sábado, 11 de febrero de 2012

Letra 258, 12 de febrero de 2012

LOS CANDIDATOS Y EL ESTADO LAICO

Roberto Blancarte

Milenio Diario, 7 de febrero de 2012

Una vez que los principales partidos políticos han prácticamente definido quiénes serán sus candidatos a la Presidencia de la República, podemos ver cada vez más claramente cuáles son nuestras opciones. Y desafortunadamente, en materia de laicidad del Estado, las noticias no son buenas. Por un lado tenemos a la virtual candidata del PAN, que para las elecciones internas le pidió a los afiliados a ese instituto político que salieran a votar, pero eso sí, sólo después de ir a misa tempranito, a las 8. Rezar y votar, por ella por supuesto: porque, supongo, rezando, Dios les ayudaría a escoger a la mejor candidata. Por otro lado, tenemos a un candidato que estudió en la Universidad Panamericana, propiedad del Opus Dei y que dice que uno de los libros que han marcado su vida es la Biblia, aunque no la ha leído completa. Hay además fuertes sospechas de que por indicaciones suyas la fracción parlamentaria del PRI se puso de acuerdo con la del PAN para modificar el artículo 24 de la Constitución y abrirle las puertas de la educación pública a la Iglesia católica. Finalmente, la coalición de partidos de izquierda tiene como virtual candidato a un juarista guadalupano, que más que creer en el Mesías piensa que él es el redentor. Parece ser que no son los peores, porque Ernesto Cordero todavía dijo hace poco que si él llegaba a la Presidencia permitiría la educación religiosa en las escuelas públicas. Me hizo recordar el dicho: “Por algo Dios no les dio alas a los alacranes”. Aunque también se dice que “hierba mala nunca muere”, por lo que, no lo dude usted, el insulso personaje pronto reaparecerá en algún puesto público o de campaña, promoviendo tan disparatado propósito. Es parte de la nueva generación de panistas, tan socialmente conservadores como analfabetos del Estado laico.

De cualquier manera, el panorama es preocupante. El problema no es que los candidatos sean o no creyentes, que pertenezcan a alguna Iglesia o que sean seguidores de alguna religión. Ni siquiera que sean practicantes regulares, esporádicos o temporales de algún culto religioso. A eso tienen derecho y es algo que nuestra Constitución garantiza y defiende. El verdadero problema es que, por lo visto, ninguno de los virtuales candidatos tiene idea de la importancia de distinguir sus creencias personales de sus convicciones políticas y, por lo tanto, de lo que sería su función pública, en caso de ser elegidos por el pueblo (no por Dios). Peor aún, todos evidentemente creen en la necesidad de manipular el sentimiento religioso a favor de su opción política y están dispuestos en consecuencia a negociar las leyes y políticas públicas con las dirigencias religiosas. Se imaginan equivocadamente que, congraciándose con algunos de estos dirigentes, apareciendo en la foto con ellos, saludando al Papa en televisión, hablando con un lenguaje religioso, invocando a Dios, haciendo referencia a la Biblia (aunque hayan leído sólo unas partecitas), cantándole a la virgen morena o simple y sencillamente asumiendo una actitud piadosa, van a obtener el voto de las y los mexicanos. Son las y los mismos que ahorita se estarán preguntando cómo hacer para saludar a Benito XVI en su corta visita a México, o qué cosa pueden prometer para tener la bendición eclesiástica. Y algunas de estas dirigencias religiosas, a quienes nunca les ha importado la religiosidad o la vida personal de estos candidatos o candidatas, sino los posibles beneficios provenientes del Estado, están dispuestos a voltear la mirada hacia otro lado, a declarar nulos matrimonios, a torcer sus propias reglas, en suma a blanquear sepulcros, con tal de que su institución obtenga los privilegios demandados.

No hay, no ha habido, hasta ahora, una indicación seria de que alguno de estos candidatos pretende, en primer lugar, defender al Estado laico y lo que éste significa, es decir las libertades de todos. Como tampoco hay un posicionamiento claro de que, por lo mismo, las creencias personales son precisamente eso, personales, y que no deben tener cabida en una campaña en la que se establecen los proyectos de políticas públicas para una población muy diversa religiosamente hablando. Se les olvida a los aspirantes que México tiene casi 20 millones de no católicos. Así, por ejemplo, cuando Josefina Vázquez Mota le pide a los panistas primero ir “a misa” y después votar, olvida (o simplemente ignora) que “a misa” no van más que los católicos, porque ni los evangélicos, ni los budistas, ni los judíos, ni los testigos de Jehová, ni los mormones van “a misa”. ¿Supuso ella que todos los panistas son católicos, o no le importó? Sería todavía más grave.

Lo peor de todo es que estos virtuales candidatos no son ni siquiera un reflejo en esta materia de los militantes de sus partidos. Si bien es cierto que el PAN se ha llenado de conservadores mochos, hay muchos que tienen una perspectiva laica de la política. En el PRD, el mesianismo de su candidato no refleja las posturas laicas de los partidos y de sus miembros. Y en el PRI sólo la disciplina y la sumisión política a la que están acostumbrados permite que no haya mayores protestas y disidencia dentro del mismo. Nada de esto anuncia buenos tiempos para el Estado laico y las libertades que éste garantiza.

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BAUTISMO, SACERDOCIO UNIVERSAL Y MINISTERIO ORDENADO: IMPULSOS PARA LA REFLEXIÓN (I)

Martin Junge

1.

Una experiencia intrigante

Años atrás, tuve una experiencia muy reveladora sobre el tema que nos ocupa esta mañana: Bautismo, Sacerdocio Universal y Ministerio Ordenado. Estábamos trabajando un grupo de pastores y sacerdotes en una planificación de actividades para una organización ecuménica barrial. El tiempo pasó más rápido que previsto y pronto llegó el momento en que tuve que optar por quedarme en aquella reunión, pero faltando a mi compromiso con un grupo de mujeres de mi congregación y luego a las clases de confirmación, o dejar la reunión ecuménica para atender mis responsabilidades pastorales. —“Lo siento”, le dije a mis pares, “pero debo retirarme pues debo hacer el estudio bíblico en el grupo de mujeres, y luego en la tarde impartir las clases para el proceso de confirmación”.

El sacerdote católico me miró y luego, en un tono amistoso me dijo: —“¿Cómo? ¿Tú personalmente tienes que hacerlo? ¿No tienes cuadros laicos que asuman esta tarea? Yo tengo todas las actividades en manos de los líderes de la comunidad. Mi rol es trabajar con ellos y leer misas. Su rol es trabajar con la parroquia y con sus grupos.” Y luego, con un tono que reflejaba solidaridad y amonestación a la vez complementó: —¡Me extraña, Martín! Ustedes con esa rica teología del sacerdocio universal de todos los creyentes… con comunidades tan pastor-dependientes…. Me resulta contradictorio.”

Me dejó reflexionando el colega sacerdote. Yendo para mi congregación, repasé mentalmente la situación de las demás congregaciones de mi iglesia, pensando que quizás yo estaba equivocándome en mi actitud, monopolizando actividades y liderazgo, haciéndome imprescindible, copando espacios…. Pero hasta donde conocía a mi iglesia, la situación era similar en otras congregaciones también. La presencia en los grupos, la catequesis – hasta donde yo veía ese siempre fue el rol del pastor o de la pastora.

Pero si aquello era práctica establecida, ¿dónde se expresa entonces el sacerdocio universal de todos los y las creyentes, ya no solamente como una teología, sino como una práctica en la iglesia luterana? ¿Qué afirmamos, en términos concretos, cuando enérgicamente sostenemos en nuestros escritos confesionales el sacerdocio de todos y todas?

2. Vamos a las fuentes. La teología del sacerdocio universal de todos los y las creyentes en Martín Lutero

Lutero, como siempre, es contundente en su argumentación, en el uso de las palabras y en la claridad de su pensamiento. Escuchen estas frases: “Así pues, somos todos ordenados sacerdotes a través del bautismo, como dice San Pedro en 1 Pe 2.9: ‘Ustedes son un sacerdocio real’”. Y luego: “Pues quien sale del Bautismo puede gloriarse de ya estar ordenado como sacerdote, obispo o Papa, si bien que no conviene a cada uno ejercer este oficio”.

En términos muy concretos ilustra: “En caso de necesidad, cada uno puede celebrar el bautismo y absolver, lo cual no sería posible si no fuéramos sacerdotes”. Y con indiscutible polémica, arremete: “...se inventó que el papa, los obispos, los sacerdotes y los monjes sean llamados estamento espiritual; príncipes, señores, artesanos y agricultores de estamento secular. Esto es un invento y un fraude muy refinado. Pero que nadie se intimide por esta causa y por la siguiente razón: todos los cristianos son verdaderamente del estamento espiritual y no hay ninguna diferencia

entre ellos, a no ser exclusivamente por fuerza del oficio”. Sobre este oficio escribe: “…cada ciudad elige de la comunidad a un cristiano piadoso e instruido, encomendándole el cargo de párroco, y lo sustenta con los recursos de la comunidad, dándole la libertad de casarse o no.” Y luego sostiene: “Quiero hablar del estamento pastoral, que fue instituido por Dios y que debe regir una comunidad con la predicación y los sacramentos, morar en medio de ella y mantener un lugar temporal”.

3. La ordenación al sacerdocio universal por medio del bautismo

Así fue Lutero: creativo, intempestivo, un verdadero fuego artificial de intuiciones y conocimientos teológicos. Pero atención: las citas provienen de libros distintos que fueron escritos en distintos momentos. De hecho, Lutero nunca se sentó a escribir un tratado sobre “Bautismo, Sacerdocio Universal y Ministerio Ordenado”, sino fue escribiendo y predicando en la medida que se presentaban las situaciones en aquel fascinante proceso de la Reforma, en el cual la cristiandad se halló de pronto frente a insospechados espacios para pensar y construir iglesia (¡nuestra frase para el primer lóbulo!), para reubicarla dentro de los procesos sociales, políticos y religiosos que se vivían en el ocaso de la Edad Media, y para redefinir las matrices teológicas que ordenarían su quehacer.

Efectivamente, también la teología del Sacerdocio Universal de todos los y las Creyentes se genera en este proceso dinámico y va ganando cuerpo a partir de la necesidad de responder a situaciones muy concretas y específicas que surgen del proceso de la Reforma. No es expresión de aquella teología más bien “lúdica”, que elabora e hilvana por el indudable placer de desarrollar el pensamiento; en cambio, es respuesta a desafíos pastorales, eclesiológicos y teológicos que la iglesia cristiana en proceso de Reforma fue enfrentando.

En su calidad de respuesta, la Teología del Sacerdocio Universal de todos los y las Creyentes refleja una fuerte crítica al modo como la iglesia cristiana occidental se había organizado a sí misma y al mundo. Es decir, responde a una realidad que en la percepción de Lutero era pastoral y teológicamente insatisfactoria e insostenible.

Lutero critica: la división de la cristiandad entre un estamento espiritual (=clerical, es decir, monjes, sacerdotes, obispos, etcétera) y un estamento secular (zapateros, médicos, campesinos); la prerrogativa del estamento espiritual (concentrada en última instancia en la autoridad del papa) para interpretar las Escrituras.

Con su crítica fundamental a la autoridad exclusiva del papa (y por extensión a los estamentos subordinados a él), el proceso de la Reforma se vio enfrentado, sin embargo, a la pregunta que surge como consecuencia lógica de esta crítica: si la autoridad y la prerrogativa exclusiva en los asuntos espirituales no se ubica en la construcción piramidal que caracteriza la eclesiología católico-romana con su punto focal en la figura del papa, ¿dónde se ubica entonces? ¿Dónde está la autoridad y la potestad en la cristiandad, quién la ostenta? En términos bien prácticos, ¿quién interpreta las Escrituras, quién confiere autoridad para que alguien actúe como pastor en medio de una comunidad, quién tiene derecho a la palabra en la comunidad, a la predicación y a la administración de los sacramentos? Guarden la compostura, pues son las instituciones eclesiásticas las cuales en estos tiempos difíciles deben dar testimonio de compostura y diálogo.

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