28 de abril, 2013
Porque, a
pesar de las muchas tribulaciones que han soportado, su alegría es tanta que
han convertido su extrema pobreza en derroche de generosidad. Testigo soy de
que han dado espontáneamente lo que podían, e incluso más de lo que podían.
II
Corintios 8.2-3
II Corintios
8-9 es un testimonio del esfuerzo amoroso del apóstol Pablo, su colaborador
Tito y las iglesias de Macedonia para apoyar económicamente a la comunidad de
Jerusalén. Guiados por la “economía política del Espíritu Santo”,[1] cuyos primeros frutos se evidencian en
el libro de los Hechos, estos tres actores de la fe cristiana del primer siglo
protagonizaron uno de los episodios más notables de koinonía, mayordomía y
solidaridad del Nuevo Testamento, pues la manera en que lograron articular
estos tres elementos es una lección para la iglesia de todos los tiempos. La
reconstrucción del trasfondo de la colecta organizada por Pablo y recopilada
por Tito aparece, en las palabras del primero a los corintios como un apoyo de
amor en medio de la necesidad mutua. Todo comienza en I Co 16.1-3, donde el
apóstol propone una “colecta en favor de los cristianos (santos) de Judea”. Para ello, debían seguir las instrucciones que había
dado a las iglesias de Galacia: “Cada primer día de la semana vayan aportando
cada uno de ustedes lo que hayan podido ahorrar, para que no haya que andar con
colectas cuando los visite” (v. 2). Al llegar con ellos nuevamente, proveería cartas
de recomendación a quienes escogieran para llevar a Jerusalén el obsequio enviado.
Él sólo participaría de resultar conveniente.
En
cada frase, en cada expresión que se utiliza, el lenguaje teológico, de la
gracia en este caso, funciona para traducir el acto de apoyo material en una
acción eminentemente espiritual. Nada de “iglesias ricas” que ayudan a “iglesias
pobres”, pues todas son receptoras de la gracia de Dios (II Co 8.1). Las
iglesias de Macedonia la han recibido, pero en medio de tribulaciones y
angustias, pero su alegría para solidarizarse fue tanta que convirtieron “su
extrema pobreza (báthous ptojeía, “pobreza
abismal”: E. Tamez-I. Trujillo, El Nuevo
Testamento griego palabra por palabra) en derroche de generosidad (ploutos tes aplótetos, “riqueza de la
generosidad”)” (v. 2). Su actitud de dar incluso más de lo que podían (v. 3) los
colocó en la línea de la viuda de Lucas 21.1-4, pues su intención logró superar
sus carencias. Pero la cosa no quedó allí: las comunidades macedonias, más allá
de lo que Pablo esperaba, se ofrecieron, se entregaron al Señor, primeramente,
pero también a los demás hermanos, como voluntad de Dios que era (v. 5). Con
ello se comprueba que, para un creyente, ofrendar no es únicamente un acto externo,
susceptible de ser interpretado mezquina o favorablemente (como en el caso de
la viuda otra vez) sino una manifestación de la gracia de Dios hacia los demás,
pues se trata de colaborar en la ayuda personal. Los destinatarios de la misma
tienen rostro, nombre y apellido; no se trata de aportar sólo por el gusto de
hacerlo: es todo un privilegio para el que aporta.
La “obra de gracia” (v. 6b, RVR60) comenzada sería
terminada por el recolector Tito, quien llegó providencialmente (7.6-7) para
ello, entre otras cosas. El reconocimiento que viene a continuación coloca a las
conflictivas comunidades macedonias como modelo de servicio y apoyo. Ahora toca
el turno a los corintios, que destacan en todo: “en fe, en elocuencia, en
conocimiento, en entusiasmo y en el cariño que nos profesan” (v. 7). Ahora se
les exhorta a destacar también en la colecta, pues no se trataba de una
imposición, como ninguna ofrenda lo es, sino que Pablo quería “comprobar la
autenticidad del amor” que ellos decían tener (v. 8). Es a partir de allí que
se explica la “razón cristológica” profunda de la mayordomía cristiana, pues la
generosidad de Jesús, quien renunció a su riqueza para enriquecer a sus
seguidores, paradójicamente, con su pobreza (v. 9). Se trataba, pues, de
concluir el esfuerzo y de ver los resultados del mismo (vv. 10.-11). La
realización práctica, sin incurrir en el pragmatismo, mostrará los alcances de
la gracia divina. Y, como parte de una conclusión anticipada y también
práctica, el apóstol adelanta, casi como una cadena de aforismos que el
entusiasmo al proyectarla deberá corresponderse con lo logrado, “de acuerdo con
las posibilidades de cada uno” (v. 11), pues si la disposición era buena, “a
nadie se le piden imposibles” (v. 12) y lo que puedan dar será bien recibido. Porque
no se trataba, tampoco, de que varios pasasen estrecheces para que otros vivieran
holgadamente (v. 13); lo esencial debía ser “un criterio de equidad”: que la
abundancia, quizá transitoria, de algunos remediara la necesidad existente,
para que en otra ocasión las cosas puedan ser a la inversa y así reinará la
igualdad (v. 14), tal como dice la Escritura en el episodio de la alimentación
del pueblo en el desierto: “A quien recogía mucho, no le sobraba; y a quien
recogía poco, tampoco le faltaba” (v. 15; Éx 16.18). “Pablo explica el por qué
de la colecta para Jerusalén como una cuestión de equilibrio o igualdad de
beneficios (2 Cor 8.13-14: isotês)”.[2] Tito sería
el conducto para completar la ofrenda que, con temor y temblor, administrarían
los apóstoles, con toda honradez y transparencia (vv. 16-21).
Así pues, la articulación práctica de estos
factores, en medio de la labor misionera de estos mensajeros del Evangelio,
muestra la posibilidad de realizarla incluso cuando las circunstancias no son
muy favorables. La obra del Espíritu Santo en el terreno de la economía como
posibilidad de servicio al prójimo y, por ende, a Dios mismo, es esbozada no
sólo doctrinalmente por el apóstol, sino también en la acción misma, lo que
demuestra que incluso las más pequeñas realizaciones al servicio del Reino de
Dios pueden alcanzar dimensiones enormes si es Él quien las dirige.
[1] Cf. J. de Santa Ana et al, The
political economy of the Holy Spirit: Discussion on the Seventh Assembly theme
of WCC. Ginebra, CMI, 1990.
[2] Leif E. Vaage, “2Corintios: Desde el laberinto de la esperanza”, en RIBLA, núm. 62, http://claiweb.org/ribla/ribla62/leifevaage.html.
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