sábado, 25 de febrero de 2012

Letra 260, 26 de febrero de 2011



BAUTISMO, SACERDOCIO UNIVERSAL Y MINISTERIO ORDENADO: IMPULSOS PARA LA REFLEXIÓN (III)
Martin Junge

Del dicho al hecho… ¿cuánto hay de trecho?
Quisiera ahora volver a lo que fue el inicio de mi presentación, donde me refería al valioso impulso que significó el comentario de mi hermano sacerdote en Santiago de Chile. Hemos dado un recorrido para en primer lugar releer lo que Lutero efectivamente dijo con respecto al Sacerdocio Universal de todos los y las Creyentes. Luego analizamos el contenido de esta doctrina, el lugar desde el cual surge y los complementos que fue adquiriendo con el tiempo. Sin lugar a dudas quedó en evidencia su fuerza: toda persona, por fuerza del bautismo, es integrada al ministerio único de la iglesia que es anunciar y vivir la sorprendente gracia de Dios y la proximidad de su Reino en su contexto específico. A la vez, quedó en evidencia la diferenciación de esta doctrina, incluso la complejidad que resulta del hecho que Lutero no renuncia a la noción del ministerio ordenado y el origen divino de su autoridad. Por el contrario, Lutero suma esta noción a la doctrina del sacerdocio universal y coloca ambos términos en una poderosa relación dialéctica.
¿Cómo viven las iglesias luteranas miembros de la Federación Luterana Mundial esta tensión dialéctica? ¿Cómo le dan expresión a ambas realidades, al sacerdocio universal y al ministerio ordenado? ¿Cómo interactúan?
Sería un acto de imperdonable soberbia si me arrogara el derecho a describir estas realidades, que desde mi limitada perspectiva son muy diversas, dependientes de los contextos en los que las iglesias se ubican, y de los procesos eclesiales vividos.
Pero en vez de describir estas realidades, creo estar en condiciones de concluir mi presentación con algunas observaciones y preguntas que me surgen tanto desde mi propio proceso como pastor de mi iglesia en Chile, como desde mi tarea actual como Secretario para América Latina y El Caribe de la FLM. En innumerables contactos, visitas, diálogos, lectura de documentos, planes y proyectos van surgiendo algunos ejes comunes, se van articulando desafíos y proyecciones y vienen surgiendo preguntas e interrogantes, que en la actualidad formularía así:

a)   El bautismo, ¿ordenación al sacerdocio universal? Percibo una observación e inquietud en algunos/as, que tanto los formularios de liturgia, los textos utilizados para la predicación, y la misma predicación en la celebración del bautismo siguen enfatizando grandemente en este sacramento como un acto de remisión del pecado, medianamente como un acto de incorporación al cuerpo de Cristo, y muy marginalmente como un acto de ordenación al sacerdocio que compartimos todos los y las creyentes. Aparentemente, el Bautismo no estaría teniendo esta dimensión de empoderamiento y vocación para hacer parte de la misión de Dios, como evidentemente Lutero todavía lo interpretaba.
b)  La misión  —¡asunto de pastores! He oído del diagnóstico que hacen algunas iglesias del problema que significa el hecho que la delegación de la función de la prédica y administración de sacramentos en la persona del pastor o pastora ha significado en la práctica la abdicación total de cualquier responsabilidad en la misión de Dios por parte de las personas bautizadas. Esto es particularmente el caso en aquellas iglesias donde la membresía no le atribuye una dimensión misionera a la iglesia. En su concepto, la misión de la iglesia sería la de responder a las demandas de sus miembros por determinados servicios religiosos. Su razón de ser no sería la participación en la misión de Dios. Por consiguiente, el sacerdocio universal y el ministerio ordenado se interpretarían desde este concepto, que implica una marcada pasividad.
c)  El “salvavidas” del sacerdocio universal. Es perceptible una cierta tendencia en las iglesias a rescatar al sacerdocio universal y apelar a que sus miembros lo asuman como una estrategia de respuesta a las apremiantes necesidades de cobertura pastoral, muchas veces surgidas por los problemas económicos que viven las iglesias. El empoderamiento y la capacitación de laicos apuntaría en estos casos a reemplazar o sustituir la función del ministerio ordenado en la iglesia.
d)  ¡Socorro, tenemos un pastor! Algunas iglesias se han visto, o se ven enfrentadas a un significativo problema cuando —luego de enormes esfuerzos— han logrado formar a un pastor/una pastora y él/ella solicita ordenación al ministerio o instalación en una comunidad. He aprendido que este problema tiene al menos dos vertientes: las implicaciones económicas que derivan de la ordenación, y un cierto temor a que una instalación en comunidades hasta entonces sin pastor/pastora podría descontinuar procesos de empoderamiento y de participación comunitaria. Con respecto al primer “problema”, me ha surgido la pregunta si es siempre razonable el equilibrio entre número de miembros de una comunidad y la asignación de una plaza pastoral. Con respecto al segundo, me pregunto si la formación pastoral (¿o vicariato?) está dando herramientas a los pastores y pastoras para ejercer un liderazgo lo suficientemente participativo, horizontal y cauteloso que ofrezca espacio a los dones y talentos existentes localmente y proyecte su crecimiento.
e)  La iglesia de “la mano pegajosa”. Es común en muchas iglesias un fuerte reclamo de personas laicas comprometidas con la misión de la iglesia en el sentido que la iglesia los absorbería demasiado en un torbellino de cada vez más responsabilidades y tareas, llevando muchas veces a estos líderes y lideresas al total agotamiento, frustración e incluso colapso.
f)   La iglesia / comunidad como pertenencia. He escuchado también en algunas iglesias la constatación del caso inverso, en el sentido que personas en posiciones de liderazgo, laico o pastoral, muchas veces entran en una espiral de desarrollar un sentido de propiedad sobre el cargo, la comunidad o la iglesia nacional, que finalmente no permite la emergencia y la participación de nuevo liderazgo. Mientras algunas iglesias aparentemente tendrían el problema de conseguir líderes que asuman responsabilidad, hay otras que aparentemente perciben el problema de no lograr una sana alternancia y dinámica en sus funciones de liderazgo.
g)  “El gran problema es que no tenemos líderes”. Esta es una observación más bien personal: en varias oportunidades he escuchado la queja por una falta de personas capaces o dispuestas a asumir liderazgo en la iglesia. A veces, este lamento lo he escuchado en mesas de trabajo rodeada de personas, laicas y pastores/as, con una tremenda vocación de trabajo y amor por la iglesia. Esta discrepancia me ha llevado a la pregunta: ¿Cuál es el problema de aquellas iglesias: no tener líderes, o no ver a sus líderes? En consecuencia, ¿cuáles serían los procesos y estrategias de identificación de líderes? ¿Tienen nuestras iglesias un catastro de habilidades (carismas) y uno de necesidades para la misión?
h)  El desafío de la capacitación continua. Percibo, por ejemplo a través de proyectos enviados a la FLM, que varias de las iglesias en la región están luchando con el problema de aportar en forma periódica y continua insumos relevantes para la labor de sus líderes, tanto pastores como laicos. De la misma manera, muchas iglesias están bregando con la pregunta acerca de las estrategias de reciclaje y de regeneración para sus cuadros de liderazgo. Esta dificultad se traduce en un fuerte desgaste de los y las líderes y en ofertas repetitivas que terminan desgastando y degradando a las comunidades y grupos.
i)    El “pastorcentrismo”, ¿dónde se origina? Hay iglesias en nuestro medio que están descubriendo que el “pastorcentrismo” o la “pastor/a—dependencia” no se origina (exclusivamente) en una supuesta actitud de comodidad o desidia por parte de la comunidad, sino también a partir del modo como pastores y pastoras ejercen su papel en la comunidad. Similar a los procesos en la temática de género, donde estrategias de empoderamiento de mujeres prontamente tocan techo si no van acompañadas de estrategias de discernimiento sobre nuevos modelos (con conciencia de genero) para los hombres, estas iglesias están buscando aquellos modelos para el ministerio pastoral que sean capaces de relacionarse e interactuar con el fenómeno de una membresía más consciente de su lugar y rol, y más empoderada para ejercerlo.

Quiero llegar al final de mi presentación. Estoy consciente de que algunas de estas constataciones, observaciones y preguntas finales son bastante duras. Tocan fibras muy íntimas de las personas y su vocación. Muchos líderes de nuestras iglesias en América Latina han hecho de la iglesia su proyecto vital. Todo ha sido para la iglesia, todo lo han dado para la iglesia. ¡Venga ahora alguien a levantar preguntas que pudieran interpretarse como que su entrega estaría en entredicho, o que aquello que se estuvo haciendo por décadas con el mayor de los amores y dedicación, quizás es hoy la raíz de algunos de los problemas que la iglesia enfrenta para su futuro! Hay aquí una dimensión personal que es necesario incorporar al discernimiento sobre la expresión real del sacerdocio universal y del ministerio ordenado en nuestras iglesias. Es herencia común a la iglesia cristiana que ella busca la dignidad de las personas y el respeto a ellas.
Está claro también —esto quedó de manifiesto desde el inicio de esta presentación— que una de las líneas de fondo de la temática que he intentado abordar aquí es el tema del poder en
la iglesia. Para Lutero, la pregunta de fondo que buscó responder es de dónde viene el poder del ministerio, quién lo controla, quien lo concede y cómo se ejerce en la comunidad eclesial. Mi referencia final a un paralelismo que existe entre la definición de la relación entre sacerdocio universal y ministerio ordenado, y las relaciones de género, viene a dar continuidad a esta perspectiva que abre Lutero. Pues es sabido que las relaciones de género son, en última instancia, una pregunta acerca de las formas cómo hombres y mujeres comparten el poder. En este sentido, me parece que sería ingenuo un abordaje exclusivamente teológico de las preguntas que surgen con respecto a la relación, interacción y complementariedad entre el sacerdocio universal y el ministerio ordenado. La teología aporta una matriz ineludible. Pero me parece que ella debe ser puesta en diálogo con otros saberes, por ejemplo de la sociología, de la sicología social, sociología de la religión y mismo de la psicología.
Al colocar todo este diálogo necesario, pero seguramente difícil a ratos, en su contexto misiológico —¡la pregunta última es cómo mejor nos organizamos para ser fieles partícipes en la misión a la cual Dios nos incorpora a través del bautismo!— habremos conseguido un direcciona-miento que nos permite un abordaje respetuoso y constructivo al discernimiento que nos convoca.
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ORGANIZAN FORO SOBRE DEMOCRACIA DIRIGIDO A EVANGÉLICOS
Milenio Diario, 23 de febrero

Evangélicos aliados del PAN y la Organización Demócrata Cristiana de América organizarán este viernes un foro sobre democracia dirigido a los integrantes de iglesias evangélicas.
Uno de los organizadores del Foro “Participación Política de la Iglesia Cristiana Reformada”, el evangélico Carlos Cebreros, aseguró que “ni PRI ni PRD abanderan los principios de la doctrina cristiana”. Con el PAN se da una cercanía con los evangélicos porque tiene en sus bases la doctrina social cristiana.
Carlos Cebreros de la Red de Ministerios para las Familias en el Mundo, en entrevista con Milenio, señaló que el foro se realiza ante la necesidad de crear conciencia entre los evangélicos de que deben ser más activos políticamente.
En la actualidad, consideró un amplio sector de los evangélicos se encuentran confundidos en las esferas política, social y educativa, por falta de preparación. Carlos Cebreros, quien participó en la mesa de consulta con las iglesias en el inicio de sexenio del ex presidente Vicente Fox, aclaró que no se busca inducir el voto de los evangélicos.
Se pretende, agregó que los evangélicos tengan una mayor participación política y conozcan quienes hablan con la verdad. El foro se realizará este viernes en un hotel de Reforma y los ponentes serán el senador panista Jorge Ocejo Moreno, los extranjeros Roy Clouser, Jim Skillen y Manuel Gómez Granados, quien fue presidente del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC); y los mexicanos Adolfo García de la Sienra y Rodrigo Iván Cortés.
Y los temas a tratar son “Fundamentos para una política cristiana” “La doctrina social Cristiana, y la participación política “ “justicia Pública” y “Democracia Cristiana en América Latina”
Durante éste Adolfo García de la Sienra expondrá el tema de la iglesia cristiana reformada que tiene como propuesta que los evangélicos pueden ser operadores en todos los partidos y no se tienen porque estar fijando en lo que realiza la iglesia católica.

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