EL DIOS SUPLANTADO
Karl Barth, Instantes
Santander, Sal Terrae, 2005, p. 64.
“Quien se
ensalce será humillado”. Mateo
23.12
Esta es la humildad divina, y precisamente en
su demostración estriba la obra inconcebiblemente grande y maravillosa de Dios:
Dios se hace y es como nosotros. Pero nosotros, por quienes Dios es como es,
queremos ser como Dios. El pecado del ser humano es su soberbia, el obrar humano
que no corresponde al obrar divino en Jesucristo, sino que lo contradice. No es
verdad que Dios sea un Señor al que tenga sentido alguno tratar de suplantar.
No es verdad que al ser humano pueda afligirle, ni siquiera de lejos, ser
siervo de Dios.
Dios es desde el
principio su Señor, un Señor que para él es real y absolutamente benévolo, que
no sólo no le priva de lo que es saludable para él, sino que se lo regala en
abundancia. Más aún: quiere hacerle partícipe de su señorío precisamente en
calidad de siervo suyo. ¡Cómo se engaña el ser humano, ante todo sobre Dios, al
cometer tan terrible equivocación...! Al elegirse a sí mismo dejando de lado la
gracia de Dios y sacudiéndose su responsabilidad con respecto a él, elige la
vaciedad en sí. Convierte a Dios en el diablo. Pues si "existe" un diablo, es
idéntico al concepto límite de un ser solitariamente despótico y, por tanto,
“absoluto”. Y el hecho de que el ser humano, al escoger esa dirección, venda su
alma al diablo y “se vaya al diablo”, resultará innegable. Ésta es la situación
del ser humano, al que Dios reconcilia consigo en Jesucristo. Ante el proyecto
de aquél, Dios respondió con la contra-medida que a dicho proyecto
correspondía: se abajó.
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CUANDO EL SER HUMANO ORA…
(I)
|
Pedro Finkler
Madrid, Paulinas, 1981
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MÉXICO PAGA UN MILLÓN DE DÓLARES POR
RECUPERAR UN DOCUMENTO FUNDACIONAL (I)
Pablo de Llano
El País, 24 de septiembre de 2014
· El Gobierno compra el Códice Chimalpáhin, del siglo XVII, a la Sociedad
Bíblica de Londres
· La entidad británica poseía el texto desde hace 187 años y lo iba a
subastar en Christie's
187 años después, México ha recuperado uno de sus documentos
fundacionales a cambio de un millón de dólares (unos 780 000 euros). El Códice
Chimalpáhin, escrito en el siglo XVII por dos historiadores indígenas, estaba
desde 1827 en manos de la Sociedad Bíblica de Londres. El Gobierno mexicano
logró comprarlo el pasado mes de mayo en vísperas de que saliese a subasta.
Desde la semana pasada, se expone al público en el Museo Nacional
de Antropología como pieza estrella de la muestra Códices mexicanos. Memorias y saberes.
“Aquí comienza la crónica y antigüedad de los mexicanos”, se lee al
principio de uno del centenar de manuscritos que componen el códice, redactado
en náhuatl, la lengua franca prehispánica, con pasajes en español. Sus autores
fueron Domingo Chimalpáhin (1579-1660) y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl
(1578-1650), miembros de poderosos linajes locales, el primero descendiente de
los Señores de Chalco y el segundo, del rey poeta Nezahualcóyotl.
La obra, por ser de autoría y de punto de vista indígena, es
considerada el inicio de la historiografía mexicana. Es una fuente fundamental
sobre la vida cotidiana, la sociedad y la política de antes de la colonización
y también de la Nueva España. Una lectura de cómo se veían los mexicanos y de
cómo los veían los españoles, además de un relato de los orígenes, como estas
frases que relatan la llegada de los aztecas a Tenochtitlán —que hoy es esa megalópolis
llamada México D.F.—: “...lugar señalado y famoso, donde crece el
nopal en medio de las
aguas, donde el águila reposa y grita, donde despliega sus alas al sol y come,
donde bufa la serpiente y nada el pez, donde se mezclan el agua azul y el agua
amarilla, donde se incendian las aguas, donde se conocen las fatigas...”.
La historia del extravío del documento tuvo sus prolegómenos en la
segunda mitad del XVII, cuando el intelectual jesuita Carlos de Sigüenza y
Góngora reunió en tres volúmenes todo el códice en su biblioteca, que luego
pasó a formar parte del Colegio de San Ildefonso de la ciudad de México. Ahí,
en 1827, el bibliotecario del colegio, José María Luis Mora, acordó con el
inglés James Thoms0n, representante de la Sociedad Bíblica, intercambiar el
Códice por una partida de Biblias protestantes, no con el propósito de usarlas
para evangelizar sino como libros de alfabetización. Thomson se volvió con el
códice a Londres y Mora, con los años, se convertiría en un iniciador del
pensamiento liberal en México.
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