martes, 3 de abril de 2012

Nos gloriamos en la cruz de Jesús, A.I. Edith Martínez Vázquez

3 de abril, 2012



Para “gloriarnos en la cruz de Jesús” primero debemos comprender qué es la “cruz de Jesús” ... y cuando preguntamos qué es o cómo es vista la cruz de Cristo o cómo lleva la gente la cruz del Señor en sus vidas, nos encontraremos con mucha seguridad con algunas de las siguientes respuestas: “Es el lugar donde mataron a nuestro Señor”, “es donde se burlaron de Jesús”, “es donde lo hicieron sufrir”, etcétera; y más de uno nos enseñará en su cuello o en su cartera una imagen con Cristo crucificado o una cruz de diferentes tamaños, colores y calidades. Ahora bien, al ver ese tipo de acciones surge la pregunta: ¿la cruz es un amuleto? ¿La cruz evita que sucedan acontecimientos negativos? ¿La cruz protege a la gente? ¿La cruz otorga bendiciones a la vida de quien la lleva puesta? Y aparte de estos cuestionamientos también pareciera que la cruz es una fuente de inspiración para que varios prometan sacrificios a Dios y lleven a cabo penitencias lastimosas para quien las ofrece.
Pensar así es pensar en compadecer a Jesucristo. La Palabra de Dios no enseña a ver la cruz como el lugar donde victimaron a Jesús; la Palabra de Dios nos ofrece una enseñanza más excelsa de la muerte de Jesús: “nos enseña que la cruz de Cristo es un acontecimiento salvífico, que cambia radicalmente al mundo”.
El mensaje de la cruz aporta salvación, redención; la cruz no es el lugar donde mataron a Jesús, es el lugar donde Cristo te salvó a ti y a mí; la cruz no es donde victimaron al Hijo de Dios, es el lugar donde Cristo se entregó por amor a ti y a mí para pagar tus pecados y los míos; eso no lo hace una víctima, sino lo hace el Dios hecho hombre, por decisión propia, movido por el amor eterno, para salvar lo “…vil del mundo y lo menospreciado..” 1ª Cor. 1:27, cuando Él no tenía ninguna necesidad ni obligación de ser doblemente humillado: una, al hacerse hombre; otra, al tener que padecer la burla del mismo hombre, por amor a aquellos que eligió eternamente.
Cuando analizamos cómo Dios quiso enseñar a su pueblo, antes de la venida de Cristo, a pedir perdón por sus pecados mediante el holocausto de un cordero en un altar, en señal de que Cristo en su venida derramaría también su sangre para lavar nuestras faltas ¿por qué si ese cordero era un símbolo de Cristo, por qué Cristo no murió en un altar? el cual es considerado como un lugar destinado para ofrecer ofrendas a alguien supremo? A diferencia de esto, Cristo murió en una cruz porque era considerada una sentencia de muerte judicial. Cristo no podía morir de muerte natural, ni de muerte accidental, ni por manos de un asesino; sino bajo una sentencia judicial. Tenia que ser contado entre los transgresores, tenía que ser condenado como un criminal.
Los romanos tenían el genio de la ley y la justicia, y representaban el más alto poder judicial del mundo. La crucifixión no era una forma judía de castigo sino romana; Jesús no podía morir decapitado ni apedreado, tenía que ser sentenciado para ser contado entre los transgresores y condenado como criminal.
La crucifixión era considerada tan infame y tan deshonrosa que no se aplicaba a los ciudadanos romanos sino solamente a la escoria de la humanidad, a los más viles criminales y de más baja estofa, así como a los esclavos. Con esta muerte, Cristo estaba cumpliendo con las demandas más extremas de la ley: morir de “muerte maldita” y de este modo daba la evidencia de que se había convertido en maldición por causa nuestra: “Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad” Dt 21: 22-23; “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” Gá. 3:13.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose el más vil criminal por llevar consigo las cargas de aquellos por los que venía a morir: “Pues mirad hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios, según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” 1ª Cor. 1: 26-31.
La Biblia no habla de todos los detalles del crucifijo, de todos los detalles del sufrimiento que eso implicó, porque su objetivo no es exhibir a Cristo como víctima, a quien hay que compadecer, sino su objetivo es mostrarte a ti y a mí que Cristo quiso salvarnos de lo que nos correspondía, por el puro afecto de su voluntad y de su amor.
La cruz de Jesús significa que tenemos salvación por el amor eterno de Dios para con nosotros, sin merecerlo; la cruz de Jesús no es un amuleto, es creer por fe que Dios nos da la salvación, el perdón de nuestros pecados y la vida eterna. La cruz de Jesús es por tanto, objeto de gloria y de confianza; por eso es que “nos gloriamos en la Cruz de Jesús!”, y no solamente su obra redentora se queda en la cruz, sino aún en su resurrección! Por medio de la cual vence la muerte para darnos vida eterna, una vida nueva, una esperanza, una convicción de tener un lugar preparado en los cielos.
La cruz de Jesús también ofrece la confianza de que somos perdonados completamente, de que ese perdón que Cristo nos otorga es un perdón que olvida toda transgresión: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”, Is 1: 18.
Y porque somos perdonados haremos lo que sea sin importar las consecuencias? De ninguna manera! antes bien, ahora debemos actuar como mujeres y hombres renovados, para bien de nuestro prójimo, de nosotros mismos y de nuestra comunión con Dios.
Cómo lo haremos? Tal como dice Gálatas 6:11-13, del cual podemos resumir lo siguiente:

  1. Ayudando a nuestros hermanos cuando fueren sorprendidos en alguna falta, pero no actuando como jueces de ellos, sabiendo y ejecutando el deber ser, sino como hermanos, corrigiendo y aconsejando como nos gustaría ser tratados, restaurando con amor, con mansedumbre, porque nosotros también podemos caer en algún momento de nuestra vida.
  2.  Ayudándonos unos a otros en nuestras cargas, siendo solidarios entre nosotros mismos, principalmente a los de la familia de la fe.
  3. No engañándonos, sino hablando con la verdad porque la verdad crea confianza, crea comunión y apoyo. El engaño causa alejamiento, separación y división.
  4. Siempre que esté en nuestras manos hagamos el bien a todos, sin cansarnos, aún a pesar de que pareciera que no es reconocido, apreciado o agradecido, pues finalmente el ejemplo que tenemos de nuestro Salvador es dar el bien sin esperar nada a cambio sino por el puro afecto de su voluntad, por su bondad, por su generosidad.
  5. No importa cuánto vayamos al templo, cuánto ayudemos aquí o afuera, cuánto donemos; lo que importa es que seamos diferentes, que todo lo hagamos con amor, con alegría, que disfrutemos el bien hacer, que tratemos a todos como a nosotros mismos.

Jesucristo no sólo vino a salvarnos y a ofrecernos vida eterna, sino vino también a preservarnos para santidad, para que realmente lleguemos a esa vida eterna, viviendo en amor desde ahora y hasta llegar a su presencia.
Si tus pensamientos te alejan de Dios encomiéndalos a Él; si tus bienes te hacen olvidarte de Dios confiésale tu debilidad; si tu carácter hace que te olvides de tu prójimo pídele a Dios que te guíe tus actos y que llene los huecos que hay en ti o que te libere de los que te agobia o aprisiona tu corazón.
Confiésate con Él, sincérate con Dios, exponle tu causa, tu debilidad, tus deseos, tus aflicciones, tus inquietudes; no te dé pena decirle con tu boca lo que Él ya sabe, acércate y conviértelo en una comunión entre tú y Él; porque Cristo no es sólo tu Salvador, no es sólo el Dios Todopoderoso; Cristo también es tu amigo que te escucha sin juzgarte, sin criticarte, dando una solución a tu causa; es tu Padre que te ha amado desde la eternidad… y en esa búsqueda constante con Dios y en ese incremento de tu comunión con Él acrecienta el gloriarte en la cruz de Jesús.

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