Miren, yo les he enseñado estatutos y
decretos tal como el Señor mi Dios me ordenó, para que así los cumplan en medio
de la tierra en que van a entrar para poseerla. Así que guárdenlos y pónganlos
por obra, porque ésta será su sabiduría y su inteligencia ante los ojos de los
pueblos que al escuchar todos estos estatutos, dirán: “Ciertamente esta gran
nación es un pueblo sabio e inteligente.’ Porque, ¿qué nación grande hay que
tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios siempre que Lo
invocamos? ¿O qué nación grande hay que tenga estatutos y decretos tan justos
como toda esta ley que hoy pongo delante de ustedes?”.
Por tanto, cuídate y guarda tu alma con
diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se
aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus
hijos y a tus nietos. Recuerda el día que
estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, cuando el Señor me dijo: “Reúneme
el pueblo para que Yo les haga oír Mis palabras, a fin de que aprendan a
reverenciarme todos los días que vivan sobre la tierra y las enseñen a sus
hijos”. Ustedes se acercaron, pues, y permanecieron al pie del monte, y el
monte ardía en fuego hasta el mismo cielo: oscuridad, nube y densas tinieblas.
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