LLEVANDO LA LUZ DEL RESUCITADO
Amós
López Rubio)
Meditación en Juan 20.19-23
La iglesia cristiana está inmersa en la alegría y la esperanza del tiempo
pascual, tiempo de resurrección, inaugurado por la fiesta de la Resurrección de
Cristo el pasado domingo 8 de abril y que se extiende durante cincuenta días
hasta la Fiesta de Pentecostés, día en que recordamos la llegada del Espíritu
Santo a la vida de la iglesia para capacitar a la iglesia en el ejercicio de su
misión en el mundo.
El pasaje de Juan 20.19-23 nos habla de la experiencia de la resurrección
de Jesús, y también, por qué no, de la resurrección de la iglesia, y de la
resurrección que cada uno y cada una podemos sentir en determinados momentos de
nuestra vida. Y ese es el mayor regalo que podemos encontrar en la resurrección
de Jesús: un mensaje de vida y esperanza para nuestra propia situación humana.
El texto relata, de acuerdo con la manera en que este evangelista
reconstruye los hechos, lo que vendría siendo la segunda aparición del Jesús
resucitado a sus seguidores. Según Juan, María Magdalena es la primera persona
a quien Jesús se aparece después de resucitado, fue ella la primera testigo de
la resurrección y quien comunicó por vez primera la buena noticia al resto de
la comunidad cristiana. En esta segunda ocasión, los discípulos y discípulas de
Jesús están reunidos secretamente.
La tristeza, la desesperanza y la frustración por la muerte de Jesús eran
los sentimientos que dominaban aquella noche de domingo. También tenían miedo.
Tenían miedo a las autoridades judías, tenían miedo de correr la misma suerte
de su Maestro y terminar en una cruz, acusados de ser seguidores de un profeta
que sembró amor y esperanza, pero que a la vez se ganó muchos enemigos entre
aquellos que veían amenazada su autoridad religiosa o su poder político. Ellos
temían también que los acusaran de haberse robado el cuerpo de Jesús. Las
autoridades judías inventaron este argumento para desmentir el anuncio de la
resurrección de Jesús.
Pero para sorpresa de todos, Jesús aparece, se coloca en medio de ellos y
les da su paz. Recordamos aquí aquellas palabras que Jesús dijera a sus
discípulos un tiempo atrás: “Donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi
nombre, allí estaré yo en medio”. Ahora el Cristo Resucitado está en medio de
su comunidad y les da su paz. Ese ha sido el mensaje de la iglesia a través de los tiempos: Jesús está en medio
nuestro, Jesús sigue viviendo en nuestra vida, él es el árbol y nosotros somos
las ramas, él es el fuego nuevo en medio de la oscuridad y nosotros las llamas
que propagan ese fuego hacia todos los rincones necesitados de luz; él prometió
que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, sosteniéndonos
y fortaleciéndonos con su paz. Sin esa paz, nada podríamos hacer. Porque la paz
de Cristo nos hace personas libres, nos hace una comunidad con un propósito y
una misión.
La paz que Jesús nos da es más un desafío que una sensación de
tranquilidad y conformidad. Jesús nos da la paz como un regalo a cuidar, como
una perla preciosa que hay que defender, como una buena noticia que hay que
compartir. Vivimos en una sociedad y en un mundo necesitados de paz. Jesús nos
llama a ser pacificadores. El mensaje de la resurrección es un mensaje de paz. Como
iglesia de Cristo somos llamados y llamadas a ser comunidades de resurrección y
paz, y el Señor que vive en medio nuestro nos da las fuerzas necesarias para
serlo.
Jesús también mostró a la comunidad reunida aquella noche de domingo, las
marcas del martirio y el sufrimiento en sus manos y en su costado. Podríamos
pensar que Jesús hizo esto para demostrar que verdaderamente era Jesús, el que
había sido crucificado. El mismo Juan nos cuenta en su evangelio el episodio de
Tomás, un discípulo que se negaba a creer en la resurrección de Jesús hasta que
no lo viera con sus propios ojos. Sin embargo, creo que este gesto de Jesús
quiere decirnos algo más que está relacionado con los que veníamos diciendo
antes. El Señor está en medio nuestro, nos da su paz, y acto seguido nos
muestra las señales de su martirio. Es una señal de lo que sucederá con la
iglesia de ahora en adelante, con esa iglesia que anuncia a un Cristo vivo
cuando muchos lo dan por muerto, o lo prefieren muerto; con esa iglesia que
transmite un mensaje de paz que entra en contradicción con fuerzas y poderes en
el mundo que no quieren la paz, que no quieren la libertad, que no quieren la
justicia.
Somos llamados y llamadas a ser comunidades de resurrección, de paz y de
testimonio. Y este testimonio puede, en muchas ocasiones, traernos sufrimiento,
incomprensión, rechazo, violencia, conflictos. Si algo les ha sobrado a los
cristianos y las cristianas que han sido consecuentes con su fe en Jesús, son
los enemigos. Jesús muestra a sus seguidores las marcas del dolor, las huellas
del precio que tuvo que pagar por ser consecuente y fiel al anuncio del reino
de Dios y su justicia. Les estaba diciendo: ustedes también tendrán que pagar
un precio si deciden ser fieles a este evangelio. En los días pasados en que
celebramos la Semana
Santa , hacíamos memoria de hermanos y hermanas que, en
diferentes momentos y lugares, ofrecieron su vida en fidelidad al mensaje
liberador de Jesús: Monseñor Romero, Martin Luther King, Frank País, Dietrich
Bonhoeffer, son solo algunos nombres que iluminan el testimonio cristiano en la
historia. Quizás nuestro testimonio hoy no requiera de grandes sacrificios,
pero lo que no puede faltarle a la iglesia de Jesús es la determinación de
luchar por la vida, por la justicia, por la paz, por la liberación humana en
todas sus dimensiones.
Jesús dijo nuevamente a sus discípulos y discípulas: “¡Paz a ustedes!
Como el Padre me envío, así yo los envío a ustedes. Y sopló sobre ellos
diciendo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados,
les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin
perdonar”. Después de colocarse en medio de ellos, después de darles su paz,
después de mostrar las heridas en sus manos y en su costado, Jesús, ungiendo
con su Espíritu a su iglesia, los envía a ser instrumentos de perdón y
reconciliación en el mundo. Somos llamados y llamadas a ser comunidades de
resurrección, de paz, de testimonio y de reconciliación. Todo esto es parte de
una buena y única noticia: la vida ha triunfado sobre la muerte, y en el poder
de la vida podremos seguir enfrentando la muerte.
Proclamar y vivir la resurrección es una manera de construir la paz, es
un testimonio eficaz y profundo del amor de Dios, es una manera de reconstruir
vidas maltrechas, es un modo de tender puentes donde el perdón y la
reconciliación sean una realidad. ¿De cuántas maneras podemos resucitar? ¿De
cuántas maneras podemos ser comunidades de resurrección y vida? Cada vez que
nuestras oscuridades se iluminan, cada vez que somos instrumentos de paz, cada
vez que damos un testimonio consecuente con nuestra fe, cada vez que promovemos
el perdón y la reconciliación, somos señales de la resurrección, alimentamos la
vida y la esperanza. Jesús se hace presente en medio nuestro y su salvación
volverá a manifestarse.
Como bien nos dice Jesús, cada pecado que no perdonemos, quedará sin ser
perdonado; cada servicio que nos neguemos a dar, será una obra de amor que
quedará inconclusa. Cada vez que seamos insensibles al dolor y la necesidad de nuestros
semejantes, el amor de Dios dejará de manifestarse. Cada vez que decidamos no
amar, vencerá la muerte, la resurrección no será buena noticia. Un compositor
cristiano cubano lo expresa así en uno de sus himnos: “Todo el amor que manché
con mi egoísmo; todo lo que pude ser y que no he sido, lo que pude salvar y se
ha perdido; la sonrisa que negué al que sufría, la mano que no tendí al que
llamaba; las frases de amor que no dijo mi lengua, los besos que yo dejé que se
murieran”. De estas y otras maneras, nosotros y nosotras podemos dejar de ser
señales de la resurrección.
Mis hermanos y hermanas, Dios permita que este no sea nuestro caso. Jesús
está en medio nuestro, nos da su paz, nos desafía a dar testimonio de su
resurrección, y nos envía a nuestras familias, a nuestros barrios, a nuestras
escuelas y centros de trabajo, para ser luz, para que la luz del Cristo
Resucitado se refleje a través de nuestras acciones, pensamientos y
sentimientos. Que así sea.
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PARE DE SUFRIR: ¿EVANGELISMO FRAUDULENTO?
Bernardo Barranco V.
La Jornada, 11 de abril de 2012
Tres bancos mexicanos anunciaron
la cancelación de las cuentas del grupo religioso Pare de Sufrir, filial de la
brasileña Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), cuyos dirigentes son
acusados en aquel país de estafa y lavado de dinero. Las entidades bancarias
enviaron cartas a la organización religiosa para informarles que sus cuentas
serán canceladas y, por tanto, deben retirar sus fondos (Reforma, 8/4/12). Se
desconoce por qué, y ni la Secretaría de Hacienda ni la de Gobernación se han
pronunciado. Cabe recordar que esta última dependencia, a través de la
Subsecretaría de Asuntos Religiosos, concedió registro en 2001 a Pare de Sufrir
como asociación religiosa y es responsable de vigilar que el
desempeño de sus actividades esté apegado a la normativa y a las leyes
mexicanas. Su silencio llama la atención.
La IURD nace en 1977, fundada por el carismático Edir Macedo; es todo un
caso en Brasil y en América Latina. Desde fines del siglo XX, uno de los
fenómenos religiosos más dinámicos y vigorosos ha sido la expansión del
neopentecostalismo. La reconfiguración de cristianismo en la región tiene su
explicación en la globalización de la economía, que ha dado cauce a elevados
niveles de exclusión social y marginación, los cuales han conformado el mercado
religioso de numerosos movimientos pentecostales y neopentecostales. Aunado a
la crisis del catolicismo, y en particular al abandono pastoral de los sectores
populares, condenado bajo el estigma de la teología de la liberación. Los
movimientos neopentecostales tienen su epicentro en Estados Unidos a mediados
del siglo pasado, y su acelerada expansión a partir de fines de los años 60.
Tienen una manera particular de concebir lo sobrenatural, la exaltación del
Espíritu Santo y de las emociones, al grado de hablar en lenguas extrañas y
entrar personal y colectivamente en diferentes grados de catarsis. Se cultiva
la superación personal, la sanación milagrosa, las revelaciones directas de
Dios, fenómeno catalogado por especialistas como teología del progreso. A
diferencia del pentecostalismo tradicional, estos nuevos movimientos
interactúan con los valores y las reglas de la sociedad contemporánea, en
especial la noción de negocios, empresas y construcción de emporios
económico-religiosos. La IURD en Brasil atiende a los pobres y excluidos, nació
en las favelas de Río de Janeiro en los 70 y ha desarrollado un verdadero
imperio económico y mediático. Como en los legionarios de Cristo, hay una línea
muy delicada entre la empresa religiosa y una iglesia propiamente empresarial
orientada al lucro.
Tan sólo el censo de 2000 en Brasil, la IURD registraba cerca de 8
millones de fieles; hoy se calculan más de 10, a los que habría que sumar las
decenas de miles de adherentes en diversos países de América y Europa. Entre
los mecanismos que emplea la Iglesia Universal del Reino de Dios para propagar
su doctrina a sus miembros se encuentra el ofrecimiento de una serie de objetos
milagrosos o fetiches que tienen diversos costos para el feligrés y que, según
se afirma, son capaces de sanar enfermedades incurables, traer ganancias
económicas o retener seres amados y superar conflictos. Sobre todo prevenir y
expulsar entidades malignas en la vida de los miembros de la Iglesia. Pare de
Sufrir se trasmite en Argentina, Uruguay, Panamá, Perú, Venezuela, República
Dominicana, España y, por supuesto, México. La fórmula es la misma; pastores
que en portuñol orientan a personas a
resolver problemas con la ayuda divina. A la Iglesia se le reprocha explotar
económicamente a sus feligreses.
Edir Macedo, fundador de la Iglesia, nació en 1945 y ha transitado por
religiones como el catolicismo, Umbanda y el cristianismo evangélico; ha sido
acusado por las autoridades de Brasil de lavado de dinero, evasión de
impuestos, especulación cambiaria, fraude y falsificación. Ya a inicios de los
años 90 estuvo en prisión por demandas de asociación delictuosa con el
narcotráfico, de lo cual salió exonerado. Macedo, apoyado en una estructura
religiosa piramidal y autoritaria, es al mismo tiempo líder religioso, hombre
de negocios y político. En 2002 lanzó su propio partido político y cuenta en el
Poder Legislativo brasileño con una nada despreciable bancada de adherentes
impulsados por la propia Iglesia. Con una fortuna personal calculada en 2 mil
millones de dólares, Edir Macedo es, en definitiva, un hombre de poder. Con
cerca de 200 radios en Brasil y varias televisoras regionales, es propietario
de la televisora Red Record, una de las más importantes del país. Durante un
programa de televisión, a mediados de la década del 1990, el predicador sacudió
a patadas la imagen de nuestra señora de Aparecida, la advocación mariana más
importante del Brasil. Ganándose la animadversión de la Iglesia católica, que
no pierde oportunidad de fustigarlo. […]
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