14 de septiembre,
2014
Y
todo esto háganlo orando y suplicando sin cesar bajo la guía del Espíritu;
renuncien incluso al sueño, si es preciso, y oren con insistencia por todos los
creyentes.
Efesios 6.18, La Palabra (Hispanoamérica)
La conclusión de
la carta a los Efesios es un llamado a resistir con todos los recursos
espirituales los embates del mal expresado mediante una fórmula precisa que
introduce la última sección del documento: “Sólo me resta desear que ustedes se
mantengan fuertes, apoyados en el poder irresistible del Señor” (6.10). A eso
se le agrega una recomendación de fuerte tono para actuar con energía y
convicción: “Utilicen todas las armas que Dios les proporciona, y así harán
frente con éxito a las estratagemas del diablo” (v. 11). E inmediatamente se
ubica claramente el tipo de conflicto espiritual que se enfrenta: “Porque no
estamos luchando contra enemigos de carne y hueso, sino contra las potencias
invisibles [tas arxás, prós tas exousías,
principados y potestades] que dominan en este mundo de tinieblas [tous kosmokrátoras tou skótous toutou],
contra las fuerzas espirituales del mal habitantes de un mundo supraterreno [pros ta pneumatiká tes ponerías, en tois
epouraníois]” (v. 12). Las “armas” para esta batalla continua, la auténtica
“guerra espiritual”,[1]
son proporcionadas por el propio Dios y sirven como una defensa sólida para
librarla: “Por eso es preciso que empuñen las armas que Dios les proporciona, a
fin de que puedan mantenerse firmes en el momento crítico y superar todas las
dificultades sin ceder un palmo de terreno” (v. 13). Y hay que estar listos/as
para el combate, subraya la primera parte del v. 14. “Tal parece que ahora
Pablo es el general que está mandando a sus tropas a que se pongan la armadura
porque la guerra es inminente”.[2]
El “momento crítico”, la “hora de la verdad”, el “día malo” y otras frases
parecidas destacan la intensidad del conflicto.
Los instrumentos para mantenerse fuertes son descritos como una armadura
(panoplia) o “equipamiento de guerra”
que se utilizarán en la confrontación, aunque no debe olvidarse el sentido
menos bélico que se encuentra en 4.24, donde el apóstol Pablo exhorta, más
bien, a ponerse “la vestidura de la nueva humanidad creada por Dios”. Aquí se
trata de no descuidar ninguno de los elementos de dicha armadura:
a) ceñida
con la verdad la cintura,
b) protegido el pecho con la
coraza de la rectitud (v.
14) [Verdad y rectitud (o justicia) como criterios éticos absolutos e
inquebrantables]
c) y calzados
los pies con el celo por anunciar el
evangelio de la paz. (v.
15) [Muy destacado el énfasis “pacifista”, contenido central de la carta: hacer
la paz, reconciliar a toda la creación y ponerla bajo el señorío de Jesús. La
idea es que cada cristiano/a sea un “agente de reconciliación” unidad y paz en
un mundo fragmentado, violento y fratricida.]
d) Tengan siempre embrazado el
escudo de la fe, para que en él se apaguen todas las flechas incendiarias
del maligno. (v. 16) [La
actitud básica de apego a la fe por encima de los vaivenes ideológicos o
culturales.]
e) Como casco, usen el de la salvación, y como espada, la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios. (v. 17) [La
presencia insustituible del mensaje divino, asimilado, bien comprendido y
aplicado a todas las situaciones de la vida.]
Con respecto a la imagen militar, “Pablo usa la
profecía de Isaías con respecto a la armadura de Yavé y su Mesías (11.4-5;
59.17; 49.2; 52.7) para describir ahora la armadura del pueblo de Dios. […] La
iglesia debe vestirse, como su Señor, con la armadura de justicia y verdad para
ser artesana de la paz”.[3] La oración, en este contexto, adquiere una forma múltiple (“oración”
y “súplica”, proseuxes kai deéseos, v.
18a) para acompañar “en todo tiempo” la resistencia y la lucha espiritual, pues
estamos ante una acción imprescindible. Se trata, en primer lugar de subrayar
el efecto de todo tipo de oración; aquí, la súplica apunta hacia un estado de ánimo
que se presenta ante Dios para implorar su respuesta.
En segundo lugar (igual que en I Tes 5.17), se
insiste en que esta actividad se realice sin desmayo, intensamente, incluso
quitándole tiempo al sueño (18b), pues a ese grado llega la urgencia de
mantenerse alertas y protegidos/as. Ávila sugiere un interesante matiz en su
traducción de estas palabras: “Estén alertas, pongan atención, busquen oportunidades para orar” o “no
se rindan, no se cansen de orar”. La resistencia contra los embates de la
realidad en todas sus variantes debe pasar, para los creyentes, por la aduana
de la oración como una acción militante, siempre apegada a los designios revelados
de Dios en la práctica de la justicia y la paz.
Finalmente, como parte del contenido específico
para estas oraciones incesantes, se sugiere que sean por todos/as los creyentes
(18c), algo que el autor de la carta ha practicado y de lo cual da fe en la
misma en 1.15-23, 3.14-21 y 6.23-24. “Él ha hecho de la oración por los santos una
parte sustancial de su vida y de este escrito en particular”.[4] La solidaridad con todo el cuerpo de Cristo, dondequiera que
se encuentre, ha de ser una característica de todo militante cristiano. Incluso
Pablo solicita la oración para él mismo (vv. 19-20), para fortalecer el denuedo
y el valor con que predica el Evangelio. Ése llamado a la solidaridad cristiana
sigue muy vigente para las iglesias de hoy.
[1] Cf. Martín Ocaña Flores, “Cristología neo-pentecostal:
¿cristología del mercado total?”, en Signos
de Vida, Quito, CLAI, núm. 40, julio de 2006, www.claiweb.org/Signos%20de%20Vida%20-%20Nuevo%20Siglo/SdV40/cristologia%20neopentecostal.htm,
un
buen planteamiento sobre la llamada “guerra espiritual”; y L. Cervantes-O., "Los exhibió públicamente en la cruz", en Magacín, de Protestante Digital, 19 de noviembre de 2011, http://protestantedigital.com/magacin/12291/Los_exhibio_publicamente_en_la_cruzhellip.
[2] M. Ávila Arteaga, Carta
a los efesios. Miami, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008, p. 239.
[3] Ibid.,
p.
241.
[4] Ibid.,
p.
252.
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