sábado, 24 de mayo de 2014

Con una disposición a toda prueba, L. Cervantes-Ortiz

25 de mayo, 2014

—¿Qué les parece? Una vez, un hombre  tenía dos hijos le dijo a uno de ellos: “Hijo, hoy tienes que ir a trabajar a la viña”. El hijo contestó: “No quiero ir”. Pero más tarde cambió de idea y fue. Lo mismo le dijo el padre al otro hijo, que le contestó: “Sí, padre, iré”. Pero no fue. Díganme, ¿cuál de los dos cumplió el mandato de su padre? Ellos respondieron: —El primero.
Mateo 21.28-31, La Palabra (Hispanoamérica)

Una de las cosas que con mayor claridad aparece en los cuatro evangelios es la necesidad de que los seguidores/as de Jesús sean fieles y constantes. Ciertamente, el propio Señor no se hacía muchas esperanzas al respecto porque sabía que la prueba de fuego para cada uno de los discípulos sería la transición de su muerte y resurrección a la responsabilidad de ejercer su apostolado particular. De ahí que en diversas ocasiones se dirigió a ellos para subrayar el hecho de que el seguimiento demandaba una disposición a toda prueba con todo y la comprensión de la posibilidad de que la respuesta inicial al llamado suyo fuera negativa, incompleta o insuficiente.

Cuando el Señor llama a seguirlo podría decirse que se entra en un espacio de indefinición o de duda sobre el porvenir de esa nueva relación con Dios. A cada paso, el discípulo potencial enfrenta vicisitudes que tienen que ver en primer lugar con sus prioridades personales, luego con las prioridades u obligaciones impuestas y, finalmente, con los alcances de ambos tipos de prioridades en el desarrollo de su vida. El contexto de Mt 21.28-32 ciertamente es complejo, puesto que se trata de apenas unos pocos versículos en los que Jesús polemiza con sus adversarios acerca de la obediencia a la voluntad divina. El discipulado nuevo que él anunciaba se veía confrontado con la sumisión irrestricta a la ley y el énfasis profético, renovador, con que presentó la venida inminente del Reino de Dios a la vida de los integrantes del pueblo de Dios.

Como parte de la historia de la pasión, camino de Jerusalén, resulta interesante que Jesús plantea este dilema sobre la obediencia ante los dirigentes que están cuestionando su papel o función dentro del espectro religioso de su tiempo. Los dirigentes religiosos que supieron de Jesús y escucharon acerca de su mensaje también eran destinatarios del mismo, pero los separaba de él la enorme responsabilidad, mal asumida, de ejercer una autoridad moral, política y espiritual que tenía resultados y efectos dudosos. Esa es la razón por la que en el nivel más alto de la escala religiosa Jesús logró únicamente un par de seguidores, que con reservas explicables no se manifestaron a su favor aunque simpatizaron con su causa. La autoridad de Jesús, moral y profética, enfrentó directamente la estructura de poder que movilizaba a algunos y paralizaba a otros para responder a su llamado. Las tres parábolas de Mt 21.28-22.14 muestran ese conflicto.

Por ello, la simplicidad de la historia expuesta por Jesús (que sólo aparece en Mt) resume con claridad qué tipo de respuesta se puede dar al mensaje y qué consecuencias prácticas puede tener dicha respuesta para la vida cotidiana. Al situar en el espacio de la cotidianidad la voz de Dios como padre para encomendar una tarea específica a sus hijos, el Señor coloca el llamado al discipulado en una nueva situación que ya no se realizará en el ámbito ritual o “religioso” sino en el terreno de todos los días, en el horizonte del mundo donde cada quien se mueve. El primer hijo abiertamente no quiso ir (lo cual recuerda la actitud de un profeta como Jonás) al trabajo encargado. El segundo es incluso más cortés con su padre, pero finalmente decide no obedecer. La disposición permanente para obedecer y seguir los caminos del Señor sólo puede proceder de un auténtico compromiso que deslinde a la persona de las demás prioridades que flotan en el ambiente.

El primer hijo, que experimenta remordimiento (metamelētheis), no arrepentimiento (metanóia). El remordimiento machaca en el pensamiento y hace sentir mal a la persona, le altera su normalidad psicológica y espiritual. Pero el pasaje no insiste tan claramente en esa distinción, porque de cualquier manera a la persona aludida le resultó positiva esa experiencia para reconsiderar su respuesta y así recapacitar y obedecer. Sin ánimo de colocarlo en un lugar de superioridad sobre su hermano, el pasaje expone dos tipos de respuestas muy claras: se puede tener la certeza de no desear actuar y nadie podrá modificar esa actitud, pero abrir la posibilidad de responder afirmativamente existe como algo real que puede modificar el curso de las cosas.

El comentario de la parábola coloca a las personas menos pensadas como aquellas que, habiendo recapacitado sobre las características negativas de su vida, pueden dar una respuesta positiva al llamado y llegar a ser, eventualmente, buenos discípulos/as de Jesús, persistentes y confiables. La disposición que él espera, entonces, es una actitud de respuesta que se va gestando en el interior de las personas por la obra del mismo Dios a través de su Espíritu. Al final, Jesús reprocha que la actitud de sus adversarios no llegó al nivel del primer hijo, de experimentar remordimiento para actuar positivamente ante su llamado.

No hay comentarios:

Apocalipsis 1.9, L. Cervantes-O.

29 de agosto, 2021   Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Di...