viernes, 19 de septiembre de 2014

Letra 386, 21 de septiembre de 2014

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MANOS VACÍAS

Karl Barth, Instantes

Santander, Sal Terrae, 2005, p. 63.



“A los hambrientos colma de bienes”.
Lucas 1.53

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¡Padre nuestro que estás en el cielo! Nuestra vida es muy confusa: ¡muéstranos el orden que tú le diste y que quieres darle de nuevo! Nuestros pensamientos andan completamente dispersos: ¡reúnelos en torno a tu verdad!
El camino que tenemos por delante está envuelto en tinieblas: ¡precédenos con la luz que nos prometiste! Nuestra conciencia nos acusa: ¡haznos caer en la cuenta de que podemos levantarnos para servirte a ti y al prójimo! Nuestro corazón anda inquieto en nuestro interior: ¡danos, Señor, tu paz!

Tú eres la fuente de todo bien, eres la bondad misma, junto a la cual no hay ninguna otra. Tú no quieres que cada cual te busque por su cuenta e intente arreglárselas por sí solo con sus problemas. Tú quieres que en nuestra miseria y en nuestra esperanza seamos un único pueblo de hermanos.

Como tal pueblo, nos tomamos ahora de la mano para darte juntos las gracias y extender hacia ti estas manos nuestras, siempre tan vacías. Amén.

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“EN LOS DÍAS DE TU JUVEN… ¿QUÉ?”: SALTO DEL CICLO VITAL JUVENIL ENTRE EVANGÉLICOS

Raúl Méndez Yáñez

Razón y Pensamiento Cristiano, 19 de septiembre de 2013

www.revista-rypc.org/2013/09/en-los-dias-de-tu-juven-que-salto-del.html





Desde la perspectiva de los ciclos de vida, las iglesias evangélicas no tienen juventud. El ciclo vital el estatus generacional de un sujeto en su incorporación a la sociedad, no se corresponde a segmentos etarios definidos, ni al desarrollo de competencias pedagógicas estrictas. La perspectiva del ciclo vital enfatiza el modo en el cual un sujeto debe de cumplir con ciertos ritos y gestos sancionados culturalmente a fin de incorporarse en la dinámica social de acuerdo a las expectativas que penden sobre él en determinado momento de su vida. De este modo un niño para una cultura, puede ser un adolescente para otra. En las sociedades urbanas, por ejemplo, la juventud suele extenderse más que en las sociedades agrícolas debido a que el sujeto tiene la posibilidad de postergar el contrato matrimonial y la parentalidad.
Arnold van Gennep en su obra clásica, Los ritos de paso demostró que: “La vida individual, cualquiera que sea el tipo de sociedad, consiste en pasar sucesivamente de una edad a otra y de una ocupación a otra. Allí donde tanto las edades como las ocupaciones están separadas, este paso va acampanado de actos especiales”. Estos “actos especiales” son los ritos de paso que le permiten al sujeto saberse abandonando un momento de su vida e ingresando a otro. Un rito de paso es, por tanto, el performance que transforma a un sujeto al otorgarle un nuevo estatus social, generacional, religioso, institucional, laboral, político. Se compone de tres fases: Separación – Margen - Agregación, llamadas por Víctor Turner: Preliminar – Liminar – Postliminar. Una etapa liminar es cuando la persona se encuentra “entre el cielo y la tierra”, ya no es lo que era, pero no se ha convertido en lo que puede llegar a ser.

La Fiesta de XV años, en los países latinoamericanos, en especial en su ritualidad católica, es útil para ilustrar la dinámica de los ritos de paso en los ciclos de vida. Seguimos la etnografía de Lorena Favier sobre la celebración de XV años en la ciudad de México.


· Fase preliminar. Es niña. Incluye la planeación de la Fiesta de XV años por parte de la familia, fiesta con la que la quinceañera podrá o no estar de acuerdo, pues impera el mandato social y familiar. Es un momento de convivencia donde hombres (padres, padrinos, hermanos) u mujeres (madres, madrinas, hermanas, amigas) participan. Se realizan ensayos de los bailes supervisados por adultos, se le exige una dieta especial a la quinceañera a fin de que “luzca” el vestido, se realiza una campaña de comunicación para informar del evento a invitados y a no invitados.

· Fase liminar. Ya no es niña, pero tampoco mujer. El día de la Fiesta se separa a la quinceañera del resto de la familia, especialmente de los hombres. Solo conviven con ella la madre y quien vaya ayudarle en su atuendo. Es un periodo de ambigüedad de género donde hombres homosexuales son apreciados por su conocimiento respecto al maquillaje y el vestido. Durante la fiesta la quinceañera se suspende ente el cielo y la tierra mientras baja las escaleras del Salón o camina por el pasillo de la casa hacia el patio. Sale una niña, terminará una mujer. Se le dan regalos rituales y realiza un vals o baile acompasado de música instrumental, y posteriormente diversos performances eróticos con música popular.

· Fase postliminar. Ya es una mujer. El objetivo de la Fiesta de XV años es “presentar en sociedad a la hija”, se anuncia que “ya es casadera”. Desde luego, en las sociedades urbanas esto, se espera, no se tome al pie de la letra. Pero tras la Fiesta, la antes niña ya tiene más libertad para usar maquillaje, salir con sus amigas, vestir menos infantilmente. Es reincorporada a la sociedad con un estatus distinto.


Hasta el siglo xix la adolescencia no existía como ciclo vital diferenciado, pues se pasaba de la niñez a la juventud. Michel Foucault refiere que para los estoicos la vida era comparada a una jornada: La niñez el alba y la mañana, posteriormente la juventud cerca del Medio Día, la edad adulta en el pleno de la tarde, y la vejez el ocaso. Algo semejante se encuentra en Eclesiastés 12:1-7, donde se pueden encontrar los ciclos vitales juvenil y senil en un contraste quiásmico del pasaje.

Si preguntamos qué define ahora el ciclo vital de la juventud, este radica en la independencia económica, residencial y familiar. La juventud actualmente está marcada por la inserción laboral del sujeto. “El primer empelo” que posibilite la independencia es el rito de paso para advenir joven, cuando ya no se está “bajo el techo” del padre. Se entiende también de que en esta etapa ya se ha superado la educación básica y media, se cuenta con al menos una preparación técnica.

De este modo se diferencia de la adolescencia (Grupo de Intermedios en algunas iglesias) en que este ciclo vital está caracterizado por la formación escolar, la virginidad, la dependencia y vigilancia de la familia. Por su parte la vida adulta tiene como principal rito de paso al matrimonio, y subsecuentemente la parentalidad, “formar la propia familia”. Las iglesias evangélicas en Latinoamérica han asumido esta perspectiva generacional, este arco que va de “la familia de origen” a la “nueva familia”, de la adolescencia a la vida adulta. […]

De inocente a responsable de un hogar, de virgen a un conocedor de los amoríos (a veces esto es apoyado cándidamente por algún Curso o Taller para Recién Casados o próximos a casarse donde se les explica algunos aspectos operativos de gran importancia para el matrimonio). Siguiendo la lógica de los ciclos vitales y los ritos de paso el tránsito del sujeto evangélico es de adolescente a adulto. Debido a que para las iglesias evangélicas la juventud no debe ser autónoma económica ni residencialmente, los jóvenes perciben que, en realidad, uno no puede ser joven.

Ariel Corpus ha testimoniado estas contradicciones entre ciclos de vida juveniles según la organización religiosa, y las juventudes en la zona de los Altos de Chiapas, México. Entre estos jóvenes, la sociedad de Esfuerzo Cristiano, organismo presbiteriano que busca aglomerar a las juventudes en un cause misional, no tiene mayor atractivo que el de la convivencia, pues se dificulta generar una agenda o un plan organizacional debido a que los esfuerzos de los jóvenes por independizarse son desalentados por la autoridad religiosa y sancionados como negativos. […]

Estas “expectativas” no son meramente de atractivo clientelar: sí les dan o no posibilidad de dirigir la alabanza, de predicar, de ocupar puestos eclesiásticos sin requerir credenciales ministeriales, etc. Las iglesias evangélicas ocultan la expectativa que el joven tiene sobre sí mismo: la autonomía. Desde luego este deseo se encuentra marcado por un imperativo macro-estructural que es la construcción de la juventud a nivel global. En el fondo es un conflicto, por tanto, entre los valores religiosos localizados y las expectativas globalizadas.

El desafío que tienen las iglesias evangélicas respecto a las juventudes es atender a esta “contradicción de términos” respecto a la configuración de los ciclos vitales normativos y los deseados efectivamente por su membrecía, en este caso las juventudes. La reflexión y actuar eclesiástico debe poner el acento en la autonomía de los jóvenes, pues de hecho está ocurre de facto, y de un modo creciente. Pero mientras el discurso religioso siga siendo pasar de la inocencia a la responsabilidad, sin una fase liminar de autonomía que medie entre estos niveles, las juventudes seguirán siendo invisibilizadas, pasadas por alto, un ciclo completo que es saltado olímpicamente.


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TEOLOGÍA DEL GOZO: LA ALEGRÍA DE DIOS (II)

Juan Stam

Protestante Digital, 31 de agosto de 2014




De este origen divino nace una fuente inagotable de gozo. El pueblo de Israel celebraba las misericordias de Dios en la exuberante alegría de sus fiestas (cf. Sal 122:1). La consigna festiva era "te alegrarás delante de Yahvéh tu Dios...y tu alegría será completa" (Dt 16:11, 14,15). ¡Los hijos e hijas de Dios vivimos en fiesta permanente! De la Fiesta de Enramadas se comentaba: “Quien no ha visto la alegría de esta fiesta, nunca ha visto alegría en su vida” (Zorrilla 1981:54). "Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Yahvéh iremos" (Sal 122:1). La consigna de nuestros cultos es, “Cantad alegres al Señor, habitantes de toda la tierra” (Sal 100:1). Nuestras celebraciones cristianas, como Navidad, Semana Santa, bautismo, eucaristía, renuevan la alegría de las hazañas salvíficas de Dios y también miran adelante hacia su reino definitivo.
La alegría bíblica a menudo se relaciona con la esperanza escatológica. A los perseguidos el Señor les exhorta, "Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo" (Mt 5:12). A los mayordomos fieles se les invita a entrar en el gozo de su señor (Mt 25:21,23). Sin haber visto a Jesús, los fieles "se alegran con un gozo indescriptible y glorioso" en la espera de su venida (1 P 1:7-8), anticipando con alegría ese encuentro (4:13).

En el Apocalipsis “la idea de gozo se proyecta hacia adelante” (Richardson 1951:117). Apocalipsis 7 compara el cielo a la muy alegre fiesta de Enramadas (Cf. Stam 2003:149-151, "El cielo será una fiesta"). Aquí en Ap 18-19 Juan está celebrando con júbilo la futura derrota de Babilonia (Ap 18:20; 19:7; cf. 12:12). Bien comentan Mesters y Orofino (2003:317-318): “Esta alegría tan grande nace del futuro y, a través de una lectura diferente de los hechos penetra el presente, provocando el canto de las comunidades perseguidas. Aquí [en el canto] ellos verifican que no han sido engañados. La resistencia y la lucha de hoy son simiente de este futuro tan atrayente...”.

El Apocalipsis es uno de los libros más alegres de la Biblia. En su pobreza, los perseguidos viven una felicidad que los poderosos, en su riqueza, no consiguen entender ni poseer... Detrás del dolor de la persecución, los apocalípticos encuentran la certeza de estar en la mano de Dios. La alegría explosiona en cantos de loor y de acción de gracias.

Finalmente, esta teología de la alegría debe producir un teologizar también alegre. Nuevamente Karl Barth lo expresa elocuentemente:



La teología en su totalidad, y en todas sus partes y en sus interconexiones, en su contenido y su método es... una ciencia peculiarmente bella. De hecho, podemos decir con confianza que es la más bella de todas las ciencias. Encontrarla desabrida es la marca del filisteo. Es una forma extrema del filistinismo poder encontrar la teología desabrida. El teólogo que no tiene gozo en su trabajo simplemente no es teólogo. […]

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