latinoamericana. Con el paso del tiempo, de las filas de este movimiento salieron contribuciones valiosas en el campo litúrgico, con himnos de gran riqueza teológica y contextual que nos llaman la atención hacia una adoración a Dios que incluya la totalidad de la vida y que se exprese en formas auténticamente latinoamericanas. Pienso en los trabajos literarios de Federico Pagura y Mortimer Arias, y el trabajo de creación musical de Pablo Sosa y Homero Perera de la Escuela de Música de ISEDET en Buenos Aires.
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