BAUTISMO, SACERDOCIO UNIVERSAL Y MINISTERIO ORDENADO:
IMPULSOS PARA LA REFLEXIÓN (III)
Martin Junge
Del dicho al hecho… ¿cuánto hay de trecho?
Quisiera ahora
volver a lo que fue el inicio de mi presentación, donde me refería al valioso
impulso que significó el comentario de mi hermano sacerdote en Santiago de
Chile. Hemos dado un recorrido para en primer lugar releer lo que Lutero
efectivamente dijo con respecto al Sacerdocio Universal de todos los y las
Creyentes. Luego analizamos el contenido de esta doctrina, el lugar desde el
cual surge y los complementos que fue adquiriendo con el tiempo. Sin lugar a
dudas quedó en evidencia su fuerza: toda persona, por fuerza del bautismo, es
integrada al ministerio único de la iglesia que es anunciar y vivir la
sorprendente gracia de Dios y la proximidad de su Reino en su contexto
específico. A la vez, quedó en evidencia la diferenciación de esta doctrina,
incluso la complejidad que resulta del hecho que Lutero no renuncia a la noción
del ministerio ordenado y el origen divino de su autoridad. Por el contrario,
Lutero suma esta noción a la doctrina del sacerdocio universal y coloca ambos
términos en una poderosa relación dialéctica.
¿Cómo viven las iglesias luteranas miembros de la Federación Luterana
Mundial esta tensión dialéctica? ¿Cómo le dan expresión a ambas realidades, al
sacerdocio universal y al ministerio ordenado? ¿Cómo interactúan?
Sería un acto de imperdonable soberbia si me arrogara el derecho a
describir estas realidades, que desde mi limitada perspectiva son muy diversas,
dependientes de los contextos en los que las iglesias se ubican, y de los
procesos eclesiales vividos.
Pero en vez de describir estas realidades, creo estar en condiciones de
concluir mi presentación con algunas observaciones y preguntas que me surgen
tanto desde mi propio proceso como pastor de mi iglesia en Chile, como desde mi
tarea actual como Secretario para América Latina y El Caribe de la FLM. En
innumerables contactos, visitas, diálogos, lectura de documentos, planes y
proyectos van surgiendo algunos ejes comunes, se van articulando desafíos y
proyecciones y vienen surgiendo preguntas e interrogantes, que en la actualidad
formularía así:
a) El bautismo, ¿ordenación al sacerdocio universal? Percibo una observación e inquietud en
algunos/as, que tanto los formularios de liturgia, los textos utilizados para
la predicación, y la misma predicación en la celebración del bautismo siguen enfatizando grandemente en este sacramento como un acto de remisión del
pecado, medianamente como un acto de incorporación al cuerpo de Cristo, y muy
marginalmente como un acto de ordenación al sacerdocio que compartimos todos
los y las creyentes. Aparentemente, el Bautismo no estaría teniendo esta
dimensión de empoderamiento y vocación para hacer parte de la misión de Dios,
como evidentemente Lutero todavía lo interpretaba.
b) La misión —¡asunto de pastores! He oído del diagnóstico que hacen algunas
iglesias del problema que significa el hecho que la delegación de la función de
la prédica y administración de sacramentos en la persona del pastor o pastora
ha significado en la práctica la abdicación total de cualquier responsabilidad
en la misión de Dios por parte de las personas bautizadas. Esto es
particularmente el caso en aquellas iglesias donde la membresía no le atribuye
una dimensión misionera a la iglesia. En su concepto, la misión de la iglesia
sería la de responder a las demandas de sus miembros por determinados servicios
religiosos. Su razón de ser no sería la participación en la misión de Dios. Por
consiguiente, el sacerdocio universal y el ministerio ordenado se
interpretarían desde este concepto, que implica una marcada pasividad.
c) El “salvavidas” del sacerdocio universal. Es perceptible una cierta tendencia en las
iglesias a rescatar al sacerdocio universal y apelar a que sus miembros lo
asuman como una estrategia de respuesta a las apremiantes necesidades de
cobertura pastoral, muchas veces surgidas por los problemas económicos que
viven las iglesias. El empoderamiento y la capacitación de laicos apuntaría en
estos casos a reemplazar o sustituir la función del ministerio ordenado en la iglesia.
d) ¡Socorro, tenemos un pastor! Algunas iglesias se han visto, o se ven enfrentadas a un significativo
problema cuando —luego de enormes esfuerzos— han logrado formar a un pastor/una
pastora y él/ella solicita ordenación al ministerio o instalación en una
comunidad. He aprendido que este problema tiene al menos dos vertientes: las
implicaciones económicas que derivan de la ordenación, y un cierto temor a que
una instalación en comunidades hasta entonces sin pastor/pastora podría
descontinuar procesos de empoderamiento y de participación comunitaria. Con
respecto al primer “problema”, me ha surgido la pregunta si es siempre
razonable el equilibrio entre número de miembros de una comunidad y la
asignación de una plaza pastoral. Con respecto al segundo, me pregunto si la
formación pastoral (¿o vicariato?) está dando herramientas a los pastores y
pastoras para ejercer un liderazgo lo suficientemente participativo, horizontal
y cauteloso que ofrezca espacio a los dones y talentos existentes localmente y
proyecte su crecimiento.
e) La iglesia de “la mano pegajosa”. Es común en muchas iglesias un fuerte reclamo
de personas laicas comprometidas con la misión de la iglesia en el sentido que
la iglesia los absorbería demasiado en un torbellino de cada vez más responsabilidades
y tareas, llevando muchas veces a estos líderes y lideresas al total
agotamiento, frustración e incluso colapso.
f) La iglesia / comunidad como pertenencia. He escuchado también en algunas iglesias la
constatación del caso inverso, en el sentido que personas en posiciones de
liderazgo, laico o pastoral, muchas veces entran en una espiral de desarrollar
un sentido de propiedad sobre el cargo, la comunidad o la iglesia nacional, que
finalmente no permite la emergencia y la participación de nuevo liderazgo.
Mientras algunas iglesias aparentemente tendrían el problema de conseguir
líderes que asuman responsabilidad, hay otras que aparentemente perciben el
problema de no lograr una sana alternancia y dinámica en sus funciones de
liderazgo.
g) “El gran problema es que no tenemos líderes”. Esta es una observación más bien personal: en
varias oportunidades he escuchado la queja por una falta de personas capaces o
dispuestas a asumir liderazgo en la iglesia. A veces, este lamento lo he
escuchado en mesas de trabajo rodeada de personas, laicas y pastores/as, con
una tremenda vocación de trabajo y amor por la iglesia. Esta discrepancia me ha
llevado a la pregunta: ¿Cuál es el problema de aquellas iglesias: no tener
líderes, o no ver a sus líderes? En consecuencia, ¿cuáles serían los procesos y
estrategias de identificación de líderes? ¿Tienen nuestras iglesias un catastro
de habilidades (carismas) y uno de necesidades para la misión?
h) El desafío de la capacitación continua. Percibo, por ejemplo a través de proyectos
enviados a la FLM, que varias de las iglesias en la región están luchando con
el problema de aportar en forma periódica y continua insumos relevantes para la
labor de sus líderes, tanto pastores como laicos. De la misma manera, muchas
iglesias están bregando con la pregunta acerca de las estrategias de reciclaje
y de regeneración para sus cuadros de liderazgo. Esta dificultad se traduce en
un fuerte desgaste de los y las líderes y en ofertas repetitivas que terminan
desgastando y degradando a las comunidades y grupos.
i) El “pastorcentrismo”, ¿dónde se origina? Hay iglesias en nuestro medio que están
descubriendo que el “pastorcentrismo” o la “pastor/a—dependencia” no se origina
(exclusivamente) en una supuesta actitud de comodidad o desidia por parte de la
comunidad, sino también a partir del modo como pastores y pastoras ejercen su
papel en la comunidad. Similar a los procesos en la temática de género, donde
estrategias de empoderamiento de mujeres prontamente tocan techo si no van
acompañadas de estrategias de discernimiento sobre nuevos modelos (con
conciencia de genero) para los hombres, estas iglesias están buscando aquellos
modelos para el ministerio pastoral que sean capaces de relacionarse e
interactuar con el fenómeno de una membresía más consciente de su lugar y rol,
y más empoderada para ejercerlo.
Quiero llegar al final de mi presentación. Estoy consciente de que
algunas de estas constataciones, observaciones y preguntas finales son bastante
duras. Tocan fibras muy íntimas de las personas y su vocación. Muchos líderes
de nuestras iglesias en América Latina han hecho de la iglesia su proyecto
vital. Todo ha sido para la iglesia, todo lo han dado para la iglesia. ¡Venga
ahora alguien a levantar preguntas que pudieran interpretarse como que su
entrega estaría en entredicho, o que aquello que se estuvo haciendo por décadas
con el mayor de los amores y dedicación, quizás es hoy la raíz de algunos de
los problemas que la iglesia enfrenta para su futuro! Hay aquí una dimensión
personal que es necesario incorporar al discernimiento sobre la expresión real
del sacerdocio universal y del ministerio ordenado en nuestras iglesias. Es
herencia común a la iglesia cristiana que ella busca la dignidad de las
personas y el respeto a ellas.
Está claro también —esto quedó de manifiesto desde el inicio de esta
presentación— que una de las líneas de fondo de la temática que he intentado
abordar aquí es el tema del poder en
la iglesia. Para Lutero, la pregunta de fondo que buscó responder es de
dónde viene el poder del ministerio, quién lo controla, quien lo concede y cómo
se ejerce en la comunidad eclesial. Mi referencia final a un paralelismo que
existe entre la definición de la relación entre sacerdocio universal y
ministerio ordenado, y las relaciones de género, viene a dar continuidad a esta
perspectiva que abre Lutero. Pues es sabido que las relaciones de género son,
en última instancia, una pregunta acerca de las formas cómo hombres y mujeres
comparten el poder. En este sentido, me parece que sería ingenuo un abordaje
exclusivamente teológico de las preguntas que surgen con respecto a la
relación, interacción y complementariedad entre el sacerdocio universal y el
ministerio ordenado. La teología aporta una matriz ineludible. Pero me parece
que ella debe ser puesta en diálogo con otros saberes, por ejemplo de la
sociología, de la sicología social, sociología de la religión y mismo de la
psicología.
Al colocar todo este diálogo necesario, pero
seguramente difícil a ratos, en su contexto misiológico —¡la pregunta última es
cómo mejor nos organizamos para ser fieles partícipes en la misión a la cual
Dios nos incorpora a través del bautismo!— habremos conseguido un direcciona-miento
que nos permite un abordaje respetuoso y constructivo al discernimiento que nos
convoca.
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ORGANIZAN FORO SOBRE DEMOCRACIA DIRIGIDO A EVANGÉLICOS
Milenio Diario, 23 de febrero
Evangélicos aliados del PAN y
la Organización Demócrata Cristiana de América organizarán este viernes un foro
sobre democracia dirigido a los integrantes de iglesias evangélicas.
Uno de los organizadores del Foro
“Participación Política de la Iglesia Cristiana Reformada”, el evangélico
Carlos Cebreros, aseguró que “ni PRI ni PRD abanderan los principios de la doctrina cristiana”. Con el PAN se da una
cercanía con los evangélicos porque tiene en sus bases la doctrina social cristiana.
Carlos Cebreros de la Red de Ministerios para
las Familias en el Mundo, en entrevista con Milenio, señaló que el foro se
realiza ante la necesidad de crear conciencia entre los evangélicos de que
deben ser más activos políticamente.
En la actualidad, consideró un amplio sector
de los evangélicos se encuentran confundidos en las esferas política, social y
educativa, por falta de preparación. Carlos Cebreros, quien participó en la
mesa de consulta con las iglesias en el inicio de sexenio del ex presidente
Vicente Fox, aclaró que no se busca inducir el voto de los evangélicos.
Se pretende, agregó que los evangélicos tengan
una mayor participación política y conozcan quienes hablan con la verdad. El
foro se realizará este viernes en un hotel de Reforma y los ponentes serán el
senador panista Jorge Ocejo Moreno, los extranjeros Roy Clouser, Jim Skillen y Manuel Gómez
Granados, quien fue presidente del Instituto Mexicano de Doctrina Social
Cristiana (IMDOSOC); y los mexicanos Adolfo García de la Sienra y Rodrigo Iván
Cortés.
Y los temas a tratar son “Fundamentos para una
política cristiana” “La doctrina social Cristiana, y la participación política “
“justicia Pública” y “Democracia Cristiana en América Latina”
Durante éste Adolfo García de la Sienra
expondrá el tema de la iglesia cristiana reformada que tiene como propuesta que
los evangélicos pueden ser operadores en todos los partidos y no se tienen
porque estar fijando en lo que realiza la iglesia católica.
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