3. Respeto a la diferencia sexual y de género. En las culturas patriarcales se ha transmitido que, por un lado, los dos únicos géneros válidos y aceptados son el masculino y el femenino, y por otro, que el género masculino debe ser respetado por los demás, pues es superior a los demás. Las variantes que se enmarquen dentro de lo socialmente identificado y estereotipado como masculino y femenino son consideradas aberración o degeneración, por lo tanto, es considerado inferior y no digno de reconocimiento ni aceptación.
Contrariamente a lo que nos ha sido impuesto por el modelo patriarcal, donde la identidad sexual y de género válida y reconocida es la masculina, mientras que las demás identidades con todas las variantes polimórficas se desacreditan y devalúan, una identidad masculina sana respeta la diferencia en estos dos aspectos, valorando y reconociendo a los seres humanos no sólo por sus funciones y roles, sino por el hecho de ser personas.
La identidad masculina sana dialoga con otras identidades y tiene apertura para aprender y saber más acerca de ellas. Esto sucede cuando se toma conciencia de los polimorfismos que existen en los seres humanos. Este respeto mantiene la inclusión de quienes son diferentes en identidad sexual y de género dentro de la comunidad a la que pertenecen.
4. Separar la identidad masculina del modelo patriarcal. La identidad masculina ha estado relacionada con el modelo patriarcal. De ahí que el poder y la autoridad se han asociado a la identidad masculina, desconociendo lo que es diferente a ésta, tanto en lo público como en lo privado. Este modelo ha enseñado e impuesto como indicadores de virilidad la riqueza, el poder, la posición social, las mujeres atractivas, así como en el ámbito sexual el estar siempre listos a tener sexo […] Igualmente, se identifica dentro de este ‘modelo’ el que nunca ha sido rechazado o traicionado por una mujer, el que ha tenido éxito en el trabajo y en lo económico, el que vive en el desafío permanente del peligro y la negación de los procesos de duelo, entre otros. […]
De manera más concreta, este modelo patriarcal ha construido unas jerarquías sociales en las cuales los varones ejercen poder, control y dominio sobre las mujeres. […]
5. Responder a la pregunta sobre cómo se siente: hombre o mujer. La sociedad ha estereotipado lo masculino de manera inflexible, a tal punto que quien se salga de los convencionalismos conocidos es identificado como homosexual. De la misma manera, quien tiene una identidad sexual o de género diferente a ese modelo convencional es marginado. Así, todos llegamos a pensar que los hombres y las mujeres somos fácilmente diferenciables y que, por lo tanto, es fácil decir quién es hombre y quién es mujer. Todo como un proceso de aprendizaje y de enseñanza de lo que es ser hombre o de lo que es ser mujer en culturas predominantemente patriarcales y androcéntricas. Lo anterior lleva a la lucha por expresar y reconocer su identidad en aquellos individuos que son identificados socialmente como pertenecientes a determinado género o sexo, pero que no se sienten incluidos dentro de esa identificación social. Por esto es importante que cada individuo tenga su identidad, no solamente como hombre o mujer, sino respecto de otras posibilidades identificatorias.
La identidad masculina tanto como la femenina, y lo que podrían llamar algunos “ambigüedades”, no se construyen en un solo momento de la vida; al contrario, se dan a lo largo de la existencia, incluidas todas las áreas, desde las genéticas hasta las sociales. Es decir, en este proceso de identidad sexual juegan un papel muy importante la psicología, la sociología y la antropología. […] Cada individuo se convierte en una síntesis de todas las posibilidades de identidad sexual y de género.
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