BAUTISMO, SACERDOCIO UNIVERSAL Y MINISTERIO ORDENADO: IMPULSOS PARA LA REFLEXIÓN (II)
Martin Junge
En su respuesta a estas preguntas, Lutero reposiciona al bautismo como el factor constitutivo del estamento espiritual. Toda persona bautizada es —por fuerza del bautismo— parte del estamento espiritual, es –por fuerza del bautismo– sacerdote/sacerdotisa, y ostenta por ello –por fuerza del bautismo– autoridad en el estamento espiritual. En definitiva, entonces, el bautismo se constituye en el acto de ordenación al estamento espiritual, y de empoderamiento del pueblo de Dios con la autoridad sacerdotal. El poder espiritual, en el concepto de Lutero, no se concentra como tesoro en una estructura determinada, la cual lo reparte según su criterio por medio de imposición de manos. En cambio, se ubica en el sacramento del bautismo y se comunica por medio del acto bautismal, donde la persona bautizada es incorporada en el cuerpo de Cristo y dotada con los dones (carismas) que el Espíritu Santo quiera conceder.
Resulta importante profundizar todavía algo más en esta línea de pensamiento. A través del bautismo, las personas son incorporadas en el nuevo pacto del pueblo de Dios y son transformadas y empoderadas, por los dones del Espíritu (los carismas) como instrumento del propósito amoroso de Dios para toda la creación. Con este énfasis, Lutero entrelaza con mucha fuerza su teología del Sacerdocio Universal de todos los y las Creyentes con la missio Dei, la misión de Dios, tal como se expresa particularmente en la obra y los méritos de Cristo. A través del bautismo y por medio de los dones del Espíritu, cada persona participa en aquella misión que toma su origen en Dios y se encarna en el mundo en Cristo. A pesar de sus imperfecciones y fracturas, el pueblo de Dios tiene la vocación de anunciar y vivir la reconciliación, la transformación y el empoderamiento como manifestaciones de su Reino. El sacerdocio universal de todos los y las creyentes adquiere su sentido y razón de ser en la participación de la comunión de los santos y santas (las personas bautizadas) en la misión de Dios. Sin ese contexto, el concepto del sacerdocio universal, y el del ministerio ordenado, como veremos más adelante, se vaciaría de todo su propósito e intencionalidad originales.
Es importante mencionar, aunque en forma breve, que para Lutero el sacerdocio universal no se ejerce exclusivamente en el ámbito de la iglesia institucional, ni tampoco exclusivamente en el ámbito secular. En cambio, este sacerdocio se vive en todos los ámbitos y relaciones de cada persona: la familia, el vecindario, la relación laboral, el ámbito público…. todos estos son espacios donde la persona bautizada tiene la vocación de vivir su bautismo. Pero también como parte de una comunidad eclesial, como miembro de una iglesia, toda persona bautizada está llamada a vivir su bautismo. Pues así como el bautismo incorpora a la totalidad de la persona en el cuerpo de Cristo, así el sacerdocio universal apunta a la totalidad de las dimensiones de la vida de las personas como espacio para expresar ese bautismo. El sacerdocio universal de todos los y las creyentes se vive en la iglesia y en la sociedad.
Esta comprensión amplia del concepto del sacerdocio universal se dibuja claramente en las expresiones que el mismo Martín Lutero esbozó en sus escritos para este sacerdocio:
- Vivir el sacerdocio universal es compartir los bienes materiales;
- …es ejercer la profesión secular como un sacerdocio;
- …es ejercer el derecho y el deber de proclamar la Palabra;
- …es ejercer la consolación mutua y el anuncio mutuo del perdón de los pecados;
- …es practicar la intercesión por los hermanos y las hermanas;
- …es discernir y juzgar las doctrinas.
Queda de manifiesto así, que tanto el intento de reducir el sacerdocio universal de todos los y las creyentes solamente al ámbito de la iglesia, como el intento inverso de excluir el ejercicio del sacerdocio del ámbito de la iglesia y solamente dirigirlo al ámbito secular, no corresponden a la amplitud original del concepto teológico desarrollado por el reformador.
El sacerdocio universal de todos los y las creyentes y el ministerio especial
A partir de las citas textuales de Lutero, queda de manifiesto, sin embargo, que la reconceptualización del sacerdocio a partir del bautismo no lleva a Lutero a descalificar la razón de ser de un ministerio especial dentro del sacerdocio universal, y con ello de una ordenación especial a este ministerio. Pues así como Lutero es vehemente en criticar la legitimación, la concentración de poder y la jerarquización de este orden, así es también claro en defender su necesidad y función dentro del pueblo de Dios. Lutero rechaza la idea que aquello que distinguiría al ministro ordenado sería su supuesta superioridad espiritual, o su supuesta capacidad metafísica de efectivizar la transubstanciación del pan y vino en cuerpo y sangre de Jesucristo. Pero Lutero no deja lugar a dudas en cuanto a la necesidad de una diferenciación en el ámbito del pueblo de Dios a partir de la función especial de la persona ordenada: a su cargo están la predicación de la palabra y la administración de los sacramentos, tareas que pertenecen a todo el pueblo de Dios, pero a las cuales él (y hoy ellas) se dedican en forma exclusiva y para la cual han sido debidamente llamados/as por la comunidad e iglesia.
La argumentación de Lutero para este fin tiene dos vertientes distintas. Por una parte, Lutero argumenta desde una perspectiva muy práctica, nutrida en parte de dolorosas experiencias vividas en el seno del proceso de la Reforma. Efectivamente, quedó de manifiesto tempranamente para Lutero que el “todos están a cargo” fácilmente derivaría en “nadie lo hace”. Por otro lado, Lutero debió reconocer también que sin un orden comúnmente acordado y aceptado, el sacerdocio universal podía degradarse en experiencias de abuso de poder y de atropello, ahora de otra índole: se imponía el más fuerte, el más locuaz, el socialmente más reconocido, el más sagaz… El ministerio ordenado adquiere de esta forma una función que posibilita participación, interacción y responsabilidad mutua en el ministerio que pertenece a todas las personas bautizadas.
Pero para Lutero, el ministerio ordenado, u especial, es más que un arreglo práctico para el ejercicio ordenado de aquellas funciones que en el fondo pertenecen a toda la comunidad. Como se desprende de las citas, Lutero también argumenta sosteniendo que el ministerio ordenado es divinamente instituido, un orden creado por Dios. Su autoridad está enraizada en Cristo mismo, quien enmarca este ministerio dentro del carácter que Él mismo otorgó a su ministerio: la diaconía, el servicio. Ser ordenado/a, entonces, significa estar apartado para el servicio en la comunidad cristiana. Su autoridad, por ende, no se refiere a un status, sino a ese servicio. El /la ministro ordenado está dentro de la congregación, pues participa del único ministerio de la iglesia. Está al frente de ella, pues en nombre de Dios proclama el Evangelio y celebra los sacramentos. El ministro / la ministro surge desde el sacerdocio universal y es electo/a por la comunidad; el ministerio que asume, sin embargo es instituido por Dios. En este sentido, la funcionalidad del ministerio ordenado ya no se explica exclusivamente como una delegación de una tarea de todos/as en una persona debidamente llamada. Su funcionalidad también se explica desde el argumento de la continuidad del apostolado en la iglesia cristiana, la representación de Cristo en medio de ella y la unidad en el cuerpo de Cristo.
En términos prácticos, el sacerdocio universal de todos los y las creyentes, por un lado, y el ministerio ordenado, por el otro, no son opciones excluyentes sino expresiones interrelacionadas e interdependientes, que además constituyen, en teoría, un fino equilibrio de poder en el estamento espiritual del cual, reiteramos, toda persona bautizada es parte: El sacerdocio universal y su potestad, incluso la del discernimiento de la Escritura y de la doctrina, es un contrapeso a una posible dominación y abuso de poder desde el ministerio (ordenado). Nada más como ejemplo: la impresionante creatividad de aquellos “ministros, apóstoles, profetas, etc.” de ciertos grupos religiosos contemporáneos para crear y deshacer doctrina y prácticas cristianas, dan cuenta de la utilidad y necesidad de tal contrapeso ubicado con plena autoridad en el pueblo de Dios. El sacerdocio universal corrige el potencial peligro de un tutelaje espiritual por parte de una élite clerical, ya sea autoproclamada, o efectivamente ordenada.
De la misma forma, el ministerio ordenado se constituye en contrapeso a una posible manipulación del Evangelio de Jesucristo por parte de una comunidad, dotándolo de una autoridad que se origina más allá de sus propios confines y la conecta con todo el cuerpo de Cristo. La soledad de Cristo en la cruz debería servir de suficiente advertencia a quienes demasiado rápidamente quisieran aplicar el principio del vox populi, vox Dei —la voz del pueblo es la voz de Dios— a la misión de la iglesia. Expresiones contemporáneas de un sinnúmero de grupos endosando, y hasta clamando por nuevas formas de palpar, controlar y asegurar su salvación (casi siempre personal), nos hablan hoy de la utilidad de este contrapeso ubicado más allá del ámbito de control de una comunidad determinada.
Es dentro del campo de fuerza que se abre a partir de esta importante diferenciación, pero a la vez interrelación entre sacerdocio universal y ministerio ordenado que las iglesias luteranas deben buscar una adecuada expresión de su vocación de participar en la misión de Dios.
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AMENAZAN ACABAR CON EL ESTADO LAICO
Israel Mariano Ramírez
El Sol de Cuernavaca, 17 de febrero
Ciudadanos autodenominados liberales manifestaron su inconformidad por las reformas al art. 24 de la Constitución Política Mexicana, que fueron aprobadas el pasado 15 de diciembre en la cámara baja, las cuales dicen que abren las puertas para acabar con el Estado laico, por lo tanto, acudirán ante los senadores y hacerles ver la gravedad y el retroceso que implicaría en materia de derechos sociales el aprobarlas.
A nombre de las logias y ritos de masones en la entidad, Adolfo Viazcán Rebollo, explicó que muchos de los diputados federales están comenzando a entender la gravedad de lo que hicieron porque todo ocurrió en la última sesión del 2011. Para el próximo 21 de marzo, fecha significativa de Benito Juárez, realizarán una gran asamblea con los senadores morelenses, donde explicarán los alcances de estas reformas.
Y es que Morelos, dijo junto con cinco estados de la República es de los pocos que tiene reconocida la condición de laico por decreto […] "lo que pone en grave peligro la laicidad del país y pone sobre el camino del Estado confesional, que durante 200 años ha pretendido recuperar el clero político".
En su opinión no pueden aceptar el Estado laico porque ha sido larga la lucha para alcanzar a ser un estado laico, "no hemos perdido de vista el avance de las fuerzas de derecha desde 1988; y hemos decidido ayudar para que los ciudadanos se enteren de lo que están pretendiendo hacer los legisladores, menos las repercusiones del texto que aprobaron el 15 de diciembre".
Desde esa fecha hasta hoy, dijo Viazcán Rebollo, los legisladores se han retractado luego de hablar con ellos y han reconocido su equivocación […] es que la ley aún no ha sido aprobada por el Senado y en razón de ello, "creemos que estamos a tiempo para evitar que esta reforma se llegue a consolidar en todo México […]".
Por eso, los llamados liberales en Morelos, criticaron el objetivo de la reforma, por medio de la cual los religiosos solicitan ser propietarios de medios masivos de comunicación, tener acceso y evangelizar al Ejército Mexicano, construyendo capillas y curas en cada uno de las zonas militares, ser votados sin renunciar a la representación clerical, "es decir, que de aprobarse después de este sexenio, el próximo presidente podría ser un obispo o cura, pero además piden ser asesores morales en hospitales, orfanatos y asilos, el más grave quizás, es que piden que en todas las escuelas públicas haya un ministro de culto pagado por el Gobierno federal".
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