MANOS VACÍAS
Karl Barth, Instantes
Santander, Sal Terrae, 2005, p. 63.
“A los hambrientos colma de bienes”.
Lucas 1.53
El camino que tenemos por delante
está envuelto en tinieblas: ¡precédenos con la luz que nos prometiste! Nuestra conciencia
nos acusa: ¡haznos caer en la cuenta de que podemos levantarnos para servirte a
ti y al prójimo! Nuestro corazón anda inquieto en nuestro interior: ¡danos,
Señor, tu paz!
Tú eres la fuente de todo bien, eres
la bondad misma, junto a la cual no hay ninguna otra. Tú no quieres que cada
cual te busque por su cuenta e intente arreglárselas por sí solo con sus problemas.
Tú quieres que en nuestra miseria y en nuestra esperanza seamos un único pueblo
de hermanos.
Como tal pueblo, nos tomamos ahora de
la mano para darte juntos las gracias y extender hacia ti estas manos nuestras,
siempre tan vacías. Amén.
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“EN LOS DÍAS DE
TU JUVEN… ¿QUÉ?”: SALTO DEL CICLO VITAL JUVENIL ENTRE EVANGÉLICOS
Raúl Méndez Yáñez
Razón
y Pensamiento Cristiano, 19 de septiembre de 2013
www.revista-rypc.org/2013/09/en-los-dias-de-tu-juven-que-salto-del.html
Arnold van Gennep en su obra clásica, Los ritos de paso demostró
que: “La vida individual, cualquiera que sea el tipo de sociedad, consiste en
pasar sucesivamente de una edad a otra y de una ocupación a otra. Allí donde
tanto las edades como las ocupaciones están separadas, este paso va acampanado
de actos especiales”. Estos “actos especiales” son los ritos de paso que le
permiten al sujeto saberse abandonando un momento de su vida e ingresando a
otro. Un rito de paso es, por tanto, el performance que transforma a un sujeto
al otorgarle un nuevo estatus social, generacional, religioso, institucional,
laboral, político. Se compone de tres fases: Separación – Margen - Agregación,
llamadas por Víctor Turner: Preliminar – Liminar – Postliminar. Una etapa
liminar es cuando la persona se encuentra “entre el cielo y la tierra”, ya no
es lo que era, pero no se ha convertido en lo que puede llegar a ser.
La Fiesta de XV años, en los países latinoamericanos, en especial en su
ritualidad católica, es útil para ilustrar la dinámica de los ritos de paso en
los ciclos de vida. Seguimos la etnografía de Lorena Favier sobre la
celebración de XV años en la ciudad de México.
·
Fase preliminar. Es niña. Incluye la planeación de la Fiesta
de XV años por parte de la familia, fiesta con la que la quinceañera podrá o no
estar de acuerdo, pues impera el mandato social y familiar. Es un momento de
convivencia donde hombres (padres, padrinos, hermanos) u mujeres (madres,
madrinas, hermanas, amigas) participan. Se realizan ensayos de los bailes
supervisados por adultos, se le exige una dieta especial a la quinceañera a fin
de que “luzca” el vestido, se realiza una campaña de comunicación para informar
del evento a invitados y a no invitados.
·
Fase liminar. Ya no es niña, pero tampoco mujer. El día de
la Fiesta se separa a la quinceañera del resto de la familia, especialmente de
los hombres. Solo conviven con ella la madre y quien vaya ayudarle en su
atuendo. Es un periodo de ambigüedad de género donde hombres homosexuales son
apreciados por su conocimiento respecto al maquillaje y el vestido. Durante la
fiesta la quinceañera se suspende ente el cielo y la tierra mientras baja las
escaleras del Salón o camina por el pasillo de la casa hacia el patio. Sale una
niña, terminará una mujer. Se le dan regalos rituales y realiza un vals o baile
acompasado de música instrumental, y posteriormente diversos performances eróticos
con música popular.
·
Fase postliminar. Ya es una mujer. El objetivo de la Fiesta de
XV años es “presentar en sociedad a la hija”, se anuncia que “ya es casadera”.
Desde luego, en las sociedades urbanas esto, se espera, no se tome al pie de la
letra. Pero tras la Fiesta, la antes niña ya tiene más libertad para usar
maquillaje, salir con sus amigas, vestir menos infantilmente. Es reincorporada
a la sociedad con un estatus distinto.
Hasta el siglo xix la
adolescencia no existía como ciclo vital diferenciado, pues se pasaba de la
niñez a la juventud. Michel Foucault refiere que para los estoicos la vida era
comparada a una jornada: La niñez el alba y la mañana, posteriormente la
juventud cerca del Medio Día, la edad adulta en el pleno de la tarde, y la
vejez el ocaso. Algo semejante se encuentra en Eclesiastés 12:1-7, donde se
pueden encontrar los ciclos vitales juvenil y senil en un contraste quiásmico
del pasaje.
Si preguntamos qué define ahora el ciclo vital de la juventud, este
radica en la independencia económica, residencial y familiar. La juventud
actualmente está marcada por la inserción laboral del sujeto. “El primer
empelo” que posibilite la independencia es el rito de paso para advenir joven,
cuando ya no se está “bajo el techo” del padre. Se entiende también de que en
esta etapa ya se ha superado la educación básica y media, se cuenta con al
menos una preparación técnica.
De este modo se diferencia de la adolescencia (Grupo de Intermedios en
algunas iglesias) en que este ciclo vital está caracterizado por la formación
escolar, la virginidad, la dependencia y vigilancia de la familia. Por su parte
la vida adulta tiene como principal rito de paso al matrimonio, y
subsecuentemente la parentalidad, “formar la propia familia”. Las iglesias
evangélicas en Latinoamérica han asumido esta perspectiva generacional, este
arco que va de “la familia de origen” a la “nueva familia”, de la adolescencia
a la vida adulta. […]
De inocente a responsable de un hogar, de virgen a un conocedor de los
amoríos (a veces esto es apoyado cándidamente por algún Curso o Taller para
Recién Casados o próximos a casarse donde se les explica algunos aspectos
operativos de gran importancia para el matrimonio). Siguiendo la lógica de los
ciclos vitales y los ritos de paso el tránsito del sujeto evangélico es de
adolescente a adulto. Debido a que para las iglesias evangélicas la juventud no
debe ser autónoma económica ni residencialmente, los jóvenes perciben que, en
realidad, uno no puede ser joven.
Ariel Corpus ha testimoniado estas contradicciones entre ciclos de vida
juveniles según la organización religiosa, y las juventudes en la zona de los
Altos de Chiapas, México. Entre estos jóvenes, la sociedad de Esfuerzo
Cristiano, organismo presbiteriano que busca aglomerar a las juventudes en un
cause misional, no tiene mayor atractivo que el de la convivencia, pues se
dificulta generar una agenda o un plan organizacional debido a que los
esfuerzos de los jóvenes por independizarse son desalentados por la autoridad
religiosa y sancionados como negativos. […]
Estas “expectativas” no son meramente de atractivo clientelar: sí les
dan o no posibilidad de dirigir la alabanza, de predicar, de ocupar puestos
eclesiásticos sin requerir credenciales ministeriales, etc. Las iglesias
evangélicas ocultan la expectativa que el joven tiene sobre sí mismo: la
autonomía. Desde luego este deseo se encuentra marcado por un imperativo
macro-estructural que es la construcción de la juventud a nivel global. En el
fondo es un conflicto, por tanto, entre los valores religiosos localizados y
las expectativas globalizadas.
El desafío que tienen las iglesias evangélicas respecto a las
juventudes es atender a esta “contradicción de términos” respecto a la
configuración de los ciclos vitales normativos y los deseados efectivamente por
su membrecía, en este caso las juventudes. La reflexión y actuar eclesiástico
debe poner el acento en la autonomía de los jóvenes, pues de hecho está ocurre
de facto, y de un modo creciente. Pero mientras el discurso religioso siga
siendo pasar de la inocencia a la responsabilidad, sin una fase liminar de
autonomía que medie entre estos niveles, las juventudes seguirán siendo
invisibilizadas, pasadas por alto, un ciclo completo que es saltado
olímpicamente.
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TEOLOGÍA DEL GOZO: LA
ALEGRÍA DE DIOS (II)
Juan Stam
Protestante Digital, 31 de agosto de 2014
La alegría bíblica a menudo se relaciona con la esperanza escatológica. A los perseguidos el Señor les exhorta,
"Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en
el cielo" (Mt 5:12). A los mayordomos fieles se les invita a entrar en el
gozo de su señor (Mt 25:21,23). Sin haber visto a Jesús, los fieles "se
alegran con un gozo indescriptible y glorioso" en la espera de su venida
(1 P 1:7-8), anticipando con alegría ese encuentro (4:13).
En el Apocalipsis “la idea de gozo se proyecta
hacia adelante” (Richardson 1951:117). Apocalipsis 7 compara el cielo a la muy
alegre fiesta de Enramadas (Cf. Stam 2003:149-151, "El cielo será una
fiesta"). Aquí en Ap 18-19 Juan está celebrando con júbilo la futura
derrota de Babilonia (Ap 18:20; 19:7; cf. 12:12). Bien comentan Mesters y
Orofino (2003:317-318): “Esta alegría tan grande nace del futuro y, a través de
una lectura diferente de los hechos penetra el presente, provocando el canto de
las comunidades perseguidas. Aquí [en el canto] ellos verifican que no han sido
engañados. La resistencia y la lucha de hoy son simiente de este futuro tan
atrayente...”.
El Apocalipsis es uno de los libros más alegres de la Biblia. En su
pobreza, los perseguidos viven una felicidad que los poderosos, en su riqueza,
no consiguen entender ni poseer...
Detrás del dolor de la persecución, los apocalípticos encuentran la certeza de
estar en la mano de Dios. La alegría explosiona en cantos de loor y de acción
de gracias.
Finalmente, esta teología de la alegría debe producir un teologizar
también alegre. Nuevamente Karl Barth lo expresa elocuentemente:
La teología en su totalidad, y en todas sus partes y en sus
interconexiones, en su contenido y su método es... una ciencia peculiarmente
bella. De hecho, podemos decir con confianza que es la más bella de todas las
ciencias. Encontrarla desabrida es la marca del filisteo. Es una forma extrema
del filistinismo poder encontrar la teología desabrida. El teólogo que no tiene
gozo en su trabajo simplemente no es teólogo. […]
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