La Palabra (Hispanoamérica)
32
El grupo de los creyentes estaba
totalmente compenetrado en un mismo sentir y pensar, y ninguno consideraba de
su exclusiva propiedad los bienes que poseía, sino que todos los disfrutaban en
común. 33 Los apóstoles, por su parte, daban testimonio de la
resurrección de Jesús, el Señor, con toda firmeza, y se los miraba con gran
simpatía. 34 Nadie entre los creyentes carecía de nada, pues los que
eran dueños de haciendas o casas las vendían y entregaban el producto de la
venta, 35 poniéndolo a disposición de los apóstoles para que estos
lo distribuyeran conforme a la necesidad de cada uno. 36 Tal fue el
caso de José, un chipriota de la tribu de Leví, a quien los apóstoles llamaban
Bernabé, que significa “el que trae consuelo”; 37 vendió un terreno
de su propiedad, trajo el importe y lo puso a disposición de los apóstoles.
1 Pero un hombre llamado Ananías, junto con su mujer, de
nombre Safira, vendió una finca 2 y, de acuerdo con la esposa,
retuvo una parte del precio y puso lo restante a disposición de los apóstoles. 3
Pedro le dijo: —Ananías, ¿por qué has permitido que Satanás te convenciera para
mentir al Espíritu Santo, guardando para ti parte del precio de la finca? 4
Tuya era antes de venderla y, una vez vendida, tuyo era el producto de la
venta. ¿Cómo se te ha ocurrido hacer una cosa semejante? No has mentido a los
hombres sino a Dios.
5
Escuchar Ananías estas palabras y caer muerto al suelo fue todo uno, por lo que
cuantos lo oyeron quedaron sobrecogidos de temor. 6 En seguida se
acercaron unos jóvenes, amortajaron el cadáver y lo llevaron a enterrar. 7
Unas tres horas más tarde llegó su mujer, que ignoraba lo sucedido. 8
Pedro le preguntó: —Dime, ¿es este el valor total de la finca que vendieron? Ella
contestó: —Sí, ese es. 9 Pedro le replicó: —¿Por qué se han
confabulado para provocar al Espíritu del Señor? Escucha, ya se oyen a la
puerta los pasos de los que vuelven de enterrar a tu marido; ahora te llevarán
a ti.
10
Al instante cayó a sus pies y expiró. Cuando entraron los jóvenes, era ya
cadáver; así que se la llevaron y la enterraron junto a su marido. 11
Como resultado de esto, la Iglesia entera y todos los que llegaron a saberlo
quedaron sobrecogidos de temor.
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